Google Maps, fantasmas y viajes en el tiempo

Google Maps, fantasmas y viajes en el tiempo

Street View está copado de imágenes de personas que ya no están, al menos, en este mundo. Esto modificará nuestra relación con la imagen del fantasma, que ha ido cambiando con los tiempos y sus tecnologías de representación. Pero también sirve para constatar la realidad distópica a la que nos encamina la era capitalista: un mundo subyugado a las grandes tecnológicas.

El cineasta Jean-Luc Godard ha quedado inmortalizado en Google Maps

30/10/2024

Paseo con frecuencia por Google Maps. Es una costumbre que tomé hace ya un tiempo y que me acompaña, por ejemplo, en los libros. Ocurre cuando encuentro una dirección si estoy leyendo una biografía a ver cómo es esa calle de Roma, ese apartamento de Nueva York porque hay información, explícita o no, rebosando en los lugares donde viven las personas. Por supuesto en mi propia escritura, influida por el road trip propio del Street View, esa herramienta de Google que permite recorrer poco a poco las calles por las que antes haya pasado el coche. Estas vías virtuales funcionan también como dosis doméstica de arqueología emocional, porque en algunos lugares permite saber cómo están los sitios antes y después de haberlos habitado.

Google Maps no sólo ha generado una copia en distintas capas temporales de nuestro mundo, sino que permite el volcado de imágenes personales: selfis de viaje, cartas de restaurante y hasta fotografías domésticas subidas por error

Todas las ciudades viven en un tiempo detenido, en un clima indeterminado. Algunas rutas te permiten vivir un atardecer acelerado mientras te mueves. En otros momentos, es reconocible la altura del sol por cómo recorta la sombra del coche de Google sobre el asfalto, y esto de repente nos recuerda la materialidad de este viaje. Porque este espacio interactivo de Google que representa nuestro mundo es obviamente una reconstrucción fotográfica del mundo real, en un cúmulo de fotografías donde la autoría está diluida en la extraña estética que simula la mímesis sobre el mundo, como podría ser el ojo del Gran Hermano o las múltiples cámaras de seguridad escondidas en el espacio público.

Esta arquitectura tras la pantalla se multiplica en algunos puntos gracias a la línea del tiempo, herramienta que permite desplazarte a lo largo de los años para ver cómo se ha ido transformando. El mundo entonces puede dar un vistazo rápido a los mundos anteriores a él. Potencialmente se abren múltiples posibilidades de desarrollo para la contención del mundo en esta aplicación con el desarrollo de la tecnología. La sola idea de escapar de la imagen resulta más impensable que el fin del capitalismo. En ciudades copadas de videovigilancia, donde además la gente participa activamente en la toma de registros, esta idea anterior se ratifica. Google Maps no sólo ha generado una copia en distintas capas temporales de nuestro mundo, sino que permite el volcado de imágenes personales. Así, junto a las lánguidas figuras de paseantes en sus calles, este mundo alberga selfis de viaje, cartas de restaurante y hasta fotografías domésticas subidas por error. Este contenido personal podrían ser los puentes comunicativos entre ambos mundos.

En Street View está hasta Jean Luc Godard paseando por su barrio. Él, que tanto teorizó sobre la imagen, ha terminado retenido en ella en forma de fantasma.

A diferencia de África, donde la mayor parte del territorio no está registrado, en Europa están prácticamente disponibles todos los focos de población. Hay, por supuesto, algunos por donde el coche de Google solo ha pasado una vez. Uno de ellos es mi pueblo. Puedo comprobar que en estos trece años apenas ha cambiado; aun así, el otro día entré a pasear por el Street View y encontré lo que no me había planteado ni que existiera: una persona de mi familia que ya no está. No aquí, en nuestro mundo. Me quedé atónito ante su figura, porque no esperaba que ella fuera a estar ahí, en ese otro mundo tan al alcance de mi mano. A pesar de todas las imágenes que podemos guardar de nuestros muertos, de nuevo la idea de una imagen sin mano de autor le da un extraño carácter de realidad a su figura fantasmal. Puedo reconstruir esa imagen con muy poca información. Por la luz, debe de ser una mañana. Si te deslizas ligeramente por el Street View, ella desaparece; por lo cual, se asomó brevemente a la puerta de casa. Puedo imaginar su mirada tras esa cara pixelada tan anodina. Fue un cruce rápido entre ella y la cámara. Que ella siga existiendo ahí es algo accidental y, por tanto, mágico.

