Cultura ‘swinger’: del terror sexual a la subversión feminista
Las noticias y testimonios que relacionan a agresores sexuales con ambientes liberales alimentan el estigma hacia las sexualidades no convencionales y la falsa premisa de que la violencia sexual es algo lejano que se evita no explorando espacios sexualizados. Al mismo tiempo, revisamos las dinámicas heteropatriarcales que siguen abundando en la comunidad swinger y visibilizamos buenas prácticas que ponen en el centro el deseo de todas las partes.
Fotografía de una peícula de la productora Hardwerk,/ Andrea Galad
El juicio contra Dominique Pellicot, un hombre francés que drogó y agredió sexualmente junto con decenas hombres a su esposa, Gisèle Pellicot, entre los años 2011 y 2020, ha vuelto a llevar a primera plana la cultura de la violación y los pactos de caballeros que la sostienen. Entre los ríos de tinta sobre el caso, ha emergido otra palabra en la que nos vamos a detener en este reportaje: swinger.
‘El caso Pellicot argentino: el infierno de violaciones que sufrió una mujer de Lanús a manos de su marido swinger’, publicó el medio argentino Infobae el 17 de septiembre. El subtítulo destaca que “los hombres que cometían esas violaciones pertenecían al circuito swinger del conurbano bonaerense, que la pareja frecuentaba”. La periodista Cristina Fallarás también ha publicado en su cuenta de Instagram testimonios de mujeres cuyos maridos las han presionado insistentemente para tener sexo con más personas, hasta el punto de que ellas terminaron accediendo y lo vivieron como una violación.
Las prácticas swinger, conocidas popularmente como intercambios de pareja, consisten en que una pareja (habitualmente formada por hombre y mujer cis) mantengan juntas relaciones sexuales esporádicas con otras personas, de forma consensuada, ya sea en locales liberales o estableciendo contactos por otras vías, como las aplicaciones para ligar.
En el caso Pellicot, los medios informaron del siguiente relato que arrojó el juicio: Dominique le propuso a Gisèle ir a un local swinger y ella respondió que no. En vez de respetar su voluntad, el hombre decidió organizar agresiones sexuales en grupo bajo sumisión química.
Encontramos en la red social X la siguiente reflexión de una usuaria swinger, @AlFaHotwife: “Si bien las acciones del sr. Pellicot son monstruosas, reflexionemos que hay muchas personas que no respetan el consentimiento ni la seguridad de sus parejas porque ‘cumplir sus fantasías’ es más importante que otra cosa. Quizá no sean capaces de llegar al extremo de sedar a su pareja, pero sí la llevan con engaños a lugares de encuentro, amenazan con separarse si no acepta interactuar con otros o simplemente insisten y presionan sin parar. Por desgracia, es muy común en este ambiente encontrarse con parejas en las una de las partes no está a gusto ni desea participar. La gente que no sabe respetar a su pareja mucho menos va a saber respetar a los demás. Y quizá no sean iguales al despreciable sr. Pellicot, pero van por el mismo camino. Ojo con eso”.
Preguntamos a tres profesionales especializadas en no monogamias y sexualidad no convencional las implicaciones de relacionar el universo swinger con la violencia sexual.
Estigma y terror sexual
“La comunidad swinger está especialmente estigmatizada, y esta noticia puede producir un mayor señalamiento”, arranca Cecilia Bizzotto, socióloga, estudiante de sexología y portavoz en España de Joyclub, una red social europea especializada en sexualidad liberal y positiva. “Según algunas encuestas, las personas swinger son las que menos salen del armario dentro de la comunidad no monógama, porque están muy asociadas a ideas de vicio, perversión e ITS [infecciones de transmisión sexual]”, prosigue. Bizzotto reprueba que se presente el deseo de realizar prácticas swinger como excusa para justificar la violencia sexual, teniendo en cuenta que lo swinger forma parte del espectro de las monogamias consensuadas y éticas.
“No violan los hombres fetichistas, sino aquellos a los que les excita ejercer poder y control sobre la otra persona”
En ese sentido, le parece imprescindible recordar que “las violaciones nunca se comenten por querer materializar fantasías ni debido a la insatisfacción sexual”: “No violan los hombres fetichistas, sino aquellos a los que les excita ejercer poder y control sobre la otra persona”, añade.
