Las mujeres asesinas no nos caen tan mal

Las mujeres asesinas no nos caen tan mal

‘El lugar de la otra’ es una película hermosa y casi dulce, que cuenta la historia de la escritora chilena María Carolina Geel, que asesinó a su amante y creó desde la cárcel una de sus mejores obras.

Fotograma de 'El lugar de la otra'.

30/10/2024

La directora chilena Maite Alberdi, documentalista excepcional, nominada al Oscar al mejor documental en 2024 por La memoria infinita, se anima a cambiar de género y crea una película de ficción, pero basada en una historia real. La de la escritora que mató a su amante en el hotel Crillón delante de la alta sociedad chilena que tomaba el té y consiguió que Gabriela Mistral pidiera -y consiguiera- su indulto.

La carrera de Maite Alberdi es impresionante. Su documental Los Niños sobre un grupo de personas con síndrome de Down recorrió festivales internacionales y recogió premios en 2016, con una propuesta documental tierna, crítica y nada condescendiente. En 2020 con El agente topo llega a las secciones oficiales de Sundance y Zinemaldia, llevando una visión exquisita, tierna y esperanzadora sin bobadas de la vejez. Se consagró como una directora reconocida internacionalmente con La memoria infinita, un relato sobre el alzhéimer y el amor y los cuidados que te parte el corazón y te lo llena de ternura. Además de la nominación al Oscar, ganó el Goya a mejor película latinoamericana y el Gran Premio del Jurado de Sundance.

¿Y por qué empezar con el currículum y el palmarés de una directora para comentar su última película? Pues para que no caigamos en la tentación de pensar que estamos ante una película menor.

Lo primero que se puede decir sobre El lugar de la otra es que es una película preciosa. Estéticamente es una hermosura. La historia está contada con una ternura que resulta complicada tratándose de un asesinato y el consiguiente juicio. Y la asesina (la ves matarlo, así que no hay presunciones) te acaba cayendo estupendamente.

Igual me meto en un berenjenal (qué raro) pero sí existen películas de mujeres. Me refiero a aquellas en las que la mirada, la perspectiva, el relato y los detalles se libran de la mirada, la perspectiva, el relato y el horror vacui patriarcales. A ver si os convenzo.

En realidad, esta película es la historia de la relación de dos mujeres que no se conocen casi hasta el final, muy fugazmente, pero que tienen en común mucho más de lo que saben, sobre todo una de ellas. Mercedes, interpretada por Elisa Zulueta, es la secretaria de un juez en Santiago de Chile, al que le corresponde investigar y juzgar el caso del asesinato de Roberto Pumarino, al que una mujer parece haber disparado delante de todas las personas que tomaban el té en el hotel Crillón, donde se junta la alta sociedad de la capital chilena. La asesina resulta ser María Carolina Geel, interpretada por Francisca Lewin, una exitosa escritora con la que el muerto tenía una relación afectiva. Mercedes, primero por su trabajo, pero después por una curiosidad de raíces profundas, empieza a interesarse por la vida de María Carolina, por la que desarrolla una fascinación creciente, que le cambia la vida, sobre todo porque le deja claro qué tiene que cambiar en ella.

La actuación de ambas mujeres es brillante, pues comparten en la mirada y en la contención una insatisfacción vital que las une, por mucho que puede que a cada una le sobre exactamente lo que la otra echa de menos. Mercedes vive en una casa pequeña de la que solo ella se hace cargo, con un hombre aparentemente honrado pero un zote, con dos hijos que pasan de ella y unas condiciones materiales en las que no hay sitio (literal ni simbólico) para la inquietud, la curiosidad o la sensibilidad. María Carolina es una escritora exitosa, que vive en un apartamento precioso, lleno de plantas, vestidos gustosos y estímulos para el disfrute, pero no consigue ser la mujer que los hombres a los que quiere están dispuestos a querer. Y se va tejiendo una red entre ellas que las cambia a las dos.

Hay el hastío de la vida de una mujer inquieta en una sociedad que la quiere moviéndose solo para cuidar y obedecer

El asesinato es solo un contexto, una excusa para hacer un perfil de María Carolina Geel desde la mirada juzgadora de la sociedad misógina, moralista e hipócrita del Chile de los años 50. El perfil de Geel es el negativo de la foto de Mercedes, que entiende todo lo que no le gusta de su vida, deseando todo lo que no les gusta a los demás de la vida de María Carolina. El espacio vital, la luz entrando por las ventanas, el silencio, la música, la ropa, las joyas, el pintalabios rojo, el perfume, el pintauñas… Mercedes disfruta de los pequeños placeres de la vida de María Carolina que marcan el abismo entre las vidas de ambas. Y Mercedes, como Thelma cuando mira a Louise justo antes de acelerar dirección al cañón del Colorado, ya no puede volver. Hasta la crítica a la receta patriarcal que Mercedes ha seguido a rajatabla se hace con cierta dulzura. No hay marido maltratador ni hijos ingratos, no hay familia cruel, alcohol o gritos. Hay el hastío de la vida de una mujer inquieta en una sociedad que la quiere moviéndose solo para cuidar y obedecer, que recuerda a la Laura Brown interpretada por Julianne Moore en Las horas.

Es una historia honesta y sin adornos, donde las protagonistas cometen errores evidentes y sus antagonistas lo son mucho más allá del cliché. No son algunos hombres malos, es el sistema. Poco a poco, te va entrando el calorcito feminista de esta película que, entre pasteles y guantes y abrigos y sombreros, te cuenta lo difícil que es ser una mujer en cualquier contexto, por ejemplo en el Santiago de Chile de los años 50. Un poco La mística de la feminidad, un poco Manifiesto SCUM, la asesina no es una monstrua, y a la humilde y honrada (al menos hasta que sus vidas se cruzan) secretaría le gustaría ser como ella. No hay moraleja, pero hay un regustito Rote Zora de fresa en esta película, como lo hay en la historia que cuenta. Resulta que a María Carolina Geel la indultaron, porque Gabriela Mistral escribió una carta. Sororidad y asesinas sueltas, mi género favorito.

Que sea una película de mujeres implica que cuenta una historia desde una perspectiva no hegemónica

La estética contribuye de una forma activa a la película, pues el contraste entre el mundo en el que vive Mercedes y el que vive María Carolina es el contraste entre clases, que es el que permite difuminar un poco el contraste entre géneros. La Dirección de Arte, de Pamela Chamorro y su equipo, crea una atmósfera más que creíble de una época de la que tenemos sobradas referencias estéticas. Igualmente, tiene agencia propia el vestuario, de Muriel Parra, que también brilló en una película que no tiene nada que ver en la época, pero sí en la importancia de la ropa como expresión de la identidad como Una Mujer Fantástica.

A mí me hizo mucha ilusión ver a Natalia Valdebenito haciendo de Matilde Guevara, en un papel pequeño pero divertido, porque esa mujer hace un trabajo impresionante en hacer chistes y feminismo desde el mainstream chileno, donde es una estrella que llena teatros haciendo humor feminista, y eso es una hazaña.

En resumen, El lugar de la otra es un película bonita, bien hecha, que cuenta una historia real de una forma original, con una mirada feminista y una puesta en escena verdaderamente estética. Ha ido directamente a una plataforma de streaming, así que no disfrutarás del placer de verla en pantalla extragrande, como pude hacer yo en su estreno en la sección oficial del Zinemaldia, pero lo de verla en casa también tiene su gracia.

Que sea una película de mujeres implica que cuenta una historia desde una perspectiva no hegemónica, con una mirada que supera al canon y con un lenguaje fílmico que requiere una sensibilidad relativamente nutrida. Vamos, lo que nos gusta.

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