“Cada vez que siento deseo hacia alguien, lo ejecute o no, agradezco la posibilidad”

“Cada vez que siento deseo hacia alguien, lo ejecute o no, agradezco la posibilidad”

En su primer poemario, Marta Vusquets comparte su viaje de una vida apacible heterocentrada a un universo en el que vibra al compás del deseo lésbico, la libertad sexual y la anarquía relacional.

Marta Vusquets

Marta Vusquets.

Sólo soy una perra solitaria
aullando una luna
que no está llena
preguntándose si algún día
dejará de doler tu ausencia
y será por fin el momento
de abrirse de nuevo el Tinder.
Mientras tanto pienso en coños frotándose
rápida fuerte y rítmicamente
Tal vez así descubrimos las mujeres del fuego.

La poesía brotó en Marta Vusquets sin esperarlo, en un momento de crisis vital en el que reunió el valor para romper con una vida cómoda, de la que no podía quejarse pero en la que se sentía como en una pecera. Empezó escribiendo en el móvil, cuando volvía de fiesta, mandándose los primeros versos a sí misma por Whatsapp. Le enseñó algunos de sus “papelitos” a una amiga editora y le maravillaron, pero hicieron falta más cómplices lesbianas (Gloria Fortún y Mercè Nebot, que firman el prólogo y el epílogo del libro, respectivamente) para tomar esta meta-decisión: atreverse a vivir fuera de la norma y atreverse a contarlo. De ahí nace su libro En el reino de las gatas, de la editorial Lastura.

En la portada aparecen las calles barcelonesas del Raval de noche, uno de los barrios que han sido testigos de su búsqueda de placer, de libertad, de vínculos más profundos, genuinos y transformadores que las relaciones guionizadas que nos han vendido como deseables. En la solapa no hace referencia a su profesión, a su podcast ni a sus ensayos publicados, por los que la conocimos, sino a otros intereses y aficiones “de máxima importancia para una existencia humana dichosa y gozosa”. Se declara perra de Safo, mamarracha incombustible y amigacentrista.

Un sutil cambio ortográfico protege a la autora del pudor de desnudarse: “A veces pienso que en Barcelona ya no me queda intimidad aunque, obviamente, es mentira. Cuando alguien me dice que ha leído mi poemario, lo llevo regulín, pero cada vez mejor”.

Como escribe Gloria Fortún, se intuye que has encontrado en la poesía un territorio de libertad plena. ¿Qué momento vital ha acompañado la escritura de este libro?

La poesía ha llegado a mí sin planearlo, como un diálogo conmigo misma sobre cosas que no podía elaborar ni expresar. Me ha dado la libertad de procesar lo que me estaba pasando. Hasta ahora había escrito fundamentalmente ensayo y algo de narrativa. Empezó a gestarse de una forma subconsciente en el momento en que tomé una serie de decisiones sobre mi vida, sobre quién soy. Tuve que hacer el duelo de asumir que esas estructuras normativas que estaba sosteniendo no me habían dado ni seguridad ni felicidad, y enfrentar el miedo a ver qué hay al otro lado.

Da miedo salir de la pecera, pero puede más el anhelo de libertad. Escribes: “Nado de buena gana hacia todo aquello que no entiendo. Bendito sea el misterio”.

Yo soy una persona muy mística, pese a ser Tauro-Virgo-Cáncer. Me ha acompañado toda la vida esta sensación de “no sé a dónde voy, pero sé que aquí no es”, y confío mucho en ella. Confiar en que vamos hacia un lugar mejor es el hilo conductor del pensamiento revolucionario. He tenido mucho miedo a la hora de publicar este libro, porque contiene un montón de decisiones vitales y, a la vez, es una meta-decisión vital. A veces me siento como esperando un castigo, porque ¿acaso es posible esta vida de fantasía que vivo ahora mismo? Pues sí, chicas, es posible y sale un poemario.

“El deseo nos dice a dónde tenemos que ir, no solo para sobrevivir, sino para estar bien”.

Me resulta terapéutica tu invitación a dejar de conformarnos y a guiarnos por la pulsión del deseo como motor de cambio.