Sandra Bravo es periodista especializada en los temas que anuncia su libro: Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre. (Poli)amor, sexo y feminismo. Hace una intensa labor de divulgación en redes, charlas y talleres desde su plataforma Hablemos de poliamor, y también ofrece acompañamiento individual. Coincide con Bizzotto en recordar una premisa básica de la violencia sexual: “Si tu pareja te obliga a ir a clubes swinger, te viola en clubes swinger o te fuerza a tener prácticas sexuales que no has consentido, no lo hace por pertenecer a una contracultura sexual, lo hace porque no valora tu integridad personal ni tu salud sexual, ni tiene intención de cuidarte ni de pensar en tu placer o en tu voluntad”.
“Este tío no abusa de ti por ser swinger, sino porque quiere y porque puede”
Bravo coincide con la portavoz de Joyclub en que, “si identificamos hombre swinger con hombre violador, estamos reforzando ese estigma hacia las sexualidades no normativas” y sentencia: “Este tío no abusa de ti por ser swinger, sino porque quiere y porque puede”. Además, señala el impacto que esa estigmatización puede tener sobre las mujeres: “Alimentar el miedo de que si vas a un club swinger te van a violar también refuerza esta idea de que la violencia sexual es algo lejano, que puedes evitar si mides tu conducta, si no vas a determinados lugares, si no deseas ciertas cosas… cuando sabemos que lo más habitual es que un abuso provenga de tu pareja, tu expareja, un amigo o familiar cercano”.
Más aún, subraya que esa estigmatización también salpica a las mujeres: “Se ven nuevamente abocadas a justificarse: ‘Esto te pasa por estar con un tío swinger, por haber accedido a ir a un club swinger o por haber deseado activamente ciertas prácticas’”. También advierte de otro peligro potencial: “Ese terror sexual puede alimentar la idea de que, si te mola un hombre swinger, es mejor ceder para evitar consecuencias peores”.
A Bizzotto también le preocupa que estas noticias alejen a las mujeres que tengan curiosidad por disfrutar de esos espacios: “Pueden llevarse la idea de que están llenos de Pellicots, cuando no es así. Por supuesto que se dan dinámicas patriarcales y machistas, porque no hay ningún espacio en la sociedad occidental que se libre de eso, pero hay mucha más comunicación y herramientas para que no se ejerzan abusos que cuando te acuestas con alguien que has conocido en Tinder”.
“Falta una revisión de cómo se entiende el sexo en nuestra sociedad. Se sigue teniendo una imagen del deseo sexual como un impulso incontrolable, irracional”
Miguel Vagalume es sexólogo y cocreador del proyecto Golfxs con principios, que organiza actividades y facilita recursos y servicios para comunidades relacionadas con sexualidades no convencionales. Vagalume parte de que “la prensa tiende a trabajar con estereotipos” y que “esa manera de aproximarse no tiene peor terreno que lo que tenga que ver con sexo”, en un contexto en el que también cargos políticos como Isabel Díaz Ayuso están asociando conductas delictivas con sexualidades no convencionales. Pero esa asociación viene de lejos, “con todo un aparato cultural que se construye desde el siglo XIX”, cuando se señalan como patológicas las sexualidades que se alejan más del sexo reproductivo.
En todo caso, el sexólogo cree que el foco de la noticia no está en el vínculo de los agresores sexuales con una minoría erótica, sino que hay que ir a la raíz del problema: “Falta una revisión de cómo se entiende el sexo en nuestra sociedad. Se sigue teniendo una imagen del deseo sexual como un impulso incontrolable, irracional. Si hubieran drogado a una mujer para quitarle una propiedad, no habría debate posible, es un delito, punto. Aquí se hace un aparente cuestionamiento mayor que sigue reforzando las mismas ideas de cómo funciona la sexualidad humana”.
