Sí, es gordofobia. Lalachus, las campanadas y la negación de la violencia
La invisibilización de las opresiones que no nos afectan directamente es un caldo de cultivo para seguir perpetuando la violencia hacia quienes se salen del cánon de la normatividad.
Lalachus respondió a las críticas gordófobas con su ya legendario: "¿Sabéis lo que también tengo gordo?"
Ojalá hoy no tuviera la necesidad de escribir un texto sobre los ataques a Lalachus y pudiera escribir sobre la alegría que va a ser para todas verla en la Puerta del Sol este año, pero llevo toda la semana con un cabreo monumental y siento que tengo que decir algo.
Me hubiera gustado que desde el principio se hubiera valorado a Lalachus, cómica colaboradora del programa de TVE La Revuelta, como la profesional que es. Me hubiera gustado que las redes no se hubieran llenado de comentarios sobre su cuerpo, su tamaño, sobre lo que come o deja de comer, sobre si una persona como ella tiene el “suficiente glamour” o la “buena presencia” para dar las campanadas. Me hubiera gustado que los gordófobos nos hubieran sorprendido y, por una vez, se hubieran callado la boca. Me hubiera gustado poder celebrar desde el principio lo que supone para muchas ver a una mujer que se parece a nosotras dar las campanadas. Pero no pudo ser. Como siempre, tuvimos que salir a denunciar estos comentarios, a denunciar la gordofobia.
El activismo gordo lleva años generando un corpus teórico para analizar esta opresión específica, pero muchas compañeras feministas jamás nos han leído
Lo que desde luego no me esperaba es que, después de haber tenido que pelearnos con los de enfrente, tuviéramos también que explicarles a nuestras compañeras que no, que esto no es simplemente misoginia. No me esperaba que en un caso tan claro como este, en el que no cabe la más mínima duda de la gordofobia que opera en todos y cada uno de los insultos que ha recibido Lala, hubiera tantas compañeras que decidieran negarla o ponerla en cuestión. Nos hemos cansado estos días de escuchar el mantra que dice “no es gordofobia, es misoginia”. Y yo me pregunto si no hemos aprendido ya cómo funcionan las intersecciones entre los diferentes sistemas de opresión, o si es que no nos interesa verlo.
El caso es que, aunque no me esperara esta reacción, debería haberla previsto. Porque es algo que lleva pasando años, aunque de formas más sibilinas. Llevamos años viendo cómo se hacen artículos, podcast, programas en diferentes formatos y hasta películas sobre presión y/o violencia estética en los que jamás se nombra la gordofobia. Jamás se nombra a una compañera gorda, ni su trabajo, ni sus textos, ni su activismo. Jamás. El activismo gordo lleva años generando un corpus teórico para analizar esta opresión específica, pero en esos espacios jamás se nombra a ninguna autora gorda. Muchas compañeras feministas jamás nos han leído. Esto es así, lo sabemos todas perfectamente.
Muchas prefieren ver el debate desde un eje en el que ellas también puedan asumirse como víctimas y no tengan que pensar en cómo contribuyen al sufrimiento de las demás
Y esto tiene un nombre: invisibilización. Y tiene otro nombre, que no creo que os sorprenda: GORDOFOBIA. Porque se asume que no tenemos nada que decir. Porque lo que opera detrás de esto es el estereotipo de que nuestras voces no son válidas. Porque a algunas compañeras les genera rechazo acercarse a leernos. Porque les da vergüenza defender que una persona gorda puede estar a gusto y orgullosa de su cuerpo, les entran dudas porque el discurso salutista les dice: sí, las insultan y las discriminan, pero es que en realidad la gordura no es buena porque la salud blablabla. Porque algunas simplemente no creen que la gordofobia sea un problema. Porque, como ha explicado perfectamente Magdalena Piñeyro, muchas prefieren verlo desde un eje en el que ellas también puedan asumirse como víctimas y no tengan que pensar en cómo contribuyen al sufrimiento de las demás.
La gordofobia, como discurso, alimenta la violencia estética y es lo que hace que para muchas mujeres su mayor pesadilla sea parecerse a nosotras, las gordas. Pero las consecuencias específicas de la gordofobia las sufrimos las personas gordas
Por eso se teoriza sobre lo que nos daña, pero sin nombrarlo y sin nombrarnos. Se teoriza desde el eje que interesa, para no tener que cuestionarse la posición propia en el mismo: si es violencia estética, las que sufrimos somos todas. Si es gordofobia, ahí ya no. Y ahí cada una tendría que ver en qué parte del eje está situada.
Hay una tendencia que me resulta particularmente molesta y es esa que se empeña en equiparar lo de Lalachus con lo de Pedroche o Anne Igartiburu, insistiendo en que todo es lo mismo: misoginia expresada específicamente como violencia estética. Y no, no lo es. La violencia estética es una cosa, la gordofobia es otra: es una opresión ESPECÍFICA que se manifiesta de forma ESPECÍFICA hacia las personas gordas. Tiene consecuencias ESPECÍFICAS y diferentes que la violencia estética. Y tiene consecuencias peores cuando, como en este caso, intersecciona con la misoginia.
No es cierto que los hombres gordos no sufran discriminación. Tanto Chicote como Ibai Llanos han recibido innumerables comentarios sobre sus cuerpos y se han visto abocados a procesos de adelgazamiento extremos
La violencia estética, tal y como la teoriza Esther Pineda, es un sistema que nos presiona a todas las mujeres en mayor o menor medida, porque se basa en decirnos que tenemos que entrar en un canon: el de la feminidad, la juventud, la blanquitud y la delgadez. Pero los sistemas de opresión específicos que alimentan esa violencia tienen consecuencias en los grupos concretos hacia quienes se dirigen. Porque lo que te dice la violencia estética es que si te sales de ese canon, vas a sufrir. Y vas a sufrir lo que YA sufre la gente que está fuera del canon.
La gordofobia, como discurso, alimenta la violencia estética y es lo que hace que para muchas mujeres su mayor pesadilla sea parecerse a nosotras, las gordas. Pero las consecuencias ESPECÍFICAS de la gordofobia, como la discriminación laboral, la violencia médica, la dificultad para encontrar ropa, el acoso o los estereotipos culturales dañinos los sufrimos las personas gordas. Intentar invisibilizar eso es, de nuevo, gordofobia.
Otra de las afirmaciones que me molestan de todo lo visto estos días es la que dice que los hombres gordos en la misma posición que Lala no han recibido insultos ni discriminación. Y disculpadme, pero eso no es cierto. Tanto Chicote como Ibai Llanos, a los que tanto se nombra estos días, han recibido innumerables comentarios sobre sus cuerpos. Tanto es así que ambos se han visto abocados a procesos de adelgazamiento extremos, el de Ibai de una forma tan pública que hasta lo ha convertido en un reto para su canal de YouTube. La diferencia es que en estos casos la misoginia no opera como un añadido, pero la gordofobia está ahí, siempre funcionando.
Esto es lo que pasa cuando no se escucha a las personas que llevan años haciendo activismo antigordofobia. Que se dicen cosas que no son ciertas, se conceptualiza mal, se invisibiliza el sufrimiento y la lucha de las compañeras y, en definitiva, se contribuye a que se sigan perpetuando estas violencias.
Así que, por favor, leed y escuchad a vuestras compañeras gordas. Es importante. Es imprescindible.