Yo creo que el deseo es válido en sí mismo y también es válido como motor pese a que, en esta cultura capitalista asquerosa, vaya asociado a un mercado del deseo sexualizado en una determinada dirección. Cada vez que siento deseo hacia alguien, lo ejecute o no, me siento agradecida de esa posibilidad, porque me hace sentir motivada, me hace conectarme con el mundo de una manera diferente. Me refiero a cosas tan sencillas como apreciar lo bien que me sienta el airecito en el taxi. Tenemos que arrancarle a la vida el máximo de ratitos maravillosos. Todo el mundo entiende que salgas de una situación de violencia, pero cuando eres una persona que lo tienes “todo” (el trabajo, la familia, la casa…), cuesta más entender: “¡Pero si pone el lavavajillas!” Hay un relato social de que afuera hay infelicidad. Y cuando sales, dices: “Estoy fenomenal”. El deseo nos dice a dónde tenemos que ir, no solo para sobrevivir, sino para estar bien.

“Tú puedes escribir un libro entero sobre tías que se desean, pero siempre habrá sospechas de si eran lesbianas”.

Es un libro de euforia bollera.

Claro. Asumirme como lesbiana y llevarlo bien ha sido un proceso muy doloroso. He estado treinta años de mi vida pensando: “Por dios, no quiero ser lesbiana, puedo ser normal”, a costa de recurrir a la química inorgánica, a la receta de escitalopram [un antidepresivo]. Con este libro quiero celebrar mi deseo, también con una intención política. Estoy en el grupo Bollos en teoría de Barcelona, y ahí hablamos de la invisibilidad lésbica: tú puedes escribir un libro entero sobre tías que se desean, pero siempre habrá sospechas de si eran lesbianas. Entonces, quise explicitarlo. En el poema “Lesbianas”, cojo esa palabra que me ha hecho daño tantos años y juego con ella: “Lesbiana rima con vegana, rima con persiana, rima con marrana…”.

También escribes odas a las amigas, ya sea reinterpretando mitos fundacionales (“En el principio eran las amigas. Crearon los cielos y la tierra”) o dando la vuelta al lema “No somos amigas, nos comemos el coño” para plantear que podemos ser amigas y comernos el coño. Diría que el peso de la amistad es uno de los valores más inspiradores de la cultura lésbica…

Sí, también es algo muy propio de la anarquía relacional. Las categorías se me quedan cortas: ¿qué es lo que define que alguien sea tu amiga o tu novia?

“La anarquía relacional trata de darnos el espacio y la libertad para construir los vínculos desde lugares bonitos que nos apetezcan, no desde lo que nos dicen que tiene que pasar”.

¿Puedes explicar qué es la anarquía relacional?

Para mí, la anarquía consiste básicamente en, allá donde hay una estructura de poder, intentar identificarla y, a ser posible, combatirla o, como mínimo, cuestionarla. La anarquía relacional cuestiona la jerarquización de los vínculos, como esa expresión horrible de “solo somos amigos”, y toda esa estructura social por la que un proyecto vital pasa por tener una pareja… y ya te sabes los pasos a seguir: tonteas, te vuelves monógama, te mudas con ella, te casas, te compras una casa, adoptas gatos, tienes criaturas… Esa secuencia puede ser una sola (esto está especialmente valorado) o puedes repetirla muchas veces, hacer reset. Yo vengo de un entorno conservador catalán y, aún así, me parecían raras cosas como que, por que una persona se echase pareja, desapareciera de la vida de sus amigas. La anarquía relacional trata de darnos el espacio y la libertad para construir los vínculos desde lugares bonitos que nos apetezcan, no desde lo que nos dicen que tiene que pasar. Cuando tratamos de encajar en el relato hegemónico, nos perdemos por el camino la oportunidad de compartir cosas preciosas.

Hoy te besas con tu novia.
Estamos sonrientes las tres.
Puede ser así de fácil
no es necesario mucho más
Ella me pregunta:
«Tenía una marca en su brazo
¿eran tus dientes?»
Yo respondo sí y explica que le dolió
por un rato
hasta que entendió que
nada tiene que ver con nada.
Pides otra cerveza
arqueas la ceja en inquieres
«¿está todo bien?»
Está todo más que bien.

Marta Vusquets

Marta Vusquets.

Algunos poemas esbozan esa utopía, pero en otros también hablas de las resistencias que aparecen cuando intentas practicar modelos relacionales fuera de la norma.

Lo peor es empezar, porque piensas que van a pasar cosas muy complicadas. Luego, de repente, te cae superbien la novia de tu churri, porque esto es como Netflix, que si te ha gustado esta película, también te va a gustar esta otra. Los primeros cinco minutos son raros, y luego nos entendemos.

