Seguís sin creernos, seguís sin protegernos
Comunicado de denuncia pública sobre una actuación de la Ertzaintza con una mujer que denunció que su expareja podría haber quebrantado la orden de alejamiento.
Ilustración: Alona Horkova.
El pasado 18 de noviembre de 2023 una de nuestras compañeras acudió a la oficina de la Ertzaintza de Zabalburu (Bilbao) a denunciar un posible quebrantamiento por parte de su expareja de la orden de alejamiento que pesa sobre él por violencia de género. Para preservar su intimidad y evitar posibles consecuencias, no utilizaremos el nombre real de nuestra compañera.
Los hechos denunciados son: la desaparición de un espejo de protección colocado en su rellano con el objetivo de ver, antes de llegar a su puerta, si su expareja la espera; y la aparición, dos días después, de un teléfono móvil apagado en el mismo rellano. Recalcamos que el único motivo por el que nuestra compañera tiene un espejo de protección es el miedo a que su agresor, su expareja, se acerque a ella de nuevo para agredirla. Una orden de alejamiento no garantiza que los agresores no se acerquen a sus víctimas, solo su sanción por quebrantamiento de condena.
María acudió a comisaría a denunciar estos hechos aclarando desde el inicio que es víctima de violencia de género y que su expareja tiene una orden de alejamiento. A pesar de ello el agente que le atendió mostró una gran resistencia a recoger la denuncia. La situación generada fue tan violenta que María asegura que, de no haber ido acompañada de otra miembro de Bizitu, se habría marchado sin poner la denuncia, es decir, sin ejercer su derecho como ciudadana.
Una orden de alejamiento no garantiza que los agresores no se acerquen a sus víctimas
Sobre el teléfono encontrado, lo primero que le dijeron fue que estaba sin batería y que en la comisaría no había ningún cargador para activarlo y averiguar si pertenecía o no a su expareja. Acto seguido, le propusieron que ella misma se llevase el teléfono a casa para tratar de cargarlo y devolvérselo después a la policía. María rehusó, ya que consideraba que había cumplido con su deber, llevarlo a comisaría y denunciar para que se investigara su procedencia. A partir de ese momento era la policía quien debía encargarse del aparato.
Al ver la hostilidad y el desprecio crecientes, María, que había acudido tranquila a comisaría, empezó a ponerse nerviosa. Pero lo más indignante y preocupante vino a continuación, cuando un segundo agente que estaba cerca le preguntó: “Pero, a ver, ¿tu ex es violento?”. Las dos quedaron boquiabiertas. La compañera de María respondió que, puesto que tenía una orden de alejamiento, era evidente que sí y que no se podía creer que un agente de policía hubiese hecho semejante pregunta. María ya no sabía ni qué decir. Entonces el agente dijo que la veía muy nerviosa, que se calmase y le preguntó si necesitaba que llamasen a una ambulancia. Ella respondió que por supuesto que no, que lo que necesitaba era que cogiesen su denuncia y dejasen de cuestionarla. Por fin, lo hicieron.
Al ver la hostilidad y el desprecio crecientes, María, que había acudido tranquila a comisaría, empezó a ponerse nerviosa
Días después, Bizitu Elkartea interpuso una queja formal por el trato recibido. La respuesta por parte de la Ertzaintza fue una carta en la que se considera que “la actuación de todo el personal implicado fue acorde con los procedimientos establecidos”. No sabemos a qué procedimientos se refieren, pues no dejan constancia de ningún protocolo al que podamos acceder para comprobarlo.
El 22 de diciembre, un mes después de lo sucedido, María recibió la llamada habitual de su agente de referencia. Este es un servicio al que tienen derecho las víctimas de violencia de género que han interpuesto denuncia y que son reconocidas como tales: estas mujeres cuentan con una ertzaina que hace un seguimiento de su situación mediante llamadas periódicas en las que la víctima debe responder a una serie de preguntas. En esta llamada María preguntó si se sabía algo sobre el teléfono que había encontrado en su rellano. La agente de referencia dijo que no le constaba en el expediente nada acerca de un teléfono, que era la primera noticia que tenía. Nadie había incluido en el informe de seguimiento de María lo que ella había denunciado. Nadie había informado de la posibilidad de que su expareja hubiese quebrantado la orden de alejamiento.
La agente de referencia dijo que no le constaba en el expediente nada acerca de un teléfono, que era la primera noticia que tenía
¿Qué es lo que ha fallado? Es la pregunta más habitual cuando una mujer que ha denunciado por violencia machista es asesinada. Se suele hablar de cúmulo de errores, de fallos en el sistema de protección. Lo sucedido con nuestra compañera es uno de esos errores. ¿Qué podría ocurrir si, en efecto, fuese su agresor quien ha entrado en su portal? ¿Y si lo que está haciendo es poner a prueba su impunidad ante el quebrantamiento de la orden de alejamiento? Esto es algo que vemos cada día: agresores condenados que aparcan el coche en la puerta del portal de la víctima, que hacen que las vecinas les vean para que se lo cuenten a ella, que dejan pequeñas señales, etcétera. Son formas de poner a prueba su impunidad y son, sobre todo, formas de seguir ejerciendo violencia psicológica machista sobre aquellas a quienes siguen considerando su propiedad.
Las instituciones hablan constantemente de la importancia del trabajo de prevención. Pues bien, la Ertzaintza ha tenido la ocasión esta vez de evitar posibles daños mayores, de prevenir. Y ha fallado. No ha hecho el trabajo de prevención al que está obligada.
Las instituciones hablan siempre de la importancia de prevención; pues bien, la Ertzaintza ha fallado
Y esta vez ni siquiera puede ponerse el aberrante pretexto de que “no es fácil proteger a una víctima que no se percibe en peligro” y que “son relaciones en las que la víctima no percibe la necesidad de ser protegida”, como dijo el vicelehendakari Josu Erkoreka tras el asesinato machista de Vitoria del pasado 28 de mayo de 2023. Esta vez la víctima ha cumplido con lo que al parecer se le exige (a pesar de que la denuncia es un derecho, no una obligación): esta vez la víctima ha denunciado una posible situación de peligro. Y no se la ha escuchado.
Desde Bizitu Elkartea mostramos nuestra preocupación y malestar tanto por el trato recibido como por la respuesta obtenida tras nuestra reclamación.
Solicitamos a la Consejería de Seguridad que haga público el procedimiento al que la Ertzaintza se refiere en su carta de respuesta y solicitamos, al mismo tiempo, que se haga una revisión del mismo. Exigimos saber si existen auditorías centradas en la atención a víctimas de violencia machista y, de existir, queremos conocer tanto en qué consisten como los resultados obtenidos hasta ahora.
Las víctimas y las asociaciones que las representan deben ser siempre escuchadas.