No somos experiencias ni platos ‘exóticos’ a la carta
¿El auge del K-Pop me hace más deseable? Después de crecer deseando ser blanca, deseando gustar, ahora que el consumo de contenido asiático ha subido soy, de repente, deseable. Un fetiche racial.
Grupo de K-Pop Mamamoo. / Foto: Wikipedia
Me siento desconcertada. No comprendo la mirada occidental. Siento que las personas asiáticodescendientes vivimos un racismo muy invisibilizado, también dentro del mismo movimiento feminista y antirracista. Si hablamos de la representación de personas racializadas, en general, se nos presentan pocas opciones realistas desde una mirada no blanca. Pues nosotres, además, vivimos una constante estigmatización verdaderamente sutil, desde el tabú. Se nos muestra como personas sin agencia por la sumisión asociada. También resultamos ser sujetos peligrosos por nuestras habilidades de cálculo y su supuesta inteligencia genética. Somos presentades como personajes con un carácter introvertido o asocial, además de personas sin posibilidad de ser atractives en el mundo audiovisual. Esta representación no me gusta, no es simpática con nuestras vidas reales. En definitiva, somos interpretades como gente con tendencia a pasar desapercibida, de puntillas. Con preferencia al silencio. Como si todas nuestras personalidades se escondieran detrás de una niebla enigmática. ¿Quiénes somos? No lo sabemos, es un misterio. Somos el misterio.
Paralelamente, siento que muchas veces somos el hazmerreír, como bien comentó Ouyang Zhu, como cofundadora de Generación Banana, en el programa de La Quinta Pared, donde hablan de la película Chinas, de Arantxa Echevarría, de su salvacionismo blanco racista y de los estigmas de siempre de la comunidad china migrada en España. “[…] Eso es muy ilustrativo del respeto que tienen hacia la comunidad china que es un objeto de mofa, porque somos los que hacen el Humor Amarillo y hacemos din din dong ”, comentó Zhu.
Es importante revisar con detenimiento las diversas producciones audiovisuales o de los medios de comunicación. Una vez lo haces, creo que no hay vuelta atrás. Recomiendo el monólogo de El silencio de la fiera de la actriz catalanojaponesa Sònia Masuda. Para mí y mi yo del pasado, es un rotundo sí. Posiblemente nos abre un abanico de cuestiones importantes sobre la realidad de las mujeres asiáticas en un cine blanco y sus vivencias en este ámbito: “Ser asiática no es una personalidad”, dice la actriz.
“Te disocias de tu físico y fantaseas con ser una persona blanca. Creces e integras en tu mente que nunca nadie querrá besarte o tocarte porque eres rara”
Estos atributos perpetuados no hacen bien. Afectan a cómo nos percibimos y valoramos. A cómo establecemos relaciones. Como persona adoptada de China, procedente de la política de hijo único y parte de la Generación Mei Ming, he crecido también asumiendo esos atributos como lo que se esperaba de mi persona. Crecer siendo percibida dentro de la otredad, como lo diferente, como lo exótico, afecta. Me he frustrado mucho de adolescente. Es una mierda.
Desde una edad temprana he querido siempre parecerme a mis amigas blancas. Esto era fruto de llegar todos los días a casa, después del colegio, y no ver a ninguna persona asiática en un papel no ridiculizante o, directamente, no verla en ningún canal. Ya no digo como papel protagonista. No era algo que buscara con mucha voluntad. Ni siquiera lo contemplaba como una necesidad. Te miras en el espejo durante horas y sientes que tu cuerpo y tu cara no deberían de ser estos. Te disocias de tu físico y fantaseas con ser una persona blanca. Creces e integras en tu mente que nunca nadie querrá besarte o tocarte porque eres rara. Porque si nadie desea o se enamora de personas como yo en la ficción, es que el problema está en nosotres. En esas dinámicas o narrativas amorosas y eróticas, el centro eran las personas blancas, normativas. Habrá excepciones. Algunas.
Quería que existiera alguien o algo que dijera que las chinas también podemos ser atractivas, guapas. No guapas y raras. No guapas e interesantes. No guapas y exóticas. Guapas. Punto. Como una chica blanca con ojos azules verdosos. O pelo castaño. Con la cara fina y sin estos mofletes que tanto detestaba antes. Sin estos párpados. Siempre que he visto una persona asiáticodescendiente u otra persona racializada siento algo dentro que no se puede explicar. Siento cierta calma corporal que me abraza. Parece una tontería, pero no lo es. Después de tanta Barbie y tanta Nancy, una se cansa.
“Ahora soy deseable. Ahora porque en la actualidad el consumo del contenido asiático es alto”
Entonces, cuando alguien te dice “qué guapa eres para ser china”, te lo tomas como un halago. Inevitablemente. El malestar se convierte en ver como positiva la fetichización. O que me dijeran “exótica” en una discoteca. Vamos, que deseaba ser vista desde esa visión cosificadora y exotificadora, aunque asquerosamente racista.
Hablando alto y claro, me ha tenido confundida mucho tiempo el tener la piel de “color mierda” y recibir comentarios en la infancia desde lo negativo y, ahora en mi adultez, estar, supuestamente, dentro del canon de belleza. ¿Ahora somos deseables? ¿Somos la fantasía de alguien? ¿Qué ostias significa esto? Y la gran pregunta, si le gustamos a alguien ¿es por nuestro físico o por nuestra persona en nuestra totalidad?
Ahora soy deseable. Ahora porque en la actualidad el consumo del contenido asiático es alto. La sociedad occidental siente atracción e interés por el K-Pop y otro tipo de contenido similar. Sin embargo, hay personas que han enloquecido con estos idols y, posteriormente, con la comunidad asiática. Se nos sexualiza y se nos cosifica muchísimo más que antes. Ahora sí somos atractives. Parece hasta positivo. ¿Racismo positivo?
La fetichización racial asiática existe. No es sorprendente. Como ejemplo, la broma de los masajes con final feliz hacia nuestra comunidad es denigrante, por su racismo y clasismo. La cultura audiovisual y la industria pornográfica por y para la mirada del hombre blanco son el caldo de cultivo idóneo. Se perpetúan estigmas y exigencias simultáneamente. Esto de la fetichización racial no surge de la nada. La representación tiene peso. Quién opine que la representación no importa que mida desde qué privilegio está hablando.
Somos personas, no estamos ni somos para nadie. No somos experiencias ni platos exóticos a la carta. No estamos para gustarte. No se trata de justificarse con que hay preferencias a la hora de enamorarse o de follar. Esto es misoginia, sexualización y fetichización. Fetichización racial.