El estereotipo ya se ha roto

El estereotipo ya se ha roto

Tenemos palabras escritas por quienes vivimos esta realidad sobre qué significa ser mujer, gitana, mestiza y lesbiana.

15/05/2024

La primera vez que dije “soy gitana” a otra mujer lesbiana fue hace casi seis años, a mis 34, y el resultado fue que esa mujer sigue estando hoy a mi lado. No sé qué me llevó a hacerlo, ella me tocó la espalda y me preguntó si era vasca, venía de Iruña, de donde había estado viviendo seis años y se ve que al verme pasó por su cabeza la posibilidad de poder hablar algo de euskera en el Orgullo de Málaga. Yo la miré y le respondí “vasca no, soy gitana”, ella continuó con su misma expresión de ser una persona muy alegre en ese momento y al cabo de cinco minutos me dijo, “pues tienes unos sacáis muy bonitos”.

Recuerdo que después de decirlo me entró el pánico interior, pensé que en algún momento me iba a decir eso de “pues no lo pareces” o “a ver, enséñame tu DNI para ver que no me mientes” o la pregunta por excelencia “¿y tu familia gitana te acepta?”. Pero, para mi sorpresa, no vino nada de eso, de hecho, durante el resto de la noche hablamos de mil cosas y ninguna de sus preguntas se encaminó a mi gitaneidad.

Durante estos años, la he visto hacer su propio viaje hacía el antirracismo en el mundo gitano, cuestionarse pensamientos, expresiones, corregir a su familia, a sus compañeras de trabajo, leer a autoras y autores gitanos, sentir miedo y dolor por lo que me toca pasar a veces delante de ella y, en ocasiones, pedir perdón por el antigitanismo que sufrimos las personas gitanas, algo que no me gusta que haga. Recuerdo una ocasión en que Silvia Agüero le dijo “deja ya de pedir perdón, que tú comes hinojos”. Creo que esa frase le sirvió más que todas mis explicaciones, después de ese día no lo ha vuelto a hacer, quién le lleva la contraria a Silvia Agüero.

“El armario gitano tiene un candado que pesa más que ninguno, es el candado del racismo”

En casi todas todas las entrevistas que he realizado hasta ahora, me hacen la misma pregunta: si el armario gitano tiene más candados que el payo. Yo siempre respondo lo mismo, el armario gitano tiene un candado que pesa más que ninguno, es el candado del racismo. Creo que todas las personas que formamos parte del colectivo LGTBIQA+ salimos del armario por primera vez cuando se dan dos situaciones: si sabemos que al abrir esa puerta habrá alguien detrás esperando para coger nuestra mano y la otra, por desesperanza, por pensar “no me quiero morir sin haber abierto esta puerta”. El candado del racismo te hacer sentir con total seguridad que detrás de esa puerta te espera más odio, más rechazo, más dolor, más opresión, más prejuicios, e incluso la muerte; el 20 de abril, perdimos a Naomy Moldovan, mujer trans y una de las activistas más visibles e importantes en el activismo romaní LGTBIQ de Rumania.

¿Qué hace falta para que otras personas gitanas o romaníes puedan atreverse a abrir esa puerta con otra emoción además del miedo? Les hace falta lo mismo que me hizo falta a mí, ver a otras personas gitanas dentro del colectivo siendo visibles, sintiéndose seguras, libres, sin juicios ni preguntas. Les hace falta ver a otras personas racializadas dentro del colectivo, con quienes sentimos que compartimos vivencias y luchas similares. Les hace falta ver a personas payas que se preocupen por nuestras vidas, que se cuestionen cómo está estructurado y diseñado el espacio del colectivo y si este no reproduce los mismos mecanismos de opresión que ya vivimos fuera. Necesitamos un espacio común, donde creemos diálogos sin culpas, ni reproches. Si nos vemos todes en este lugar, es porque nos han echado a todes aquí, aunque este “aquí” hoy sea nuestra casa.

Hace diez años, para mí fue emocionante ver a Juan David Santiago dar un pregón en el Orgullo de Alicante, mi amigo me dijo “él es gitano y maricón” y yo lo miraba y lo escuchaba, escudada detrás de la espalda mi amigo Bleda. Fue importante conocer a Curro Camacho y a Demetrio Gómez hace años, ambos de Ververipen y referentes dentro del colectivo gitano, que me hicieron sentirme arropada, querida, menos perro verde, pero lo que sentí al ver a una mujer gitana y lesbiana siendo visible, tocando su cajón flamenco pintado con la bandera LGTBIQ, no puedo describirlo. Ver a Noelia Heredia “La Negri” o ver a Alba Flores siendo visible me hace sentir orgullo de mí misma, me hace perdonarme, quererme como soy, pensar que no hay nada malo dentro de mí, también me hizo pensar su poquito de “qué tonta he sido, no haberlo hecho antes”, algo normal y que nos pasa a todas, pero también me hizo sentirme empoderada, querer seguir hablando, alzar la voz, querer ayudar a otras primas. Eso es lo que significa la visibilidad, lo que significa poder tener referentes.

