“El sector servicios es muy violento en los lugares turísticos de lujo”

“El sector servicios es muy violento en los lugares turísticos de lujo”

La periodista Ana Geranios publica en 'Verano sin vacaciones. Las hijas de la Costa del Sol' sus diarios, en los que narra su experiencia de vivir y trabajar en un territorio volcado en el turismo que ofrece dos posibilidades a sus habitantes: sometimiento o expulsión.

Foto: Juan Carlos Toro

11/09/2024

Ana Geranios (Algeciras, 1988) es periodista. Me explica que siempre le ha gustado mucho contar cosas y que se considera una persona austera y preocupada por la desigualdad. He tenido la posibilidad de compartir con ella la sombra de mi casa, una sandía y una conversación a propósito de su libro Verano sin vacaciones. Las hijas de la Costa del Sol, editado por Piedra Papel Libros en 2023.

¿Qué te llevó a escribir el diario Verano sin vacaciones?

Yo me he criado en un pueblo, San Pedro Alcántara, dedicado al turismo al cien por cien. Todo el terreno, todos los recursos, desde los años cincuenta hasta la actualidad se están dedicando a construir casas, no por suplir una necesidad sino por especular con el territorio. Habiéndome criado en un lugar como ese, habiendo vivido muchas situaciones donde no tienes espacio de reunión, namás que puedes ir a los bares, toda tu vida está muy atravesada por el turismo. Al mismo tiempo se dice que se vive muy bien, y yo me di cuenta de que eso no es tan así. No tienes poder de elección y la mayoría de los trabajos disponibles te someten mucho, tu vida está ligada a las necesidades del turismo, te ponen unos turnos que tienen muy poco que ver con la vida, la gente trabaja a la hora de comer y de noche. Entonces, ese “qué bien vivís aquí”, que creo que es aprendido de los turistas, es una imagen que vas interiorizando de tu tierra y no refleja cómo nosotros lo estamos viviendo.

Porque ese “qué bien se vive aquí”, ¿se reproduce entre las propias personas que viven en San Pedro?

Sí. De hecho, a mí, que he estudiado en Málaga, me encantaba volver en verano a San Pedro porque era como estar de vacaciones pero trabajaba. Te daba la posibilidad de estar en casa de vacaciones pero trabajando, o sea, que incluíamos el trabajo como si no fuera estar ocho o diez horas trabajando pa’ un jefe.

“Es un poco contradictorio y macabro: tú te piensas que también estás de vacaciones pero en realidad estás trabajando para el turista diez horas al día”

Esto se ve muy bien en el diario, cuando hablas de los momentos después del trabajo o entre jornadas laborales.

Claro, es un poco contradictorio y macabro porque tú te piensas que también estás de vacaciones pero en realidad estás trabajando para el turista diez horas al día.

Esto me lleva a preguntarte de qué habla esta entrada del diario: “Algunas personas queridas han tenido que irse a las afueras y ya no puedo tocarles el porterillo para que se bajen y vayamos a dar un paseo”. Creo que dialoga bien con lo anterior porque algunas están, pero están trabajando, y otras han tenido que irse.

Claro, pues la mayoría de personas de mi generación, entre los 30 y los 40 años, para independizarse han tenido que mudarse porque, si no quieren dedicarse a la hostelería, en San Pedro no hay trabajo. Y luego está el tema de los alquileres que es, de verdad, muy prohibitivo. En pueblos como San Pedro que han vivido siempre para el turismo, se asimila que todo es más caro, entonces no hay una reivindicación de la gente que diga “esto no puede ser”, hay una aceptación del valor de los mercados del turismo que lo que hace es expulsarte. Y si ves cómo cada una busca su vida en otro sitio, tú también te vas. Es complicado construir en un sitio donde todo está lleno de restaurantes y bares que no son propiedad de la gente del pueblo, donde ni siquiera puedes establecer redes vecinales y son para una clientela que no es la local.

