Emilia Pérez y Camila Sosa Villada: cuerpos para cambiar la sociedad

Emilia Pérez y Camila Sosa Villada: cuerpos para cambiar la sociedad

Hablamos de dos películas en las que el cuerpo trans es un sujeto político que evidencia las violencias corporales: la cinta de Jacques Audiard, a la que da nombre su protagonista, y la adaptación cinematográfica de 'Tesis sobre una domesticación', de Sosa.

Karla Sofía Gascón, actriz protagonista de 'Emilia Pérez', en un fotograma de la película

04/12/2024

México en la actualidad. Una mujer en su mesa de trabajo frente a un televisor. En las imágenes, una manifestación feminista. Ella, que es una abogada, recibe una llamada de su jefe: tiene que elaborar la defensa de su cliente, el acusado por feminicidio en un juicio que está comprado. Tras la absolución del hombre, el personaje de la abogada recibirá un encargo mucho más imprevisible, mucho más grande, mucho más salvaje.

Para entonces, ya han cantado alguna canción. Porque sí, Emilia Pérez, para quien no lo sepa, es un musical. Quizá sea esta la primera de las rupturas a las que se enfrenta el público: están quienes aceptan entrar en ella y quienes no. Esta película es, de hecho, la adaptación de una ópera escrita por el mismo director del filme, Jacques Audiard, y no puedo evitar pensar lo bien que le queda la ópera al cine contemporáneo —otro ejemplo que me fascinó hace tres años fue Annette, de Leos Carax— para, bajo un aparente manierismo tanto formal como argumental, alejarse de lo cotidiano y repensar los grandes temas abordados por la ópera: amor y poder, justicia y venganza, fatalidad y tragedia. Emilia Pérez aprovecha los recursos que ofrece el ideario de la sociedad actual para poder elaborar hasta su propia trama de enredos gracias a la identidad.

La premisa de la película es la transición de género de un narcotraficante y cómo eso produce un cambio de todo lo que tiene alrededor. Se centra especialmente en el cruce que se da entre los tres personajes interpretados por Karla Sofía Gascón, Zoe Saldaña y Selena Gómez. El pasado mayo, al recoger el premio a la mejor actriz que le otorgó el jurado del Festival de Cannes 2024, Gascón, intérprete de la propia Emilia Pérez, dijo en referencia al discurso tránsfobo: “Como ocurre con Emilia Pérez, todos tenemos la oportunidad de cambiar a mejor, de ser mejor personas, así que a ver si cambiáis, cabrones”.

Una de las primeras canciones en la película dice: “Changing the body changes society / Changing society changes the soul / Changing the soul changes society / Changing society changes it all” (Cambiar el cuerpo cambia la sociedad, cambiar la sociedad cambia el alma, cambiar el alma cambia la sociedad, cambiar la sociedad lo cambia todo), un mensaje que condensa buena parte de lo que la película quiere aclarar.

Pareciera que, efectivamente, el cambio corporal e identitario de Emilia Pérez trae una redención de toda su vida anterior, como figura vinculada al patriarcado y al narcotráfico, y que su nueva vida da lugar a toda una subsanación de la vida anterior, a toda una adopción de posturas feministas apoyadas en el trabajo de aquellas mujeres fuera de las instituciones (desde las madres que reclaman a sus hijos desaparecidos hasta las buscadoras que trabajan de manera voluntaria). La película ha elaborado, de golpe, un entorno de sororidad y nos ha mostrado, también, el reverso del capitalismo.

Porque al principio, antes de que el narcotraficante que era Emilia Pérez llegue a ser Emilia Pérez, estaban ellas, no sé si las recuerdan: “México en la actualidad. Una mujer en su mesa de trabajo frente a un televisor. En las imágenes, una manifestación feminista.” El feminismo como la herramienta de pensamiento y transformación del mundo que es. Emilia Pérez es una ficción, con toda la importancia que tiene la ficción para nosotras, y desde su lugar ofrece una narrativa esperanzadora dentro del propio capitalismo: la de que el mensaje feminista puede llegar a los lugares más recónditos, aquellos que parece no afectar.

Camila Sosa protagoniza la película basada en su propia novela.

Camila Sosa protagoniza la película basada en su propia novela.

Hay un fragmento escrito por Camila Sosa Villada que dice: “Solo basta una travesti. Una sola travesti alcanza para torcer la vida de un hombre, de una familia, de una institución. Una sola travesti es suficiente para socavar los cimientos de una casa (…) o incluso revelar lo criminal de un Estado”. Pertenece a Tesis sobre una domesticación, reescrito por la autora y reeditado por Tusquets Editores a principios de 2024. También este año se ha adaptado a cine, en un largometraje dirigido por Javier Van De Couter y protagonizado por la propia Sosa Villada.

Ambas películas se sirven del cuerpo trans como un sujeto político que evidencia las violencias corporales; en ambos ejemplos, además, mostrando a una mujer privilegiada en lo económico. En el caso de Emilia Pérez desde un escenario obvio, tan —propio del tiempo y del lugar— marcado por el patriarcado y el narcotráfico mencionados antes. Pero la película se sirve de diferentes mujeres para presentar las otras violencias cotidianas: la posesión de la madre sobre sus hijos, la agresión del marido sobre la esposa o el control de la patrona sobre las criadas.

Tesis sobre una domesticación no se aleja de la travesti. Citando de nuevo el fragmento, “solo basta una travesti” para presentar, como indica el título, el proceso de constricción de un sujeto disruptivo “integrado” en el orden social: lo diverso se integra para formar una familia, la pulsión creativa se asimila en el mercado laboral y el deseo se tiene que pactar. Si bien Camila Sosa Villada muestra el cuerpo trans como un sujeto problematizador —es decir, que confronta a su entorno—, este, como cualquiera en su vida y como indica el título, es también enderezado bajo los planteamientos normativos sin una posibilidad discursiva de enfrentamiento a la domesticación. Tesis sobre una domesticación termina resultando más pesimista que Emilia Pérez, aun estando lejos de su crueldad, y no busca nuevos horizontes posibilistas.

En este punto, es interesarse apuntar —con la maravillosa voluntad incomodadora de la escritora— que Camila Sosa Villada lleva por protagonista a una travesti y no a una mujer trans, una diferencia relevante según el contexto en el que se lea la novela. En sus propias palabras, travesti es un término de herencia política que reivindica la palabra históricamente peyorativa como una definición resignificadora, marcadamente diferente a términos importados de otros lugares. Esto tuvo que explicarlo en un prólogo que se añadió a la versión estadounidense de su primera novela, Las malas, para solventar la diferencia cultural de la moral.

Aun compartiendo la lengua española, lo travesti en España suena diferente a lo travesti en Argentina, pero en este país ocurre lo mismo con otros conceptos como ‘marica’ o ‘bollera’ ante el anglicismo queer que viene, de nuevo en palabras de ella, a ‘higienizar’ lo sucio de nuestras palabras originarias. Camila Sosa Villada se sirve también de las travestis para despreciar el debate en torno a la mujer en el feminismo transexcluyente, como una batalla innecesaria que ganar.

Tesis sobre una domesticación todavía no tiene fecha de llegada a los cines comerciales de España. Yo pude verla en la proyección de estreno que se dio en el Festival Internacional de Cine de Gijón. Esa misma semana también se proyectó Emilia Pérez, que ya venía del Festival de Cine de San Sebastián y el Festival de Cannes, donde ganó, además del Premio a Mejor Actriz, el Premio del Jurado. Desde el 5 de diciembre se puede ver en cines.

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