“La antropología es una herramienta muy buena para demostrar que la supuesta objetividad de la biología es construida”

“La antropología es una herramienta muy buena para demostrar que la supuesta objetividad de la biología es construida”

La antropóloga y doctora en estudios feministas Miren Guilló Arakistain acaba de publicar el libro 'Sangre y Resistencia' (Bellaterra Ediciones, 2023). Guilló reivindica que su trabajo no va (solo) sobre la menstruación, sino que aborda otros temas: el sistema de género, la norma binaria, la sociedad de consumo, las prácticas resistentes...

27/02/2024

Miren Guilló. | Foto: Cedida.

Dolor, sangre, ciclo… Se puede decir mucho sobre la menstruación y con el paso de los años el tema va ganando terreno. Pero hay una antropóloga que, tomando la menstruación como eje, ha llevado a cabo un proceso de investigación de diez años, ha escrito una tesis doctoral y ahora ha publicado un libro y que reivindica que su trabajo no va (solo) sobre la menstruación. No le hace falta razón. La antropóloga y doctora en estudios feministas Miren Guilló Arakistain ha abordado otros temas: el sistema de género, la norma binaria, la sociedad de consumo, las prácticas resistentes… Y así ha completado una minuciosa radiografía sobre las estructuras sociales actuales a partir de un tema tan íntimo y tabú todavía.

El libro se titula Sangre y Resistencia (Bellaterra, 2023), y la menstruación es el hilo conductor. Entonces, ¿por qué has subrayado en varias ocasiones que no es un libro sobre la menstruación?

No es que no me parezca necesario e interesante, todo lo contrario, pero mi objeto de estudio no se refiere únicamente a las vivencias en relación con la menstruación. Cuando yo empecé a investigar este tema en 2008 y 2009, era cuando estaba reflexionando sobre las resignificaciones de la menstruación y me di cuenta de que había puntos de partida muy diferentes para hablar de la menstruación y que servía para hablar de temas muy diversos. Y me di cuenta de que esas propuestas feministas que hablaban de la menstruación hablaban sobre lo que significaban en nuestras culturas el cuerpo, el género, el sujeto feminista, la sociedad de consumo… y de los debates críticos que había en torno a ellos. El tema me llevaba a los más variados debates materiales y culturales de la sociedad, y como se hace a menudo en antropología, he elegido un tema muy concreto y de ahí he ido a temas más generales. Por lo tanto, me interesa el tema como excusa o hilo conductor para tratar todas las demás cuestiones y, sobre todo, para abordar los cambios culturales y sociales que se estaban produciendo en ese momento. Por supuesto, la menstruación está muy presente, es el escenario, pero el objeto de investigación no es ese. Fijémonos que, “por casualidad”, se produce un reduccionismo con ciertos temas concretos: son temas que no se consideran universales, que no son androcéntricos, que se consideran exóticos, o que están en los márgenes. Por eso creo que es un reto reivindicar que el campo que se llama estudios críticos de la menstruación es muy diverso y muy amplio, y que no se puede reducirlo.

En 2008 empezaste a reflexionar sobre el tema, en 2010 iniciaste la tesis, en 2020 defendiste el trabajo y has publicado un libro en 2023. ¿Cómo es realizar un proceso de investigación tan prolongado? ¿Y cuáles son los principales cambios que has observado?

Las investigaciones toman su propia vida, y a mí me pasó que en un momento empecé a centrarme en qué prácticas y discursos feministas estaban detrás de estas propuestas: sobre salud y consumo, estrategias políticas y estéticas… en pocos años ha habido muchos cambios, ha habido un auge y una diversificación sobre el tema, y como antropóloga he estado observando esos cambios. Por otra parte, las trayectorias personales tampoco son lineales, tampoco las de investigación, por lo que en mi caso esto ha ido acompañado de otros proyectos vitales, líneas de investigación y trabajos dedicados a la enseñanza. Estas idas y venidas han enriquecido la investigación y han atravesado transversalmente los diferentes temas de la investigación.

