“No quiero parecer egocéntrica, pero el tema principal de mi escritura soy yo misma”


“No quiero parecer egocéntrica, pero el tema principal de mi escritura soy yo misma”


Charlamos con la escritora Lucy Sante sobre arte, las conexiones entre presente y futuro, la Generación Z y transitar en la edad adulta.

Foto: © Bob Krasner

Esta entrevista ese publicó originalmente en el número 10 de Pikara en papel, que puedes comprar en nuestra tienda online. Este año ha publicado Ella era yo. Memorias de mi transición en Libros del K.O., elegido por The New York Times The Washington Post como uno de los 10 mejores libros de 2024.

Lucy Sante es escritora y artista. Sus textos tratan de los bajos fondos de Nueva York y París, a la vez que analizan la obra de multitud de artistas del ámbito de la música, la literatura y las artes visuales. La editorial Libros del K. O. ha publicado Retrato underground (traducción de María Alonso Seisdedos), una recopilación de artículos escritos por Sante entre 1993 y 2020: aunque aborden una amplia variedad de temas, desde la obra de David Wojnarowicz al misterio de Vivian Maier, la propia escritora confiesa que se trata de un volumen “muy autobiográfico”. En 2021, a los 67 años, dio comienzo a su transición de género.

“Mis grandes profesores y referentes son personas muchos más jóvenes que yo. La Generación Z. es genial, nos entendemos a la perfección, por lo que me siento rejuvenecida”

Sante llega a nuestra cita con algo de retraso (viene en tren desde Madrid), pero con una amabilidad acogedora. Conversamos en el hall muy señorial de un hotel muy donostiarra, un lugar que no concuerda demasiado ni con las historias de Retraro underground ni con la vida de la mayoría de quienes habitamos esta ciudad.

Retrato underground arranca con una cita de Baudelaire sobre querer expresarse “en la bella lengua de mi siglo”. Me parece significativo que la hayas escogido, porque en una de las piezas del libro hablas de que no te sentías parte del presente durante tu juventud.

Exacto. Aun más teniendo en cuenta que es una cita irónica, porque Baudelaire se refiere al lenguaje cliché de su tiempo. De todos modos, aquí la frase aparece fuera de contexto, así que no se puede saber si es en serio o no. En todo caso, es interesante porque cuando tenía alrededor de 30 años, es decir a mediados de los 80, comencé a sentirme cada vez más distanciada del presente, pero últimamente, y especialmente desde mi transición de género, me siento mucho más conectada con ello. Ahora mismo, mis grandes profesores y referentes son personas 40 y muchos años más jóvenes que yo. La Generación Z. es genial. No me sentía nada identificada con los millennials, pero la Generación Z y yo nos entendemos a la perfección, por lo que me siento rejuvenecida. Todo va y viene por ciclos, y espero que estemos comenzando un ciclo de los buenos, aunque todo en el mundo indique que no va a ser así. Trato de ser optimista.

Este libro reúne artículos publicados desde 1993 hasta 2020. ¿Cómo ha sido el proceso de selección y edición?

Mi editor me pidió que hiciera una recopilación hace tres o cuatro años, y lo intenté pero no me funcionaba. Pensé que quizá no sería capaz de hacerlo, pero luego, por alguna razón, lo agarré desde otra perspectiva, y la colección se convirtió en algo muy autobiográfico; incluso en el caso de los artículos en los que hablo sobre otras artistas o escritoras, todas esas personas tienen algún tipo de significado especial para mí. No quiero parecer egocéntrica, pero creo que, como para la mayoría de escritores, el tema principal de mi escritura soy yo misma. Así que todo lo que aparece en este libro son cosas que dije alguna vez y que podría decir todavía.

Precisamente te iba a preguntar cómo escoges a las y los artistas sobre quienes vas a escribir. ¿Hay algún aspecto que los una?

Siempre hay algún tipo de conexión personal, más allá de que me interesen sus obras. [Georges] Simenon era paisano mío, a [H. P.] Lovecraft lo leí cuando tenía 14 años, después lo releí mucho más tarde, y guau. Y Vivian Maier era una inmigrante francófona en Estados Unidos, y también una especie de ermitaña extraña, así que me siento identificada con ella.

En el artículo sobre Vivian Maier, hablas no solo de su obra fotográfica, sino también de todo lo que se ha generado en torno a ella.

Sí, es algo que me interesa, porque mi atracción principal hacia esta disciplina son las fotografías anónimas del pasado. Tengo una colección muy grande de imágenes de ese tipo, de cuando se podían comprar por nada. Son un misterio, porque es posible que tengas cinco fotos hechas por la misma persona y ni siquiera lo sepas. Me fascina el modo en que las cosas se pierden. Es algo que podría haberle sucedido a Vivian Maier, de no ser por unos pocos accidentes del destino.

“El espíritu de Nueva York sigue ahí, pero el neoliberalismo ha arruinado muchísimas cosas. Nadie puede permitirse vivir allí. Cuando nosotras éramos jóvenes la ciudad nos pertenecía, y ahora no es así”

La fotografía es una disciplina muy importante para ti.

