Del luto electoral al arraigo de la solidaridad

Del luto electoral al arraigo de la solidaridad

La victoria de Donald Trump deja una sensación de luto pero cimienta la esperanza en una vida más comunal. “Nuestra liberación colectiva no será producto de la urna”, publica la revista de política y cultura negra estadounidense 'Hammer & Hope'.

20/11/2024

Vivir en los países de América últimamente ha conllevado un tipo de duelo extraño. No para todos, y no en todos los países, pero definitivamente algunos lo sentimos en, por ejemplo, el El Salvador de Nayib Bukele, la Argentina de Javier Milei, los Estados Unidos de Donald Trump. Este último hace apenas días ganó un segundo periodo en la presidencia a pesar de su pretensión abierta de revertir la democracia a favor del autoritarismo, a pesar de ser felón, culpable de fraude y de abuso sexual, a pesar de haber fracasado una tras otra en su carrera empresarial, manteniendo su vida lujosa solo gracias a la estructura de poder en los Estados Unidos que aparentemente les permite cualquier cosa a los hombres blancos como él, y a pesar de que, cuando por fin llegó el día en que las reglas también le aplicaban a él –en 2020, cuando el voto democrático le echó de la Casa Blanca– el hombre no aguantó esa sensación de derrota, y en su berrinche terminó fomentando un golpe fallido contra su propio gobierno. Pero ahora, ese mismo voto democrático le ha dado la bienvenida de nuevo, y por eso volvemos al tema del duelo particular.

No es solamente el luto por la ubicuidad de hombres crueles y autoritarios. Es porque, además, la gente a mi alrededor les está aplaudiendo con fervor.

El escritor argentino Julio Cortázar ilustró tal disonancia hace medio siglo con el cuento Apocalipsis de Solentiname, en el que el narrador regresa a París después de un viaje a Nicaragua durante un periodo anterior del reino de la crueldad. En ese tiempo en Centroamérica, iban comenzando los años sangrientos de la guerra fría, lo que los poderosos en la región y en Washington tildaban de “la defensa de la libertad” mientras masacraban a miles. En el cuento, el narrador pasó su visita con queridos amigos, revolucionarios como él, conociendo a comunidades nicaragüenses organizadas y vibrantes. Ya instalado de nuevo en su apartamento parisino con su esposa, ella le pide ver las fotos que tomó en las calles llenas de familias, los pastos repletos de animalitos; fotos que todavía no ha revisado él mismo. Mientras la espera en la mesa, el narrador comienza a verlas, una por una. Al principio, escenas alegres, tal como las recordaba. Pero de repente las figuras comienzan a mutar. Una cara con “un agujero nítido en la mitad de la frente, la pistola del oficial marcando todavía la trayectoria de la bala”. Cadáveres tendidos boca arriba, brazos abiertos. Él, paralizado de terror, queda mudo cuando su esposa llega sonriente a la mesa y las comienza a revisar. Ella sigue sonriendo. “Qué bonitas te salieron”, dice al final, entusiasta. Ella ve niñas, niños, vacas, normalidad. Ve felicidad donde él ve tragedia. El narrador queda atrapado en un mundo de horror, y está solo en ello.

Estados Unidos tendrá un “partido único en nuestro gobierno que genera serios peligros para las personas negras, migrantes, mujeres, LGBTQ, y muchos más”, ha escrito Kimberlé Crenshaw

Quienes ven horror en la victoria de Trump se preguntan cómo exactamente, una vez que tome posesión en enero, se desenvolverá “la catástrofe”, como lo ha llamado Kimberlé Crenshaw, feminista y creadora del término “interseccionalidad”. Lo que los Estados Unidos tendrá es un “partido único en nuestro gobierno que genera serios peligros para las personas negras, migrantes, mujeres, LGBTQ, y muchos más”, escribió. La elección ha “resultado en el abandono completo de la promesa democrática…. La democracia se muere a plena luz del día”, añadió.

