Ni Mata Haris, ni James Bonds

Ni Mata Haris, ni James Bonds

Si pensamos en una espía, es fácil que nombremos a una bailarina neerlandesa: Mata Hari. Pero lejos de este mito, otras mujeres con nombres mucho menos conocidos tradujeron su compromiso político en arriesgadas tareas de información con el fin de desbaratar a países enemigos.

Texto: María Sanz
31/01/2024

Mata Hari, con el vestuario que utilizaba para sus actuaciones.

—Cierra la puerta, camarada. Desconfía y acertarás. Te hemos escogido para llevar unos pasaportes a Berlín, será tu primera misión. Tu contacto habla inglés y alemán. Sales mañana.

Con estas secas órdenes, Yelena Stásova, jefa del Socorro Rojo Internacional, se dirige a la fotógrafa italiana Tina Modotti para encomendarle su primer trabajo como espía al servicio del Partido Comunista soviético, según narra Elena Poniatowska en su biografía novelada Tinísima. Modotti era fotógrafa y militaba en el Partido Comunista Mexicano cuando en 1929 asesinaron a su pareja. Aunque tenía un móvil político, el caso se etiquetó como “crimen pasional”, y Modotti fue interrogada, acosada por la prensa, encarcelada y finalmente expulsada del país en 1930.

Exiliada en la Unión Soviética, se integró al Socorro Rojo Internacional, organización que ofrecía ayuda humanitaria a prisioneros comunistas. En 1934, Modotti llegó a Asturias en apoyo de la huelga de los mineros. Y se quedó en el Estado español durante toda la Guerra Civil, trabajando como enfermera en hospitales y facilitando el exilio de personas republicanas. Pese a su compromiso político y su carrera artística, con frecuencia aparece representada en relación a un hombre: amante de Diego Rivera, discípula y pareja del fotógrafo Edward Weston o compañera del dirigente comunista Vittorio Vidali.

En muchos relatos aún se resaltan los mismos rasgos que, según el libro de Poniatowska, utilizaba la prensa mexicana de finales de los años 20 para vincularla con el asesinato del que era su pareja: belleza, misterio y un aura de femme fatale, de mujer temible, incluso sanguinaria. En la sociedad de la época, una mujer extranjera, que había posado desnuda para artistas y de ideas comunistas era un blanco perfecto para críticas misóginas.

La leyenda

Estos adjetivos se repiten en las presentaciones de otras espías. Una búsqueda de información sobre Mata Hari, posiblemente la más famosa de todas las épocas, arroja resultados como “legendaria femme fatale, “una espía con demasiados amantes”, o “la stripper que jugó a ser espía”. Incluso se define la expresión “ser una matahari” como una “mujer de mala vida, mujer fatal y ambiciosa”.

Su leyenda se relaciona con la sensualidad y el exotismo de las danzas que puso de moda por media Europa, mientras se omiten otros aspectos de su biografía. Por ejemplo, que sufrió abuso sexual por parte del director de la escuela cuando era adolescente. O que sobrevivió a la violencia machista ejercida por su esposo. O el hecho de que, pese a que fue condenada a muerte y ejecutada por espionaje, nunca se presentaron pruebas sólidas que demostraran esta acusación. Algunos de estos detalles aparecen en el libro Mata Hari. Espía, víctima, mito, de Pat Shipman. La autora cuestiona la aptitud de Mata Hari como espía, teniendo en cuenta que se trataba de un personaje público que llamaba la atención allá donde iba. Tampoco hay constancia de que en sus supuestas misiones tuviese éxito, y en varias ocasiones se puso en evidencia de manera casi ingenua.

La leyenda de Mata Hari contribuyó a sexualizar el rol de las espías y alimentó el mito de la belleza como requisito para seducir al enemigo y sonsacarle información confidencial

Shipman resalta, en cambio, que fue “un icono de las mujeres independientes y hechas a sí mismas” y se convirtió en “símbolo de la sexualidad y el placer que en ciertos aspectos personificaba la belle époque”. Afirma que, con la llegada de una moral más puritana en la Primera Guerra Mundial, su ejecución fue más una condena moral por su libertad sexual que por su trabajo como espía.

