La culpa es de los latinos y otros errores de análisis de la victoria de Trump
“Exhaustas, tristes, con miedo”. Preguntamos a varias amigas de los Estados Unidos cómo se sienten tras los resultados electorales y sacamos algunas conclusiones: la verdadera diferencia entre quien vota a demócratas y a republicanos no es demográfica, sino geográfica y educacional.
Haz que América (trum)petee de nuevo. Donald J. Trump nunca se fue y, como en una mala pesadilla, ha seguido fortaleciéndose desde que dejó la farándula por la política. La mañana siguiente, el “dinosaurio” seguía allí, y miles de estadounidenses experimentaban decepción, asco y miedo. Mucho miedo por nosotres y nuestras criaturas. No solo las estadounidenses sentían ansiedad tras las elecciones. El cargo de presidente de Estados Unidos tiene más impacto fuera de sus fronteras que dentro, ya que su autoridad recae principalmente en política exterior e inspira a la extrema derecha global. ¿Cómo es posible que un señoro así, acusado de 34 cargos y con causas pendientes por agresión sexual, logre ganar de nuevo las elecciones y, esta vez, con más votos?
Las otras elecciones de las que poco se habla
Estados Unidos ha sido una federación desde su nacimiento. El centralismo nunca ha sido tema de debate político serio, y las competencias estatales y federales no se cuestionan. Por ejemplo, algo tan básico como la licencia de conducir es estatal, lo que obliga a quienes se mudan de un estado a otro a sacar de nuevo el carnet. Las decisiones que más afectan la vida de las personas (sanidad, educación, vivienda, reparto del presupuesto, agricultura, trabajo, etcétera) las toman los gobernadores, no el presidente.
Alaska votó a favor de instaurar una renta mínima universal, mientras que en California se rechazó abolir el trabajo forzado en cárceles
El pasado 5 de noviembre, además de votar quién ocuparía la Casa Blanca, se elegían numerosos cargos e instituciones estatales: parlamentarios, parlamentarias, gobernadoras, vicegobernador, consejero de educación, fiscal general, auditor fiscal jefe local de la policía, consejera de agricultura, consejero de trabajo, etcétera. También se realizaban diferentes referéndums. Algunos, con resultados sorprendentes: Alaska, de tradición republicana (el partido de Trump), votó a favor de instaurar una renta mínima universal, mientras que en California, un estado demócrata, se rechazó abolir el trabajo forzado en cárceles.
El “sí” al aborto hasta la semana 12 y seis días obtuvo muchos más votos que Kamala Harris
Referéndums sobre el aborto
Uno de los referéndums más relevantes fue el que buscaba blindar el derecho al aborto en aquellos estados donde aún no estaba protegido. La población votó “sí” en siete de diez territorios. El “sí” al aborto hasta la semana 12 y seis días obtuvo muchos más votos que Kamala Harris, quien durante su campaña insistió en que Trump podría prohibirlo a escala federal. Sin embargo, parece que la población estadounidense confía en que los estados servirán de barrera contra el poder de Washington. La victoria de Trump no elimina este derecho fundamental. Hoy, solo queda desprotegido en Florida, Nebraska y Dakota del Sur. En el estado de Missouri, por ejemplo, el 12 por ciento de los trumpistas votaron a favor de garantizar el derecho al aborto.
Esther Arana, desde Nueva Inglaterra, siente cierto alivio por estas protecciones estatales al aborto; sin embargo, piensa que el país está profundamente unido a la misoginia y al racismo, y no se siente con fuerzas de seguir informándose en medios de comunicación ni redes sociales por el momento. No es de extrañar este deseo de aislamiento teniendo en cuenta que el antiguo Twitter se ha convertido en el reality show privado de Trump, y que su dueño, Elon Musk, inyectó unos doscientos millones de dólares en la campaña del futuro presidente.
¿Es culpa de los hombres latinos?
