Un catálogo de los vicios masculinos
La película Poor things te puede parecer feminista, un poco feminista, hecha desde un mal feminismo o directamente masculina y patriarcal. Sea lo que sea, quizá lo mejor de la peli de Yorgos Lanthimos radica en que es un catálogo cómico de las miserias de los hombres. Y en que te puedes deleitar con dos horas y media de derroche estético.
Salí del cine extasiada, no voy a mentir. Dos horas y media de “comedia oscura”, según la sinopsis. Para mí, la película Poor things (Pobres criaturas en su traducción al castellano) había sido dos horas y media de una fotografía preciosa. Una estética impecable, con brocados y ornamentos. Un exceso de imagen. Pero, además, habían sido dos horas y media de deleite con Bella Baxter. Una mujer que aprende el mundo sin los condicionantes, se supone, de las normas sociales. Y ahí reside lo cómico, en cómo responde a nuestras convenciones. En cómo muestra la sorpresa frente a los absurdos de los hombres.
Digo que “se supone” que aprende sin condicionantes porque el guión de Yorgos Lanthimos está hecho, hasta donde sé, por un humano condicionado. Por mucho que quieran cuestionarse, la película reproduce los absurdos que identifica una persona adulta criada en un mundo patriarcal estratificado en clases sociales. Bueno, una persona no, un hombre. Un hombre adulto que presupone los absurdos del patriarcado. Por eso digo los absurdos de los hombres; el masculino no es genérico. La cinta, además, ha sido producida por la protagonista, Emma Stone, así que algo tendrá, también, de humana adulta condicionada que, por muy mujer que sea, puede ser algo feminista, muy feminista o no serlo.
Salí extasiada, como digo. Y sigo. Por eso, cuando empecé a leer las críticas de colegas feministas sobre la mirada masculina y la violencia patriarcal de la película, lo repensé.
Poor things comparte la premisa de Barbie. Una mujer normativa que es libre descubre el mundo patriarcal. Y en esa sorpresa muestra a quien ve la cinta los absurdos, las injusticias y otra serie de vicios de ese mundo. Pero mientras Barbie es una mujer adulta con una mirada educada en un mundo -el suyo, donde es el centro-, la de Bella es la de una niña que aparenta no estar condicionada, como un lienzo en blanco. La película Barbie, aparte de ser el anuncio más largo de la historia, es una reivindicación feminista [liberal y capitalista, claro] explícita -demasiado casi todo el tiempo-; Poor things se ha querido vender como feminista cuando no lo es. O no todo el rato. O patina.
Y patina porque, por supuesto, la mirada es masculina. No porque él sea un hombre -suponemos-, sino porque su mirada lo es. Esa mirada hecha por ellos y para ellos. Bella Baxter es Emma Stone, una niña con apariencia de mujer; una apariencia físicamente perfecta de acuerdo a la norma -la masculina, claro-. Es cierto que es bella no solo en el nombre, si no hasta vomitando. Es cierto que toda la película es un desparrame estético y que en ese marco, que ella sea preciosa en todas las posturas -falocéntricas en muchos casos, sí- es creíble. Es cierto, también, que eso es una decisión del autor, que podría haber descrito el aprendizaje del mundo desde el prisma de una mujer no normativa. Pero creo que la decisión es acertada, y esto es porque no considero que la cinta sea un homenaje a la liberación sexual de las mujeres sino un catálogo de los vicios de la masculinidad.
[Ojo, spoilers]Si Bella no hubiera sido bella, habríamos visto otro relato. Pero las pobres criaturas de la película son ellos y lo son justo porque la belleza de una protagonista supuestamente libre les pone en un espejo, el de las premisas sobre las que asientan su masculinidad. El espejo de los vicios de los hombres, vamos. Digo supuestamente libre porque Bella tiene una mente aparentemente en blanco, pero esa ignorancia es la que aprovechan los hombres que la rodean para mostrarle el mundo desde su prisma. Otra cosa es que las respuestas de ella muestren el absurdo de ese prisma.
Las pobres criaturas de la película son ellos y lo son justo porque la belleza de una protagonista supuestamente libre les pone en un espejo.
Si el padre, interpretado por el actor Willem Dafoe, descarta la pederastia con su creación, con Bella, es en primer lugar porque es impotente. Bajo esa premisa se permite ejercer una paternidad responsable y lo expresa explícitamente en la película. Solo el hecho de que otro personaje, el que encarna el actor Ramy Youssef, le pregunte si ha sentido deseo por ella, teniendo en cuenta que es una niña aunque tenga el cuerpo de una mujer, expone la pedofilia -aunque solo sea como posibilidad- de ambos.
La decisión de Dafoe, el padre, de ejercer de padre, tiene además el halo condescendiente de quien entiende a la otra como suya, como su creación, su experimento, una extensión de su propia mente brillante. Es cierto que la deja volar, pero creo que esto forma parte de su paradigma científico: ver cómo interactúa su criatura en el mundo y hasta dónde puede llegar. Es verdad que podía haberle cortado las alas y matarla o encerrarla hasta la muerte, pero entonces la película sería otra, la de Hildegart Rodríguez Carballeira, por ejemplo.
