Desmercantilizar los armarios

Desmercantilizar los armarios

Plataformas de intercambio de ropa, talleres sociales con condiciones laborales dignas o creación local para favorecer la riqueza de los territorios son algunas de las opciones para construir una industria de la moda fuera de las dinámicas del mercado capitalista.

Imagen: Ornella Munar
13/03/2024

 

“La mayoría de las consumidoras de moda somos mujeres, nos afectan más las sustancias de las prendas potencialmente nocivas para la salud y el medio ambiente. También gran parte de la confección es femenina, está peor pagada y tratada. Además, la imagen de la mujer está distorsionada en la publicidad y en el tallaje, lo que hace que las niñas que empiezan a comprar ropa tengan muchos complejos”, resalta Marina López, directora de la Asociación de Moda Sostenible Española. ¿Cómo podemos, entonces, decantarnos por alternativas feministas de moda?

Altrapo Lab, cooperativa madrileña dedicada a la reutilización textil, cree que un consumo ecofeminista es consciente y transformador. Implica una breve reflexión sobre el impacto socioambiental antes de comprar: “Si puedo conseguir la prenda de otra forma, como mediante préstamo, intercambio, segunda mano; dónde y quién la ha fabricado, si apoya la producción local, los materiales sostenibles, o un tejido productivo justo”. Consideran importante, también, separar esa reflexión de la culpabilidad, especialmente en las mujeres, con más tendencia a autoflagelarnos. “A veces encontrar alternativas no resulta sencillo, pero pequeños gestos pueden marcar la diferencia”, dicen.
Esos pequeños gestos se pueden refugiar en la moda sostenible. Bajo este paraguas conviven diversas realidades que ponen el cuidado de la biodiversidad, las personas y la vida en el centro de sus modelos: marcas sostenibles (con criterios sociales, ambientales y económicos dignos), comercio justo, creadoras locales, artesanía y alternativas que alargan la vida de la ropa (la reutilización, la segunda mano, el préstamo, el alquiler, las bibliotecas de moda, los armarios en la nube), o que facilitan desmercantilizar los armarios (trueque, intercambiadores, autocostura) sin desembolsos monetarios. Algunas se recogen en el Directorio de moda sostenible de Carro de Combate, colectivo de periodismo independiente, integrado por cuatro mujeres, que investiga el origen de los productos que consumimos.

Esta slow fashion o moda lenta duradera es descentralizada, a pequeña escala, local, con estándares ecosociales. A menudo, con una comunicación enfocada también en personas no racializadas, ni delgadas y ni solo cisgénero, en contra de lo que es habitual en gran parte de la industria. “No hay más que ver los desfiles [de moda sostenible], son mujeres reales. El tallaje también lo es. Y la mayor parte de las marcas sostenibles son emprendimientos femeninos que confeccionan aquí, en talleres que son cooperativas o asociaciones de mujeres que tienen un sueldo y una vida dignos”, comenta López. Muchas de las firmas ecoéticas son a su vez de comercio justo, es decir, emplean materiales ecológicos, remuneran dignamente, no permiten el trabajo forzoso ni infantil, promueven la igualdad de género, establecen relaciones de equidad entre quien produce, distribuye, comercializa, consume. Y, aparte de un salario justo, las manufactureras reciben una “prima de comercio justo”, que democráticamente destinan a sanidad, educación, infraestructuras, etcétera, permitiendo el desarrollo sostenible de sus comunidades.

Irene Peukes es la artífice de Pla, una firma sostenible de Mallorca que trabaja con artesanas de comercio justo de Guatemala y Bangladés, apoyando también a artesanos de la isla. Cuando empezó a colaborar con las tejedoras guatemaltecas solo hacían chales muy sencillos que aprendieron a tejer a través de un proyecto de cooperación. “Gracias al trabajo constante ahora realizan cosas más complejas, pueden dejar de hacer suvenires para turistas y tejer diseños de buena calidad que mantienen la tradición y les ayudan a salir de patrones culturales limitantes”, indica.

Talleres sociales, un oasis en la industria

En los talleres sociales se confecciona en condiciones laborales dignas con la particularidad de reclutar a personas vulnerables en riesgo de exclusión sociolaboral. Customizando, nacido en Madrid en 2016, es fruto del esfuerzo de cinco profesionales del textil en situación de desempleo de larga duración. Algunas mayores de 50 años y una de ellas cabeza de familia monoparental. El 80 por ciento de sus encargos son de marcas sostenibles. Poseen una línea de artículos customizados, reciclan textiles, reutilizan prendas dándoles una segunda vida, hacen colecciones por encargo, ofrecen servicios de costura, corte, confección, patronaje, formación y diseño. “Ha sido renacer, sentirse respetada y valorada como mujer y profesional”, dice Nieves Hueros, modista de 64 años incorporada al proyecto tras haber perdido su trabajo y ver cómo durante 12 años se le cerraban todas las puertas por su edad.

Ellas lo Bordan, creado en 2017, contrata mujeres que han padecido violencia de género, madres solas con menores a su cargo, migrantes y desempleadas para prestar servicios de diseño, patronaje, corte, confección y packaging. Les facilitan capacitación textil y fortalecen sus competencias a través de un acompañamiento e itinerario personalizado con tutorías, dinámicas de grupo y formaciones técnicas.

