La ultraderecha revanchista está de fiesta
Toda una cohorte de líderes eufóricos por el triunfo de Donald Trump llegaron a Buenos Aires el 4 de diciembre para la primera reunión de la Conferencia de Acción Política Conservadora (Cpac) en Argentina, una especie de festejo compartido de polo a polo del continente americano coincidiendo con el primer aniversario del gobierno de Milei.
Placa de la Red Antifascista Transfeminista de Argentina
Javier Milei cumple un año de gobierno en Argentina y está eufórico, como un niño que ha conseguido por fin que le regalen la pelota que tanto ha deseado, justo en el momento en que tiene amigos para jugar. Y llegan de todas partes: de España, Santiago Abascal, el líder de Vox; de Brasil, Eduardo Bolsonaro —le hubiera gustado a Milei que venga a Buenos Aires Jair, el expresidente, pero está muy complicado judicialmente por intentar envenenar a Lula Da Silva antes de que asuma como primer mandatario—, de Chile, de Hungría, de Uruguay, de México; pero sobre todo de Estados Unidos.
Toda una cohorte de trumpistas, también eufóricos por el triunfo de Donald Trump —entre ellos su nuera, Lara Trump—, llegaron a Buenos Aires el 4 de diciembre para la primera reunión de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en Argentina, una especie de festejo compartido de polo a polo del continente americano tanto por la elección de Trump como por el supuesto éxito de Milei en realizar lo que él llama “el ajuste más grande de la historia” y conservar el apoyo de casi la mitad de la población.
Es casi imposible enumerar todas las acciones que este gobierno libertario de moral conservadora ha llevado a cabo para destrozar el lazo social. Pero eso sí, la inflación parece controlada y la batalla cultural está cada vez más enardecida
Desfinanciamiento de universidades públicas, intento de cierre de hospitales, un aumento de 11 puntos en los niveles de pobreza, el despojo total a jubilados y jubiladas, represión desbocada de la protesta social, desabastecimiento intencional de los comedores populares —ahí donde comparten lo que las cocineras en los barrios ponen en la olla común para paliar el hambre—; esta enumeración de por sí dolorosa está incompleta. Es casi imposible enumerar todas las acciones que este gobierno libertario en lo económico, pero de moral conservadora e integrista ha llevado a cabo para destrozar el lazo social deliberadamente. Pero eso sí, la inflación parece controlada y la batalla cultural está cada vez más enardecida.
En el país que consiguió, con un movimiento feminista masivo y callejero, legalizar el aborto, desnaturalizar las violencias por razones de género, narrar las condiciones materiales de las diferencias de género haciendo visibles el trabajo no remunerado de la reproducción de la vida, Javier Milei conserva la adhesión de quienes padecen sus políticas con el ataque a otros grupos a los que se estigmatiza como peligro moral, burócratas o usurpadores de los impuestos ajenos, tal como califica al feminismo y a la supuesta “agenda woke” en cada uno de sus discursos.
En todos estos eventos ultraderechistas se ha desplegado un pánico moral como combustible de una “batalla cultural” que casi siempre tiene a niños y niñas de rehenes, objetos en riesgo, jamás sujetos de derecho
Con esa argamasa revanchista, la ultraderecha en el poder festeja su primer cumpleaños y otros conservadores del mundo lo miran con agrado. “El gobierno de Javier Milei es el experimento económico más importante de la historia moderna”, se entusiasmó Ben Shapiro, un conservador republicano que hizo campaña para Trump y fue también invitado a la Cpac en Buenos Aires. El experimento se podría llamar despojo y descarte de cualquiera que no cumpla con las leyes del supremacismo de mercado: ganar dinero cueste lo que cueste. Y por eso los movimientos sociales, ambientalistas, de pueblos originarios, feministas no cuentan. La vida ya no está en el centro sino la competencia sin reglas.
