“Quienes no quieren que las cosas cambien, nos esperan con Kalashnikovs”

“Quienes no quieren que las cosas cambien, nos esperan con Kalashnikovs”

Un corto documental de Judith Godrèche lleva la violencia sexual al Festival de Cannes y relanza el #MeToo francés. Durante el certamen se han anunciado cambios políticos para la prevención de los delitos sexuales en la industria.

Fotograma del corto documental 'Moi aussi'.

22/05/2024

A principios del mes de febrero, la actriz y directora Judith Godrèche (París, 1972) acusaba a los directores franceses Benoît Jacquot y Jacques Doillon de violación y abusos sexuales en los años 80, cuando ella contaba 14 y 15 años. Este acto de valentía, inédito en Francia, provocó una cascada de testimonios en su cuenta de Instagram. Fue entonces cuando decidió facilitar un correo electrónico y poner en marcha un proyecto de homenaje a las víctimas. En 15 días recibió 100.00 mensajes. En algunos solo constaba el hashtag #MoiAussi, pero en otros, unos 5.000, se inició una correspondencia que ha querido honrar.

Se espera que las víctimas que denuncian públicamente la violencia sexual seamos perfectas e infalibles. Aquellos que no quieren que las cosas cambien, nos esperan con Kalashnikovs, están deseando que demos un paso en falso”, lamentaba la artista el pasado 17 de mayo en el Festival de Cannes, en el contexto de las charlas Women in Motion organizadas por la Fundación Kering.

El resultado de aquel intercambio ha sido un cortometraje que acaba de ver la luz en la cita cultural francesa. La pieza se titula Moi aussi. Sin rodeos. La actriz hizo de telonera en la apertura de la sección Una cierta mirada, precediendo al largometraje inaugural. Y a fin de amplificar la capacidad de altavoz del festival de cine más importante del mundo, también se programó de manera gratuita en la playa. “Yo sentía una invisibilización, estas personas necesitaban ser escuchadas para validar sus palabras”, explicaba.

“Planteo con esta película la esperanza de que, algún día, cuando preguntemos a los y las jóvenes si han sufrido abusos, respondan que no”

Moi aussi reunió a un millar de víctimas y supervivientes el 23 de marzo en una avenida de París. A lo largo de sus 17 minutos de metraje, se presta atención a los rostros y los cuerpos de las personas allí presentes. Entre el tumulto, una joven bailarina se abre paso. Se trata de la hija de 19 años de la realizadora, Tess Barthélémy. “Ella representa a la juventud. La cuestión que planteo con esta película es la esperanza de que, algún día, cuando preguntemos a los y las jóvenes si han sufrido abusos, respondan que no”, confía la directora.

El corto finaliza con un plano secuencia que acompaña el paseo en silencio, desde la dignidad y la fuerza compartida, del colectivo de víctimas. La voz en off de Godrèche ilustra las imágenes con cifras: cada año, 160.000 menores son víctimas de violencia sexual en Francia y el 81 por ciento de ellas experimenta violencia sexual antes de los 18 años.

Con esta proyección, Godrèche contrarresta, con un acto de control y de militancia, el recuerdo ligado a Cannes que siempre la ha perseguido: un intento de violación por parte de Harvey Weinstein en 2017 en una habitación del hotel Hotel du Cap-Eden-Roc, en la ciudad francesa. El señuelo, explicó a The New York Times, había sido comentar un futuro proyecto y las cosas se pusieron violentas cuando el todopoderoso productor y depredador le pidió un masaje.

Han pasado siete años desde que estalló en Hollywood el movimiento #MeToo a raíz de aquel artículo firmado por Jodi Kantor y Megan Twohey y que arrancó la depuración de décadas de abusos en la industria del cine, con la caída del fundador de Miramax a los pies de los tribunales. En Francia, las reacciones desde 2017 han sido tibias en el mejor de los casos y en el peor, a la contra. En general, ha habido cierre de filas a favor de la “galantería”: una carta publicada en Le Monde en enero de 2018 por más de 100 mujeres francesas, entre las que se hallaba Catherine Deneuve, denunciaba que la persecución pública de conductas inapropiadas había llegado demasiado lejos y creado un clima totalitario, y hubo recogida de firmas de respaldo a personas en el punto de mira por delitos sexuales, como Gerard Depardieu.