Tina Madotti en 1924. / Retrato de Edward Weston

Sexis y mortíferas

La leyenda de Mata Hari contribuyó a sexualizar el rol de las espías y alimentó el mito de la belleza como requisito para seducir al enemigo y sonsacarle información confidencial. “El arquetipo de las espías seductoras y calculadoras era el más temido”, expresa la periodista Laura Manzanera, que ha reunido diferentes perfiles en Mujeres espías. Intrigas y sabotaje tras las líneas enemigas. “La mitificación y sexualización de las espías ha ocurrido desde las fenicias, con casos más recientes como el del Salón Kitty, un burdel del Berlín de los años 30 que los nazis convirtieron en un nido de información, donde repartieron micrófonos en las habitaciones en las que trabajaban las prostitutas, y por las que desfilaban diplomáticos, militares y políticos”, expresa Manzanera en una entrevista con este medio.

La periodista cita también el caso de Marthe Richer, aviadora y espía de Francia durante las dos guerras mundiales que, gracias a que se convirtió en amante del agregado naval alemán en la embajada española, descifró el sistema de tinta invisible de los alemanes, descubrió los pasos clandestinos que usaban para atravesar los Pirineos y accedió a mapas y calendarios que permitieron a los franceses anticiparse a los ataques enemigos. Durante la Segunda Guerra Mundial, Richer también ayudó a escapar a aviadores aliados y a judíos. Acabada la contienda, participó en política y promovió un proyecto para prohibir la prostitución en París. Para Manzanera, el currículum de esta espía está tan cargado de méritos y hazañas de riesgo que el hecho de que utilizara el sexo para acercarse al bando enemigo resulta casi anecdótico.

Manzanera también desmonta el estereotipo de que todas las espías son guapas según las normas de cada época. Cita casos como el de Harriet Tubman, negra, de pequeña estatura y poco atractiva según los cánones de belleza, que en el Estados Unidos de 1849 logró escapar a pie de la hacienda donde era esclavizada y se integró a la organización Ferrocarril Subterráneo. Esta red liberó a personas esclavizas ofreciendo rutas secretas, asistencia médica, alimentación y alojamiento en la huida.

Tubman, por cuya captura los esclavistas llegaron a ofrecer 40.000 dólares, era conocida con el nombre bíblico de “Moisés” por su trabajo para conducir a personas esclavizadas hacia su “tierra prometida”. Durante la guerra civil estadounidense trabajó como espía para los estados del norte, partidarios de la abolición de la esclavitud. Fueron muy valorados sus conocimientos del terreno, que había desarrollado en sus viajes para liberar esclavos. También participó en conferencias a favor de la abolición de la esclavitud y del sufragio femenino y ayudó a instalar un centro de apoyo a los derechos de las mujeres.

Otro caso fuera del canon: el de Virginia Hall, que había perdido una pierna en un accidente y utilizaba una prótesis de madera, lo que no le impidió cruzar los Pirineos a pie en pleno invierno para huir de la persecución nazi en Francia. Después de la guerra, fue una de las primeras mujeres en integrarse en el servicio secreto estadounidense, la CIA.

Harriet Tubman

Víctimas y soldados

El de la mujer fatal no es el único arquetipo con que se presenta a las espías. Manzanera señala al menos otros dos, popularizados durante la Primera Guerra Mundial, cuando la falta de efectivos llevó a reclutar a mujeres para el espionaje de forma profesionalizada. Uno es el de la víctima o el “ángel misericordioso”: agentes que fueron descubiertas y ejecutadas, y a quienes se presentó como mártires. Estos estereotipos resultaban útiles para los gobiernos de entreguerras que, tras haberse servido de su trabajo durante la Primera Guerra Mundial, deseaban ahora que regresaran a sus hogares a desempeñar los papeles de esposas y madres. El otro perfil es de las espías-soldado, mujeres que tenían el mismo estatus que los militares que combatían, pero cuyas trayectorias han sido las más olvidadas.

Muchas espías “quedan invisibilizadas porque la valentía, el coraje, la aventura, la violencia y la lucha se consideran atributos únicamente masculinos”

“Muchas espías, incluso las más profesionales, no aparecen en los registros como tales. Además, en muchas de ellas se obvia su patriotismo, su compromiso político, o los riesgos brutales que tenían de morir. Quedan invisibilizadas porque la valentía, el coraje, la aventura, la violencia y la lucha se consideran atributos únicamente masculinos”, explica Manzanera.

Esa invisibilidad pudo suponer una ventaja para el espionaje. “Al principio a nadie se le pasaba por la cabeza que una mujer hiciese de agente secreto, y si te veían en un lugar extraño, difícilmente sospechaban. Esto daba más libertad: si eran detenidas, a veces conseguían ser liberadas haciéndose las tontas, fingiendo que no sabían”, añade la periodista.

