“La subcultura lesbiana tiene que poder ser un referente romántico para todo el mundo”
La escritora Sara Torres quiere poner el foco en la seducción en una sociedad a la que no le interesa preguntarse sobre el deseo o problematizarlo: “Estar en contacto con el deseo es estar en contacto con la posibilidad de que te muestren una versión del mundo que no esperabas”
Sara Torres./ © Marta Velasco
Sara Torres (Gijón, 1991) primero fue poeta. Luego se convirtió en investigadora y, posteriormente, en novelista. Ahora se la considera casi que gurú de las sáficas por sus obras y columnas en torno al deseo y la seducción entre mujeres, un tema que no recibe apenas atención en una sociedad a la que no interesa teorizar sobre el amor, mucho menos si no hay hombres de por medio.
Su último libro es La seducción (Reservoir Books, 2024). Torres plantea esta novela con trazas de ensayo como un vehículo para la conversación entre amigas y amantes sobre nuestros ritmos o necesidades en la fase de construir intimidad con la otra. A pesar de haber alcanzado la fama hablando de las relaciones bibolleras, la autora evita dar respuestas universales y habla de su propia experiencia en esta entrevista en la que también pide ayuda de las lectoras para resolver sus propias dudas.
“Hemos aprendido a hablar de la seducción como estratagemas para llevar a la otra a tu terreno, pero lo que se genera es un tercer lugar que no es natural del todo para ninguna de las dos”
Torres sostiene que la popularización de la subcultura bollera sería beneficiosa para todo el mundo: “Quiero que cuando una persona con identidad o prácticas hetero piense cómo quiere que sea su historia de amor, tenga un referente bollero para decir ‘ay, quiero vivir algo como esa pasión y ese trato que tienen entre ellas’”.
En La Seducción, tu última novela, están muy presentes el deseo y la propia seducción. Como muchos elementos relacionados con el amor, nuestra sociedad no los ha investigado mucho. ¿Cómo defines estos dos conceptos?
Para mí, el deseo es una fuerza de movilidad que sirve para conectarnos con realidades ajenas a le une misme. Nos da la posibilidad no solo de buscar algo que encaje con lo que imaginábamos que íbamos a vivir, sino también de encontrar lo inesperado que desequilibra el relato de nuestras vidas.
El deseo como fuerza de relación se utiliza a veces ideológicamente, se educa en él para organizar las sociedades, pero su potencia también es de desorden. Estar en contacto con el deseo es estar en contacto con la posibilidad de que te muestren una versión del mundo que no esperabas.
“El amor, el deseo o la seducción son contextos que nos intensifican, momentos de vulnerabilidad muy bestia, así que tenemos que hablar de ellos y estar preparadas para atravesarlos de una manera consciente, no solo arrebatada.”
La seducción, tal y como se enuncia en el libro, sería un proceso de constitución de una intimidad compartida. Hemos aprendido a hablar de la seducción como estratagemas para convencer a la otra de algo y llevarla a tu terreno, pero, para mí, lo que se genera en la seducción es un tercer lugar que no es natural del todo para ninguna de las dos. Las dos abandonamos nuestro punto de partida para llegar a un lugar que tiene que ser habitable de forma nueva para ambas.
¿Es importante que tengamos conversaciones a nivel social sobre la seducción y el deseo?
El amor, el deseo o la seducción son contextos que nos intensifican, es decir, que remueven mucho nuestra idea del yo y nuestra autoestima. Son momentos de vulnerabilidad muy bestia, así que tenemos que hablar de ellos y estar preparadas para atravesar estos estados de una manera consciente, no solo arrebatada. Las intensidades del deseo pueden ser bienvenidas y es bellísimo vivirlas juntas, pero tenemos que conocer nuestra intensidad para no arrojársela a la otra de manera completamente desorganizada.
La seducción bajo el paraguas de lo bollero tiene aspectos muy interesantes, como puede ser el ligue basado en la construcción de espacios mutuos más que esas estratagemas de “conquista” de la otra persona que impera en discursos más normativos. ¿Deberíamos hacer proselitismo de esta forma de seducción?
¿Cómo te imaginas tú ese proselitismo? Si se hiciese, ¿cómo sería?
Quien tuviera la opción podría transmitir las imágenes de esta seducción bollera en libros o películas. Si estamos conociendo a una persona y hemos quedado con ella para ir a verla hacer un hobby que tenga, se lo podemos contar a amistades para mostrar la seducción como acercamiento a la otra.