En cuanto a los cambios, hay varios reflejados en el libro. En el caso de las tecnologías feministas, por ejemplo, los anuncios que había hace 15 o 10 años son totalmente diferentes a los actuales, y otros dispositivos se han socializado aún más: la copa antes no la conocía tanta gente. Pero también, el mercado ha hecho suyos los discursos feministas: las grandes corporaciones han empezado a asimilar esos dispositivos alternativos… sólo analizando las tecnologías ligadas a la gestión de la sangre se pueden ver los cambios que se han producido en ámbitos como el feminismo y la sociedad de consumo.

La elección metodológica que has hecho de los itinerarios corporales te ha dado la posibilidad para encarnar todos esos cambios.

La forma de mostrar los cambios ha sido el de los itinerarios corporales. Me sitúo dentro del marco teórico de la etnografía corporal y me baso sobre todo en el trabajo de los itinerarios corporales de Mari Luz Esteban. Es interesante poner el foco en las prácticas y experiencias corporales de estas personas para ver cómo a lo largo del tiempo han cambiado su experiencia con la vida y el tema. Es una forma de relacionar al sujeto con lo colectivo para situarla en su marco social. Se trata de construir un relato entre subjetividad y estructura social.

Las primeras informantes las contacté hacia 2009-2011 y en este tiempo las he entrevistado en un momento u otro. Para mí es muy enriquecedor porque cuentan escenas que explican muchas cosas, más allá de las palabras. Al terminar todo el proceso, ha sido muy importante leer todo con ellas. He quitado algunas cosas por el anonimato, otras veces se ha quedado así, pero las participantes me han advertido a que tras el paso de los años han cambiado de opinión. Los itinerarios corporales permiten ver cómo el cambio de contexto ha influido en el sujeto y viceversa. Por supuesto, estoy agradecidísima con todas, porque ha sido un ejercicio muy generoso.

El primer capítulo es una extensa genealogía de la antropología feminista y de la antropología de la salud. En general, las tesis corren el riesgo de que sean escritas de forma demasiado formal y quedarse en el mundo académico, tú lo has ofrecido en un libro más accesible. ¿Por qué es útil?

En el proceso de convertir una tesis a un libro es importante tener también la mirada de las que nos rodean, porque un formato y el otro no son lo mismo. En este caso he tenido que buscar un equilibrio; cómo contar de una manera más ágil, y cómo mantener unas bases teóricas igualmente importantes para mí. El libro permite ir de un capítulo a otro en función de los intereses personales, donde las reflexiones teóricas se combinan con los resultados empíricos, pero es cierto que el primer capítulo es teórico. Para mí, sin embargo, era muy importante recoger aportaciones del pasado para entender muchas de las cosas que ocurren hoy en día. Así que me interesaba cómo se ha investigado la menstruación, qué tipo de discursos feministas ha habido, la evolución que ha tenido este tabú… Y luego también era importante hacer una genealogía de los activismos feministas de la salud, que han sido los que han puesto resistencia al enfoque biomédico. Para entender las políticas corporales actuales hay que entender la época actual, de acuerdo, pero el pasado puede también ser enriquecedor, y es importante tenerlo presente. También es una reivindicación de la necesidad de que hagamos memorias sociales.

“Las campañas de las asociaciones sobre la endometriosis lo dicen claro: el dolor no es algo normal. Hay otros discursos para vivir el dolor de una manera más positiva, y eso también es así, porque algo que se vive como negativo siempre tiene una carga, pero, como digo, es importante que esa responsabilidad no sea exclusiva del individuo”.

El libro recoge, a continuación, capítulos sobre la salud y el sistema sexo-género. A mí misma, me han llegado a recomendar tomar pastillas hormonales o quedarme embarazada para terminar con el dolor menstrual. Es decir, que la menstruación está totalmente relacionada con la medicalización y el sistema sexo-género binario.