Mis dos grandes temas son el tiempo y la memoria, y la fotografía cubre los dos. Además, es una disciplina subjetiva de una manera interesante. Para mí, uno de sus grandes misterios reside en que diez fotógrafos pueden hacer una foto de la misma cosa utilizando el mismo equipo, y aun así obtendremos diez imágenes completamente diferentes.

En el artículo sobre Maier apuntas al hecho de que fuera mujer y proviniera de un cierto entorno como factores importantes en su trayectoria.

El hecho de que fuera mujer, de clase trabajadora y viviera en los márgenes de la sociedad estadounidense, que es algo que me recuerda a mi infancia. En mi familia éramos inmigrantes de clase trabajadora que vivían completamente en los márgenes. Mis padres no hablaban inglés, así que en cierto modo entiendo muy bien a Maier, es como si la conociera, aunque al mismo tiempo es un enigma. Hizo fotografía magníficas, muchísimas fotografías geniales, tan geniales como cualquiera las de las y los artistas que conocemos, pero parece que no se daba cuenta del valor de su propia obra. Es algo indescifrable, creo que siempre habrá un misterio Vivian Maier.

Naciste en Bélgica, pero tus padres y tú os mudasteis a Estados Unidos cuando eras pequeña. ¿Cómo recuerdas esa época?

Cuando empecé a ir a la escuela no sabía nada de inglés, ni siquiera sabía preguntar si podía ir al baño. Por otro lado, mis padres no estaban a gusto en Estados Unidos e intentamos volver a Bélgica en más de una ocasión. A los seis meses de llegar a Estados Unidos, mi madre y yo regresamos Europa, y luego volvimos y nos fuimos dos veces más. Durante cuatro años de mi infancia iba a la escuela medio año en un país y medio año en el otro. Y era una cosa muy rara porque, en aquella época, entre Europa y Estados Unidos había un lapso de 30 años en lo que se refiere a la tecnología, la cultura popular, etcétera. Así que era como viajar en el tiempo. Ahora me resulta chocante venir a Europa y ver que todo es más o menos lo mismo. Existen diferencias culturales individuales, por supuesto, pero todo el mundo tiene los mismo equipos, la misma ropa, el mismo corte de pelo… En aquella época no era así. Fue complicado y raro para mí, pero me encantaba. Fue lo mejor que me ha podido pasar, una educación sin igual.

Quizá ha influido en tu perspectiva sobre la cultura estadounidense.

Totalmente. Siempre estoy en medio del Atlántico. De hecho, acabo de pasar 12 días en París, y siempre lloro cuando tengo que marcharme. Ahora que me he jubilado, estoy considerando seriamente mudarme allí. Es algo muy profundo. Durante todo el viaje solo he hablado en francés y, cuando eso pasa, siento que el francés me invade y el inglés comienza a retirarse.

El francés es tu lengua materna.

Sí. El inglés lo controlo, lo domino; sin embargo, en francés no tengo poder, soy débil. En el ámbito emocional me afecta de otra manera. Es mucho más fácil herirme en francés que en inglés. Soy vulnerable.

Nueva York es un lugar importante tanto en tu biografía como en tu bibliografía. No obstante, es evidente que la ciudad de tu juventud ha desaparecido.

Sí, el espíritu de la ciudad sigue ahí, pero el neoliberalismo ha arruinado muchísimas cosas. Nadie puede permitirse vivir allí. La gente joven se muda cada vez más lejos, creo que ya han llegado al mismísimo límite de la ciudad. De todos modos, conozco gente joven que sigue viviendo allí; es verdad que tienen que trabajar en cosas de un perfil más alto, porque con el tipo que trabajos que teníamos nosotras no les llegaría para pagar el alquiler, pero hacen el mismo tipo de vida que hacíamos nosotras. La diferencia es que cuando nosotras éramos jóvenes la ciudad nos pertenecía, y ahora no es así.

Uno de tus libros más conocidos, Bajos fondos, trata sobre la historia de la ciudad desde mediados del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. ¿Cómo surgió la idea de escribirlo?

Fue justamente en los inicios de todo esto que veníamos hablando, cuando Ronald Reagan fue elegido presidente y todo cambió. A mediados de los años 80 estaba claro por dónde iban a ir las cosas. Al mismo tiempo, yo vivía en un edificio antiguo, antiguo según los estándares neoyorquinos, no europeos, de 1905 o algo así, y me di cuenta que no lo habían renovado desde su construcción; eso es algo que hoy ya no se encuentra. Mi apartamento, por ejemplo, tenía 20 capas de pintura por encima de la madera original. En otro apartamento en el que viví un vendaval arrancó de cuajo el marco de la ventana porque no estaba enyesada. Y yo pensaba en la gente que había vivido en el edificio cuando se construyó, gente obrera, mayoritariamente italiana en mi barrio, y me sentía identificada con esas personas, y me preguntaba qué veían cuándo salían a la calle. Eso fue lo que me llevó a escribir el libro.