“Parte considerable del país comparte la perspectiva feminista sobre el aborto y votó a favor de un fascista descarado”, Sarah Leonard

Los millones de personas que están celebrando ese mismo escenario tienen varios motivos, entre ellos unos detestables, como lo es el deseo supremacista-blanca de reafirmar el control del hombre rico sobre las demás. Pero hay matices. Por ejemplo, hay quienes exigen un cambio porque la democracia, con su capitalismo voraz incrustado, nunca les trató tan bien, y decidieron probar su suerte con una segunda ronda de Trump, un fenómeno que han documentado escritoras feministas como E. Tammy Kim y Sarah Leonard. Para la revista que dirige, Lux, Leonard analizó la curiosa victoria simultánea de la derecha y de los derechos reproductivos. “Parte considerable del país comparte la perspectiva feminista sobre el aborto y votó a favor de un fascista descarado”, escribió, notando además que el partido de oposición a Trump, el demócrata, ha sido pro-grandes intereses empresariales, ha abrazado políticas migratorias cada vez más derechistas, ha reprendido reiteradamente a miles de estudiantes que protestaron por todo Estados Unidos a favor de las vidas palestinas. “Hoy, los demócratas se parecen mucho a los republicanos, pero más débiles”, resumió, y “con el colapso de la izquierda, dejó lugar al ascenso de un nuevo abanderado del sentimiento antisistema: la ultraderecha”; la cual ha tomado la forma de la coalición trumpista, MAGA (siglas de Make America Great Again, “hacer grande América de nuevo”).

“La ironía triste”, escribió la intelectual Astra Taylor, “es que, a medida que el gobierno se vuelve más cruel e incapaz, a medida que la desigualdad se profundiza, y a medida que se pone más difícil que los liberales y los progresistas ganen elecciones y gobiernen eficazmente, las frustraciones del pueblo solamente aumentarán, un bucle de retroalimentación que les sirve muy bien a los estafadores conservadores”.

Dichos conservadores van construyendo alianzas transfronterizas. Tres de los republicanos MAGA que Trump ha nominado para lo que será su administración son simpatizantes públicos del salvadoreño Nayib Bukele. Se trata de Marco Rubio, actual senador y probable futuro Secretario de Estado, Matt Gaetz, excongresista y posible futuro Fiscal General, y Elon Musk, el hombre más rico del mundo y probable futuro Secretario del “Departamento de la Eficacia Gubernamental”, un puesto inventado. Los tres han sido parte clave de un grupo MAGA informal cuyos miembros en varias ocasiones se han reunido con Bukele y después se han esforzado por vender su imagen como un mandatario ejemplar, sirviendo de guardaespaldas para la reputación internacional del salvadoreño frente a los señalamientos de autoritarismo, corrupción y posibles crímenes de lesa humanidad bajo un régimen de excepción declarado en marzo de 2022 que sigue vigente. Otro interés que comparten –al menos en los casos de Gaetz, Trump y Bukele– es el aparente uso del poder para evitar las consecuencias de supuestos actos poco éticos y posiblemente ilegales. Desde su llegada a la presidencia en 2019, Bukele ha buscado la amistad de Trump y su círculo, por ejemplo implementando reformas anti-LGBT que rinden homenaje a la ideología MAGA, y asistiendo a la conferencia anual conservadora en Washington, CPAC, donde también llegó Milei, indicativo de las alianzas transfronterizas que el argentino también ha cultivado con ambos líderes.

Bukele disfruta de un apoyo popular en El Salvador motivado por un sentimiento semejante al que expresan muchos estadounidenses: lo que había no les servía

Bukele, por su parte, disfruta de un apoyo popular en El Salvador motivado por un sentimiento semejante al que expresan muchos estadounidenses: lo que había no les servía. A partir de la elección presidencial en febrero de este año, Bukele es presidente de facto del país, ocupando el puesto para un segundo período en violación a la Constitución y a cargo de un gobierno de partido único, un gobierno que ha dejado de ser democrático. Pero en su cooptación del Estado, miles de salvadoreños ven una eficacia que el animal lento de la democracia, con su énfasis en el debate y los contrapesos, no les ofrece. (Un estudio reciente en Centroamérica encontró que la gente vincula la democracia con la resolución de sus necesidades básicas más que con pesos y contrapesos. Esta relación moderna complicada con la democracia se extiende mucho más allá de Centroamérica, tal como analizó Astra Taylor en su libro Democracy may not exist but we’ll miss it when it’s gone -La democracia quizás no existe pero la extrañaremos cuando ya no esté-.) Bukele también es celebrado por desafiar en su discurso a una oligarquía vieja que no dejó que prosperara la mayoría del país, y por intervenir en el dominio violento de las pandillas bajo el cual, durante dos décadas, murieron decenas de miles de salvadoreños a manos de jóvenes pobres, un fenómeno que la clase política nunca estuvo dispuesta abordar de forma que no fuera encarcelamiento masivo y brutalidad policiaca. Las alternativas incluyen, por ejemplo, una inversión seria en la prevención de la violencia y un apoyo simultáneo a las víctimas.

