Los ronquidos de las mujeres molestan más

Los ronquidos de las mujeres molestan más

Los datos bailan y la información apenas está desagregada por sexos. Más allá de la evidencia científica, las mujeres roncan y los ronquidos de las mujeres parecen más molestos.

29/02/2024

Ilustración de Elena Shlyapnikova (iStock).

Teníamos que hacer un viaje de trabajo. La verdad es que no recuerdo bien a dónde íbamos. Creo que a Barcelona. Sí, Barcelona. La organización nos ponía una habitación doble y mi compañera me escribió apurada: “Voy a reservar una habitación para mí. No me gusta dormir con nadie porque ronco. Tan empoderada para unas cosas y mira”, o algo así me dijo. La verdad es que me dio mucha ternura y mucha pena. Pensé en decirle que no pasaba nada, que comprábamos unos tapones y ya está, pero, en el fondo, sentí un gran alivio. Yo había pensado lo mismo al ver la reserva: “Mierda, qué vergüenza”. Menos mal que ella podía permitirse alquilar otra habitación.

Puede que alguien piense que es una tontería, pero ser una tía y roncar es una faena. Roncar es un verbo intransitivo, que significa “hacer ruido bronco con el resuello cuando se duerme”. Esto lo dice la RAE, pero yo prefiero decir que es una faena. Es una faena para ti y es una faena para quien duerme contigo. En Flo Health, una web de salud, lo explican así: “El ronquido es un sonido molesto causado por la obstrucción del paso del aire al respirar mientras se duerme. Los ruidos al respirar, como silbidos, sibilancias o traqueteos, indican que hay una obstrucción en las vías respiratorias”. Podemos deducir algo rápidamente: es involuntario. Sin embargo, acaba siendo foco de conflictos en muchas ocasiones. Mi madre no pierde ocasión para poner a parir a mi padre siempre que ronca: “Vaya noche nos has dado”. El pobre, agacha la cabeza y, a veces, responde: “¿Pero qué quieres que haga?”. Eso querría saber yo también.

Mi madre no ronca. Según Flo Health, “cuatro de cada diez hombres roncan, en comparación con aproximadamente tres de cada diez mujeres”. Según otra bibliografía médica, el 50 por ciento de los hombres ronca, el 25 por ciento de las mujeres y hasta un 12 por ciento de los niños y niñas. En la literatura sobre el tema aportan razones tanto físicas como sociales. El alcohol y el tabaco, por ejemplo, son disparadores de ronquidos.

En As, el periódico que no se esfuerza en disimular que solo se dirige a hombres, dedican también un artículo al tema. El titular tiene tela: ‘Si tu mujer ronca… vigila su corazón (por tu bien)’. Atentas: “Por tu bien”. En este caso arrojan otra de las hipótesis, por decirlo de alguna manera, más repetidas cuando buscas información sobre los ronquidos: roncar es de gordas y de gordos. En realidad, busques lo que busques, adelgazar siempre parece la solución a todos nuestros males. Las compañeras activistas contra la gordofobia insisten en esta idea: la delgadez no es sinónimo de salud y, por tanto, tampoco la gordura es sinónimo de enfermedad.

Hay mucho escrito sobre los ronquidos. Podéis hacer una consulta simple en cualquier buscador, pero falta mucha información con perspectiva de género. De hecho, apenas encontramos un reportaje de SModa bastante paternalista: ‘Las chicas también roncan (pero tiene solución)’. Roncar, “un secreto que las mujeres tradicionalmente guardan bajo muchos cerrojo”. En este texto aseguran que las mujeres llegan a la consulta más preocupadas: “Los hombres se lo toman más a cachondeo. Suelen venir a la consulta con su esposa y sueltan la cantinela de ‘aquí, mi señora, que dice que ronco y no la dejo dormir’”.

He hecho una encuesta entre dos amigas heteros. La muestra, obviamente, no es relevante, pero algunas de sus respuestas son significativas. Una de ellas me ha confesado que, la primera noche que durmió con su novio, se mantuvo despierta agarrándose los párpados para no dormir: “Me daba una vergüenza tremenda”. Ahora, se lo toman a risa, pero él ha hecho alguna vez comentarios en público que le avergüenzan: “Hace siempre la misma coña: dice que parezco yo el tío, que ronco como un oso”. Prefiere no darle más importancia. Otra, entre risas, acaba por confesar que lo de no quedarse a dormir en casa de los tipos con los que se acuesta no tiene tanto que ver con hacerse “la moderna” como con que le da vergüenza roncar. Lo ha hecho en alguna ocasión y siempre se ha despertado cortada, apurada, esperando algún comentario malicioso. Ambas confiesan, sin embargo, que han dormido en decenas de ocasiones con hombres que roncan muchísimo y que nunca han hecho ningún comentario: “¿Para qué hacer pasar un mal rato?”.

En el artículo ‘El ronquido, enojo social’, de José Antonio Rosell Antón, se cuenta que los ronquidos pueden “constituir un problema de pareja con desajustes conyugales (hasta un 80 por ciento de las parejas recurren a dormir en camas separadas o en otra habitación y el 55 por ciento parece que le puede afectar en la relación sexual)”. Le falta añadir que no tendría por qué darse ningún “desajuste conyugal” por dormir separados, que no todas las parejas viven juntas, que algunas no follan nunca y no pasa nada. Pero, bueno, ahí están los datos. Desagregados, no hay muchos.

La Unidad Multidisciplinar del Sueño, de la Fundación Jiménez Díaz, define el ronquido como “un fenómeno sonoro, fácil de reconocer pero más difícil de definir”. Las razones y las soluciones son múltiples, ¿por qué entonces provoca tanta vergüenza entre las mujeres roncar? Pues porque no se espera de nosotras que hagamos ruido despiertas ni dormidas; porque las mujeres tienen que dormir plácidamente, tranquilas, cual bellas y delicadas damas. Porque no es lo que está previsto: “Dentro de estos esquemas mentales [los roles y estereotipos de género], claros y concisos, al hombre le corresponde el don de la palabra, la actividad en las asambleas y la capacidad literaria y poética, mientras que a la mujer le corresponde el silencio y la sumisión”, dice Patricia González Gutiérrez en La voz negada: Discursos sobre la palabra y el silencio de la mujer en el Mundo Clásico.

“¿Creéis que tiene que ver con esto de no ser ruidosas?”, he preguntado a mis amigas. Las dos lo tienen claro: sí. Rotundo. Una de ellas, además, añade una reflexión: “Creo que lo de roncar también se relaciona con cierta dejadez y malos hábitos; y a las mujeres se nos condena más por ser dejadas o no cuidar nuestra salud”. De fondo, probablemente, la gordofobia y la condena social ante viejos –y malos– estilos de vida que también hemos adquirido nosotras ahora. No hay onomatopeya fijada para el ronquido, pero “rrr” o “jrrr”. Ya me entendéis.

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