Mi experiencia no es única. X está plagado de antiguos hilos de Twitter donde la gente deposita capturas de pantalla de sus madres, abuelos y perros muertos. Los primeros registros de Street View que desarrolló Google son del 2008, una distancia suficiente como para poder explotar la nostalgia también en esta plataforma. Casi pareciera que podamos abordar los lugares que conocemos como escenarios de películas: no hay coches actuales, la publicidad está desfasada y hay nuevos edificios donde antes había otros. En Street View está hasta el cineasta Jean-Luc Godard paseando por su barrio (murió en 2022). Él, que tanto teorizó sobre la imagen, ha terminado retenido en ella en forma de fantasma.

Fotograma de la película 'La carreta fantasma', película sueca de terror de 1921

Fotograma de la película ‘La carreta fantasma’, película sueca de terror de 1921

El mundo de los fantasmas siempre ha formado parte de la narrativa humana, pero durante el siglo XIX, con la invención de la fotografía primero y el cine después, parecía haber alcanzado su edad dorada. Más allá de la corporeización escénica que el teatro podía darle a los muertos, la posibilidad de mantenerlos en el tiempo más allá de la propia vida era toda una revolución para vincular el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. Tremendamente frívola para la mentalidad contemporánea, ahí nace la moda victoriana de las fotografías postmortem. La fotografía trajo para la imagen una supuesta fidelidad depositada en la tecnología y no en la mano del artista, lo que convertía en una prolongación directa de sí misma a la persona (re)presentada en el papel. La imagen contiene presencia, algo notorio en las sociedades cristianas donde las fotografías conviven con las estampitas de santos y vírgenes.

Los fantasmas que durante un siglo han habitado las fotografías ahora residen en un espacio arquitectónico y virtual; deben representarse bajo la máscara del píxel

Sin embargo, muy probablemente por una cuestión de azar, la experimentación con la técnica fotográfica y en concreto la doble exposición presentó la oportunidad de plasmar en una misma imagen a los cuerpos vivos no con otros cuerpos, sino con espíritus. El matrimonio Mumler, formado por el fotógrafo William H. y la médium Hannah, crearon en la década de 1860 un espacio liminal entre ambos mundos a través de la técnica fotográfica, lo que rentabilizaron en un negocio hasta que fueron acusados de fraude y desprestigiados socialmente. Lo cierto es que las muertes de la Guerra de Secesión estadounidense y la I Guerra Mundial incentivaron un enorme interés por el espiritismo.

Un siglo después, los fantasmas que durante tanto tiempo han habitado las fotografías ahora residen en un espacio arquitectónico y virtual que nos permite alcanzarles desde diferentes ángulos. No son fantasmas transparentes ni hacen sonar sus cadenas al moverse. Los fantasmas del siglo XXI deben representarse bajo la máscara del píxel.

Desde entonces entro con frecuencia al momento fortuito. Es una incorporación emocionante en mi vida, una extrañeza sobre la que pienso a menudo, pero también un desasosiego nuevo porque esa imagen más allá de la captura de pantalla, lo cual rompe por completo la relación interactiva y vivificante con ella no me pertenece a mí sino a Google. A diferencia de aquellos documentos que interfieren con nuestros legados, ya sean familiares o comunitarios podemos pensar en archivos históricos y locales que nos representen, que pertenecen a las administraciones públicas, la imagen de esta persona pertenece ahora a una empresa privada. Eso afecta al acceso que yo puedo tener con su imagen. En cualquier momento, Google podrá limpiar de fantasmas nuestras calles virtuales. Bien porque eliminen la herramienta de la línea del tiempo, bien porque la tecnología se sofistique tal que borre a todas las personas que accidentalmente aparecen en la calle. Sirva esto para constatar la realidad distópica a la que nos encamina la era capitalista: un mundo, ahora también el de nuestros fantasmas, subyugado a las grandes tecnológicas. Quiere decir esto que en algún momento, también aquí en el otro mundo, dejaré de verla.

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