Subvertir las dinámicas machistas
Volvamos al tuit de @AlFaHotwife: ¿son habituales las presiones y abusos machistas en los ambientes swinger? Bizzotto coincide con esa radiografía: “Es interesante que se reflexione dentro y fuera de la comunidad, porque hay un punto en común en todos los casos: son hombres que, con el objetivo de hacer realidad sus fantasías, pasan por encima de otras personas. Es algo con los que en Joyclub tenemos que lidiar a diario”.
Sandra Bravo llama a no hablar de la cultura swinger como un colectivo homogéneo y monolítico
Cuenta que cuando empezó a curiosear en estos ambientes, escuchó que muchas mujeres estaban ahí arrastradas por sus parejas: “En la actualidad se oye bastante menos”. Sin embargo, preguntó en el foro de mujeres de Joyclub sobre sus experiencias con parejas y se repitieron ciertas vivencias negativas, como la de perfiles de pareja que gestionan los hombres y que, al llegar al encuentro presencial, se hace evidente que la mujer está ahí más por presión que por deseo. Desde su punto de vista, los Pellicots no son la norma en el ambiente swinger, pero sí que es un universo que atrae a hombres que creen que pueden hacer lo que les de la gana en ellos: “Muchos dueños de clubes liberales me han hablado de clientes que si esa noche no se acuestan con nadie, se quejan: ‘yo he pagado, tengo derecho a acceder a un cuerpo’”. Y concluye: “No hay que idealizar ningún tipo de espacio, ni el swinger, ni el BDSM, ni el monógamo. Pero por ser una comunidad más sexualizada, estas dinámicas se pueden producir más en la nuestra”.
Sandra Bravo llama a “no hablar de la cultura swinger como un colectivo homogéneo y monolítico, porque eso generaría estereotipos falaces”. Pero reconoce que, desde su experiencia personal, “es un universo más patriarcal y hegemónico que subversivo”, en el que se alimenta la idea de que la sexualidad masculina es “más expansiva y voraz”: Cuenta que en los clubes y fiestas que ha estado predominaban prácticas muy coitocéntricas, más felaciones que cunnilingus, escenas “calcadas del porno mainstream” como el gang bang (una mujer interactuando con un grupo de hombres), mientras que nunca se ve a un hombre dando placer a un grupo de mujeres…: “Pero todo esto no implica que hablemos automáticamente de faltas de consentimiento o de agresiones en estos espacios, aunque se puedan dar, como en muchos otros lugares”, matiza.
Otra dinámica que critica la periodista es que, en el mundo swinger, “la bisexualidad de las mujeres siempre se presupone, pero al servicio del deseo del hombre; en cambio, la bisexualidad masculina es sospechosa y la homosexualidad no está sobre la mesa”. Aunque ubica las prácticas swinger dentro de las no monogamias éticas, Bravo cree que la mayoría de parejas swinger reproducen unas lógicas monógamas en cuanto a sus dinámicas afectivas, la lectura social que proyectan y su mirada política: “Lo único con lo que rompen la monogamia es el hecho de acostarse con otras personas, desde esa estructura de pareja formada por hombre heterosexual y mujeres bisexual o bicuriosa”.
Uno de los elementos que distingue a Joyclub de otras empresas dedicadas a la comunidad swinger es que dan mucha prioridad a la educación sexual, destaca su portavoz: “Tenemos un área específica, desde la que deconstruimos algunos estereotipos que hay dentro de la comunidad y educamos mucho a los hombres en la necesidad de poner el consentimiento y el deseo de todas las partes en el centro”. Desde su punto de vista, la mayoría de locales y foros de sexualidad se centran en el fin último de hacer tríos u orgías: “Sabemos que la mayoría de nuestra comunidad también tiene ese objetivo, pero si promueves el ‘todo vale’, prevalecen ciertas prácticas”.
En todo caso, Bravo llama a subvertir la cultura swinger desde dentro: “Puede ser un espacio en el que las mujeres puedan poner su deseo en el centro, explorarse y conocerse desde otros lugares”.
@AlFaHotwife se presenta como vixen y su marido como stag, una subcultura swinger que explica un artículo en Medium: “La mujer tiene relaciones sexuales con otros con el pleno consentimiento y a menudo la participación de su pareja, el ‘stag’. Él se deleita en ver a su pareja obtener placer sexual, y la ‘vixen’ disfruta siendo el centro de atención y deseada por otros. En algunos casos, el ‘stag’ también participa activamente, ya sea uniéndose o disfrutando como voyeur”.