La artesanía autóctona, además, ayuda a mantener tradiciones textiles y saberes nativos ancestrales amenazados por la homogenización del mercado

Para el 80 por ciento de las 25 trabajadoras de 15 nacionalidades distintas que han pasado por allí ha sido su primera experiencia laboral. En ese proceso cuentan con medidas de conciliación. Según dicen, así eliminan la ansiedad que les genera hacerse cargo de sus familias. “Ahora el pájaro ha echado a volar”, dice Fatiha Fathue. Esta marroquí es una de las mujeres parte de esta iniciativa: “He podido estar tranquila y en confianza, trabajando”. “Siempre voy a llevarlas en el corazón”, dice Yemenashu Wek, de Etiopía, que se formó en este proyecto. “Me han dado mucha confianza y seguridad para mi familia. Aún guardo la primera etiqueta que cosí, nunca antes había cosido”, añade. La somalí Fatumo Kebede está muy contenta por lo aprendido y por la gente que ha conocido. “Aquí he aprendido el idioma, a coser, a descoser…”, comenta entre risas.

Creación local y riqueza para los territorios

La creación textil y la artesanía local no siempre usan tejidos sostenibles, pero sus pequeñas colecciones y ediciones limitadas tienen menor impacto que la producción masiva y fomentan el tejido productivo-comercial. El comercio local redistribuye tres veces más la riqueza, según la New Economics Foundation. De 100 euros gastados en una gran superficie o multinacional, solo un 14 por ciento se queda en la comunidad por sus ventajas fiscales, sus políticas de maximización del beneficio, de acumulación de capital y bajo coste. En un comercio de cercanía la riqueza para el territorio es del 45 por ciento y, según el informe Cifras Pyme de 2020, del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, las pequeñas y medianas empresas contribuyen más al fisco y generan el doble de empleo. La artesanía autóctona, además, ayuda a mantener tradiciones textiles y saberes nativos ancestrales amenazados por la homogenización del mercado.

dLana, empresa fundada por Esther Chamorro y Javier Benito, produce hilaturas de lanas autóctonas locales (sobre todo de Castilla y León, Castilla La Mancha y Aragón) con respeto animal, dan cursos y asesoran. Sus pilares son el respeto social, medioambiental, cultural y animal. Se sumergen en las ganaderías evaluando en persona el cuidado de los animales: “Hay tantos factores que influyen en que sean ovejas felices que hasta que no los estudiamos todos con los ganaderos y ganaderas, es difícil evaluar sus déficits de bienestar. Nos grabamos realizando nuestro trabajo, se pueden visitar las ganaderías. Conocemos de primera mano dónde están las ovejas y quién las cuida”, comenta Chamorro desde San Lorenzo de El Escorial, donde tienen su base de operaciones.

Prestan especial atención a la contratación de mujeres. Muchas otras (diseñadoras, pequeños proyectos de tejedoras, etcétera) ponen en marcha sus iniciativas gracias a su actividad. “Nuestro desempeño con la ganadería extensiva trashumante da continuidad al paisaje tal y como lo conocemos, mantiene su actividad tradicional, abocada a desaparecer sin la demanda que generamos, creando nuevos empleos en la España vaciada y ayudando a repoblarla”, detalla. “La esquila es una necesidad anual o bianual para las ovejas”, añade. “El muesling es un trasquilado agresivo practicado en Nueva Zelanda y Australia, en explotaciones muy grandes. En España no se suele hacer. En pequeñas ganaderías se usa el método Tally-Hi. Es como una danza en la que el esquilador la acompaña y protege de cortes”, asegura.

Reducir la esfera del mercado globalizado (y de su consumismo), también es posible limitando su influencia en nuestra vida, satisfaciendo las necesidades con experiencias que priorizan el “hacer” o “relacionarse” antes que comprar. Como la segunda mano, la recuperación, la reutilización, el trueque, el intercambio o la autocostura en sus múltiples manifestaciones: customización (transformación de prendas), Do it yourself (háztelo tu misma), reciclaje creativo (upcycling), etcétera.

Otras fórmulas colectivas posibilitan usar prendas o accesorios entre muchas personas sin comprarlas, a través de plataformas que facilitan el préstamo o el alquiler. Consumocolaborativo.com, Ecoadicta, Me lo prestas, La Más mona, Rental Mode, Verone, Pantala, Circular Closet, Armario infinito son algunos ejemplos, o bibliotecas de moda como la Modateca de Zaragoza, The Closet Club de Madrid o La Ropateca en Barcelona. Su versión digital se denomina “armario en la nube”.

El trueque y el intercambio, por su parte, se pueden llevar a cabo entre personas conocidas o desconocidas a través de plataformas digitales o aplicaciones. Las swaps son reuniones con música y picoteo donde se lleva la vestimenta infrautilizada para cambiarla. Altrapo Lab organiza intercambiadores profesionales donde tampoco se desembolsa dinero. Según explica el equipo, es una alternativa de consumo sostenible. Se entra en el ‘circuito de intercambio’ aportando prendas limpias que no estén viejas, estropeadas o defectuosas. Luego se valora por puntos cada tipo de prenda y se revisa. Aseguran que es fundamental que el encuentro esté bien organizado, sea atractivo y que la ropa esté accesible. Y ofrecen las metodologías para replicarlos en cualquier lugar como parte de sus actividades.

“La autocostura es una opción individual de autoconsumo a pequeña escala que aporta el orgullo de crear tus productos”, señalan desde la iniciativa madrileña Famylias que llevan esta práctica más lejos, favoreciendo el autoempleo y la inserción sociolaboral. En su coworking asesoran textil y empresarialmente a mujeres que disponen gratis de su taller social, Modaconetica, para generar una clientela con la que continuar independientemente o asociadas a compañeras: “Los proyectos que realizamos buscan defender un consumo de moda sostenible, y eso nos hace conscientes del poder de nuestras compras, de que las personas no somos independientes y de que debemos ser solidarias. Trabajes donde trabajes y consumas donde consumas”.

 

Este reportaje forma parte del monográfico de Moda, publicado en noviembre de 2021 y que puedes conseguir en nuestra tienda online, por 5 euros.
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