Líos de elecciones: de arpías y violencia
La violencia política no solo se aborda con solidaridad, sino, sobre todo, con estrategia política y mecanismos feministas.
Javier de Andres (PP), Eneko Andueza (PSE), Miren Gorrotxategi (Podemos/AhalDugu), Alba García Martín (Sumar), Pello Otxandiano (EHBildu) e Imanol Pradales (EAJ-PNV)
Son elecciones vascas, ¿jugamos a cómo van a llamar a nuestras aspirantes a un asiento en el Parlamento Vasco? 3,2,1 comienza otra vez. Serán bigotonas, gordas, putas, muy lesbianas, malfolladas o folla etarras. Pésimas comunicadoras y gestoras mediocres que no sabrán de estrategia porque son jóvenes o ya están viejas. El florero de los cabeza pensantes y futuros mandamases del país y, a la vez, unas arpías despiadadas obsesionadas con alcanzar la Lehendakaritza. ¡Demasiada ambición política tienen las tías!
Alguna será una buena chica y dejaremos estar y las demás habrán ido muy lejos. Es recomendable que entre ellas se quieran sacar los dientes sin anestesia, por favor. Si mantienen algún tipo de vínculos con activistas, periodistas o expertas feministas es mejor lanzarlas al río, dejar que se ahoguen y celebrar el resto en comunión la fiesta de la democracia.
La fiesta de la democracia vasca es el 21 de abril y se celebrará entre violencia política contra las mujeres y una pugna ajustada de los dos principales partidos. EH Bildu está fuerte y con opciones de ganar. El PNV, por su parte, debe soportar el envite más difícil de su historia. ¡Menuda salsa! Si a esto añadimos que un 30 por ciento de votantes decidirá su papeleta a última hora, la diversión está asegurada. Con la misoginia que vamos a manejar, ¿es diversión la palabra correcta?
Hilemos más fino: ¡incertidumbre! En la campaña vasca, sobre todo, habrá incertidumbre electoral. Siendo honestas, tenemos dos certezas. El lehendakari será un hombre, ¡como toda la vida!, y las candidatas terminarán agotadas, serán violentadas y políticamente no se habrá hecho casi nada.
La violencia política contra las mujeres ya hizo acto de presencia en la precampaña vasca contra varias candidatas de EH Bildu. No hay duda de que va a estar presente durante los siguientes días. Lo estará de forma directa, simbólica, económica o estética; y, en distintos espacios: en el digital, en los actos de campaña, en los análisis mediáticos y en las internas de los partidos. Muy a nuestro pesar, si tenemos una certeza en estas elecciones es que la campaña electoral no es un lugar seguro para las mujeres. Ellas, sin embargo, ahí están.
Ni es nuevo ni nos asombra, pero nos preocupa y nos obliga a hacernos algunas preguntas de manera urgente: ¿estamos preparadas para responder a la violencia política? ¿Sabemos cómo y quién tiene que hacerlo? ¿Tienen los partidos mecanismos de amortiguación, contención, acompañamiento y denuncia frente a la violencia política? ¿Las leyes y normativas electorales pueden regularla y sancionarla? ¿Debemos sancionarla? ¿Sabemos quiénes son sus perpetuadores y cómo operan? ¿Van por libre o responden a estrategias de ataque diseñadas por la interna de los partidos? Responder a estas preguntas nos exige tiempo, calma y mucha estrategia feminista. Las elecciones, en cambio, van una velocidad de vértigo y prima el tacticismo político. Además, quien las suele comandar, por lo general, son hombres a los que el feminismo tampoco les preocupa ni ocupa tanto. ¡Mal augurio para las candidatas!
Es violencia política. Lo más preocupante es que es una violencia que estamos normalizando y asumiendo como pase para estar en el ágora pública.
La violencia política contra las mujeres que se atreven a estar en política no es inocua y tiene unos efectos devastadores. Ni son acontecimientos de elecciones ni malos tragos puntales. Es una violencia que se inserta en la sociedad, en las instituciones, en los partidos y en las propias vidas de quienes la soportan. Es violencia política. Lo más preocupante es que es una violencia que estamos normalizando y asumiendo como pase para estar en el ágora pública. Se inserta en nuestro ADN corporal y nos disciplina a todas. ¿Recomendaríais a una buena amiga dar el salto a la política? No sin antes decirle que estarás ahí “para lo que necesite”, y “lo que necesite”, será, muy posiblemente, sostenerla de la misoginia cotidiana y verla, muchas veces, rota, agotada, dubitativa y sintiéndose pequeña.