Diferentes analistas han señalado a los hombres latinos, y a su supuesto machismo “de base cultural”, como responsables de la victoria de Trump. Hasta ahora ha habido 13 presidentas en América Latina y actualmente Claudia Sheinbaum lidera México y Xiomara Castro, Honduras. Estas afirmaciones no solo perpetúan un estereotipo, sino que caen en el racismo más rampante. Trump ha ganado apoyo entre los latinos al igual que lo ha hecho en todos los demás grupos estadísticos. La única excepción notable es y ha sido siempre la de las mujeres afroamericanas.
La verdadera diferencia entre quien vota a demócratas y a republicanos no es demográfica, sino geográfica y educacional. Los y las demócratas ganan en todas las ciudades con números importantes. Trump no ganó, ni en 2016 ni ahora, en Nueva York, Chicago, Houston, Fénix, Filadelfia, San Antonio, San Diego, Los Ángeles, San José, Atlanta, Boston, Detroit, Seattle, Denver, Minneapolis, Charlotte, etcétera. En la ciudad de Filadelfia, por ejemplo, Harris obtuvo el 78,46 por ciento de los votos, si bien perdió cuatro puntos con respecto a Joe Biden, el actual presidente. Es ese coladero de pequeños porcentajes lo que ha permitido a Trump ganar en votos, y no solo en escaños, por primera vez. Las personas con graduación universitaria también votan al Partido Demócrata con 13 puntos de ventaja sobre el Republicano.
En su comunicado postlectoral, Bernie Sanders, el único senador que se considera socialista, apuntaba con fuerza al eje tradicionalmente olvidado en los discursos estadounidenses: la clase social. La diferencia pobreza/riqueza es hoy más impactante que nunca. Para él, la pérdida de votos de su partido no se explica a través de las diferencias raciales, sino con el abandono demócrata a la clase trabajadora: “No debería ser una sorpresa que un Partido Demócrata que ha abandonado a la gente de clase trabajadora descubra que los trabajadores le han abandonado a él (…) Primero fueron los trabajadores blancos y ahora los latinos y los negros también”.
Perla, estudiante universitaria de origen mexicano que prefiere no dar su apellido, piensa que, a la hora de votar, no deberías olvidar quién eres, y critica a los varones latinos que se decantaron por el Partido Republicano. Su compañera Jenny, que tampoco comparte su apellido, opina que este giro hacia Trump se explica por una necesidad de adaptación y aceptación. Dice que los vecinos blancos te van a tratar mejor si les consta que no has sido una piedra en el zapato para ponerlo de nuevo en la Casa Blanca.
La transfobia en el deporte
Quien haya seguido la campaña estadounidense quizá se haya visto sorprendida por cómo el deporte escolar, juvenil y universitario era citado constantemente como un bastión para la transfobia. Esta guerra cultural tiene un trasfondo económico que vale la pena explicar. Estados Unidos es posiblemente el país que más importancia da al deporte, ya que tener aptitudes deportivas puede garantizar el acceso a la educación superior. Un grado universitario cuesta al menos 200.000 dólares (unos 187.000 euros). Esta carrera por ser una buena atleta comienza desde edades tempranas. Muchos padres y madres ven en el éxito deportivo de sus hijas un camino seguro a la carísima universidad.
La juventud trans es presentada como una amenaza para la obtención de becas deportivas
En este contexto de intensa competitividad se ataca a la juventud trans porque, presentándola como una amenaza para la obtención de becas deportivas. Trump no pone en duda la autodeterminación de género como hacen otros líderes de extrema derecha. Tampoco amenaza con eliminar su acceso al sistema de salud, puesto que eso es competencia estatal, pero sí ha prometido prohibir a las personas trans todo acceso a competiciones deportivas. En su discurso, el asunto es puramente una cuestión monetaria. En resumen, Trump ha conseguido tocar un asunto económico muy presente en la vida de las familias estadounidenses para expandir la transfobia.