“Gracias a los pasos que dieron unas, otras se han atrevido y hoy tengo la suerte de conocer a mujeres gitanas referentes dentro del colectivo LGTBIQA+”

Hoy, gracias a todas las personas de las que me he ido rodeando durante estos años, payas, gitanas y diversas en todas sus expresiones, sigo construyendo y amando mi identidad. Gracias a los pasos que dieron unas, otras se han atrevido y hoy tengo la suerte de conocer a mujeres gitanas referentes dentro del colectivo, como Alba Hernández, experta en género, cofundadora de la red internacional de mujeres gitanas Romaní Gender Experts y cofundadora, junto a Aldessa Georgiana Lincan, de La Librería Feminista Romaní dedicada al pasado presente y futuro de las mujeres gitanas; Patricia Galván, actriz y monologuista que no para de cosechar éxitos; Sandra Santiago, activista y futbolista, quien ejerce también su activismo dentro del deporte como mujer gitana y lesbiana; Oana Dorobantu, experta en comunicación y community manager de la red internacional de mujeres lesbianas de Europa Central y Asia ELC; Carmen Gheorghe, activista, experta en políticas sociales, confundadora de E-Romnja, una asociación de mujeres romaníes de Rumanía que trabaja para construir una nueva narrativa para las mujeres y niñas gitanas; Vera Kurtic, activista, ecologista, escritora, fundadora de la red de mujeres romaníes de Serbia y autora de Dzuvljarke, el único libro que existe sobre la existencia lesbiana de las mujeres romaníes y publicado recientemente por Altramuz Editorial; o Sandra Selimovic, actriz de cine y teatro, cantante de rap, fundadora de Romano Svato, junto a su hermana Simonida Selimovic, una asociación de actores y actrices romaníes que crean obras que muestran la cultura y realidad del pueblo Rroma y de las personas Rroma LGTBIQ. Podría seguir mencionando a más mujeres gitanas lesbianas referentes y esperar con esto que quienes leáis estas palabras las busquéis, conozcáis, leáis sus ensayos, conozcáis sus canciones, obras, su trabajo.

Necesitamos seguir construyendo una teoría más comunitaria. Hablar juntas, no que hablen de mí. Pero si soy sincera, lo que quiero es que mi gente pueda vivir feliz y necesito en este momento menos teoría y más acción. Espacios vivos, juntarnos todas para reír, llorar, conspirar, luchar, bailar y gritar juntas. Tocarnos más y que así surjan nuevas páginas.

Creo que hoy en día, quien quiere entiende qué significa ser mujer, gitana, mestiza y lesbiana, pues tenemos hoy palabras escritas de quienes vivimos esta realidad y sabemos lo que significa la interseccionalidad. Digo quien quiere, porque siempre habrá quienes necesitan seguir escudándose en su miedo hacia lo diferente, el miedo a perder el poder que pudo conseguir gracias a su propia lucha, lucha que sin saberlo ha perdido al atacar y oprimir a otras mujeres.

Ahora toca llevar el discurso, la teoría, a la narrativa. Repetir hasta la saciedad que la gitaneidad es diversa, que no es lo mismo que ignorar la cultura romaní. Ser gitana es ser parte de una historia, una lengua, ser consciente de tus raíces, de tus tradiciones que hacen sentir y vivir la vida de manera diferente, igual que ocurre con el resto de culturas; es también tener claro cómo te sitúas frente al sistema a través de tu resistencia, de tu círculo y de tu comunidad. En mí, esta cultura se mezcla con el hecho de ser hija y nieta de mujeres payas, andaluzas, obreras y rurales y esto no me hace sentir menos el hecho de ser gitana, no borra de un plumazo a mi padre ni al resto de mi familia, por mis venas corre un río de colores vivos. Ni quiero ni puedo borrar quien soy, lo que quiero es que se entienda de una vez que la diversidad existe y forma parte del pueblo gitano, que dejen de seguir reproduciendo estereotipos que no muestran la realidad, y que la foto cambie, que no es en blanco y negro porque, como decía La Lole, “todo es de color”. Mi gitaneidad es mía.

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