¿Espacios seguros?
Además de la educación sexual, Joyclub actúa contra las actitudes machistas y abusivas también desde el área de soporte técnico, que interviene ante dinámicas como las de los hombres que se registran en la comunidad y bombardean a todas las usuarias con “fotopollas” o mensajes insistentes: “Todos esos perfiles se denuncian y se eliminan, nos lo tomamos muy en serio”, asegura su portavoz. Está especialmente orgullosa de que la propia comunidad de personas usuarias, organizada en foros (incluidos los no mixtos de mujeres y personas LGTBIQA+), rechace esas actitudes: “La comunidad desplaza al clásico hombre que se presenta haciendo alarde de que es infiel a su mujer”, ilustra.
Cecilia Bizzotto señala que los protocolos en los ambientes liberales han cambiado a medida que la sociedad ha avanzado: “Uno de los protocolos más habituales era que si quieres unirte a personas que están teniendo sexo, basta con tocar su cuerpo, y si no te retiran la mano es un sí. Eso rechinaba a mucha gente, y se ha entendido que es necesario hablar y que las personas te inviten. Es decir, que solo un sí es sí”.
Desde su experiencia organizando fiestas de Golfxs con Principios, Vagalume cree que el principal problema es cómo actuar ante esa “zona inmensa de grises que no son delito pero sí son un problema”. “En un evento si alguien se pone pesado, te está fastidiando el espacio sin que llegue a cometer ningún delito”. De hecho, ha observado que es en las prácticas con cuerdas (bondage y shibari) donde se registran más actitudes abusivas difíciles de denunciar, precisamente por ser prácticas menos genitales: “El maestro aprieta intencionalmente la vulva de la chica, y si esta se queja, dirá: yo solo he tirado de la cuerda, no te he tocado”, ilustra.
Vagalume cree que las actitudes irrespetuosas que abundan en el ocio nocturno pueden verse facilitadas en eventos de sexualidad no convencional, debido a la falta de referentes por lo que las personas recién llegadas pueden no saber cuáles son los límites. O, más bien, “quienes quieren aprovecharse de alguien utilizan ese terreno para cruzar la línea”. En todo caso, coincide con Bizzotti en que, a medida que las comunidades se consolidan, sus integrantes contribuyen a que sea un espacio lo más seguro y respetuoso posible, como también está ocurriendo en otros, como los cuartos oscuros o los chill de chemsex.
En las fiestas de Golfxs con Principios llenan las paredes con una frase “Si alguien te acosa, te agobia o te molesta, avísanos y lo resolveremos inmediatamente”. En los últimos años han añadido el adverbio “discretamente”, porque detectaron que a las mujeres les costaba denunciar, por miedo a que se montase una escena que arruinase la fiesta o que las expusiera ante personas más integradas en el espacio que ellas.
En todo caso, con los años han aprendido que la clave no está tanto en los protocolos para intentar controlar conductas, sino en cultivar un ambiente en el que todo el mundo esté a gusto. “Es un error reforzar el marco conceptual de que el sexo es un terreno en el que, si no pones unas normas, no hay dios que lo controle”. La clave es mantener una comunidad pequeña, que no se publicita, a la que accede gente por invitación y con referencias, y en la que todo el mundo sabe que es igual de válido quedarse toda la noche charlando en la barra que subirse a tener sexo en ella.
El problema no son los espacios sexualizados, sino las actitudes y conductas machistas, como demuestran experiencias feministas no mixtas como las fiestas en sauna Bolleras al vapor, pero de eso hablaremos en otro artículo. En este nos vamos a quedar con el consejo que lanza Sandra Bravo a las mujeres que quieran explorar los locales y foros swinger: “Que hablen con otras mujeres del mundillo, que compartan experiencias, que pregunten qué personas tienen en cuenta el consentimiento, se preocupan por tu deseo, por tu placer y tu salud sexual. Quiero reivindicar a esas mujeres que llevan muchos años, tías superempoderadas, que no se dejan engatusar, que saben validar su placer y su deseo”.