“Pensaba que iba a tener que aprender a ser mujer, y luego me di cuenta que no: bastaba con que fuera yo. Se me daba fatal ser hombre. Soy la misma persona, pero ya no llevo un secreto enorme a cuestas”

Volviendo a Retrato underground, me ha encantado el artículo en el que rindes homenaje a Barbara Epstein, tu mentora.

Barbara cambió mi vida. Empecé a escribir a los 10 o 12 años, y a enviar cosas a revistas a los 14, pero no me publicaron nada. Durante la adolescencia, me hice poeta, y luego, en París, a los 20, tuve una revelación: no era poeta, porque mis versos son demasiado largos, era prosista. Sin embargo, seguí queriendo escribir textos vanguardistas durante años, pero no me gustaba lo que hacía y no parecía que se me diera muy bien. Y por una casualidad absoluta, me puse a trabajar en la revista The New York Review of Books, en la sala de correo. Y Barbara me pidió que fuera su asistente. No sé qué vio en mí, pero cambió mi vida. A los seis meses de empezar a trabajar para ella, me arriesgué a enviar un artículo que había escrito, y lo publicaron. Toda mi carrera parte de ese momento.

Barbara me enseñó muchísimo. Me hizo ver lo importante que es la claridad, el hecho de que las cosas que escribes sean comprensibles para la gente. Porque yo en aquella época no obedecía a esa regla [risas]. Lo más interesante es que, cuando hice mi transición de género el año pasado, mi compañera, que desafortunadamente se ha convertido en mi excompañera, casi la primera cosa que me dijo fue: ¿Va a empezar a escribir novelas ahora?

¿Lo harás?

Quién sabe. Mi relación hacia las otras personas ha cambiado de manera drástica. No es ninguna tontería.

Como has dicho, transitaste el año pasado. ¿Qué tal te sientes?

Me siento genial, de verdad. Todavía no soy capaz de considerar el cambio en su totalidad, simplemente sucedió. Y desde entonces todo ha sido como un ímpetu. La primavera pasada, especialmente, supuso toda una educación en tres meses. Y una de las cosas que he visto es que pensaba que iba a tener que aprender a ser mujer, y luego me di cuenta que no: bastaba con que fuera yo. Se me daba fatal ser hombre, y muchas de las cosas que me molestaban de mí misma cuando era hombre me molestaban porque no eran lo suficientemente masculinas, ¿sabes? La cuestión es ser honesta conmigo misma y con el resto. Me siento algo deshonesta porque llevo una peluca, esa es mi mayor mentira, porque soy calva. Pero, aparte de eso, soy la misma persona, solo que no lo soy, porque ya no llevo un secreto enorme a cuestas, una piedra enorme con la que he cargado toda mi vida. Así que me siento mucho más ligera, y creo que esa es una de las razones por las cuales mi relación con el resto ha cambiado: ya no me escondo de la gente, y por lo tanto estoy más interesada en las demás personas y ellas en mí. Así que es genial. Mi única duda es que creo que nadie volverá a quererme porque soy una freak.

¿Qué opinas sobre el movimiento transodiante dentro del feminismo?

Publicaron una entrevista mía en El País, y no pude leerla porque tienes que suscribirte, pero me permitieron leer los comentarios y muchos de ellos eran de gente a la que le preocupa la extinción de hombres y mujeres. Según parece, a la gente eso le da muchísimo miedo por alguna razón. Lo que me parece increíble es que mucha gente, de todo tipo de entornos y niveles educativos, aún confunda sexo y género. Pensaba que ese asunto ya estaba finiquitado, pero se ve que no.

¿Cuáles son tus proyectos de futuro?

Tengo un contrato para escribir dos libros. Uno de ellos será mi libro trans, que tratará sobre los mecanismos de la opresión. Tengo un montón de notas, pero, como es habitual, no sé qué voy a decir exactamente. Aparte de eso, tengo un contrato para escribir una biografía sobre Lou Reed, pero tras dedicarle algunos años al proyecto me he dado cuenta de que no quiero escribir una biografía sobre él, porque fue una figura muy interesante durante unos 20 o 30 años, pero luego dejó de serlo, y, por otra parte, no quiero escribir la biografía de nadie. Es una cosa muy extraña, me sentiría como la sirvienta de esa persona. Así que, en lugar de eso, voy a escribir un libro sobre la Velvet Underground y el New York de los años 60, que es un periodo que conocí de cría, que me fascina y no creo que nadie haya escrito verdaderamente sobre ello.

¿Te gustaría añadir algo más? ¿Alguna pregunta que nunca te hayan hecho y te mueras por responder?

[Risas]. Ay, pues no se me ocurre nada ahora mismo. Estoy algo cansada tras el viaje, y necesito comer.

Muy bien, lo dejamos aquí. Muchas gracias.

Un placer.

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