¿Existe la paz?
“Ni guerra que nos destruya, ni paz que nos oprima”, advierte el lema de acción feminista antimilitarista con el que abrimos el nuevo monográfico de Pikara Magazine. Lejos del imaginario manido de la paloma blanca, en estos textos mostramos distintas estrategias y perspectivas, que van desde la noviolencia a la contraviolencia, pasando por la escucha vulnerable y la construcción de utopías para el buen vivir.
Ilustración de portada del monográfico 'Paz'./ LaSole
¿Qué es lo primero que se os viene a la cabeza ante la palabra “paz”? Las personas que han participado en este nuevo monográfico en papel, autoras y entrevistadas, han arrojado frases contundentes y dispares que dicen mucho de su lugar de enunciación, de sus circunstancias vitales, de sus convicciones políticas y éticas.
“La paz es blanca”, arranca Tatiana Romero, quien recuerda que la violencia es constitutiva de un sistema capitalista colonial que monopoliza su uso, a la vez que desarma y empuja a la indefensión a las personas y comunidades subalternizadas.
“Bakea ez da existitzen, feminismoa bai” (La paz no existe, el feminismo sí). Maider Galardi F. Agirre recurre a esta cita de la politóloga Jule Goikoetxea para arrancar su análisis sobre el posconflicto político armado en Euskal Herria: llama a revisar a qué sujetos se ha puesto en el centro del llamado proceso de paz y a desmontar los imaginarios androcéntricos en los relatos sobre el conflicto.
“Ni siquiera conocemos la paz en Honduras”, confirma Indyra Mendoza, de la Red Lésbica Feminista Cattrachas de Honduras, que hace un trabajo incansable para romper con la impunidad de los crímenes de odio en un país en el que el expresidente golpista Juan Orlando Hernández proclamó en un discurso de año nuevo que las personas LGTBIQA+ son enemigas de la patria.
“No habrá paz para el patriarcado”, advierte Irantzu Varela en un texto que recupera las estrategias de lucha de las sufragistas o de la Rote Zora para desmontar la idea de que la principal cualidad del feminismo es que nunca hemos utilizado la violencia, y defender la contraviolencia como legítimo ataque.
En cambio, desde Canarias, la activista feminista antimilitarista Koldobi Velasco defiende la noviolencia como la estrategia política mayoritaria de los feminismos, y la define así: “Noviolencia es nunca hacer un ejercicio de dominación, nunca hacer un ejercicio de daño, nunca hacer una propuesta que no sea con ternura, con amor, y a la vez, con contundencia, respetando la inviolabilidad de la vida”.
Habla Velasco de construir utopías, empezando desde las más cercanas y cotidianas, y de una de esas utopías nos habla Basha Changue: desmantelar el sistema policial y carcelario, lo que implica un cambio de paradigma social: pasar de proteger el mercado a garantizar la vida digna; pasar del concepto de seguridad ciudadana al de libertad comunitaria.
Por su parte, Patricia Simón reivindica el periodismo de paz, desde su experiencia cubriendo la guerra de Ucrania: “El periodismo de paz es aquel que, en lugar de limitarse al retrato de las consecuencias de la guerra, ahonda en sus causas, explica el contexto y las decisiones que favorecieron la salida violenta, que nombra a quienes la promovieron, a quienes la perpetúan para hacer negocio y a quienes dificultan las negociaciones para perpetuarse en el poder. Y también, el periodismo de paz es el que visibiliza a quienes, pese a todas las presiones, siguen trabajando por el diálogo”. Después de escuchar a los soldados heridos y a familiares de personas muertas, concluye así: “Y a la vez, el periodismo, como la vida, ha de ser intencional, ha de tener un propósito. Y no hay ninguno más apremiante, crucial ni ético que la paz”.
Nosotras también clamamos que paren las guerras, las invasiones militares, los genocidios. Hablar de paz en 2024 es hablar de Palestina ―desde la portada, obra de LaSole―, aunque no solo. Marta Plaza nos habla de discapacitar al enemigo como estrategia militar que está empleando también el Estado de Israel. Por ello, activismos discas se implican en la lucha por la liberación de Palestina, a la vez que reclaman un enfoque de justicia de la discapacidad.
