Migración: lo que de verdad importa
No deja de asombrarme que sea siempre la derecha quien marque la agenda mediática, pero nunca hablemos de lo que de verdad importa. Es como vivir bajo una constante cortina de humo en la que nuestras demandas desaparecen como por arte de magia.
Ilustración de Dedraw Studio (iStock).
El primer verano que pasé en Madrid el vació absoluto de agosto me dejó asombrada; es un mes en el que las calles están desiertas, los cines tienen en cartelera solo películas de verano -comedias francesas o alguna de superhéroes-, no hay médicas suficientes en el centro de salud, los autobuses pasan cada 40 minutos y las piscinas de verano son centro de peregrinaje de la clase trabajadora que no puede salir de vacaciones: familias latinas y madres gitanas que cargadas de bocadillos de chorizo y filetes empanados pasan el día escapando del calor.
Siempre he tenido la sensación de que con el telediario pasa un poco lo mismo, incluso los virulentos dimes y diretes entre PP y PSOE bajan de intensidad porque tanto unos como otros están tomando el sol en Cadaqués. Pero esta temporada estival ha habido un tema que ha copado titulares, telediarios y hasta las sobremesas con gintonic post paella: la migración. Tanto es así que el papa Francisco está pensando darse una vuelta por las Islas Canarias “para estar cerca del pueblo canario y de los gobernantes”.
¿En qué mundo vivimos que nos parece legítimo criminalizar a personas que apenas comienzan a vivir y que además cruzan la frontera como la forma última de luchar por la vida?
La ultraderecha soltó la primera piedra el 9 de julio pidiendo en el Congreso la expulsión de todas las personas en situación administrativa irregular y el resto de fuerzas políticas construyeron la pared entera haciendo una vez más de la migración un problema que hay que neutralizar. No es la primera vez que VOX utiliza a las personas e infancias migrantes, mal llamados menas, como arma arrojadiza contra el gobierno o en campañas electorales -deberían comenzar a pagar regalías por uso y explotación de su imagen-, como tampoco es la primera vez que yo pregunto: ¿qué tipo de sociedad es esta en la que le tenemos miedo a un chaval de 14 años? ¿En qué mundo vivimos que nos parece legítimo criminalizar a personas que apenas comienzan a vivir y que además cruzan la frontera como la forma última de luchar por la vida?
No deja de asombrarme que sea siempre la derecha quien marque la agenda mediática, ya sea Venezuela, el independentismo o la migración, resulta que solo hablamos de los temas y en los términos en que ellos quieren, pero nunca de lo que de verdad importa. Es como vivir bajo una constante cortina de humo en la que nuestras demandas desaparecen como por arte de magia; la regulación de alquileres, los recortes al sistema sanitario, la regularización, todo se esfuma cuando algún energúmeno fascista pronuncia cualquier palabra contra el Gobierno de Pedro Sánchez.
El racismo es la más grande condición de posibilidad para negar derechos no solo a medio millón de personas
Entre todo ese ruido mediático sobre la migración, sobre el reparto de menores, sobre la “crisis migratoria”, el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones hizo público en mitad del verano el borrador de la reforma del reglamento de la Ley de Extranjería, una reforma que aunque propone algunas medidas para facilitar la regularización de las personas migrantes, pareciera que viene a sustituir la demanda que por más de cuatro años articula el tejido antirracista organizado: la ILP (Iniciativa Legislativa Popular) por la regularización de medio millón de personas que ya viven y trabajan en el Reino de España. Si bien es cierto que la regularización extraordinaria no se contrapone con la reforma del reglamento de la Ley de Extranjería y que podrían ser complementarias, yo no soy tan optimista ni con la una ni con la otra. Primero, porque muchos de los “remedios” que se proponen desde el Gobierno no terminan de atacar el problema, a saber: ver la migración como un crimen, considerar que el sistema racista es algo que se puede arreglar eliminando y reemplazando algunos elementos es la típica estrategia de cambiar algo para que nada cambie. Y segundo, la ILP por la regularización lleva ya un largo tiempo sobre la mesa del PSOE pero parece que no se dan por enterados. Cuatro años de trabajo político y más de 600.000 firmas recogidas por las activistas antirracistas, siendo una de las iniciativas legislativas que ha recibido más apoyo popular de la historia democrática española, han sido obviados por el “gobierno más progresista de la historia” durante el último año. ¿Qué, además del trabajo incesante de los colectivos y organizaciones antirracistas, nos garantiza que se vaya a llevar a trámite la ILP?
En el fondo de todo esto, debajo del ruido mediático, del odio de la ultraderecha, de la criminalización de la izquierda, de la pasividad de los movimientos sociales mayoritariamente blancos, está el racismo, que es la más grande condición de posibilidad para negar derechos no solo a medio millón de personas, sino a cualquier cuerpo racializado que ponga un pie en la Europa fortaleza. Porque la criminalización de la migración no es una estrategia exclusivamente española, sino europea y los efectos devastadores que provoca en quien la sufre son los mismos tanto en el Reino de España gobernado por el PSOE, como en la Italia de Meloni; pero insisto, la base para políticas como el Pacto Europeo de Migración y Asilo, que dan carta blanca a la vulneración de derechos humanos en las fronteras, es el racismo o, mejor dicho, el capitalismo que necesita de ese racismo para sobrevivir. (Para entender el capitalismo racial recomiendo leer Marxismo negro, de Cedric Robinson, traducido por Traficantes de Sueños en 2019).
Seguir pensando que las izquierdas parlamentarias en Europa no son responsables de las necropolíticas migratorias es como afirmar que las feministas no podemos ser racistas
Mientras escribo esto Alemania despliega un operativo policial en todas sus fronteras terrestres para, en palabras de la ministra de Interior Nancy Faeser, “proteger al país de amenazas como el terrorismo extremista islamista y la delincuencia transfronteriza”. En realidad, lo que quieren es cerrar las fronteras a los y las solicitantes de asilo que ingresan en el país por esa vía y quien lo está llevando a cabo es un Gobierno de coalición semáforo, es decir, la socialdemocracia con los liberales y los verdes, no la ultraderechista Alianza por Alemania (AfD). Seguir pensando que las izquierdas parlamentarias en Europa no son responsables de las necropolíticas migratorias es como afirmar que las feministas no podemos ser racistas y que el problema es que los hombres blancos cis son malos. Hay sendos ejemplos de políticas y ministras de izquierda para quienes las políticas antirracistas no son más que “tareas pendientes” o “huesos duros de roer”; como ejemplos hay también espacios de feminismo de base en donde las agresiones racistas contra compañeras racializadas se suceden una a una sin que nadie siquiera sea capaz de verlo.
Estamos ya a mediados de septiembre y parece que en la agenda mediática lo que se lleva es la nueva idea de Ayuso de crear un centro de atención a hombres víctimas de violencia sexual, que por momentos eclipsa al nacimiento de la portavocía de Inmigración y Seguridad Nacional de Vox, o al enfrentamiento entre el Gobierno canario y el central a causa del nuevo protocolo de recepción de menores migrantes en el archipiélago, mientras los bancos de los parques de Madrid vuelven a llenarse por las tardes de la pareja cuidadora latina-persona mayor blanca, pero eso hace mucho que dejó de ser noticia.