Diez datos incorrectos de la genealogía feminista
Asumir una genealogía con intereses ajenos al propio movimiento puede banalizar el feminismo.
Imagen de la portada del libro 'Los hombres me explican cosas' , de Rebecca Solnit (Capitan Swing).
La genealogía feminista conecta las luchas de diferentes mujeres en diferentes épocas por un mismo objetivo. A su vez, nos da idea de una lucha en cadena. Sin embargo, asumir una genealogía con intereses ajenos al propio movimiento puede banalizar el feminismo. Estos son los diez erróneos sobre la genealogía feminista que más han calado:
1.) El 8 de marzo no hace referencia al incendio de la fábrica de camisas de Nueva en 1911. De hecho, ocurrió el 25 de marzo y no, el 8. Es un bulo que se generó en 1985, para evitar que la genealogía feminista tuviera una referencia comunista: la huelga de trabajadoras y campesinas de San Petersburgo (Rusia) en 1917, que consiguió la abdicación del zar y el voto para las mujeres, en solo cuatro días, dando comienzo a la Revolución Rusa. Solo esta referencia fue celebrada anualmente, de manera oficial, en países comunistas todos los 8 de marzo; y por los partidos comunistas, en otros países. En 1977 lo institucionalizó la Organización de Naciones Unidas (ONU).
2.) Ni el socialista utópico Charles Fourier, ni el escritor Alexandre Dumas hijo, acuñaron las palabras “feminista” ni “feminismo”. Fue la periodista Hubertine Auclert (1848-1914), directora del periódico quincenal La Citoyenne (La Ciudadana) quien empleó, por primera vez en 1882, el término feminista para mujeres y no únicamente para referirse a los hombres que apoyaban la causa política de las mujeres, y precisó, sobre todo, el movimiento político: Feminismo, con mayúscula.
3.) La sufragista antirracista Sojourner Truth nunca dijo “¿Acaso yo no soy una mujer?”. Conocemos a Sojourner Truth (1797-1883), esclava liberada, por su alegato en la Convención de Derechos de la Mujer (en Akron, Ohio) en 1851. Su discurso apeló a los hombres que no defendían la igualdad entre mujeres y hombres, poniéndose ella como ejemplo, ya que durante sus años de esclavitud había trabajado en las mismas condiciones que los hombres. Sin embargo, el título con el que se conoce su participación en la Convención (Ain’t I A Woman? -¿Acaso no soy una mujer?) no aparece hasta 12 años después. De hecho, en ese texto posterior se menciona hasta cuatro veces esa frase y actualmente se entiende que esa transcripción fue desvirtuada. A pesar de ello, fue esta segunda versión de la intervención de Truth la que mayor recorrido ha tenido. Además, Truth es una de las referencias básicas de las feministas afroestadounidenses, que tuvieron que recuperar a sus referentes, porque la genealogía feminista no las incluía.
4.) Las sufragistas blancas estadounidenses entendieron como traición que los hombres blancos otorgaran el derecho al voto antes a los hombres afroestadounidenses que a ellas. El partido demócrata de Estados Unidos se había posicionado a favor del voto femenino como cálculo frente a los republicanos: “Woman first, and negro last in my program” (“En mi programa, primero, la mujer; el negro, el último en mi programa”). Sin embargo, tras la guerra civil estadounidense, se aprobó el sufragio sin distinción por motivo de “raza, color o condición anterior de esclavitud”. Entonces, en 1870, los hombres afroestadounidenses obtuvieron formalmente el derecho a voto (decimoquinta enmienda), aunque algunos estados siguieron impidiéndolo en la práctica. Mientras tanto, a las mujeres blancas no les fue reconocido hasta 1920 (decimonovena enmienda). Es más, las mujeres afroestadounidenses no pudieron votar hasta 1965, cuando el derecho a voto de la población afroestadounidense, hombres y mujeres, fue protegido legalmente.
5.) El relato de las olas es estadounicéntrico y profundamente colonial. El relato oficial de la historia del feminismo considera que cada ola es un hito en la consecución de derechos para las mujeres. La metáfora de la resaca, además, explica la reacción patriarcal que seguiría a cada ola. Sin embargo, se trata de un significado sobrevenido, ya que se comenzó empleando el término ‘segunda ola’ en 1968 y, después, se le añadió el sentido metafórico. De hecho, la reacción patriarcal se produjo en cuanto las mujeres blancas en Estados Unidos consiguieron el derecho al voto: al año siguiente, se creó el concurso de belleza femenina Miss America.
Sin embargo, el relato estadounidense del feminismo mediante la metáfora de las olas implica la proyección de los intereses particulares de las mujeres estadounidenses de clase media como si fuera el interés general de todas las mujeres del planeta. Sin duda, la lucha feminista de los años 1960-1970 aportó la teorización del movimiento. Aún así, hay algunos datos, todos estadounidenses, que no son ciertos: Betty Friedan no ganó un Pulitzer, nunca se quemaron sujetadores, ni Kate Millett acuñó el eslogan “lo personal es político”.
6.) Betty Friedan, autora de La mística de la feminidad, no ganó un premio Pulitzer. Hay casi 2.000 entradas exactas en Google con esos términos, aunque todas ellas están publicadas únicamente en español. Incluso varios medios de comunicación lo han dado como cierto, a pesar de se trata de un dato fácilmente comprobable en Pulitzer.org.
7.) Nunca se quemaron sujetadores en las manifestaciones estadounidenses. Al contrario, se trata de un caso paradigmático de construcción mediática sobre un no-acontecimiento, como ya denunció Susan Faludi en 1991. En la elección de Miss America en 1968, las manifestantes contrarias al concurso tiraron sujetadores a un contenedor de basura. Fue una broma en el New York Post (“¿Créeis que [mañana] quemarán sujetadores?”), riéndose de las manifestaciones feministas que no implicaban disturbios violentos, al contrario que las protestas contra la guerra de Vietnman, donde sí se quemaban cartillas militares y de reclutamiento. Entonces, contrataron a tres modelos para que quemaran sujetadores y los tiraran al río Chicago.
8.) Kate Millett no inventó la reivindicación “lo personal es político”, ni aparece recogida en su libro Política sexual (1970), sino que se trata de un eslogan de la época y fue Carol Hanicsh quien lo recogió en un artículo en 1969. Finalmente, dos cuestiones esenciales en la teoría feminista actual también contienen alguna inexactitud, aunque no del calibre de los anteriores. Nos referimos a que la agencia femenina es un concepto desarrollado por un economista y el término “mansplaining” no aparece en el libro que lo explica.
9.) La agencia femenina la “descubrió” un hombre. El economista indio Amatyar Sen desarrolló en 1999 el concepto de “agencia de las mujeres” para subrayar las acciones individuales de cada mujer, en la lucha cotidiana contra su opresión, que conducen a transformaciones sociales. Así, se reconoce que las mujeres son ‘agentes’ y no, objetos de las interacciones sociales.
10.) Rebecca Solnit no utilizó la palabra “mansplaining” en su libro Los hombres me explican cosas (2014), ni en el artículo del mismo título de 2008, tal y como explica ella misma. En efecto, Solnit critica que hombres silencien a mujeres que conocen el tema de conversación mejor que ellos y documenta esas actuaciones, aunque subraya que no lo ciñe estrictamente a cuestiones de género. A pesar de que ya entonces se había acuñado el término “mansplainer”, considerada palabra del año 2010 por The New York Times, Solnit no la incluyó tampoco en su libro para referirse a esos hombres invasivos.