Esto pasa en Canarias también. Se suele decir que el turismo genera riqueza pero ni siquiera enriquece a la clase propietaria de las islas, si eso nos pareciese deseable, sino que los grandes propietarios hoteleros viven de otros países y todo el capital que genera se extrae.

Yo creo que habrá dueños de hoteles que ni siquiera sabrán que lo son. Tendrán a su cargo inversores y no sabrán siquiera donde tienen invertidos sus capitales. Esto ocurre en la Costa del Sol desde hace muchos años.

En tu diario hablas desde la Costa del Sol; a veces desde San Pedro Alcántara y a veces desde Puerto Banús. ¿Cuál es la relación entre los dos lugares?

Están a cuatro kilómetros de distancia y al principio San Pedro, aunque ahora es turístico, era la ciudad dormitorio donde se establecían los trabajadores de lugares lujosos como Puerto Banús o Marbella. Entonces, mucha gente de San Pedro trabajamos en Puerto Banús, porque hay un Corte Inglés que da muchos puestos de trabajo y también en hostelería, tiendas, todo muy lujoso. La población de San Pedro vamos a Puerto Banús a trabajar, y cuando vamos de ocio, no nos lo podemos permitir, es todo el rato relacionarnos con algo que no es para nosotros.

“Todo el mundo quería tener un yate, deseábamos que esa riqueza fuera nuestra. Ahora creo que hay un poco más de conciencia”

En tu libro comentas cómo crecer rodeada de tanto lujo ha moldeado tus aspiraciones. ¿Has podido generar otras expectativas posteriormente?

De la niñez a la adolescencia yo no me he encontrado un cuestionamiento sino que se daba por hecho que todo eso era bueno. Todo el mundo quería tener un yate, deseábamos que esa riqueza fuera nuestra. Ahora creo que hay un poco más de conciencia. También, antes, más o menos todos vivíamos bien aunque había diferencias económicas. Eso estaba ahí, era un lujo desorbitado pero tú podías vivir. Ahora no, tú no puedes vivir. Se está generando rechazo a eso porque no te puedes permitir vivir en tu pueblo porque hay otras personas que lo manipulan, lo tienen todo a su alcance y tú no puedes ni tener una casa.
Ya te digo, yo de adolescente no cuestionaba eso, de hecho me acuerdo de que veía a muchas mujeres rubias con gorra y me pasé un verano obsesionada con teñirme el pelo de rubio y llevar unas gafas de sol y una gorra, me parecía que era de persona importante. No sé por qué quería yo eso.

Como cuando de adolescente veías a las populares de las pelis estadounidenses y querías ser como ellas, pero teniéndolo al lado.

Sí, sí, tú aquí formas parte de la película pero eres la figurante, lo ves todo, ves la realidad pero no formas parte de ella.

¿Y cómo empezaste tú a cuestionar todo eso?

Cuando empecé a trabajar en ello. Poco a poco, cada año veía y he vivido situaciones que eran muy violentas. Tanto trabajar once horas sin parar de lunes a domingo, como poner dinero de mi bolsillo porque el encargado cogía dinero de la caja y me echaba a mí la culpa. El sector servicios es muy violento, sobre todo en los lugares turísticos relacionados con el lujo. Me han ido mellando las experiencias que son habituales en hostelería, como que te toquen el culo, y te vas dando cuenta de estas cosas. Si no hubiera trabajado en la hostelería, no hubiera podido contar estas cosas.

Claro, de hecho en hostelería no solo funciona la contradicción habitual entre el jefe y las asalariadas, sino que también el cliente es un antagonista.

Totalmente.

“En hostelería es más fácil que las mujeres no asciendan, mientras que los hombres se convierten más fácilmente en maitres, jefes de sala, encargados”

¿Y quién trabaja en la hostelería en la Costa del Sol?