La pregunta básica es por qué no se investigan los dolores, por qué no se dan otras alternativas, por qué a las farmacéuticas no les interesa… Por eso es importante hablar de los paradigmas de la biomedicina y las desigualdades. Analizando los manuales ginecológicos del franquismo es muy duro ver cómo se acepta que las mujeres tienen que tener dolor o aparecen como enfermas. No han pasado tantos años y aunque en el sistema sanitario haya prácticas plurales muy diversas y también hay profesionales feministas, el paradigma de la biomedicina ha investigado poco los dolores de ciertos cuerpos. Menos aún las relacionadas con la menstruación. Lo de no investigar está absolutamente relacionado con nuestro sistema de género. Todo esto al mismo tiempo tiene que ver con la desigual distribución de los recursos. Nosotras estamos aquí hablando de la sobremedicación, pero en otros sitios no tienen acceso a los medicamentos. Es cierto que en los últimos años se han hecho más estudios sobre dismenorreas y endometriosis y que también se están poniendo en marcha políticas públicas en torno a la pobreza menstrual, la educación menstrual, etc. Mejor o peor, pero ya han empezado. Estoy esperanzada con ello, aunque también son tiempos oscuros, por las ofensivas contra el neoliberalismo, el auge de la derecha y el antifeminismo.

Por otro lado, es interesante observar cómo se han diversificado las experiencias sobre el dolor y los discursos para vivirlo. Las campañas de las asociaciones sobre la endometriosis lo dicen claro: el dolor no es algo normal. Hay otros discursos para vivir el dolor de una manera más positiva, y eso también es así, porque algo que se vive como negativo siempre tiene una carga, pero, como digo, es importante que esa responsabilidad no sea exclusiva del individuo. Vivimos en un sistema capitalista en el que tenemos que ser cuerpos productivos y estar siempre produciendo, y las perspectivas neoliberales también nos llevan a asumir la responsabilidad individual de nuestro propio cuerpo, el bienestar y la salud, y además nos hacen creer que lo conseguiremos a través del consumo. Por eso para mí es importante no perder en todo momento la perspectiva de la estructura: especialmente el medio ambiente, las condiciones de trabajo y las desigualdades. Todos los cuerpos son cambiantes, la vida tiene momentos diferentes y la economía feminista así nos lo ha advertido.

“La norma esconde la diversidad y la antropología es una buena herramienta para demostrar que la supuesta objetividad de la biología es construida. Así que he intentado mostrar la complejidad de la realidad a lo largo del libro”.

En algunos sectores ha generado polémica el uso del concepto de cuerpos menstruantes para referirse a los sujetos que menstruan. Tú también has utilizado este concepto…

Yo diría que la polémica no está tanto entre quienes analizan la menstruación, sino en otros debates que se están dando en el contexto actual sobre el binarismo. En los estudios críticos de la menstruación hace tiempo que se hacen reflexiones sobre el ciscentrismo y en las propuestas para trabajar la menstruación también se han intensificado en la última década: se entiende que muchas mujeres no tienen menstruaciones por diferentes motivos, que hay personas trans con menstruación y también personas no binarias… La menstruación es algo que la mayoría de las mujeres cis tiene en algún momento de su vida y por lo tanto hay estigma y un contexto de desigualdad. Pero, en nuestro imaginario occidental ha prevalecido el relato de que todas las mujeres, y sólo las mujeres, tienen siempre la menstruación, aunque la realidad sea mucho más variada tanto materialmente como desde la perspectiva de la experiencia y a nivel identitario y práctico. Desde el punto de vista de la ciclicidad biológica, es evidente lo cambiante que es y la diversidad que muestra. La norma esconde la diversidad y la antropología es una buena herramienta para demostrar que la supuesta objetividad de la biología es construida. Así que he intentado mostrar la complejidad de la realidad a lo largo del libro.

De forma transversal, pero permanente, la perspectiva de clase está presente: los dispositivos que antes hacían una crítica alternativa a la sistema de salud hegemónico se estandarizan y comercializan como meros dispositivos sin contenido, no todo el mundo tiene los mismos recursos para combatir el dolor — ni en lo que se refiere a la píldora, ni en el tiempo que se puede dedicar al de cuidado personal —, las grandes corporaciones han adoptado discursos feministas para con fines consumistas…

