“Quiero que se entienda lo fácil que es caer en el abuso emocional”

“Quiero que se entienda lo fácil que es caer en el abuso emocional”

La psicóloga y escritora alicantina María Esclapez acaba de estrenar su primera novela, ‘Mujeres que arden’, en la que la sororidad, los cuidados colectivos y la resiliencia ante la violencia se erigen como ejes articuladores de la trama.

María Esclapez. | Foto: cedida.

María Esclapez (1990, Elche) lleva años compaginando su labor como psicóloga especializada en sexología clínica con otra de sus grandes pasiones, la divulgación a través de la literatura y las redes sociales. A pesar de su corta trayectoria como escritora, la tenacidad, compromiso social y profunda devoción que profesa desde bien joven hacia su profesión la han llevado a colaborar con medios como La Vanguardia, Mujer hoy o El País. El pasado 7 de marzo se publicó su último trabajo Mujeres que arden (Ediciones B, 2024), la primera incursión novelística de esta alicantina que ya cosecha éxitos con obras en clave feminista como Tú eres tu lugar seguro, Ama tu sexo y Me quiero, te quiero, su texto cumbre.

En nuestro encuentro, hablamos sobre referentes femeninos, sobre brujas (las del siglo XVI y las de ahora), así como sobre la vital importancia de las redes de apoyo mutuo como estrategia de resistencia frente al histórico cuestionamiento de las experiencias de las mujeres. Esclapez cuenta, sin caer en un abordaje autocompasivo de la reconstrucción personal tras la violencia, que “somos mujeres que arden”. “Si nos queman, renaceremos de nuestras cenizas”, añade. La obra, que busca alejarse a través de la ficción de las formas narrativas propias de la literatura de autoayuda, funciona a modo de escaparate a través del cual se exhibe la diversidad de modos en que el abuso emocional se expresa en el día a día. Pero también supone una herramienta de empoderamiento colectivo capaz de arrojar un rayo de esperanza a todas las mujeres que han sido víctimas de algún tipo de violencia a lo largo de su vida.

¿Qué te hace decantarte por abordar un tema tan complejo en la literatura como el transcurso de la vida de las mujeres después de la violencia?

Tenía muy claro que quería seguir divulgando sobre psicología, de hecho, esta idea nació después de haber escrito Me quiero, te quiero. Quería seguir tratando temas como las relaciones tóxicas y el abuso emocional pero de una manera más completa, no ceñirme únicamente en los ejemplos de consulta de los que hablaba en mi obra anterior, sino ir más allá. No quería hacer una novela que tratase únicamente de aspectos emocionales o de la psicología, sino que eso fuera un añadido a una trama que enganchara, que fuera interesante, adictiva y entretenida. Para mí es superimportante llegar al público no solo a través del mensaje, sino también a través del humor, la intriga, etcétera.

En esta ocasión, además, te estrenas como novelista.

En efecto, es mi primera vez escribiendo novela y lo hice porque me interesa poder llegar a un público diverso y a personas que quizás no se sienten atraídas por la autoayuda, pero que pueden acceder a los mensajes que lanzo desde la ficción porque conectan con los personajes y las historias que se narran. Yo misma necesitaba que la gente entendiese que detrás de nuestras acciones casi siempre hay mochilas emocionales y vivencias reales, y eso quise plantearlo en forma de novela.

Tratas temas como la reconstrucción personal tras haber sobrevivido a una relación violenta, la suma importancia de los vínculos familiares y la extrema complejidad de estos. ¿Es tu trabajo literario más transversal?

Totalmente. Es lo más complejo y transversal que he hecho hasta ahora. Para mí ha sido todo un reto porque, más allá de tener que crear una historia y unos personajes, me gusta mucho hacer novelas “puzle”, es decir, retar al lector colocando informaciones que van a tener que recapitular en otros puntos posteriores de la obra, que reflexionen y se vean identificados en los personajes. Unir todas esas cosas en una sola obra es lo más difícil que he hecho en la obra.

“Cuando ocurrió la agresión a Jenni Hermoso en redes sociales, durante horas, todo lo que leía era cuestionando suu testimonio”

Entrelazas, creo que de forma muy acertada, las historias de dos mujeres separadas por cinco siglos de diferencia como forma de articular tu relato. ¿Lo hiciste bajo el pensamiento de que las mujeres de antes y de ahora quizás no somos tan diferentes y seguimos pasando por experiencias tristemente semejantes?

Has hecho una buena lectura de la novela [risas]. Hay una parte en el final de la obra que trata de cómo las mujeres eran condenadas por brujería en el siglo XVI y se les sometía a un juicio para que demostraran que no lo eran, aunque ese juicio no valía para absolutamente nada. Aquello siempre solía derivar en castigo, aunque reconocieras todos tus pecados y mostraras arrepentimiento. Curiosamente, cuando ocurrió la agresión sexual a Jenni Hermoso, yo entraba a redes sociales y, durante horas, todo lo que leía era cuestionando el testimonio de ella. Siempre se ponía en duda lo que decía y por un momento pensé, “¿por qué está pasando lo mismo en la realidad que en mi novela?”. Es increíble como a lo largo de los siglos a las mujeres hemos tenido que enfrentar que la sociedad no nos crea y desconfíe de nosotras. Y eso perdura a día de hoy.

Presentas a un personaje femenino que es torturado y pasa meses enteros en la cárcel por acusaciones de brujería a comienzos del siglo XVI. ¿La censura vía redes sociales es la nueva cárcel de las mujeres y las feministas somos las brujas? Me viene a la mente el caso de la periodista y escritora Cristina Fallarás, a quien cerraron su cuenta de Instagram [ya recuperdada] donde comparte testimonios de mujeres que habían sufrido agresiones sexuales a lo largo de su vida.