“Podemos estar muy politizadas en cuanto al discurso, pero en la práctica nos cuesta. Una de las cosas por las que más cuesta, es porque tememos ponernos en un lugar de vulnerabilidad”.

Al mismo tiempo, no caes en la idealización. También dedicas poemas a actitudes dañinas en la gestión de rupturas.

Sí, hay muchas cosas que no tenemos resueltas como comunidad en los entornos transfeministas; podemos estar muy politizadas en cuanto al discurso, pero en la práctica nos cuesta. Una de las cosas por las que más cuesta, es porque tememos ponernos en un lugar de vulnerabilidad. Parece que si somos anarquistas relacionales, todo está bien, pero te tienes que preguntar muchas veces si todo está bien y si podría estar mejor. Hay muchas conversaciones que no tenemos porque todas queremos ser muy modernas y hacerlo muy bien. Pero no somos perfectas. Yo he mordido el polvo, como todas las demás.

Hay poemas bedesemeros, y uno en el que hablas de follar en un baño con alguien random. ¿Es importante visibilizar esos imaginarios sexuales?

Hay una serie discursos sociales sobre la sexualidad y sobre las lesbianas, incluso dentro de los feminismos, de que “les maricas” hacen “esas cosas” desde su privilegio de hombres cis, y nosotras no, porque preferimos cuidarnos, querernos, porque tendemos a la simbiosis. A mí, que he sido una lesbiana tardía, me decían: “Prepárate, no vas a ligar nada”. Ahí me he sentido muy incomprendida, también dentro de mi comunidad, más aún teniendo en cuenta que soy madre.

Pese a que tu activismo es claramente transfeminista, en el libro no he percibido demasiados guiños a sujetos más allá del cuerpo lesbiano cis…

Bueno, hay un poema en el que digo que al otro lado no hay un hombre cis. Tuve el debate de si poner “transfeminista” o no en la solapa. Siento que las TERF [feministas radicales transexcluyentes] nos han robado muchas cosas, y entre ellas es que tenemos que ir matizando que no somos TERF todo el rato. Entonces, me gustaría que empezaran a matizar ellas. He comentado con algunas amigas que sí que hay un coñocentrismo en este poemario, y que vivimos en tiempos complicados donde hay gente que pueda interpretarlo desde un lugar que no me gustaría.

Te conocí por el podcast Maternidad con gafas violetas, y me ha sorprendido que en el poema no haya alusiones a la maternidad. ¿Tiene que ver con esta necesidad de la que hablaba Adrienne Rich, de encontrar en la poesía un territorio liberado en el que no somos madres?

La crisis vital que estaba procesando en este libro, sobre aceptar quién soy, no tenía que ver con la maternidad. Soy madre, pero ya he tenido espacios donde trabajarlo, reflexionarlo. Tengo poemas relacionados con las criaturas, pero no encajaban en la historia que cuento en este libro.

En mi entorno está siendo muy frecuente que a los primeros años de maternidad intensiva le sigan un despertar sexual en el que desafiamos los mandatos heteronormativos y monógamos.

Yo salí de la luna de miel que fueron mis puerperios con una fuerza de la hostia. Entonces, me dije: “¿Voy a animar a mis hijes a que sean quienes quieran ser, mientras yo sigo viviendo esta vida de cartón piedra?”

Has optado por la solución creativa de cambiar una letra a tu apellido para la firma de este libro. ¿Te ha servido para sentirte menos expuesta?

Me ha costado un montón. La caja de los libros estuvo una semana en una habitación hasta que pude abrirla. Mis amigas me han arrastrado, pidiéndome que, por favor, lo publicase, y he confiado en ellas. Me dije que el hecho de que publique en el siglo XXI un poemario que incluya deseo explícito no me resta ni un ápice de profesionalidad. ¿Pero cómo sostenerlo? Ahí se me ocurrió ponerme el apellido con V. Estoy contenta con la solución, porque tiene este giro travieso. Es una v de vulva y de vendetta. Siento que mi libertad no se ve restringida, sino incluso ampliada. También había una preocupación hacia el algoritmo: quería que, si alguien me busca, no le aparezca este poemario directamente. Pero no me escondo; en Instagram y en todas partes se ve que soy yo.

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