El día que Pilar Primo de Rivera arregló su Morris
La Sección Femenina de la Falange ofreció cursos de mecánica, electricidad, fontanería, pintura o carpintería, entre otros, para las mujeres. Buscaban atender “todo lo que una familia puede necesitar en su servir” mientras imponían un ideal de mujer abnegada.
Mirad que hemos dado la matraca en La Sinsorga (un centro cultural precioso que abrimos en junio en Bilbao) con eso de que hemos hecho la obra prácticamente solo con mujeres y resulta, ahora, que la Sección Femenina también le puso atención a eso de ofrecer a las mujeres autonomía en lo relacionado con la construcción. Bueno, quizá decir construcción y decir autonomía es mucho decir.
La misión de la Sección Femenina consistía en promover el afecto de las mujeres españolas hacia la patria, el Estado y las tradiciones gloriosas mediante una estructura jerárquica liderada por Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio, fundador de la Falange. La Falange surge con la ambición de ir más allá de la concepción tradicional de partido político, aspirando, según palabras de José Antonio Primo de Rivera, a ser una forma de vida. En junio de 1934, dieron luz verde a la creación de una sección femenina dentro, primero, de la estructura sindical del Sindicato Español Universitario (SEU) y, en diciembre de ese mismo año, Primo de Rivera aprobó los primeros estatutos de la Sección Femenina. Siempre promovieron un ideal de mujer abnegada, sumisa, entregada al matrimonio y a la crianza, pero sus principales dirigentes, con Pilar Primo de Rivera a la cabeza, nunca acataron el mandato que ellas mismas impusieron.
La Sección Femenina ofreció cursos de mecánica, electricidad, fontanería, pintura o carpintería, entre otros. Las Enseñanzas de Hogar de la Sección Femenina fueron reconocidas por decreto del Ministerio de Educación en 1939 y ayudaron, según palabras de Pilar Primo de Rivera, a facilitar la vida a las casadas en “un momento difícil” porque, “por muy profesionales” que fueran, tienen que “atender, además, personalmente a las tareas domésticas, concebir, dar a la luz, criar los hijos y ocuparse de su educación”. Todas las enseñanzas que promovían, dice, estaban “denigradas”, pero asegura que no “solo se referían a coser o guisar” sino que atendían a “todo lo que una familia puede necesitar en su servir”.
En un artículo de El Pueblo Gallego, de 1970, que ha rescatado Eduardo Rolland, publicaban la crónica del primer curso de Mecánica para Damas, que comenzaba a impartirse entonces en Vigo: “Si las mujeres saben coser… ¡bien pueden aprender a conducir!”. Y una perla: “Para una mujer lo más grato de un coche es el espejito retrovisor en el que pueden completar, con un gesto de coquetería, el grato rizo del cabello”. Años más tarde, también en palabras de Rolland, “el pitorreo mediático se hará aún más grande” cuando la Sección Femenina empezó a ofrecer cursos de Conductora de tractor.¿El motivo? La inmigración a las ciudades, tras el “milagro económico español”, volvía a dejar, como pasó durante la guerra y justo después, el cambio sin mano de obra.
El archivo municipal de Vitoria-Gasteiz también conserva algunas imágenes del cursillo práctico de mecánica del automóvil organizado por la Sección Femenina en diciembre de 1966. El taller, al parecer y según El Correo, se desarrolló,, “en un taller del Alto de Armentia” y “las clases se impartían tres días a la semana con una parte teórica y otra práctica”. En la imagen que se conserva, las alumnas trabajan con un Seat 600. José María Uriarte, uno de los profesores que impartió las enseñanzas en el taller, declaró que sus alumnas con capacidad “incluso superior a la de los hombres” para tratar las reparaciones. En un documental sobre la Sección Femenina, citado entre otras por la profesora Matilde Peinado Rodríguez, se aseguraba que “la mujer necesita manejar hoy por igual la escoba y el destornillador, no sólo porque los cacharros domésticos tienen cada vez más palancas y enchufes sino porque las damas se motorizan”.
Pilar Primo de Rivera cuenta en Recuerdos de una vida, sus memorias, pequeñas anécdotas que explican algunas de sus transgresiones: nunca llegó a casarse, no le gustaba usar tacones, siempre prefirió jugar a los juegos que proponían sus hermanos, no sabía coser bien. Sabía, eso sí, Pilar Primo de Rivera conducir y sabía arreglar su coche. Cuenta que viajaba a Segovia, con otras militantes de la Sección Femenina, con un coche de la marca Morris que decidió pararse sin previo aviso: “Yo sabía conducir, pero de mecánica nada y aquello no andaba ni a la de tres. Por suerte recordé un consejo casero, que soplando en una especie de filtro que tenía en el motor podía ponerse en marcha y así fue, efectivamente, como pudimos seguir nuestro rumbo a Segovia”. En algún punto de la carretera, de camino a Segovia, Pilar Primo de Rivera arregló su Morris.