El anunciado #MeToo en Francia no ha rugido con los decibelios esperados, pero sus ecos han resonado en las instancias políticas

En esta edición del festival ha estado sobrevolando durante días el rumor sobre una posible denuncia de 10 abusadores sexuales, pero todo se ha quedado en la revelación de nueve mujeres en la revista Elle agresiones sexuales cuando eran menores o muy jóvenes por parte del septuagenario productor Alain Sarde, responsable de títulos como El pianista (Roman Polanski, 2002) y Mulholland Drive (David Lynch, 2001).

El anunciado #MeToo en Francia no ha rugido con los decibelios esperados, pero sus ecos han resonado en las instancias políticas. En vísperas del festival, el 2 de mayo, a petición de Godrèche, las diputadas y diputados de la Asamblea Nacional aprobaron la creación de una comisión de investigación encargada de estudiar los abusos y la violencia en el cine, en el sector audiovisual y el de las artes escénicas, en el mundo moda y en la publicidad.

“Cuando entramos en acción, siento que tenemos una energía que viene de muy lejos, quizás de la infancia. Vivo con la sensación de tener la energía de una niña que necesita algún tipo de reparación. He tenido momentos de desesperación absoluta, de pensar que esto no servía para nada. Ahora tengo la impresión de que me escuchan mejor”, explicaba Godrèche, ligeramente aliviada, en el encuentro de Kering, que desde 2015 organiza unas jornadas coincidiendo con el festival donde da voz a personalidades destacadas de la industria cinematográfica que ayudan a promover la igualdad de género.

A la votación unánime de los y las diputadas se ha unido estos días el anuncio de la ministra de Cultura, Rachida Dati, de que a partir de verano será obligatoria la presencia de un responsable de infancia durante los rodajes. No obstante, Godrèche declaraba a France Info su temor a que se trate de un anuncio “oportunista”, destinado a acallar el revuelo que ella misma acaba de protagonizar junto a más de un centenar de personas frente a la sede del Centro Nacional de Cine de París. Allí se han concentrado para exigir la salida de su presidente, Dominique Boutonnat, que en junio afronta un juicio por agresión sexual a su sobrino.

“Las asociaciones trabajan desde hace mucho tiempo y de manera oficial en una carta de supervisión de los niños y las niñas. La ministra debería estar al tanto, sin embargo, no han sido consultadas antes de que se hiciera este anuncio”, ha expuesto la actriz, que ha participado en películas como El hombre de la máscara de hierro (Randall Wallace, 1999).

“Con la misma fuerza moral que utilizamos para crear, tengamos la gallardía de decir en voz alta lo que sabemos en voz baja”

Su carrera como actriz se halla aparcada en pos de la realización. Hace 12 años se fue a Estados Unidos y consiguió superar un arraigado síndrome de la impostora y comandar, entre otros proyectos, la serie Icon of French Cinema, donde ya remitía a las situaciones de dominio y abuso experimentadas a corta edad en su carrera. Lejos de su medio y de los que habían sido sus mentores, en un idioma extranjero, se sintió con las fuerzas y el apremio de dirigir: “Fui una niña que escribía mucho, guiones y cuentos. Sublimaba la soledad a través de la escritura, pero los hombres que me rodeaban marcaron mi vida. Siempre quise dirigir, pero el problema es que, muy rápidamente, ese rol se convirtió en el lugar del otro, en el de aquel que representaba una forma de autoridad. Siempre me he preguntado si estaba legitimada para ponerme tras la cámara. ¿Quién era yo, musa, mujer-niña, niña-mujer, para imaginar que podría ocupar el lugar del padre?”, se explayó en Cannes.

Volver a la actuación se le antoja, actualmente, complicado. Tras tomar la palabra en la última edición de los premios César con un discurso alentador para dar un vuelco a la industria, su teléfono permanece en silencio. En aquella ceremonia se expresó con contundencia, claridad y emoción, instando a denunciar y proteger: “Con la misma fuerza moral que utilizamos para crear, tengamos la gallardía de decir en voz alta lo que sabemos en voz baja. No juguemos a ser heroínas en la pantalla, solo para encontrarnos escondidos en el bosque en la vida real; no encarnemos héroes revolucionarios o humanistas, solo para levantarnos por la mañana sabiendo que un director ha abusado de una joven actriz, y no decir nada. ¿Por qué aceptar que este arte que tanto amamos, este arte que nos une, sea utilizado como tapadera para el tráfico ilícito de niñas?”.

Mucha gente le ha alabado el coraje, pero no ha habido ofertas de trabajo. “En Francia, metemos a la gente en cajas. Cuando alguien habla, a través de sus palabras, se convierte en activista, como si, a diferencia de lo que sucede con los hombres, no se pudiera aceptar que una mujer es todo un universo”, cierra.

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