A mí en redes sociales me obligan a censurar palabras como “sexualidad”, porque deben pensar que estoy vendiendo porno o algo así. A nivel de grupo, las redes tienen una forma de funcionar que es espantosa y que cada día va a peor. Para mí eso está desembocando en nuevas formas de censura social. No me gusta nada tener la sensación de que hay que tener cuidado todo el rato con lo que decimos las mujeres, pero es así porque en seguida se te juzga por lo que dices. Siempre hay alguien dispuesto a negar tu realidad y tus emociones y creo que eso no es justo. Es como si viene un paciente a mi consulta y yo le digo “bueno, tampoco es como para que estés triste”.

Y en línea con el caso de Fallarás, qué importante es compartir nuestros relatos personales entre mujeres en espacios seguros para saber identificar violencias y combatirlas colectivamente. Siento que ese es el gran aporte  del feminismo. ¿Compartes esta percepción?

Desde luego. Creo que siempre recordaremos el movimiento #MeToo, que no es otra cosa que visibilizar algo que existe narrándolo. Al final, cuando contamos un testimonio somos referentes positivos para otras mujeres porque estamos exponiendo nuestra vulnerabilidad, y con eso informamos a los demás de que no son las únicas a las que les puede pasar, como ocurre cuando sufrimos violencia. Con ello además hacemos que otras dejen de normalizar determinadas conductas y motivamos a denunciar, quejarnos y alzar la voz de la manera que sea. Esto es muy importante porque cuando se da maltrato psicológico, la víctima siempre tiende a pensar que la culpa es suya y se cuestiona a sí misma, porque es una fórmula hecha para que el cerebro de alguna manera se rompa, el denominado gaslighting. Al final la víctima pierde su propia identidad porque cree más a la otra persona que a sí misma, por eso es tan relevante escuchar a otras mujeres que han pasado por las mismas vivencias, eso permite ver que “no me lo estaba inventando”.

Volviendo a la novela, cuando afirmas que “solo nuestra fuerza interior nos salvará del fuego”, se puede malentender que la resiliencia pasa única y exclusivamente por una lucha individual y por los autocuidados. ¿Qué rol desempeñan entonces las redes de cuidados colectivos que tanto se reivindican desde el feminismo?

En realidad, la cuestión de los cuidados colectivos cobra una gran relevancia en el desarrollo de la trama. Yo siempre explico a los chavales, cuando voy a dar charlas a los colegios, una metáfora para que entiendan la relevancia de las redes de cuidados. Pongamos que cuando estás iniciando una relación no sabes si va a salir bien o mal, y vas caminando sobre una barra de hierro y debajo hay una gran abismo. Puede que caigas de esa barra de equilibrio y te la pegues, pero si debajo tienes una red que te protege de estamparte, todo cambia. Ahí estarían los amigos, la familia, etcétera. Por eso, cuando se tiene una relación de pareja es muy importante no encerrarse únicamente en tu mundo y el de tu pareja sino tener siempre esa red, porque te caigas o no, van a estar ahí. Hay relaciones que absorben tanto y te hacen creer que no hay nada más allá, y ese amor romántico es muy peligroso porque te aísla.

¿Hemos desmitificado un poco ese modelo de relación?

Aún queda mucho por hacer, pero creo que estamos consiguiendo muchas cosas y eso es gracias a toda la divulgación que se hace.

Precisamente de este tipo de vínculos que generan una ruptura de la autoestima también hablas en tu gran éxito literario, ‘Me quiero, te quiero’. ¿Qué tienen en común esa obra y ‘Mujeres que arden’, a pesar de pertenecer a géneros totalmente diferentes?

En Me quiero, te quiero yo hablaba de relaciones tóxicas y explicaba cómo eran estos abusos emocionales, tocaba el tema de las creencias, los pensamientos, etcétera. Ahora todo esto se ve materializado en personajes concretos que viven en sus carnes la manipulación y el abuso. Hay una escena en la que una persona empieza exponiendo una situación y comunicando sus sentimientos y la otra persona, carente totalmente de empatía, le da la vuelta a la tortilla y es ella la que acaba sintiéndose culpable. Esto es una manipulación en toda regla. Quiero que la gente entendiera lo fácil que es caer en la trampa del abuso emocional, no te das cuenta, y yo lo he visto ya muchísimas veces.

“Eleonor ha vivido una relación dependiente, y yo de esas he tenido muchas”

¿Hay algo de autoficción en esta obra?

Hay muchas partes mías en la novela. Eleonor es un personaje que ha vivido una relación dependiente, y yo de esas también he tenido muchas. Creo que por eso pude reflejar muy bien todo ese dolor que ella tiene en un momento concreto de su vida. Por otro lado, mientras escribía la novela falleció mi abuela y solo pudo ver la portada, aunque ya le había contado un poco por encima como era la trama. Fue muy doloroso porque a la protagonista también se le muere su abuelo al principio de la novela y pude conectar mucho con ella precisamente porque entendía su dolor. Esto me sirvió para darle más realismo a la historia y por eso incluí muchas reflexiones mías en el personaje, como pensamientos sobre la vida y la muerte, incluso recuerdos reales.

En tu texto hablas de la resiliencia y del empoderamiento frente a la violencia. ¿Se puede aprender de algo así?

De todo se puede aprender porque el cerebro es plástico y tiene la capacidad de obtener aprendizajes tanto de lo bueno como de lo malo que nos ocurre en la vida, aunque no siempre el aprendizaje es positivo y a veces incluso te marca para los restos. Aunque es necesario reconocer lo que no queremos que vuelva a pasar después de vivir ciertas situaciones, no hace falta experimentar determinadas vivencias para saber qué tipo de conductas o relaciones no son aceptables.

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