La internacional derechista
“Tendríamos que crear una internacional derechista, una red de asistencia mutua para todos los interesados en defender las ideas de la libertad”, dijo el presidente argentino, aunque la idea no es nueva, es lo que viene sucediendo en diversos encuentros, foros y conferencias internacionales donde ser reciben con honores unos a otros, comparten la fantasía de una amenaza comunista sobre occidente, se horrorizan por una supuesta invasión trans que capta a sus hijos y hablan del derecho a interrumpir un embarazo como si fuera un genocidio. Pero claro, del genocidio que sucede ahora mismo en la franja de Gaza no se dice una palabra, se reivindica en cambio el derecho de Israel a defenderse.
Viva Europa 24, el Foro de Madrid —que tuvo en septiembre su capítulo en Buenos Aires—, la VI Cumbre Trasatlántica organizada por la Red Política por los Valores, presidida por el ultraderechista José Antonio Katz, el chileno que por muy poco perdió las últimas elecciones en su país, todos estos eventos, junto con CPAC y otros, han contado con participantes repetidos, con los discursos antifeministas y anti LGTBIQA+ que ya conocemos, con un pánico moral que despliegan como combustible de una “batalla cultural” que casi siempre tiene a niños y niñas de rehenes, objetos en riesgo, jamás sujetos de derecho.
“Los que defendemos el bien, la verdad y la belleza, debemos estar unidos, los que defendemos la vida del ser humano desde su concepción hasta su extinción natural, los que defendemos la libertad de las personas, los que defendemos la dignidad humana y los que defendemos la patria y la familia, debemos estar unidos”, dijo Santiago Abascal en la CPAC de Argentina, no sin antes aclarar que no todos son iguales.
La intención de Abascal es reconstruir una “iberosfera” colonialista; la de Trump es recuperar terreno en su “patio de atrás”
Plantear discursos completamente binarios -y casi infantiles- es una estrategia de las ultraderechas en el mundo. Aquí, el presidente de la flamante Fundación Faro, Agustín Laje, un ideólogo de la LGTBIQA+fobia y del antifeminismo que ha fortalecido su voz viviendo entre Madrid y Buenos Aires, lo dijo de manera bastante similar: “Nunca como ahora está tan claro, de un lado los argentinos de bien, del otro los zurdos hijos de puta”. La fabricación de un enemigo claro es una estrategia conocida de las ultraderechas, pueden ser migrantes, personas racializadas, feministas o personas trans. También pueden ser los malos o los zurdos, más difíciles de distinguir pero igual de eficaces: son todos y todas las que no siguen a pie juntillas la pasión capitalista salvaje y el deseo de exclusión de las fuerzas reaccionarias.
Abascal, sin embargo, se ocupó de decir que no eran todos iguales en esta Conferencia de Acción Política Conservadora. Su intención, igual que la del representante de Hungría en Buenos Aires, Vaijk Farkas, a la vez director del Centro de Derechos Fundamentales en Madrid , es reconstruir los lazos entre Europa y América Latina, según se dijo en el Foro de Madrid Río de La Plata, una “iberosfera” que desde este sur del sur sólo se puede interpretar como un colonialismo recargado. No es lo que le gustaría a Donald Trump, los sueños imperialistas de América del Norte son más bien recuperar terreno en su “patio de atrás” -así se le dijo durante todo el siglo XX a América Latina-, tal vez traer a Argentina una base militar que pueda controlar las extraordinarias reservas de agua dulce que hay en nuestro país sobre el continente y también en la Antártida Argentina.
Está por verse, en un mundo convulsionado y sin potencias hegemónicas como antaño, estos encuentros conservadores buscan reconstruir poder y para eso libran su “batalla cultural”, también contra los organismos multilaterales donde antes se encontraban consensos y denostan acuerdos como la Agenda 2030 o el Pacto para el futuro -sobre desarrollo sostenible-, que acaba de firmarse en septiembre en Naciones Unidas.
Lara Trump, Santiago Abascal y Agustín Laje, entre otros, hablaron de condicionamientos a la soberanía de los países por parte de estas agendas. Pero sólo a la diplomacia argentina su postura ultra la ha llevado a oponerse en soledad, en la ONU, al compromiso para erradicar la violencia digital contra mujeres y niñas. ¿Será a esto lo que llaman convertirse en el faro del mundo?
