Exterior noche. Estás en un festival, llueve y entre las gotas de lluvia ves su mirada como si fuera un haz de luz en medio de las tinieblas. Conectáis, chispas, se puede sentir hasta a un kilómetro de distancia. Os acercáis la una a la otra y al tocaros es como si fuera electricidad, algo inexplicable, y todo el fin de semana no os separáis ni para ir al baño, vuestros cuerpos son como dos bailarinas en una danza que solo vosotras entendéis.

Pero no todo es felicidad en este guion cinematográfico. Llega el domingo por la tarde y la lluvia que unos días antes decoraba vuestro idilio hoy se parece más a lágrimas cayendo como estalactitas sobre vuestra despedida. Duele. No puede ser, el fin de semana llega a su fin, toca separaros e iros cada una a una punta de este país o, peor todavía, a diferentes archipiélagos. ¡Oh no! ¿No la oyes, no la sientes? Es la maldita distancia que está rompiendo este amor.

La distancia afecta a las relaciones, para bien o para mal, y lógicamente también a las sáficas. Hablamos de los kilómetros en las relaciones, de amor, de inspiración, de mujeres en la historia y de nuestra pastora Safo de Mitilene con Christina Rosenvinge.

Dadle al play, compañeras.