Un futuro posible para Europa y para salir del shock

Un futuro posible para Europa y para salir del shock

En este viejo continente, siempre es más fácil echar la culpa al otro que asumir las propias responsabilidades de los resultados electorales, siempre tenemos el recurso de la migración para salir del atolladero.

Manifestación antifascista en Madrid en mayo de 2024. / Foto: Mi voz mi decisión

12/06/2024

El estado de shock es una afección crítica que puede derivar en daño orgánico permanente o incluso la muerte. Está causada por la disminución repentina del flujo sanguíneo en todo el cuerpo y puede ser entre otras cosas el resultado de un traumatismo. Cuando hablamos de un shock emocional, nos referimos a una fase que en principio puede durar como máximo 72 horas y que es la respuesta a una vivencia muy impactante; aumenta la frecuencia cardiaca, el cuerpo segrega adrenalina y cortisol como respuesta al estrés, la respiración se acelera e incluso puede haber desorientación temporal o espacial. En cualquiera de los dos casos, el bienestar de quien lo sufre está en riesgo.

“Estoy en estado de shock” es la primera frase que me dicen algunas amigas a quienes pregunto cómo se sienten con los resultados electorales, desde Alemania a Francia y pasando por Austria. “Es verdad que los resultados se intuían, que habíamos visto las encuestas, pero una cosa es intuir y otra cosa es tener todas las cartas sobre la mesa. Yo sigo sin creerme que la mitad del mapa alemán es negra [Unión Demócrata Cristiana] y la otra azul [Alternativa para Alemania]”, me dice A. antigua compañera con la que milité varios años en la izquierda antifascista de Berlín.

Recuerdo que al llegar a Berlín, el 3 de octubre (día de la Reunificación Alemana) de 2003, las primeras cosas que me dijo quien entonces era mi pareja fue que nunca fuera sola de noche al este, que nunca fuera sola de día al este, que nunca fuera más al este de Lichtenberg, esa era la frontera de seguridad para una mujer, migrante, racializada y sola. Mis primeros años en Berlín, antes de sumarme a la antifa y aprender boxeo, estuvieron marcados por un constante miedo en el cuerpo. En ese año, según la Verfassungschutz (servicio secreto en defensa de la Constitución) se registraron 772 agresiones de extrema derecha, de las cuales 73 tuvieron lugar en la capital.

En 2023, ha habido 2.589 agresiones racistas en Alemania, en su mayoría en el este, según la Asociación de centros de asesoramiento para personas afectadas por agresiones de extrema derecha, racistas y antisemitas. Ese mismo este en el que Alianza para Alemania ha obtenido en algunas circunscripciones incluso el 36 por ciento de los votos, haciendo de esta la segunda fuerza política del país.

“La sociedad está tan desestructurada y se ha vuelto a la vez tan compleja que las únicas respuestas satisfactorias son las simples”

Ya no estamos en los años 90, que en Alemania se llaman baseballschlägerjahre (los años del bate de baseball) o los de las “cacerías” en España, pero de aquellos polvos estos lodos. No es nuevo el fenómeno de la extrema derecha, ni nos pilla tan de sorpresa. No sabría decir si es que nunca ha desaparecido del todo, y cuando digo nunca me remonto a 1945, o es que, en los últimos años, más aún después de la crisis económica y social provocada por la pandemia de Covid-19, la sociedad está tan desestructurada y se ha vuelto a la vez tan compleja que las únicas respuestas satisfactorias son las simples y los únicos partidos capaces de dar esas respuestas simples son los de ultraderecha. El 9 de junio de 2024 la ultraderecha ganó posiciones en el Parlamento europeo mientras las izquierdas miran impasibles.

Llevan años mirando impasibles, si somos honestas.

“En el este los partidos establecidos como el SPD [socialdemócratas], CDU [democratacristianos] o FDP [liberales] nunca han sido votados mayoritariamente porque desde la reunificación jamás han mirado las verdaderas necesidades de los alemanes del este. Nunca se ha hecho nada por todas esas personas que crecieron en la República Democrática de Alemania [RDA] que con la reunificación perdieron sus trabajos, o sus estudios no fueron homologados, o sus casas vendidas al oeste,” me dice E. cuyos padres crecieron en la RDA. En el este si los votos van a la izquierda han ido históricamente para Die Linke y con la ruptura del partido y la escisión de Sahra Wagenknecht, el voto se ha dividido.

Sobre la llamada Coalición de Sahra Wagenknecht tendría mucho que decir, pero no me alcanzan las páginas para hacerlo. Se le ha definido como “izquierda conservadora”, ¿puede alguien explicarme qué es esto? El partido, que lleva por nombre el de su candidata, ha marcado una distancia abismal con el feminismo transincluyente, pero también con luchas ecologistas como Fridays for Future, o antirracistas. A través de la crítica a una clase media educada y progresista, a la que llama woke, propone un programa político muy cercano al populismo de derechas, porque el foco de sus opiniones políticas no son en realidad los problemas sociales y las cuestiones de distribución, sino más bien cuestiones de estilo de vida, hábitos de consumo y actitudes morales.