El resultado es un aplauso atronador, tanto de extranjeros como de muchos salvadoreños, para un mandatario que pone en cada vez más peligro a quienes están dispuestos a defender las víctimas de la violencia estatal e insistir en la democracia y la verdad: los defensores y defensoras de los derechos humanos y de los territorios, los y las periodistas, y las feministas, estas últimas quienes han encabezado muchas protestas ciudadanas, aunque han aumentado los riesgos por ejercer la libertad de expresión en el país. El estado ha encarcelado a más de 80.000 personas bajo el régimen de excepción, y para captar la escala del sufrimiento que esto ha implicado basta con conocer el caso de tan solo uno de las víctimas: Juan Saúl Castillo Alberto, quien murió a los 32 años reducido a un esqueleto andando. No obstante, cuando en dos meses se instale Trump en Washington, Bukele tendrá aún más influencia a través de sus amigos, los funcionarios más altos del país más poderoso del mundo. Y claro, es lógico que estos autoritarios buscarán beneficiarse mutuamente, legitimando su propia crueldad con la del otro, mientras las barreras democráticas que perduran les frenan cada vez menos.

Una persona joven se manifiesta contra Trump en Saint Louis con el cartel “ama tu vecindario”. / Foto: ginosphotos (iStock)

Aquí quiero interrumpir la historia para decirte, queride lectore, que atestiguo y apoyo tu luto por este mundo. En este duelo extraño estoy con vos. Tenemos por delante unas imágenes como las que congeló al protagonista de Cortázar, pero esta vez estoy a tu lado, viéndolas contigo con claridad y con la convicción que son dignas de nuestras lágrimas, de nuestra rabia.

Una vez, mi amiga Evelyn Martínez Mejía, economista y filósofa feminista salvadoreña, me recordó que todo esto es, de hecho, una herida, y muy vieja. Es una herida colonial, me dijo, basada en un “mito fundamental de la historia lineal, del progreso, de Occidente”. Ella, en conjunto con sus colegas de GLEFAS, nos recomienda la lente del feminismo decolonial para “recuperar la historia negada de las voces silenciadas por los vencedores de la historia”, para “recuperar el lazo comunal, el yo comunal”, para “sanar la herida colonial, rescatando todos estos saberes negados, dialogando con el pasado, con las resistencias que han existido”, para “reparar la red de la vida”.

“Nuestra liberación colectiva no será producto de la urna. Hay muchas otras formas de poder que necesitamos construir y ejercer si queremos transformar la sociedad… un poder arraigado en la solidaridad”

Hace un par de semanas, unos días antes de la elección estadounidense, la académica feminista Silvia Federici manifestó que, en este momento, si vivimos “aislados el uno del otro… estamos vencidos de inmediato.” El consejo editorial de la revista de política y cultura negra estadounidense Hammer & Hope también enfatizó que “nuestra liberación colectiva no será producto de la urna. Hay muchas otras formas de poder que necesitamos construir y ejercer si queremos transformar la sociedad… un poder arraigado en la solidaridad”. Una semana después de la elección, el abogado y activista trans estadounidense Dean Spade preguntó: “¿Podremos por fin afrontar al hecho que el Gobierno estadounidense no va a interrumpir las crisis creadas y exacerbadas por el imperio estadounidense?… La fantasía de ser salvado por políticas estatales (o por la tecnología, o por los billonarios) suele ser lo que impide que hagamos el tipo de esfuerzo vital e inmediato” como son la acción directa o la ayuda mutua. “Ahora es el momento para acercarnos a la cosa más sólida que realmente tenemos, el uno al otro”.

De hecho, aplica a través del tiempo y espacio. El mes pasado en Buenos Aires, en una feria de libros, la escritora Gabriela Cabezón Cámara platicó con la académica Verónica Gago sobre cómo cultivar vitalidad en la catástrofe –no la que identificó Kimberlé Crenshaw causada por Trump, sino la que Milei se lleva a cabo en Argentina, aunque quizá al final son parte de una misma-. Gabriela inició con la lectura de un poema escrito por la estadounidense June Jordan, nacida en 1936, titulado Invocación a las minorías silenciosas:

Hey
vengan
salgan
donde quieran que estén
necesitamos reunirnos
alrededor de este árbol
que ni siquiera ha sido 
plantado
todavía

Colócalo en el espejo de tu baño para leerlo todos los días, te aconseja Gabriela.

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