‘How to have sex’, aprender a ser mujer
Molly Manning Walker directora de 'How to have sex', nos transporta a los límites de la violencia sexual para preguntarnos cuándo un encuentro íntimo comienza a ser una agresión. Eleva a debate social los cruciales interrogantes: "¿Me han violado?", "¿Yo he violado?", “¿Qué es agredir sexualmente?”.
Molly Manning Walker (The forgotten C, Good Thanks, You?), directora de How to have sex, nos transporta a los límites de la violencia sexual para preguntarnos cuándo un encuentro íntimo comienza a ser una agresión. Lo aborda con realismo y enormes dosis de cuidado y sensibilidad, desde el proceso creador hasta el trato con el joven elenco. Con un grupo de discusión itinerante investigó qué pensaba la juventud sobre el sexo en centros educativos de Londres, Nottingham y Manchester. Las ideas poco empáticas hacia las víctimas de violación se hicieron notar.
Un coming of age con aires de western que eleva a debate social los cruciales interrogantes: “¿Me han violado?”, “¿yo he violado?”, “¿qué es agredir sexualmente?”. La película, que se estrenará en cines el 15 de marzo, ha sido galardonada con el European Discovery – Prix FIPRESCI en los premios del Cine Europeo y Un Certain Regard en el Festival de Cannes, entre otros.
La hipótesis del filme sugiere que las violencias naturalizadas en el comportamiento social aleccionan, presionan a las jóvenes en público y en la intimidad. Y que así aprehenden una posición de desigualdad y obediencia desde el silencio y el miedo. La película sería un caramelo en bandeja para un posible cinefórum en todos los institutos de enseñanza secundaria del mundo, coordinado por especialistas en violencia de género y comunicación feminista.
No es la primera vez que la británica aborda este tema, ya lo hizo en su corto Good Thanks, you? Disponible en MUBI. En él puso de manifiesto la revictimización, prejuicios machistas y miedos administrativos al escándalo a los que deben enfrentarse las adolescentes supervivientes de violación cuando denuncian en contextos escolares. En How to have sex esta denuncia no llega a producirse ya que se asfixia en un consentimiento manipulado y mal entendido.
En cualquier caso, la directora se ajusta más al concepto de placer y bienestar de las mujeres que al de consentimiento. Afirma en diversas entrevistas que la película trata sobre la capacidad humana de ser amable en todos los tipos de relaciones. Esta idea, llena de sentido común, solo podría materializarse en el caso de que al varón heterosexual le importe la satisfacción del deseo y el bienestar de la mujer con la que intima, no solo su propia necesidad fisiológica.
La acción se enmarca en unas alcoholizadas fiestas británicas para jóvenes en suelo griego. Tres amigas adolescentes viajan a Malia después de los exámenes como rito de paso hacia la vida adulta o universitaria. Solo una de ellas nunca ha practicado sexo y se ha propuesto cambiar ese detalle en su vida.
Una misoginia que castra el deseo de las mujeres
La violencia sexual parece plantearse en el filme como la forma en que se enseña a ser mujeres y hombres en sociedad, pero que nos pone en peligro a nosotras. Una sola manera de encajar que obliga a aceptar un estatus preestablecido y desigual, ceñido al cuerpo como satisfacción del placer de los varones heterosexuales. Así, se reduce el despertar sexual de las adolescentes a la esperanza de no ser señalada en su círculo social, golpeada o asesinada. Y ese miedo se transmite en las interpretaciones y el diálogo de manera sutil, pero muy evidente.
El despertar sexual de las adolescentes se reduce a la esperanza de no ser señalada en su círculo social, golpeada o asesinada.
Hay una interlocución implícita entre el mensaje de la película y la violencia sexual estructural, social que legamos a las generaciones venideras. Los hábitos de la sociedad de los adultos contienen ya esa agresividad íntima hacia las mujeres. En la práctica, no se nos trata en igualdad en casi ningún ámbito, muchas veces ni siquiera como a seres humanos; sino como a objetos, en especial en contextos sexuales.
Por tanto, la elección del tema apunta hacia una profunda preocupación social que insta a la acción. La autora reconoce que espera tener una conversación (entendemos social, entre familiares, amigos, en redes, etcétera), sobre la forma en que la gente tiene relaciones sexuales.
Si trazamos un paralelismo entre la propuesta de Molly Manning y la realidad en todo el mundo, diríamos que la película exhibe un fracaso social global. Nos sugiere que aún queda mucho por hacer en igualdad de género o en educación sexual. Porque la presión por tener sexo de una determinada manera está establecida por el porno y las ideas tradicionales y machistas de lo que se puede esperar de mujeres y hombres.