Mira, trabaja mucha gente migrante. Vienen muchas personas a trabajar en los cuidados y en el sector servicios y es una población muy feminizada, sobre todo las que tienen que hacer los trabajos más de base. En hostelería es más fácil que las mujeres no asciendan, mientras que los hombres se convierten más fácilmente en maitres, jefes de sala, encargados… Son las mujeres las que hacen los trabajos menos remunerados y menos deseados. Los lugares turistificados, pues eso, se nutren de mano de obra extranjera a la que se explota mucho más y que ya no pueden cuidar en sus casas sino que tienen que atender a los turistas. Hago una comparativa entre el campo y la hostelería porque son las personas con menos capacidad de elección por motivos de migración y falta de recursos a las que se elige para trabajar allí.

¿A quiénes consideras compañeras de lucha?

Pues como he durado tan poco tiempo en mis trabajos, como yo no quería estar ahí, he estado mucho tiempo sin involucrarme en un sindicato ni nada por el estilo en el sector de la hostelería, lo vivía como algo temporal. Pero a partir de escribir el libro tomé más conciencia y estoy actualmente en conexión con otros territorios como Canarias, apoyando luchas con mi cuerpo cuando puedo, como en Cádiz o en Málaga, donde se están montando unas supermanifestaciones contra el turismo. En Málaga concretamente estoy muy pendiente de lo que ocurre: su alcalde ha pedido directamente a los malagueños que dejen el centro para los turistas. En algunos coles de Málaga se están impartiendo talleres sobre las bondades del turismo. No se esconden, y entonces claro, la gente está respondiendo. Las compañeras de lucha somos todas las que pensamos que esto no tiene sentido.

Precisamente quería saber cómo estás viviendo estas movilizaciones (“Canarias tiene un límite”, las manifestaciones en Lavapiés, Málaga…)

Yo creo que, independientemente de los logros a corto plazo, es superimportante que al menos expresemos, comuniquemos nuestras inquietudes en torno a esto. Han sido muchos años de naturalizarlo, y podría no haber sido así. Creo que sí es importante y me da la sensación de que no va a parar, cada vez más personas se unen y me da alegría. Y esto nos afecta a todas, todo el mundo es amenazado por el turismo. Cualquier negocio puede sufrir el incremento del alquiler, esto afecta también a las clases medias.

¿Crees que la turistificación de la Costa del Sol es ahora más intensa o ha disminuido?

Esto no para, tía. Hay hasta medios, periódicos para el público turista defendiendo que se llenen las piscinas y se rieguen los campos de golf. Yo no sé si esto parará, imagino que sí. Sueño con el día en que los hoteles se vacíen y vivamos en ellos.

En el libro de Anna Pacheco Estuve aquí y me acordé de nosotros, sobre el sector hotelero de lujo en Barcelona, la autora explica que, para su sorpresa, los trabajadores no odian al rico a no ser que estén sindicados. Quería saber tu percepción acerca de la relación entre trabajador-turista, ¿percibes ese odio de clase?

Yo creo que las personas que trabajan para el turista desean estar en el lugar del turista, así que no lo odian del todo, lo pueden envidiar pero no lo odian. Nosotras también nos queremos ir de vacaciones, ¿no? Estamos deseando descansar, parar nuestras vidas, así que se empatiza con él. Yo creo que el problema no es el turista individual sino haber gestionado así esto, haber generado este modelo.

En Barrionalismo, Luis de la Cruz Casanova dice esto mismo, él no defiende al turista pero apunta hacia los fondos, los rentistas, los grandes empresarios que son quienes generan fortunas a partir de atraer estas formas de consumo. O sea que el modelo turístico no va solo de hábitos, sino de propiedades y organización de la riqueza.

Hombre, claro, eso no debería estar permitido. Que haya gente sin casa y luego se permitan estas cosas es lo más violento que he visto en mi vida. Es inadmisible.

En el ensayo Las hijas de la Costa del Sol hablas de los movimientos de vivienda como una puerta a la construcción de alternativas para una vida digna. ¿Cuál te gustaría que fuera la situación de la vivienda y cuál es el mundo que quieres habitar?

Un lugar donde el dinero no genere desigualdad.

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