Gaza y la degradación moral demócrata
Sabemos que Kamala Harris ha obtenido resultados un poco peores que los Biden hace cuatro años: ha perdido alrededor de un tres por ciento de votos en la mayoría de los condados. ¿Tiene ese tres por ciento que ver con el apoyo del Partido Demócrata a Israel? Varias personas nos dicen que quizá no sea la única causa, pero recalcan la ambigüedad moral creciente de este partido. Tara Rubinstein, descendiente de población judía polaca, cuenta que está “existencialmente cansada de que tanta gente en su país crea que una agenda fascista es la mejor opción”. Dice que “estas elecciones son la prueba de que el Partido Demócrata no ha hecho lo suficiente para liderar con claridad moral los asuntos que les importan a los votantes demócratas: acabar con el imperialismo americano, dejar de financiar el genocidio en Gaza, controlar las armas, subir el salario mínimo, instaurar la baja de maternidad, dar educación infantil y sanidad gratuitas, mostrar hospitalidad con los inmigrantes”. “Los demócratas siguen intentando captar votantes moderados y eso no les funciona más”, zanja.
También Daria Drake, desde Raleigh, habla de la corrupción ética del partido, más preocupado por atraer grandes fortunas que lo financie que por conectar con la gente con valores demócratas. Drake planea pasar los próximos cuatro años practicando la “encarnación radical contra la política” (“radical embodiment against politics”), una práctica diaria que requiere concentrarse en el propio cuerpo por encima de otros estímulos, como la información mediática.
Otra reacción a la victoria de Trump que ha ganado popularidad estos días es la del “movimiento 4B”, que llama a divorciarse, romper con el novio, no tener sexo con varones ni criaturas. La usuaria de TikTok @rabbitsandtea, que se unía al 4B públicamente el 6 de noviembre, publicaba su video bajo el título “cat lady era activated” (“activada la era de la loca de los gatos”) en contestación a la misoginia del futuro vicepresidente, quien acusó a las feministas de preferir los gatos a los bebés.
Desinformación
Michelle Papachristou, desde Filadelfia, opina que la desinformación ha jugado un papel destacado en estas elecciones. Cree que el mensaje “Harris, precios altos; Trump, precios bajos” ha calado. Comparte un post de la historiadora Heather Cox Richardson en el que compara el momento actual con la década de 1850, cuando la élite esclavista sureña bloqueó el acceso de los votantes a las noticias provenientes de fuera del Sur de los Estados Unidos y, en su lugar, los envolvieron en propaganda supremacista blanca. Cuando estalló la guerra civil, los blancos pobres se unieron a la causa de los grandes terratenientes esclavistas en contra de sus propios intereses, y murieron en su lugar. Los hombres blancos pobres que sobrevivieron arrastraron su miseria hasta el New Deal de 1933, convencidos de que la supremacía blanca era más importante que sus propias aspiraciones vitales. Esta referencia a los magnates algodoneros del XIX es una clara alusión a los milmillonarios que financian a Donald Trump y que contribuyen al ecosistema mediático que convence a miles de estadounidenses de que su existencia está en peligro, nombres como Elon Musk, dueño de la red social X, o Jeff Bezos, dueño de Amazon y del periódico The Washintong Post.
El futuro vicepresidente: la verdadera amenaza
Pase lo que pase, Trump no puede presentarse a un tercer mandato. El heredero del MAGA Movement (movimiento aglutinado bajo el eslogan “Que América vuelva a ser grande”) es J.D. Vance. El futuro vicepresidente no posee grandes méritos, además de ser el autor de Hillbilly Elegy, una memoria de una familia y una cultura en crisis, libro con el que intentaba explicar a la clase política el sentimiento de abandono de los obreros blancos rurales de los Estados Unidos. Vance es incluso más radical que Trump contra la migración y el feminismo. Su apuesta principal consiste en la autarquía, el aislacionismo y la deportación masiva.
Preguntamos a un grupo de estudiantes hispanas de la East Carolina University qué piensan que ocurrirá durante este mandato presidencial. Danissa opina que Trump y Vance han modificado para siempre al Partido Republicano, porque instilan miedo en la gente. Cree que utilizan una cierta forma de hablar para dar miedo sin aportar datos, dando la imagen agresiva que muchos desean. María apunta que subirán los precios de los medicamentos y el día a día será aún más difícil. Perla se entristece pensando en que aumentará la brutalidad policial y la agresividad vecinal contra la población de origen latino. Teme por la seguridad de su madre y se plantea mudarse con ella a una gran ciudad. Todas creen que el nivel educativo del país disminuirá en los próximos cuatro años.