Es cierto que se ha producido un gran cambio en el consumo y en la oferta de consumo, pero para mí es básico decir que esto ha ocurrido también a raíz de las demandas feministas. Fruto de todas estas luchas se consigue que una gran corporación haga una copa. No con ese fin, pero es la consecuencia, así funcionan las hegemonías. También es imprescindible crear alternativas porque eso es lo que hace que cambie el sistema sanitario, y yo a eso le doy mucho valor. Pero para mí es importante no perder el horizonte: cómo la sociedad de consumo ha cooptado y además utiliza un discurso feminista, aunque mientras tanto las personas sin hogar, las que están en las cárceles, las personas de países empobrecidos por la geopolítica… no pueden tener ni siquiera los dispositivos básicos para la gestión de su sangre. Otro ejemplo son las aplicaciones menstruales, que en nombre del autoconocimiento adquieren un montón de datos, y en muchos casos los venden a terceros: unas veces para realizar investigaciones, aunque no sabemos bien cómo es el uso de ellos; otras, para grandes corporaciones, para crear perfiles de consumo. La base, sin embargo, eran los dispositivos o calendarios físicos feministas para que cada persona tuviera el control de su ciclo. Pasa lo mismo con la salud. Hay discursos alternativos de la salud realmente interesantes, pero además lo que nos exige el neoliberalismo es que cada persona se haga cargo de su propio bienestar mientras aumentan las desigualdades sociales. En este contexto, para mí la exigencia de un sistema sanitario público de calidad es innegociable.

He percibido que el libro tiene un telón de fondo que lo envuelve todo. En los últimos años existe una intensa división y debate entre las luchas identitarias y materiales, aunque desde los feminismos se reivindique en muchas ocasiones que ambas deben ser analizadas conjuntamente. Entre esos dos impulsos navegas tu durante todo el libro. ¿Ha sido intencionadamente?

No entiendo los dos vértices separados, sino como las diferentes dimensiones que puede tener un mismo tema, en interrelación. La propia antropología, por ejemplo, toma en cuenta el nivel material, estructural y simbólico para entender la sociedad y el sistema de género, precisamente porque esa dicotomía es muy occidental, y para mirar las desigualdades sociales se necesitan miradas complejas y plurales, incluida la mirada de clase. Y yo también hago un esfuerzo para analizar las cosas en su conjunto.

“Me interesa el asco desde la mirada de una división desigual: los cánones de belleza, los cuerpos, el racismo, la edad, la heteronorma… es un proceso que está relacionado con distintas opresiones”.

También has tratado el tema de la subversión y hablas de asco y placer.

He trabajado los dos conceptos a partir de las teorías de los afectos. Para empezar con el asco, me parecía interesante ver cómo hay propuestas que se reconcilian con él. Desde el punto de vista del cuerpo social es muy significativo ver qué produce la sangre de la menstruación y cuál es su relación con el sistema de género. Y me interesa el asco desde la mirada de una división desigual: los cánones de belleza, los cuerpos, el racismo, la edad, la heteronorma… es un proceso que está relacionado con distintas opresiones. Históricamente, el asco ha sido utilizado en numerosas ocasiones por grupos que estaban en el poder para menospreciar a sus subyugados. Por ejemplo, en el caso de los grupos subalternos se han considerado naturales o se han naturalizado ideas sobre la suciedad. Por tanto, al igual que se hace desde las diversas propuestas políticas corporales feministas, en el caso de la menstruación también existe esa reapropiación del asco y las acciones llevadas a cabo han sido objeto de debate. La ira, el cansancio, el asco… pueden ser un estímulo para la transformación política. Y pongo varios ejemplos en el libro, pero luego viene una pregunta: ¿quién puede permitirse ser subversiva y qué condiciones hay que tener para la subversión? ¿Qué tenemos por transgresor y cuándo se convierte en transformador?

En cuanto al placer, yo ya había tratado el tema en otras investigaciones, como su lugar en los procesos de politización. Así que, en este trabajo, recurrí de nuevo a las transcripciones, no para saber exactamente qué decían sobre el placer — porque la investigación no va sobre eso —, sino para ver dónde está el placer cuando me hablan de temas muy diversos. He traído al texto los que más se repiten: el placer de la autogestión corporal, el placer de crear la construcción colectiva de conocimientos, y el placer que puede producir la subversión. Es decir, el placer, como muchos otros afectos, puede ser un medio de transformación social.

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