Total. La subcultura lesbiana es lo mejor que me ha pasado en la vida y yo creo que las cosas excelentes hay que compartirlas. La subcultura lesbiana tiene que revolucionar la cultura compartida y ser un referente a la hora de amar. Que cuando una persona con identidad o prácticas hetero piense cómo quiere que sea su historia de amor, tenga un referente bollero para decir “ay, quiero vivir algo como esa pasión y ese trato que tienen entre ellas”. Yo tengo clarísimo que sería un beneficio enorme para todo el mundo.
“No buscaba representar el privilegio, sino montar un escenario teatral donde dos pudiesen encontrarse de esa forma, al estilo de las obras de Marguerite Duras.”
Volviendo a la novela, las protagonistas de La seducción no tienen nombre ni responsabilidades relacionales o laborales que condicionen su proceso de seducción. ¿Hasta qué punto podrían ser personas reales y en qué medida son figuras que has construido para que la novela sirva como ensayo sobre la seducción?
Son figuras; no se busca un realismo absoluto del personaje, sino que sean contenedores de pasiones reales. Que esas pasiones se orienten en el texto para generar una conversación sobre los nuevos sentidos que podemos darle a la seducción.
Hay una cosa curiosa, que es que cuando se lee esta novela algunas personas han pensado que sus protagonistas no trabajan y viven en el lujo, cuando el libro no narra eso, sino el espacio acotado de unas vacaciones. Las protagonistas trabajan; no podrían vivir sin trabajar. La fotógrafa vive en un piso compartido en Paral·lel con sus colegas.
No se busca representar el privilegio, mi idea fue montar un escenario teatral donde dos pudiesen encontrarse de esa forma, un escenario teatral donde se relata la interioridad al estilo de las obras de Marguerite Duras. Cuando empecé a escribir la novela vivía en un apartamento diminuto en una ciudad pequeña y fría en Alemania. Llevé a las protagonistas cerca del mar porque ese era mi lugar de fantasía, yo quería estar donde están la fotógrafa y la escritora.
A veces se construye un personaje autorial y ese personaje significa también al texto, haciéndole perder fuerza política. Creo que el texto no tendría tantas connotaciones de privilegio si se leyera de forma independiente al personaje que se ha creado de mí, que poco tiene que ver con mi vida.
En La seducción, las protagonistas están en periodo vacacional. En tu novela anterior, Lo que hay (Reservoir Books, 2022), la narradora habla de dejarse todos sus ahorros para dormir y tener encuentros románticos en hoteles. Aunque lo presentes como excepcional, estás creando imaginarios que sí son de tener dinero.
Sé lo excepcional de esos momentos representados, aunque mi deseo no es crear imaginarios “de tener dinero”, sino hablar del cuerpo, la ansiedad, el hambre y el placer.
La narradora de Lo que hay acude a hoteles para sentirse segura y poder descansar por las noches los días en torno a la muerte de su madre. En La seducción, las protagonistas viajan o paran a comer en un restaurante. Soy consciente de que hay en el libro una especie de hedonismo de consumo que, aunque persigue el bienestar, solo se puede dar con unas condiciones materiales determinadas, pero es que, además de la diferencia de edad, hay una diferencia de capital y de situación vital importante entre ambas.
“Yo necesito sentir que la otra persona quiere pasar tiempo conmigo simplemente por estar y que va a privilegiar el cuidado por encima de lo que quiere de mí.”
La seducción a fuego lento que hay en la novela produce mucha ansiedad a la joven, la fotógrafa (y la entiendo). ¿Qué necesitamos, Sara, por favor, dame la clave, para disfrutar de una seducción lenta?
Yo te puedo decir lo que yo necesito: condiciones materiales que me permitan no estar tan angustiada con mi propia supervivencia y no desconfiar de la posición ética de la otra persona. Me pone muy nerviosa la gente que parece que sabe lo que quiere de ti desde el principio porque me da un pequeño olor a instrumentalización. Yo necesito sentir que la otra persona quiere pasar tiempo conmigo simplemente por estar y que va a privilegiar el cuidado por encima de lo que quiere de mí.
¿Es posible una seducción lenta bajo el capitalismo?
¿Puede haber algo lento bajo el capitalismo? Los discursos que pretenden revertir los efectos del capitalismo hablan de la desaceleración, así que una posibilidad es tomar conciencia de las prácticas de aproximación a las otras y vinculación con ellas y tratar de cambiar nuestras temporalidades. Si tomamos conciencia de que la otra, por el mero hecho de estar atenta y generosa a nuestro lado, ya nos está dando un regalo de afecto y tiempo, tal vez relajamos las expectativas, paramos un poco la velocidad de avance sobre su mundo que nos viene dada por sistema en la educación del deseo bajo el capitalismo. ¿Tú qué crees?