Por ejemplo, el personaje principal, Tara (Mia McKenna, Mejor interpretación protagonista en los BAFTA), siente la presión para rendir sexualmente y satisfacer a los varones. Ha vivido una experiencia no deseada que todavía no ha gestionado y pregunta a su agresor si lo ha hecho bien, soslayando su propia zozobra, su propia desazón. Subyace ahí la premisa machista extendida y desinformada de que el deseo de los hombres es más importante que el de las mujeres, que es demasiado grande e irrefrenable para juzgar la manera en que se expresa. Otra idea falsa, tradicional y misógina es creer que el hombre sabe más de sexo por ser hombre, puesto que está legitimado para tener todas las relaciones sexuales que quiera o consiga, sin perjuicio de su reputación o su integridad emocional o física.
Hoy en día aún no detectamos qué es forzar a las mujeres, presionarlas en contextos íntimos o públicos o de ocio.
En un principio, la joven Tara no es consciente de que se la haya asaltado sexualmente, con toda la devastación emocional que supone una experiencia de este tipo. Esto podría ocurrirle a cualquier mujer, no solo a una adolescente. Permanecer durante años con una experiencia traumática sin saber, ni poder saber qué se ha vivido. Porque hoy en día aún no detectamos qué es forzar a las mujeres, presionarlas en contextos íntimos o públicos o de ocio. Y esa presión es cultura de la violación, que implica, entre otras cosas, ignorar el deseo sexual natural de las mujeres.
La película dibuja esta atmósfera sociocultural misógina de manera realista, nos muestra cómo castra el deseo sexual de las adolescentes. Amordaza cualquier respuesta de autodefensa o de demanda de buen trato. Cómo mantiene en segundo plano, en el inconsciente de las jóvenes, su legitimidad al derecho humano.
La presión por rendir en el sexo
La película nos plantea multitud de cuestiones a muchos niveles y de manera profunda. Una de ellas es sin duda cómo afecta un entorno sexual hostil al deseo de las jóvenes y a las relaciones de amistad entre ellas. La presión por rendir en el sexo y hacerlo bien la encontramos naturalizada en el ocio público e interiorizada en las actitudes colectivas. Pero también la hallamos en las razones secretas de los personajes, donde intuimos su posicionamiento ante esta presión que, en suma, pone de manifiesto distintas maneras de supervivencia.
Sky (Lara Peake) es una de las tres amigas que forman un espacio seguro y estable en esta aventura. Pero es una especie de amiga-enemiga, compite por la atención sexual de los varones y hace de ello su objetivo principal. Parece encontrar ahí un falso poder. La lucha entre mujeres por el poder de los varones a través del sexo o cualquier otro tipo de atención es un mecanismo del sistema patriarcal que debilita las posibles alianzas entre mujeres.
Tanto Tara como Sky representan respuestas diferentes a la presión social sexual. Porque, aunque la vivan todos los personajes, masculinos y femeninos, el entorno de ocio circundante establece un estatus para las jóvenes que las empuja a la satisfacción de los deseos masculinos y a obviar los suyos propios. Las respuestas de autodefensa pueden ser diversas para no quedar excluidas en sociedad. Interiorizar y normalizar los mandatos externos, o entrar en conflicto, al no poder rebelarse ni encontrar asideros ni respaldo.
El silencio se convierte en una manera de lograr integración y aceptación social.
Me parece pertinente recordar aquí la teoría de La espiral del silencio, de la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann. Plantea que los individuos adecúan su comportamiento a las opiniones predominantes porque temen quedar aislados. Sus actitudes pueden llegar a ser contrarias a su forma de pensar. Para saber cuáles son las opiniones mayoritarias realizan sondeos, observando de manera casi estadística desde el entorno más próximo hasta el más amplio. Recordemos que el miedo atávico a quedar fuera de la sociedad está en nuestro ADN como método de supervivencia. En consecuencia, el silencio se convierte en una manera de lograr integración y aceptación social. Ya no hablamos solo de Sky, sino de la microsociedad del filme que, podría representar a todo el planeta.
Cubrir al amigo, aunque sea un capullo
Las reacciones de los amigos de los violadores ante sus asaltos nos invitan a una reflexión colectiva en la película. La sensación es de impunidad y de que los varones son conscientes de ello. En este caso, el amigo que disculpa al agresor Paddy (Samuel Bottomley) se representa con un personaje del tipo el buen chico, Badger (Shaun Thomas). Aunque, en realidad, perpetúa los maltratos, se aprovecha de los privilegios de la presión sexual que le rodea y refuerza la cultura de la violación de la que la sociedad también es cómplice.
Saber que no puedes hablar porque serás excluida es otro tipo de violencia: la de la sociedad que dice “no nos molestes”.
Me parece una extraordinaria puesta en escena de lo que significa la opresión sexual que las mujeres soportan. Saber que no puedes hablar porque serás excluida, castigada, acusada, desacreditada. Es otro tipo de violencia, la de la sociedad que dice “no nos molestes”, que es en parte la que la directora nos retrató en su corto, Good Thanks you? Nadie quiere que pase nada, porque entonces todo el mundo debería hacerse responsable y dejar de mirar para otro lado. Por supuesto que también hay miedo. Pero ser dueñas del propio deseo es un derecho humano de las mujeres. Y violar es un delito.