Gente normal con un trabajo peculiar

Al margen de estereotipos, ¿qué características debe reunir una buena espía? ¿Y por qué se ha considerado al espionaje un terreno de hombres? “Creo que debemos partir del hecho de que en el espionaje no hay superheroínas ni superhéroes. Ni Mata Haris ni James Bonds: son gente normal que tiene un trabajo peculiar. Una buena agente debe tener características concretas: paciencia, intuición, disciplina, discreción, curiosidad, mucha psicología, coraje y, en el pasado más que ahora, también buenos reflejos y sangre fría”, explica Manzanera.

Para Graciela Padilla, autora de la investigación ‘Mujeres espías: ellas también han sido agentes secretos, protagonistas olvidadas de la Historia’, la diferencia de habilidades en los perfiles de mujeres y hombres espías marca que muchas de ellas no hayan trascendido, a pesar de desempeñar tareas clave. “En el caso de las espías se reproduce el canon histórico. Los hombres tenían los más altos rangos políticos y militares y su trabajo de espías quedó registrado: tenían las armas y el poder político. Ellas, en cambio, tenían esas habilidades consideradas como soft skills, como la reflexión crítica, la flexibilidad para trabajar con distintas personas, idiomas o culturas, la resiliencia, la capacidad para el trabajo en equipo o la creatividad, que a priori no son tan llamativas, pero son igual de necesarias. Y creo que esas diferencias marcan la invisibilización de mujeres espías”, expresa Padilla, profesora de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid. Añade que, con frecuencia, en los retratos de las espías prevalece “lo romántico sobre lo político”, de manera que sus biografías acaban convertidas en relatos “trágico-amorosos”.

En contraposición a estos prejuicios, las espías más destacadas fueron “mujeres rompedoras para su momento porque fueron a la universidad, y como tenían la facilidad para los idiomas”, cuenta Padilla a Pikara Magazine. Un ejemplo de este perfil es Elizebeth Friedman, una criptógrafa que colaboró descifrando los mensajes de los traficantes de bebidas alcohólicas durante la vigencia de la llamada Ley Seca en Estados Unidos. Friedman también tuvo un papel muy destacado al interceptar los mensajes de radio de los nazis que pretendían instalarse en el Cono Sur de América.

Las fundadoras de la red Álava. / Foto: Fundación Sabino Arana.

La “red Álava”

Aunque las espías más conocidas pasaron a la historia convertidas en mitos, la mayor parte de ellas mantuvieron un perfil alejado de la notoriedad. Es el caso de Bittori Etxebarria, Itziar Mujica, Delia Lauroba y Teresa Verdes, fundadoras de la “red Álava”, organización dedicada a obtener información sobre los presos vascos en las cárceles franquistas durante la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura. Las integrantes de la red, de la que formaron parte cerca de 50 personas, averiguaban datos como las fechas de ejecuciones e informaban a las embajadas con el fin de que la presión internacional las detuviera, explica Manzanera en su libro. También llegaron a falsificar documentos para evitar fusilamientos, ayudaron a cruzar la frontera con Francia y proporcionaron a los aliados información sobre el armamento y las tácticas de sus enemigos durante la Segunda Guerra Mundial.

La organización fue desarticulada con la invasión nazi de Francia. Bittori, Delia, Teresa e Itziar fueron encarceladas en Las Ventas y condenadas a muerte, aunque fueron liberadas al poco tiempo gracias a la presión de los aliados.

La batalla tecnológica

Acabadas las dos guerras mundiales y la Guerra Fría, el papel de los servicios de inteligencia se ha ido modificando y, en consecuencia, también el perfil de las espías. “Antes era necesario estar in situ para acceder a la información, y ahora gracias a los geosatélites y las técnicas informáticas hay mucho espionaje de mesa, a distancia”, reflexiona Manzanera.

Graciela Padilla está de acuerdo: “La geopolítica y la política de seguridad de las naciones ya no pasan por las relaciones humanas, sino por las cibernéticas y la protección de datos sensibles. Ahí el espionaje ya no tiene nada que ver con el rostro, el cuerpo, la voz o el nombre de la espía”. El espionaje tiene más de sutileza, clandestinidad y trabajo subterráneo, que de demostración de fuerza.

 

Este reportaje fue publicado en el número 9 de #PikaraEnPapel, en 2021. Puedes conseguir tu ejemplar en nuestra tienda online.
Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba