¿Quién teme a Emily Armstrong?

¿Quién teme a Emily Armstrong?

La elección de una mujer disidente sexual como nueva vocalista de Linkin Park ha activado una maquinaria misógina de fans que cuestionan sus méritos e instrumentalizan el apoyo que la cantante dio en el pasado a un hombre juzgado por violencia sexual

Emily Amstrong en un concierto de Linkin Park en Londres, el pasado septiembre./ Luca Dell'Orto para Wikimedia Commons

23/10/2024
Aviso de contenido: suicidio, sectas, abusos.

A principios de la década de 2000, Linkin Park se convirtió en sinónimo del ascenso explosivo del nu metal, un género que mezclaba el metal con hip-hop, dejando espacio para incluir otras influencias alternativas. Con su álbum debut, Hybrid Theory, la banda rápidamente consolidó su papel como pionera de este movimiento, aportando un sonido accesible pero igualmente intenso que resonó en millones de personas. Temas como “One Step Closer” y “Crawling” mostraron su capacidad para combinar riffs de guitarra agresivos, rap y elementos de la electrónica, lo que los diferenció de otras bandas dentro de la misma escena.

Linkin Park no solo participó en el ascenso del nu metal, en gran parte lo definió. Como una de las bandas más exitosas y duraderas de esa era, ayudaron al género a entrar en lo mainstream y se convertirían en una referencia con más de 24 millones de discos vendidos de su primer LP.

El que fue vocalista y figura principal de Linkin Park, Chester Bennington, falleció el 20 de julio de 2017 con tan solo 41 años. Su muerte fue declarada como suicidio tras encontrarle en su casa de Palos Verdes, California.

Armstrong es conocida por ser la vocalista de la banda de rock Dead Sara, grupo que ganó notoriedad gracias a la voz de Emily, considerada a la altura de grandes artistas como Janis Joplin o Joan Jett

Chester había hablado abiertamente en el pasado sobre sus luchas con la depresión, el acoso, la ansiedad y el abuso de sustancias, temas que también reflejaba en sus letras. En las entrevistas llegó a contar su propia experiencia como víctima del abuso infantil y el terrible impacto que esto había tenido en su vida, destruyendo absolutamente su autoestima y la confianza en sí mismo. La poesía, el dibujo y, sobre todo, la música fueron la vía de escape para Bennington hasta llegar a Linkin Park. En 2006 comenzó su primer proceso de rehabilitación y en 2011 afirmó que se encontraba estable y recuperado, aunque bajo un tratamiento con Clonazepam para aplacar la ansiedad.

Su fallecimiento conmocionó a los fans de la banda pero también dejó huella dentro de la industria y la historia de la música contemporánea. Fue un momento especialmente doloroso, dado que ocurrió en el mismo día del cumpleaños de su amigo Chris Cornell, vocalista de Soundgarden y Audioslave, quien también se había quitado la vida unos meses antes, en mayo de 2017.

Después de su muerte, Linkin Park organizó un concierto tributo llamado “Linkin Park and Friends: Celebrate Life in Honor of Chester Bennington”, en octubre de 2017, en el que reunieron a amigos, colegas y fanáticos para rendirle homenaje y recaudar fondos para organizaciones de salud mental. Fue en ese momento cuando la banda entró en un hiatus permanente que ha llegado a su fin hace apenas un mes.

 Armstrong no fue la única novedad; se sumaba Colin Brittain en la batería y Alex Feder como guitarrista en la gira, en ausencia de Brad Delson. Pero el foco de la noticia se colocó sobre ella.

En septiembre de este año, el fundador de Linkin Park, Mike Shinoda, lanzaba la noticia de que la banda estaría de vuelta a los escenarios para presentar nueva música. Emily Armstrong fue la elegida para ocupar el rol que, sin Chester, había paralizado al grupo. La incorporación de Armstrong no fue la única novedad; se sumaba Colin Brittain en la batería y Alex Feder como guitarrista en la gira, en ausencia de Brad Delson.

No obstante, el foco de la noticia se colocaría sobre la nueva cantante. Armstrong es conocida principalmente por ser la vocalista de la banda de rock Dead Sara. El grupo, formado en Los Ángeles en 2002, ganó notoriedad gracias a la voz de Emily, considerada a la altura de grandes artistas como Janis Joplin o Joan Jett. Este fue uno de los muchos motivos que se habrían considerado a la hora de decidir que ella era la indicada, con todo lo que traía aparejado, para asumir esa posición en la banda.

Emily no era ajena a las implicaciones de ser la nueva vocalista de Linkin Park. En declaraciones a Zane Lowe en Apple Music 1, dijo que al principio tuvo reservas a la hora de aceptar: “Me saqué a mí misma de la ecuación y me puse a pensar en qué podría ser una buena opción. Me aferré a esa pregunta por un tiempo mientras iba cantando y todo eso”. Después, ella misma explicó cómo se dio cuenta de que su voz realmente encajaba con la propuesta de la banda y decidió decir que sí.

Una extensa parte de la fan base recibió toda esa entrevista con enfado, a pesar de que la nueva cantante había expresado lo mucho que significaba, siendo ella fan de LP, tener la oportunidad de hacer que Chester se sintiera orgulloso.

Mike Shinoda no tardó en salir a dar la cara por la nueva miembro de la banda ante las comparaciones con Chester, para afirmar que ella había entrado por méritos propios, por su voz, y que, precisamente, eso la hacía la pieza perfecta para encajar en Linkin Park: Emily Armstrong no estaba allí para reemplazar a Chester sino para ser ella misma y sumar su propia influencia al grupo.

No solo una parte de los fans se mostraron disconformes con Armstrong; la madre y el hijo de Chester también. Si bien la familia habla desde un lugar personal, con todo el derecho para expresar desacuerdo con la gestión del anuncio y la persona que va a ocupar un lugar tan marcado por el legado de Chester Bennington, lo cierto es que el público general y, sobre todo, los fans han puesto en marcha una maquinaria contra Emily Armstrong alimentada por el machismo y embrutecida por su violencia natural.

Emily Armstrong creció en el ámbito de la Iglesia de la Cienciología, de la que sus padres eran fieles seguidores. La artista nunca ha comentado públicamente su relación con todo ello, pero varias de las letras de Dead Sara sugieren críticas y rechazo a sus enseñanza. Armstrong se identifica como una persona queer, algo que el fundador de la Cienciología, L. Ron Hubbard, describió como “una perversión”. De cara a la galería, su doctrina dice que “no dicta preferencias sexuales” y niega las acusaciones de homofobia, pero Emily no dudó en expresar en sus letras una crítica a las actitudes religiosas sobre la sexualidad en la canción de 2018 “Heaven’s Got A Back Door”: “I heard the voices of the preacher / Telling me all the reasons why I’d die alone… I’m through feeling sorry / For the things that I can’t choose.” [Escuché las voces del predicador / Diciéndome todas las razones por las que moriría sola… Ya no me siento mal / Por las cosas que no puedo elegir]

Son varias las voces que sostienen que este tema fue la manera de la cantante de dejar patente que abandonaba la iglesia; sin embargo, salir de una secta no es tan sencillo. En el caso de la Cienciología, hay todo un proceso denominado disconnection que describe lo que le ocurre a la persona que decide romper lazos con la organización. Es un acto de repulsa, un rito de humillación hacia quien ya no comparte sus valores, por más que lo defiendan como un derecho humano en sus canales de comunicación.

Muchas figuras públicas han hablado del proceso de acoso que sufren quienes abandonan la secta. La actriz Leah Remini, una de las voces más críticas y duras que milita contra esta organización, llegó incluso a denunciarla. En internet existen psicólogas especializadas que ofrecen su ayuda para salir de la organización, con consejos y estrategias. Solo hay que teclear.

Las hordas de fans de Linkin Park basan sus críticas hacia la cantante en que en su momento apoyó a un agresor sexual. ¿Dónde están estos hombres furiosos cuando hablan tantas mujeres sobre episodios de abuso y agresiones por parte de músicos, productores o managers?

La relación de Emily Armstrong con la Cienciología ha servido para conectarla con el caso de Danny Masterson, actor condenado a 30 años de prisión por agredir sexualmente a dos de tres mujeres que le denunciaron. Cedric Bixler-Zavalade, de The Mars Volta, recordó en una publicación de 2023 que Armstrong asistió a una audiencia preliminar del juicio de Masterson a raíz de su pertenencia a la iglesia. Cabe destacar que la esposa de Bixler-Zavala, Chrissie Carnell Bixler, también acusó al actor de violación, aunque el jurado no llegó a un veredicto unánime en su caso.

Este cruce de acusaciones en internet (todo ocurre a través de Instagram) hace que Emily Armstrong aparezca representada como la villana, mala mujer, mala feminista y mala queer, que entra a suplantar al increíble Chester. A la hora de valorar la postura de Emily Amstrong respecto al caso de Danny Masterson, se ha ignorado cualquier tipo de análisis sobre el trauma, las presiones o el abuso al que ella hubiese podido estar sometida habiendo crecido en el entorno de una secta con tanto poder. Esto no busca justificar ni restar importancia a la situación, sino agregar los matices necesarios para desarrollar una argumentación sólida. Precisamente por ser mujer y una persona LGTBIQA+, no sería descabellado pensar en el impacto que ciertas dinámicas pudieran haber tenido sobre ella, favoreciendo que pautas consideradas abusivas fueran asumidas como algo establecido.

Emily Armstrong, finalmente, se vio obligada a dar explicaciones y aclarar cómo había sido todo aquello: “Hace varios años, me pidieron que apoyara a alguien a quien consideraba un amigo en una comparecencia ante el tribunal y fui a una de las primeras audiencias como observadora. Poco después me di cuenta de que no debería haberlo hecho. Siempre trato de ver lo bueno en las personas y lo juzgué mal. Nunca he hablado con él desde entonces”. Finalizó con las siguientes palabras: “No apruebo el abuso ni la violencia contra las mujeres y me solidarizo con las víctimas de estos crímenes”.

Emily Amstrong en un concierto de Dead Sara./ Elekes Andor para Wikimedia Commons

Emily Amstrong en un concierto de Dead Sara./ Elekes Andor para Wikimedia Commons

Tener un amigo hombre agresor no es algo que le pase a pocas personas, es más, a menudo no somos conscientes de todos los abusos que han cometido los hombres a nuestro alrededor. Lejos de defender las decisiones de Emily Armstrong, quizás tiene sentido reflexionar sobre si realmente estamos tan alejades de encontrarnos en una situación similar. Es curioso plantearse por qué los hombres poderosos, reconocidos, dentro de la música solo hablan para señalar a otros hombres cuando: a) afecta a una mujer que entienden de su pertenencia, esposas, hijas, hermanas, madres… b) impacta directa o de manera colateral sobre el prestigio y la credibilidad de una mujer que gana notoriedad o tiene repercusión en lo profesional / público.

Aquí quien habló fue Bixler, pero podría haber sido otro operando desde el mismo lugar, con los mismos privilegios. Esa crítica en redes, ¿sirvió para algo más que intentar echar por tierra la reputación de Armstrong o alimentó, más bien, el hate hacia ella por parte de fans nostálgicos indignados al ver a una mujer ocupando la posición Chester Bennington?

Las hordas de fans de Linkin Park basan sus críticas hacia la cantante en que en su momento apoyó a un agresor sexual. No deja de ser chocante, ¿dónde están estos hombres furiosos y convencidos del feminismo cuando hablan tantas mujeres sobre episodios de abuso y agresiones por parte de músicos, productores, managers, etcétera? Puede que en el caso de Emily no estén tan convencidos de que la violencia está mal, y simplemente utilicen ese argumento para sostener su rechazo inicial a que una mujer tome un espacio que socialmente, sobre todo en el mainstream, han copado los hombres.

No se puede perder de vista la realidad que impregna el consumo de ciertos géneros musicales a gran nivel. Aunque el machismo es algo transversal a todas las escenas y estilos, la realidad es que los espacios y la representación de las mujeres y las disidencias dentro de la escena rock, hxc, metal o punk no ha sido casi nunca mainstream. Algo que no debería ser anómalo, dado que todos estos estilos se nutren ampliamente de la cultura, sonidos y espacios generados por esos colectivos.

En el caso del nu metal, se marcó un amplio listado de bandas, todas compuestas por hombres: Korn, Limp Bizkit, System of a Down, P.O.D, Papa Roach… Pocas recordarán bandas con mujeres al frente dentro de este género, como Kittie, Otep, Human Waste Project, Infected Rain, que, por supuesto, no consiguieron ni de lejos la misma atención, visibilidad o ventas.

El público critica que las canciones antiguas de la banda han cambiado de tono para que encajen con su voz; vemos cómo cantar más agudo se asimila a “lo femenino” y es así menospreciado y denostado.

En foros y redes sociales hay un largo listado de comparaciones y menosprecio hacia la capacidad vocal de Armstrong. Empezando por aquellos que critican su elección y situándola por debajo de otros hombres que hubieran considerado más aptos, como Deryck Whibley (SUM 41), Bobby Amaru (Saliva), Noah Sebastian (Bad Omens), Ivo Rosario, Alex McMillan… Bonnie Fraser, cantante de Stand Atlantic, fue prácticamente la única artista que apareció en ese casting ideal de los fans.

El público critica que las canciones antiguas de la banda, interpretadas ahora por Emily, han cambiado el tono y se han ajustado a otras más agudas para que encajen con su voz, sosteniendo que los temas han perdido peso, los graves, y que, en definitiva, ha sacado “la oscuridad del metal”. Todo porque en canciones como “In The End” se ha pasado de un Mi bemol a un Fa, por poner un ejemplo, ignorando que Chester Bennington también interpretaba muchos agudos con una potencia increíble. Es más, Emily es capaz de sostener momentos tan icónicos como el grito de 17 segundos en “Given Up” sin problema. No obstante, una vez más, vemos cómo el hecho de cantar en tonos más agudos se asimila a “lo femenino” y es así menospreciado y denostado. Bastante más sencillo hubiera sido centrarse en los hechos: a cantante nueva, arreglos nuevos. Es normal que canciones que originalmente se compusieron pensando en la voz de una persona concreta cambien cuando son interpretadas por otra.