En Alemania, la izquierda ha tenido también una profunda división debido a los posicionamientos con Palestina. Quienes históricamente se han ubicado cercanos a la lucha de liberación palestina están siendo atacadas por una lógica perversa que viene de unas supuestas responsabilidades morales con el pueblo judío, que en la realidad se traducen en un apoyo incondicional al Estado de Israel. Esto ha abierto una grieta de la que apenas estamos viendo las primeras consecuencias: persecución, detenciones y criminalización de la solidaridad con Palestina. Así como una guerra de baja intensidad contra las comunidades históricamente migrantes: barrios asediados por la policía, ultra vigilancia de las activistas de origen extranjero o con antepasados migrantes (migrationshintergrund), así como la amenaza de deportaciones en caso de cometer “actividades criminales”.

“Hay una fuerte necesidad de programas enfocados hacia una justicia social que ningún partido de izquierdas está proponiendo”

Hay una clara falta de legitimidad de los partidos de izquierda, en Alemania en Francia, en Austria o incluso en España, y una fuerte necesidad de programas enfocados hacia una justicia social que ninguno de ellos está proponiendo. Como he dicho antes, la sociedad es cada vez más compleja, el capitalismo es cada vez más feroz, el empobrecimiento de quienes ya de por sí estaban precarizadas y vulnerabilizadas es innegable, la juventud siente que no tiene futuro, sin embargo, se sigue defendiendo que medidas sociales tibias son grandes avances para la empobrecida clase trabajadora, porque, y me van a disculpar, la falta de autocrítica en las izquierdas blancas es aterradora. Y mientras tanto, muchas de nosotras seguimos bailándoles el agua por uno que otro derecho conquistado, que ojo, no demerito la consecución de derechos, empero a mi parecer se quedan cortos, sobre todo cuando esos derechos nunca suelen llegar, por ejemplo, a la población migrante.

Tengo la sensación de que en política institucional siempre habrá quien viva de las viejas glorias y que a su vez habitan un bucle en el que echan culpas y balones fuera para no asumir un fracaso largamente anunciado; un poco como cuando España misma se negaba a reconocer la independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y se desgarraba las vestiduras por el terrible dolor de “la pérdida de las colonias”.

“Son justamente las personas migrantes quienes construyen la riqueza de Europa con su fuerza de trabajo”

El 10 de junio nos levantamos todas con ganas de hablar y de opinar. No todas tenemos los mismos altavoces, eso está claro, pero quienes los tienen, deberían pensarse dos veces lo que dicen antes de hablar, porque, cómo no, el “tema migratorio” ha estado a la orden del día. En esta vieja Europa, siempre es más fácil echar la culpa al otro que asumir las propias responsabilidades, siempre tenemos el recurso de la migración para salir del atolladero. Que si no hay políticas de “convivencia” con las personas migrantes, que si “no hay dinero” para mantenerlas, que si “hay una crisis migratoria y no hay recursos para acogerles”. Seamos honestas, no solo hay recursos, sino que son justamente las personas migrantes quienes construyen la riqueza de Europa con su fuerza de trabajo. Europa necesita migración, pero el negocio de las fronteras se les viene abajo si esto se asume, un negocio en el que se mueven millones de euros.

Ahora bien, cómo nos explicamos que, en Alemania, por ejemplo, los estados federados en los que arrasó la extrema derecha sean precisamente aquellos en los que la población migrante es más baja. Si el problema real es el número de personas migrantes que habitan un territorio, esto no se explica. Sin embargo, lo que sí que es real es que compramos, también en la izquierda, los marcos de la derecha y la ultraderecha sobre la migración, el discurso del miedo al “extraño” y repetimos una y otra vez una letanía que lejos de poner el foco en donde debería, que es el capitalismo, lo pone en la criminalización del libre tránsito de personas. Y compramos esos marcos entre otras cosas, porque las izquierdas blancas europeas son profundamente racistas. Esto es lo que le despeja el camino a la ultraderecha y le permite llegar a las instituciones y hacerse fuerte en ellas, han sabido capitalizar el miedo blanco: sí, el del hombre blanco enfadado, pero también el de las mujeres blancas que no quieren perder los poquísimos privilegios que tienen.

“La extrema derecha cala a través del repliegue identitario. Europa quiere seguir siendo blanca y eso es lo que vota la gente. Es imposible entender los resultados de ayer sin centrar la identidad, la pertenencia y la derrota agónica de los estados-nación europeos. El refuerzo y tibio ‘queremos acoger’ no lleva a ninguna parte, hay que desmantelar sistemas de explotación. Hay que hablar sin miedo ni rodeos de convivencia cultural y social; cuestionar el concepto y la conformación de las naciones y los estados-nación. Las viejas herramientas no funcionan. Es necesario encarar las consecuencias coloniales y proyectar futuros posibles”, ha dicho en un tuit la afrofeminista y exdiputada en el Parlamento de Cataluña por la CUP Basha Changue.

Cierro esta breve reflexión personal con sus lúcidas palabras porque me parece el análisis más acertado de los resultados electorales, pero también la única propuesta política válida ahora mismo: o empezamos a construir un proyecto de futuro antifascista de base, un proyecto que cuestione el pasado colonial europeo, un proyecto capaz de reparar, un proyecto que desmantele las viejas estructuras del capitalismo racial, o seguiremos yendo cuesta abajo y sin frenos.

¡Salgamos del shock!

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