Ramy Youssef, por su parte, encarna al tipo majo -tipo Ross Geller en Friends, de los que te quieren sin violencia explícita pero como ellos quieren, porque es por tu bien pero en realidad es por el de ellos-, el que quiere casarse con Bella ignorando de nuevo que es una niña. Su premisa, su vicio masculino, es que cree que un tipo como él, tan poquita cosa, no puede tener una mujer como ella. Pero no se resigna a no tenerla si puede conseguirlo, aunque sea con estrategias de mierda. No sé si en inglés funciona el juego de palabras con su nombre como a mí me funciona -aunque entiendo que sí va con segundas, porque no es el único nombre con sentido: Bella para ella, Godwin* [diosgana] para el padre-, pero el hecho de que el personaje de Youssef se llame Max McCandles me sugiere un señor listillo -el ayudante del creador, la mano derecha del padre-, con luces, pero las justas. Cándido como un candil, no poderoso como la luz eléctrica que desprende Bella. Por eso, más que aceptar que se vaya a correr aventuras, se resigna. Lo hace con la promesa de que volverá para casarse con él, eso sí.
Si Bella no fuera preciosa para la mirada masculina no sería posible que nos creyéramos que un hombre atractivo, exitoso y muy masculino, muy macho, la quisiera solo para él pero con la premisa de no depender de ella. Mark Ruffalo borda este papel de hombretón que asegura que no se enamora. El problema es que Bella, como no ha sido educada en el mundo de los hombres, no entiende nada del amor romántico y cuando él no quiere nada de ella, pues ella se pira y lo busca en otro lado. Y entonces él se resiente y deja ver el vicio más grande de la masculinidad: que no quiere cuidarnos ni estar disponible para nosotras, pero nos quiere a su disposición. Mirándoles con admiración y queriéndoles solo a ellos.
Bella, como no ha sido educada en el mundo de los hombres, no entiende nada del amor romántico.
La última pobre criatura es el personaje más caricaturizado por lo plano que es, aunque ningún personaje masculino muestra un arco muy amplio, la verdad, porque la intención es que sean más cómicos que complejos para que no empaticemos mucho con ellos. Es el marido maltratador y posesivo, representado por Christopher Abbott. Su personaje se apellida Blessington, algo así como el bendecidor. Tan posesivo que quiere impedir hasta el placer de su mujer, mutilándola, pero encubriendo esta agresión de bendición, supongo, como si fuera por el bien de ella de nuevo. Tanta belleza y tanta capacidad de placer en una mujer tiene que ser pecado, tiene que enfadar a Dios. Es verdad que es caricaturesco, pero lo cierto es que estos hombres existen, así que resulta más deprimente que cómico.
El ramillete de masculinidades se completa con apariciones fugaces de puteros que consumen a Bella. No creo que merezca la pena entrar en discusiones feministas sobre la perspectiva de la prostitución que muestra la película, sobre si es adecuada o no. Coincido aquí con Iris César en que Bella “la estudia con una mirada científica. La descubre y la analiza, es decir, destapa las opciones que el patriarcado le oferta a su sexualidad”.
Y Bella se come un coño, claro. Como si ese guiño fuera suficiente para dejar claro que la película es una crítica al patriarcado. Y el coño es de una mujer negra, claro; como si en ese coño se concentrara también el antirracismo de la cinta. Pues no, entiendo que ni lo uno ni lo otro, vamos. Pero sí es cierto que el final de la película se revela quiénes son las pobres criaturas: las creadas por ella, que ha dejado de ser una creación del señor, de Dafoe, para ser creadora. Una revelación final del carácter divino de la creadora; algo así como cuando en Dogma se nos descubría que Dios era Alanis Morissette. Desde luego, su amante mujer no es una pobre criatura. Dejémoslo aquí para no destripar [más] la película.
En cualquier caso, es probable que Poor things no sea feminista, que sea esencialmente masculina. Pero tampoco tengo claro que sea machista, al menos no intencionalmente. Es el ejercicio de un hombre por exponer las miserias de la masculinidad. Quizá por eso a algunas de mis colegas feministas no les ha hecho ninguna gracia. Lo entiendo. Pero creo que lo acertado de la peli radica en la autocrítica, en ser, justo eso, un catálogo cómico de los vicios masculinos. Un catálogo mostrado a través de un guión y unas interpretaciones que, para mi gusto, son brillantes. Y en un marco tan bonito y con una protagonista tan bella que consiguió que me extasiara durante dos horas y media, olvidando a ratos todo lo que sobraba, todo lo que chirriaba, toda la violencia que, una vez más, se nos muestra en pantalla estetizada. Como un fetiche rumbo a los Oscar. Comedia oscura, claro, ahora se entiende.