Algunas políticas llegan a dimitir -la escosa Sturgeon o a la neozelandesa Ardern, por ejemplo-. Otras son expulsadas bajo la sospecha de no haber hecho bien su trabajo –de esto Irene Montero o Ixkia Siches saben un rato –; y, hay, incluso, quienes se convierten en las victimas perfectas de montajes, como el sufrido por Mónica Oltra. Un dineral invertido en terapia y un arrope feminista que nunca decae es lo que ha evitado a muchas caer en la desesperación. ¿Cuántas se han ido discretamente y entre bambalinas nos han contado a las periodistas cómo se ha debilitado salud mental? La ola de solidaridad cuando reciben un ataque y el mimo y lealtad de sus compañeras de partido ha podido sacarlas de shock postraumáticos y desbordes emocionales y, sobre todo, les ha posibilitado seguir dando la batalla. ¡Sí, las mujeres en política están en una constante batalla!
Momentos sensibles
El registro de las candidaturas y el reparto de responsabilidades tras los resultados son los dos momentos más sensibles para la eclosión de la violencia política. En esos dos instantes la marca del partido se diluye y toma protagonismo la persona que la encarna, su valor personal, su currículum, su especificidad; en definitiva, su liderazgo. Pero, claro, ¡qué atrevidas ellas soñando con ser lideresas! ¿Cómo osan?
¿Respondemos y lo denunciamos o aguantamos el chaparrón y a lo importante? ¿Qué es lo importante?
Aquí surgen unas de las preguntas más difíciles que cualquier estratega de la comunicación debe hacerse: ¿las aupamos para que las lapiden o mejor que pasen desapercibidas, amortiguar la violencia y que como búmeran nadie llegue a conocerlas y que terminen abandonando? ¿Respondemos y lo denunciamos o aguantamos el chaparrón y a lo importante? ¿Qué es lo importante? Especialmente es en estos dos momentos es donde los partidos las tienen que blindar y acompañar en lo personal; y, tener preparados todos los escenarios posibles de respuesta y contención en lo político y en lo comunicativo. La violencia política no solo se aborda con solidaridad, sino, sobre todo, con estrategia política y mecanismos feministas. No podemos evitarla, pero sí saber qué hacer cuando sucede. Durante estos 15 días va a suceder.
Verificación, pactos y denuncia
Incorporar la figura de psicóloga especializada en violencia que acompañe a las candidatas y guíe a los equipos de campaña, crear una jefatura feminista de campaña que tenga un papel protagónico en el diseño de la estrategia electoral, implementar protocolos de acoso de obligado cumplimiento para todo el staff de campaña, destinar recursos económicos para el monitoreo de la violencia política y reportarla a la Junta Electoral y a las instituciones públicas encargadas de la defensa de las mujeres, organizar desayunos con periodistas feministas para elaborar una agenda común de cobertura de la violencia política o crear espacios de cuidado y respiro colectivo para las mujeres durante varios momentos de campaña son algunos mecanismos que los partidos desde sus orgánicas pueden implementar de forma muy sencilla.
Es, urgente, además, firmar un acuerdo entre los partidos vascos para repulsarla cuando esta se dé, independientemente de qué candidata la sufra. Un pacto que integre una denuncia en el inicio de los mítines, mensajes comunes de campaña y con citas directas en las redes de las principales espadas. Un acuerdo que también aborde medidas contra los afiliados que la usen como herramienta para denostar al adversario político. Es un tratado de mínimos, el tan manido suelo ético o una actualización de las reglas del juego. ¿Las renovamos?
¿Por qué cubrimos la subida al monte de un candidato y no la violencia política que una política recibe en redes?
Un acuerdo que puede hacerse extensible a las redacciones de los medios, ¿por qué cubrimos la subida al monte de un candidato y no la violencia política que una política recibe en redes?, ¿por qué nuestra agenda electoral es tan patriarcal? Y, ¿si, además, empezamos a contabilizarla? Valoramos el grado de conocimiento que un candidato tiene entre la ciudadanía, pero no el grado de violencia política que soporta. Nos faltan datos y, por eso, integrar indicadores de control, monitoreo y verificación dentro de las herramientas demoscópicas nos puede ser de gran utilidad para entender la complejidad de este fenómeno.
A nuestras políticas, putas y bigotonas, gordas y malfolladas, eternas locas y requetelesbianas, les vienen semanas duras de adrenalina y misoginia. Algunas ganarán las elecciones, otras serán una oposición fuerte y habrá quien desaparezca del mapa político vasco. Nos gobernará un hombre mientras ellas seguirán poniendo el cuerpo; y, menos mal que ellas se atreven a ponerlo. Celebremos eso mientras vamos construyendo herramientas que nos permitan dar peleas sin que nuestro cuerpo sea el campo donde batallarlas. ¡Que empiecen las elecciones!