Radicalmente (anti)racistas

Radicalmente (anti)racistas

Hay sujetos que, como señalaba Spivak, pareciera que aún no pueden hablar, no porque no tengan voz, sino porque no tienen espacio en el discurso hegemónico.

Mesa de Angela Davis en la Fira Literal 2024. / Foto: © Oriol Clavera / Fira Literal (Flicker)

05/06/2024

En 2016 un grupo de mujeres y personas trans migrantes y racializadas realizaron una intervención crítica en la apertura de las Jornadas radicalmente feministas que se celebraban en Barcelona. Denunciaron que pese a estar presentes a través de los contenidos y talleres del programa, ello no reflejaba una autocritica colectiva sobre las desigualdades y discriminaciones estructurales que permeaban al movimiento feminista catalán.

Ocho años después de aquellas jornadas, colectivas antirracistas y anticoloniales autoorganizadas volvieron a hacer un señalamiento público, esta vez, hacia la industria cultural catalana, específicamente a la Fira Literal celebrada hace unos días en Barcelona. Como relata el comunicado leído por Salima Jirari y Bea Duodu Owusu al comienzo de las intervenciones de Sara Ahmed y Angela Davis estos señalamientos no son nuevos. De hecho, constantemente se debe denunciar (y, además explicar porqué se denuncia) las continuas prácticas de extractivismo epistémico que se desarrollan en estos territorios.

En el caso de la Literal llamaba la atención, por un lado, la cantidad de contenidos antirracistas y anticoloniales que la programación ofrecía por la celebración de su décimo aniversario y, por el otro, la ausencia de personas migrantes y racializadas en los conversatorios propuestos. En el programa publicado inicialmente por redes sociales las entrevistadoras de las grandes invitadas Angela Davis, Sara Ahmed, Rita Segato y Vandana Shiva eran mujeres blancas europeas. Luego, ante la presión ejercida, fueron incorporadas dos mujeres negras, tal como ellas mismas relataron.

En este contexto, quisiera señalar tres aspectos que estos grandes eventos ponen en evidencia. En primer lugar, el comunicado denuncia la fetichización de los trabajos de las autoras y la reticencia a conectarlas con las realidades racistas y coloniales que operan en estos territorios, como los asesinatos en la frontera, la violencia policial, la segregación escolar, el encierro en los CIES, etcétera. Este aspecto es importante porque precisamente allí radica una de las grandes cuestiones: la imposibilidad de conectar sus ideas con las realidades locales y con el inmenso trabajo que en este sentido realizan las propias ponentes invitadas.

Además, estas prácticas “extraen” sus conocimientos para el rédito de quienes organizan y en beneficio del proyecto civilizatorio moderno colonial que estas lógicas reproducen. Rédito que se traduce en el aumento del capital político, social, cultural, económico, prestigio e, incluso, de “su radicalidad” a costa de perpetuar dinámicas extractivistas y excluyentes. En otras palabras, las viejas prácticas coloniales de tota la vida.

Existe un tejido antirracista que no está dispuesto a aceptar el silenciamiento, que se organiza, que responde, que genera incomodidad y que toma su espacio

En segundo lugar, y conectado con lo anterior, estas situaciones ponen en evidencia el desconocimiento hacia los movimientos y colectivos que se articulan en el territorio catalán para luchar contra las violencias que las autoras tan bien señalan. En este sentido, entre las anécdotas que se cuentan de las Jornadas radicalmente feministas, está la urgencia que existía desde la organización por “encontrar representantes de color”, al notar la ausencia de feministas migrantes y racializadas en el acto de apertura. Lo cual pone en evidencia la incapacidad de la izquierda blanca (ya sea intelectual, feminista, oenegera o pequeña partidista) de tomarse en serio las reivindicaciones antirracistas y considerar a sus integrantes como sujetos políticos. Sujetos que, como señalaba Spivak, pareciera que aún no pueden hablar, no porque no tengan voz, sino porque no tienen espacio en el discurso hegemónico.

En tercer lugar, y siguiendo la recomendación de Angela Davis de alimentar la esperanza con disciplina, este escenario muestra que existe un tejido antirracista que no está dispuesto a aceptar el silenciamiento, que se organiza, que responde, que genera incomodidad y que toma su espacio. Un conjunto heterogéneo de personas y colectivos que dan continuidad a una larga memoria anticolonial de resistencias sostenidas por quienes vinieron antes y por quienes actualmente confrontan a diario la violencia racista con su mera presencia en un territorio que perfecciona sus mecanismos para excluirles, expulsarles y eliminarles. Como diría María Lugones, se trata de coaliciones abiertas y orgánicas que desde la memoria aspiran a construir por un presente anticolonial.

 

Este artículo fue publicado originalmente en catalán en La Directa.
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