Justine Triet: este cine también es político

Justine Triet: este cine también es político

La directora francesa da vida a mujeres desbordadas, atravesadas por el caos que las rodea y juzgadas por su manera de tener sexo, criar o ejercer su profesión.

Justine Triet.

11/09/2024

El ejercicio de escribir y dirigir se basa principalmente en la habilidad de observar. Las personas que se destacan en estos ámbitos tienen la capacidad de condensar de manera armónica una serie de escenas construidas (y observadas) a partir de sus propias experiencias o de lo que atestiguan en la vida de otras personas. Es decir, toman lo que les atraviesa en carne propia o copian lo que miran en carne ajena. ¿Saben cuántas veces le han preguntado a la cineasta y escritora francesa Justine Triet si los personajes femeninos de sus películas son proyecciones de ella misma? Decenas de veces. Y siempre responde: “De algún modo, sí”. También suele decir que, al ser más reconocida ahora, le resulta difícil tanta exposición, pero es consciente de que, a medida que desarrolla sus guiones, van apareciendo, en grados cada vez más profundos, sus obsesiones personales.

Empecemos por un principio más o menos avanzado. En las 77 ediciones del Festival de Cannes, solo tres directoras han ganado la Palma de Oro. En mayo de 2023, la tercera en recibir este prestigioso (y polémico) premio, después de Jane Campion y Julia Ducournau, fue Justine Triet por su película Anatomía de una caída (2023). Cuando su nombre fue anunciado durante la gala, Triet sonrió tímidamente y subió al escenario junto a un equipo reducido que formó parte de la película. Se acomodó el pelo y, con una mano apoyada en la mesa y la otra dirigiendo el micrófono hacia su boca, comenzó un contundente discurso contra el neoliberalismo del Gobierno francés. En ese preciso instante, denunció la forma en que Emmanuel Macron ignoró las protestas contra las reformas de las pensiones, y destacó cómo el desinterés, la negación, la represión y la mercantilización de la cultura se manifiestan en todas las esferas de la sociedad, incluido el cine. “Este premio se lo dedico a todas las jóvenes cineastas, a las que hoy no pueden rodar. Tenemos que hacerles sitio, un sitio que me dieron a mí hace 15 años en un mundo un poco menos hostil donde aún era posible equivocarse y volver a empezar”, concluyó. Al día siguiente, la mayoría de los portales franceses la criticaron duramente, tildándola de desagradecida: “Triet llegó a donde llegó gracias a la financiación al cine que brinda el modelo francés”, y por supuesto, consideraron injusto su punto de vista. Un punto de vista que no pasó desapercibido ni quedó aislado, ya que por fin había recibido cierto reconocimiento laboral de manera pública y masiva después de cuatro largometrajes.

Este último trabajo estrella, Anatomía de una caída, que también recibió cinco nominaciones a los Oscar, es un drama judicial que atraviesa ciertas problemáticas cruciales. En esta película, Triet retrata la historia de Sandra (interpretada por Sandra Hüller), una escritora que es juzgada por el asesinato de su marido, cuyo cadáver apareció sorpresivamente sobre la nieve, como si alguien lo hubiera empujado desde el ático de su chalet en los Alpes franceses. Los únicos testigos de la escena son su hijo, con problemas severos de vista, y un perro. Ellos también forman parte del juicio, aunque este escenario solo cumple una función: acusar de manera sistemática y misógina a la protagonista.

Triet retrata una especie de manifiesto político a partir de la unión, el desencuentro y el conflicto

En la película, Triet se mete a fondo en lo que sería un infierno, una batalla, un combate amoroso, una institución. ¿Era Sandra una buena esposa más allá de su ambición profesional? ¿Era correcta su autonomía siendo madre? ¿Era ella una mujer promiscua al nombrarse bisexual? ¿No había acaso seducido a una periodista el día que encuentra muerto a su marido en la puerta de su hogar? Durante el juicio a Sandra, se muestran diferentes perspectivas, puntos de vista, voces y movimientos frente a estos ataques sistemáticos por parte de la Fiscalía y, sin embargo, nadie puede saber con certeza qué piensa ella, qué siente y qué ocurría en la relación con su marido y padre de su hijo. Al final, el relato que se destaca en el juicio describe cómo la vida sentimental de esta pareja está constantemente atravesada por los conflictos que la rodean.

El dato en los que muchas personas pusieron foco es que esta película Triet la coescribió con su marido, Arthur Harari, con quien también había trabajado en Sybil (2019). Si bien ambos profundizan en un vínculo de pareja infernal, Triet aclaró, en algunas entrevistas, que la pareja retratada en Anatomía de una caída no se parece en nada con su realidad, aunque sí cree que hay un reflejo de lo que ella considera una pareja como un espacio político. Eso era lo que le interesaba mostrar: un universo que muta, se transforma constantemente y a la vez funciona como una microsociedad dentro de una sociedad.

Lo que Triet muestra, como directora y escritora, es cómo nuestras vidas, ya sea en soledad o en compañía, pueden desbordarse y arrasar con todo, incluso dentro de un espacio que parece un infierno controlado

“A veces una pareja puede ser un caos, a veces peleamos juntos, a veces solos y a veces peleamos uno contra el otro”, dice la protagonista en pleno juicio. Una mujer que se muestra fría y distante de su entorno, quien es acusada por haber sido más exitosa, por haber sido independiente, por ser bisexual, y sobre todo por no saber acompañar a su marido de la manera correcta. A ella se la acusa por haber triunfado donde su pareja fracasó.