“A mí no me interesa la belleza o el descanso como un lujo. El tiempo vegetativo es algo que tenemos que defender.”
A mí me dejó bastante tocada el libro porque, aunque me encantaría, me parece bastante lejana la posibilidad de dedicarme enteramente a la seducción, sin responsabilidades de trabajo o de atender otras relaciones.
Tenemos que entender esta historia como un pequeño cuento. Uno que trata también de proponer caminos y conflictos de la seducción distintos a los que dictan algunos autores en sus manuales para ser “un perfecto seductor y lograr tus objetivos”. Aquí no hay guion, para nada la receta de la seducción sería consigue una casa y 30 días libres. En momentos en los que no tenemos tiempo también abrimos pequeños espacios simbólicos donde puede entrar la seducción.
A mí no me interesa la belleza o el descanso como un lujo. No es algo que deberíamos comprar o pensar que se compra; el tiempo es algo que tenemos que defender. Defender nuestro tiempo de no hacer nada. Ni ocio. Tiempo vegetativo.
Es muy difícil…
¿Verdad? Primero porque alcanzar los mínimos de supervivencia supone mucho esfuerzo para muches. También porque queremos construirnos personalidades e identidades, y para ello hay que hacer cosas y que nos vean haciendo cosas. Pero sí, es difícil pensar esto. Es una pregunta que se genera con el libro y me gustaría que las otras me ayudasen a pensarlo porque no lo tengo claro.
Tal vez no haga falta aprender a regocijarse en una seducción lenta. En un punto de la novela se contraponen diferentes modelos de seducción. La escritora prefiere uno más lento donde el deseo se potencia por el enigma. La fotógrafa prefiere aumentar ese deseo disfrutando de su reciprocidad. ¿Qué piensas de estas dos opciones?
Tendemos a buscar modelos opuestos. Lo que hice en la novela fue repartir preguntas que yo tenía a dos personajes para que conversaran entre ellas y así ver qué funciona y qué es un callejón sin salida. Yo, con la escritora, aprendí a esperar y que la lentitud está bien porque nos da la posibilidad de constituir una intimidad sin consumir a la otra. Con la fotógrafa aprendí que una no puede imponer los ritmos a la otra, porque la escritora también está ejerciendo una violencia al controlar tanto la narrativa del amor.
No está yendo a ese lugar común, ¿no?
Exacto. Queriendo crearlo, no lo está creando.
“Nos seducimos colectivamente, también entre amigues, y eso tiene mucha agencia política al margen de lo sexual o del deseo romántico.”
En la primera noche que pasan juntas, la fotógrafa queda decepcionada por la cena: “Agua y tortilla de patata. No puedo dejar de pensar que esa no es la cena que ofreces a alguien con quien te gustaría acostarte”. El lenguaje de la seducción tiene un guion muy estrecho, ¿afecta eso a las relaciones que se salen de la norma heterosexual, monógama o neurotípica?
Afecta profundamente. Ese guion normativo aprendido nos sigue dictando lo inconsciente de algún modo, y por eso tenemos que reconocer que no se olvida: para estar atentas a sus reapariciones de forma pseudocuir. Somos víctimas de la educación que hemos recibido, pero podemos haber partido de esa base y crear otras cosas. De ahí que tengamos tanta alegría representacional al poder ofrecer historias distintas.
Más o menos conocemos el lenguaje de la seducción estándar: el roce, mantener la mirada, la segunda copa de vino… Ahora, el ligue se da también en espacios digitales, ¿hay ya un lenguaje de la seducción digital establecido?
Dentro de lo sáfico, o conmigo no liga de forma directa nadie, o yo no me entero de la seducción digital.
Un me gusta en stories, Sara.
[Ríe]. Un me gusta en stories puede ser un ‘estoy aquí’, pero nunca pensaría que pueda implicar en sí mismo un interés sexual. Para saber si quiero algo con un cuerpo, necesitaría estar presente con otra en cuerpo. También me parece bonito como punto de partida no esperar nada del vínculo, no saber el destino al que me llevará una conversación, no tener preestablecido desde dónde me estoy vinculando.Sí hay una seducción digital que me interesa mucho, que es cultural y nos emancipa de la norma: una seducción desde el feminismo y desde lo cuir que muestra que te gustas, que te gustan las otras, las raras, las valientes, las que acaban de soltar una barbaridad que tú no te atreverías a decir en contra de algo que tú crees que es necesario hablar. Nos seducimos colectivamente, también entre amigues, y eso tiene mucha agencia política al margen de lo sexual o del deseo romántico. De ese tipo de seducción colectiva y amistosa me entero; de la otra, no mucho.