Pero no hace falta viajar a Tel Aviv para desenmascarar a los cómplices y beneficiados por las guerras. J. Marcos y Mª Ángeles Fernández nos sumergen en una junta de accionistas del BBVA y nos recuerdan con datos que las principales entidades financieras del Estado español se están lucrando con las guerras, mediante sus negocios con empresas de armas que producen y venden a Israel.
¿Pero qué pasaría si los medios informasen de los genocidios silenciados, de los conflictos olvidados, y de las sostenedoras invisibles de todo lo que rodea la vida y la muerte en esos contextos? “Vestíamos a los soldados, les lavábamos, les planchábamos, y ese fue todo nuestro heroísmo”, le contó Anna Zajárovna Gorlach, soldado y lavandera, a la escritora bielorrusa Svetlana Aleksiévich. Mª Ángeles Fernández reseña La guerra no tiene rostro de mujer, en el que la Premio Nobel de Literatura aborda lo sencillo, lo terrible y lo humano que vivieron cientos de mujeres soviéticas que combatieron en la llamada Segunda Guerra Mundial, y sentencia: “Los hombres temían que las mujeres contaran otra guerra, una guerra muy distinta”.
Hablamos del valor de narrar, pero también reivindicamos la “escucha vulnerable” que propone la periodista y antropóloga Andrea García González en su libro Calla y olvida, en el que analiza el proceso sociopolítico que ha sucedido al alto el fuego de ETA. Entrevistada por Andrea Momoitio, explica su propuesta: “No es fácil en una situación de conflicto armado exponerse a la otra, ni sentir que tú también eres parte de esa otredad. La dinámica de escucha desde la vulnerabilidad propia hace que vayas perdiendo la otredad. Puedo escuchar a esta persona que se está abriendo en su vulnerabilidad a contarme algo y me estoy abriendo a que eso que escucho me remueva, me haga dudar, me haga cuestionarme. (…) En el libro hablo también mucho de la importancia del sostenimiento colectivo. Necesitamos encontrar dónde asirnos, apoyarnos en otras o en colectivo para iniciar procesos así en conjunto”.
El periodismo y la literatura nos ofrecen asideros para el sostenimiento colectivo. Por eso abrimos y cerramos este monográfico con dos poemas de Ana G. Aupi sobre el pasado y presente de Guatemala, en el que resuena el genocidio maya ixil pero también la represión de las comunidades originarias, campesinas y activistas que resisten contra los megaproyectos extractivistas. “Fue tanto el desprecio / que me cuesta creer que existo / que lo que vi es cierto / que merezco defenderme”, escribe Aupi.
¿Autodefensa o contraviolencia? ¿Paz para quién, a costa de qué? Sigamos debatiendo.
Índice
Traición I: Escuela de las Américas. ANA G. AUPI
La paz es blanca. TATIANA ROMERO
La banca o la vida. J. MARCOS Y Mª ÁNGELES FERNÁNDEZ
Narrar la guerra persiguiendo la paz. PATRICIA SIMÓN.
“Nuestro grito debe guardarse en algún lugar del mundo”. Mª ÁNGELES FERNÁNDEZ
Justicia de la discapacidad para Palestina y más allá. MARTA PLAZA
“El Estado y el patriarcado comparten las jerarquías y la construcción del enemigo”. JEN DÁVILA A
Bakea ez da existitzen. MAIDER GALARDI F. AGIRRE .
“Ni siquiera una guerra está completamente permeada por el sufrimiento”. ANDREA MOMOITIO
No habrá paz para el patriarcado. IRANTZU VARELA
De la seguridad ciudadana a la libertad comunitaria. BASHA CHANGUE
“Los militares han instalado el pensamiento de que las personas LGTBI somos enemigas de la patria, que cualquiera puede asesinarnos”. JUNE FERNÁNDEZ
Traición II: intento de testimonio. aNA G. AUPI