Shakira, facturando.

Clara-mente, si hubiera que ponerle rostro al despecho, este sería el de una vengadora; el más histórico de los clanes del desengaño amoroso. Shakira ha sido la última de una larga estirpe que se remonta siglos atrás, y que cuenta entre sus socias honoríficas a Rocío Jurado, María Jiménez o Paquita La Del Barrio (que hicieron lo mismo que la de Barranquilla, pero con más salero). Una auténtica vengadora se toma la justicia por su mano, caiga quien caiga, y tiene claro que, como el trabajo, el despecho se monetiza y no se declara a Hacienda. Eres una anarcoliberal del amor que hace waka waka con sus ex.

Un consejo. Mantén el cianuro lejos.
Una escena. Esta, de Se acabó el pastel.
Un libro. Jazz, de Toni Morrison. O esto, de Ana Karenina:
“Ahora le daba ya todo igual: no le importaba ir o no a Vosdvijenskoe; ni conseguir o no el divorcio. Nada necesitaba. Sólo quería una cosa: castigarle. Cuando preparó su habitual dosis de opio y pensó que podía morir con sólo beberse todo el frasco, le pareció tan fácil y sencillo que volvió a pensar, con gran complacencia, en cómo sufriría, se arrepentiría y, aunque ya tarde, amaría su recuerdo”.