Pero no, obviamente la misoginia siempre termina apareciendo en escena. ¿Acaso querían a un cantante que imitase a Chester? Hubiera sonado como una banda tributo y no como un grupo de música real. En los nuevos temas de Linkin Park se aprecia cómo la voz de Emily encaja perfectamente. “The Emptiness Machine”, por ejemplo, resuena con su timbre y tonalidad transmitiendo fuerza y poder. Dato curioso, en este mismo tema sostiene un grito por 16 segundos que se ha considerado como un guiño y muestra de respeto al ya mencionado grito de 17 de “Given Up”.

Los fans y el público masculino insisten en comparar a Armstrong con Hayley Williams de Paramore como si fuese un insulto hacia Linkin Park y Emily, ignorando que Williams está considerada como una de las voces más virtuosas de su generación. Obviamente, la tentativa de ridiculizar parte de que el registro de la cantante de Paramore es más pop, sin reparar en que, por ejemplo, su rango es de cuatro octavas (de B2 a C7, para ser exactas), perfil que muy pocos intérpretes del rock, punk, pop-punk pueden alcanzar.

Se ha sometido a una mujer a un escrutinio absoluto sobre su vida, sus circunstancias y decisiones, sobre su carrera y sus logros, de una forma machista disfrazada de ética y expertise en musicología.

Es interesante observar además como la inclusión de Emily ha supuesto que un nuevo segmento de fans se vea atraído hacia una banda que ya resulta antigua para según qué rango de oyentes, pero que además conecta con un público sáfico que la sigue desde Dead Sara.

Para ser justas, reunir a una banda tras un período de inactividad tan largo es difícil. Los mismos Linkin Park dudaron si volver con el mismo nombre o si emplear uno nuevo. Si a esto le sumamos la pérdida trágica de un vocalista icónico, todo se vuelve aún más complicado. Alice in Chains modificó drásticamente su sonido tras la muerte de Layne Staley, por ejemplo. Black Sabbath consiguieron varios éxitos durante la etapa en que Ronnie James Dio fue vocalista, aunque los años con Ozzy Osbourne fueron los más icónicos. Otro caso fue el de AC/DC, donde el cambio de cantante resultó tan orgánico que muchos oyentes no conocen si quiera el nombre del fallecido Bon Scott debido al éxito del grupo con su primer disco con Brian Johnson, “Back in Black”. No se trata de comparar experiencias ni poner como ejemplos a unas bandas para justificar las decisiones de otras, sino de entender que sus recorridos tienen etapas y que, como lo demás en la vida, siguen (si así lo deciden) y se van marcando diferentes momentos en su trayectoria. Esto no invalida su trabajo, influencia o legado, simplemente responde a las circunstancias que rodean al grupo a lo largo del tiempo.

Que un reemplazo nos guste más o menos, nos desencaje o nos ilusione, es solo una opinión propia. Como oyentes y como público tenemos la libertad para seguir apoyando a esa banda o no. Si realmente estamos en desacuerdo con elecciones como la de Emily Armstrong, bastaría con dejar de dar escuchas a Linkin Park y no volver a sus conciertos. Esa es la forma más directa de expresar descontento y desaprobación con un artista. Pero aquí todo ha tomado un cariz mucho más personalista y misógino.

Se ha sometido a una mujer a un escrutinio absoluto sobre su vida, sus circunstancias y decisiones, sobre su carrera y sus logros, de una forma machista disfrazada de ética y expertise en musicología. Le pese a quien le pese, con los hombres no ocurre de la misma manera, no se expone ni se cuestiona de la misma forma. Insisto, no estamos hablando de forma aislada de la elección de la artista. Las voces y fans de la parte crítica no han considerado la salud mental de Emily Armstrong ni han demostrado interés por entender lo que se esconde tras los titulares o buscar contexto. Fue expuesta, cuestionada y deslegitimada mediante críticas sexistas sobre sus capacidades artísticas.

¿Son las redes e internet espacios desde donde se construye realmente una conversación útil para contribuir a que la industria de la música, los conciertos y las bandas sean lugares seguros para las mujeres, las personas queer y las no blancas? Quizás no, y todo pase por una implicación real y efectiva con las realidades que se instrumentalizan una y otra vez. Que los hombres revisen y cambien su comportamiento y forma de tomar espacio en los conciertos puede que sí sea lo que a corto plazo sirva para conseguir una transformación más profunda. Más que su vaga condena en redes a un hecho a raíz del señalamiento masivo a una mujer.

 

 

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