En esta película, como en las anteriores, Justine Triet retrata una especie de manifiesto político a partir de la unión, el desencuentro y el conflicto. A lo largo de su filmografía, vemos cómo explora la complejidad de las relaciones humanas enmarcadas por el poder. Este hilo conductor está atravesado por la palabra dentro de un espacio concreto. En una entrevista en el Festival de Cannes de 2023, la directora mencionó que, al igual que en El resplandor (1980) de Stanley Kubrick o Al final de la escalera (1980) de Peter Medak, donde el escenario cinematográfico es un lugar cerrado, a ella también le interesó concentrar la tensión en el hogar, comenzando así una tradición de casas encantadas. Quizás, al final, lo que Triet muestra, como directora y escritora, es cómo nuestras vidas, ya sea en soledad o en compañía, pueden desbordarse y arrasar con todo, incluso dentro de un espacio que parece un infierno controlado.

Cartel de ‘Anatomía de una caída’.

Su primer largometraje de ficción fue La batalla de Solferino (2013), una historia en la que una mujer, madre sola de dos niñas, hace lo imposible para cumplir con su trabajo como reportera en medio de las elecciones presidenciales francesas de 2012. Era un día fuera en el que Laetitia (interpretada por Laetitia Dosch) debe salir a la calle para cubrir un resultado electoral, mientras es acosada por su exmarido violento, quien insiste en ver a las dos hijas que tienen en común. Todo esto ocurre el 6 de mayo, durante la segunda vuelta de las elecciones, cuando el socialista François Hollande gana la presidencia de la República Francesa. Ese día, el evento fue alrededor de la sede del Partido Socialista, cerca de la rue Solférino.

Para esta película, Triet no reconstruyó el acto ni creó un escenario ficticio de militantes socialistas; en su lugar, ordenó el rodaje para que sucediera en ese instante, en medio de gritos, especulaciones y reacciones reales de un momento histórico que hoy forma parte de la ficción. Francia estaba dividida en dos y la reportera estaba rodeada tanto por militantes del Partido Socialista como por simpatizantes de la Unión por un Movimiento Popular. Además, se presenta una batalla emocional, ya que la protagonista hace lo imposible para que su expareja no se acerque a su hogar. La directora hace alusión a la batalla de Solferino de 1859 y juega con batallas en todos los frentes. Es decir, muestra un constante combate que, ante todo, denuncia la masculinidad que ignora cualquier entendimiento y convivencia pacífica. Hoy, la película tiene un valor documental, ya que confronta una historia íntima con un contexto que refleja lo que sucedía en el país ese año.

Años más tarde, Triet hace una doble apuesta con Los casos de Victoria (2016). En esta historia, Victoria (interpretada por Virginie Efira), quien también es madre de dos niñas pequeñas, como en La batalla de Solferino, debe reacomodar su rutina para que su vida no se salga de control.

En las películas de Triet pasa un poco de eso mismo, el contexto, el entorno y los condimentos que se van presentando en el camino de las protagonistas muestran cierto nivel de complejidad que las colapsa por completo

La protagonista es abogada y lucha por equilibrar su carrera profesional con la búsqueda de una vida amorosa y sexual plena. En medio de esta búsqueda, asume la defensa de un amigo acusado de violencia de género. Sin embargo, este no es el único juicio que complica la vida de Victoria: ella también demanda a su exmarido por difamarla en su blog, revelando detalles íntimos y profesionales. En medio del caos, convive con el niñero de sus hijas, quien resulta ser un excepcional compañero de trabajo en su hogar. Aunque los casos que Victoria representa pueden parecer controvertidos, la directora se enfoca en el vacío emocional que la protagonista experimenta en su vida. Ella intenta llenar esos huecos superando un obstáculo tras otro, reflejando una profundidad sentimental que Triet suele retratar.

Parte de este desafío se puede ver en Sybil (2019), también protagonizada por Virginie Efira, quien esta vez interpreta a una psicóloga. Sybil es una mujer que decide dejar de ejercer como psicoterapeuta para volver a escribir. Sin embargo, mientras la protagonista está frente a una hoja en blanco, aparece un caso que la absorbe por completo: una mujer desea abortar, pero no está en condiciones de tomar la decisión por sí misma. Sybil no solo decide atenderla como psicóloga, sino que también decide usar esa historia como fuente de inspiración, aunque resulta ser un completo enredo en su vida. Al final, en las películas de Triet pasa un poco de eso mismo, el contexto, el entorno y los condimentos que se van presentando en el camino de las protagonistas muestran cierto nivel de complejidad que las colapsa por completo.

Los personajes femeninos de Justine Triet suelen encontrarse inmersos en situaciones donde lo personal y lo político juegan un papel crucial en el desarrollo de sus historias. Ella da vida a mujeres desbordadas, atravesadas por el caos que las rodea y juzgadas por su manera de tener sexo, criar a sus hijos o ejercer su profesión. En cada una de ellas, de algún modo, está presente ella misma, explorando sus emociones, batallando contra una sociedad que la coloca en un lugar que no quiere y saliendo a flote.

A lo largo de sus trabajos, la violencia juega un rol protagónico que la directora logra escabullir en el entorno cotidiano. Desde conflictos personales hasta tensiones sociales, explora las dinámicas de las relaciones humanas. Al final, todo pasa, pero estas mujeres son atropelladas por un entorno que demanda más de ellas.

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