Ataques coordinados
La Cpac nace en 1974, en el seno del Partido Republicano, para organizarse en contra del fallo Road vs Wade que habilitó la legalidad del aborto en Estados Unidos. El discurso inaugural lo brindó Ronald Reagan. Su intención es clara desde el nombre y desde el hecho que le da origen. Matt y Mercedes Schlapp, un matrimonio con cinco hijos entre un conservador de Kansas y una migrante cubana de Miami, son los anfitriones de la Conferencia, se haga donde se haga, aunque recién en 2017 se hizo la primera CPAC fuera de Estados Unidos, justo cuando Donald Trump llegaba a la presidencia por primera vez.
En Buenos Aires abrieron el encuentro vivando a Argentina, a Estados Unidos y a Israel y hablaron de sus hijos y sus dos perros para reforzar que su lema es la protección de la familia y los valores tradicionales. “Dios, patria, familia”, es la combinación que eligen los libertarios en Argentina, sobre todo sus jóvenes militantes que asistieron vestidos de traje o tailleur según el género, aunque la mayoría eran varones.
En espacios como estos, entre referencias a la biblia y a las buenas madres han fraguado algunos ataques coordinados en las redes, como el que sufrió Imane Khelif
Aunque si se la mira desapasionadamente la CPAC puede parecer una puesta en escena un tanto deslucida, no muy distinta a una convención de vendedores de cualquier producto de mercado, esas que buscan ofrecer a sus empleados sentido de pertenencia y entusiasmo para incrementar ganancias, en espacios como estos, entre referencias a la biblia y a las buenas madres han fraguado algunos ataques coordinados en las redes que dieron vuelta al mundo entero y que buscan conectar con el sentido común.
Uno, muy fresco en la memoria, es el que sufrió la boxeadora argelina Imane Khelif el 1 de agosto de este año, durante los Juegos Olímpicos de París. Ese mismo día, en una acción coordinada de 10 mil cuentas de X se consiguió que la boxeadora fuera mencionada 2.3 millones de veces. Contaba con nombres fuertes para poner el grito en el cielo contra “la ideología de género”, la cual suponía había puesto a pelear a un hombre contra una mujer para verla de rodillas. Líderes políticos como Giorgia Meloni, su ministro de salud y mentor de la presidenta italiana, Matteo Salvini, la escritora J.K. Rowling, influencers en Hungría, Rusia, EE.UU, el mismísimo dueño de X, Elon Musk y por supuesto, Javier Milei.
Imane Khelif es una mujer cis, pero la transfobia internacional se la llevó puesta.
En Argentina, como si hubiera sido una preparación para recibir a la CPAC, la vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel, se espantó por un caso de violencia sexual dentro de un penal para decir que un hombre se había hecho pasar por mujer para violar, que “quien defiende la ideología de género es un degenerado” y que los iba a perseguir “mientras me quede sangre en el cuerpo”. Unos días antes, Mercedes Schlapp había escrito una nota sobre la población trans detenida en cárceles denunciando que con los impuestos de ciudadanos de a pie se pagaban “cirugías de cambio se sexo” para delincuentes. ¿Conexiones astrales o agenda coordinada?
Lo cierto es que este tipo de encuentros, conferencias o foros merecen una mirada atenta por parte de los movimientos sociales, feministas, ambientalistas, LGTBIQA+. Revisar sus estrategias, delatar que por más que hablen de “valores familiares” o tradicionales, los únicos valores que defienden son los del mercado y la concentración y acumulación de la riqueza cada vez en menos manos.
La pregunta que nos queda a “las malas”, a los “zurdos hijos de puta”, es cómo fortalecer las redes transnacionales que podrían sostenernos, como amplificar la información y las conexiones en un mundo dominado por los algoritmos en las redes y las noticias falsas. La pregunta está abierta pero es urgente, necesitamos también a escala global seguir sosteniendo nuestras conversaciones.