Trucos para sobrevivir a las malditas cenas navideñas

Batido de Ortigas

Trucos para sobrevivir a las malditas cenas navideñas

Aquí van algunas estrategias para desactivar, desviar o sobrevivir a las preguntas desagradables que suelen llegar en estas fechas.

Texto: Elisa Coll

Fotograma de 'El grinch'.

26/12/2024

“¿Todavía sigues con eso del veganismo?”. “¿Qué es esta ropa que te has puesto?”. “Ah, ¿que ahora tienes novia?” En su libro Vivir una vida feminista, Sara Ahmed habla del poder corrector de la pregunta cuando esta va a dirigida a atacar a la disidencia, y de lo complicado que es vivir en un estado constante de cuestionamiento. El cuestionamiento, dice ella, se materializa como la constatación del derecho a cuestionarte, de que tus decisiones, tu vida, tu existencia son susceptibles de ser puestas en cuestión. El escenario estrella para ejemplificar esta reflexión son, como bien sabemos, las famosas cenas de Navidad. Hablamos mucho de los comentarios machistas, racistas, lgtbifóbicos, gordófobos… pero no hablamos tanto de las preguntas que, en vez de flotar en el aire de forma radiactiva como los comentarios (y si te das por aludida ¡no seas tan sensible!) sí pueden dirigirse directamente hacia contra una persona. Un comentario violento es mucho más aceptable si va embutido entre signos de interrogación: en vez de “Tu forma de existir no es válida”, nos dicen “Ah, pero, ¿todavía sigues existiendo de esta forma?”. En palabras de Ahmed: “No vivir en una norma, o no del todo, puede sentirse como no habitar tan fácilmente el lugar en el que resides. Puede que te hagan preguntas; puede que te hagan sentir cuestionable, tanto que llegues a sentir que no perteneces a los lugares en los que vives, los lugares que sientes como casa”.

Así que el artículo de hoy viene cargado de algunos truquitos que he ido acumulando estos años de distintos lugares para desactivar, desviar o al menos sobrevivir al bombardeo de preguntas que llega en estas fechas.

Devolver la pregunta

“¿Todavía sigues en ese trabajo?”. “¿Y tú, todavía sigues en el tuyo?”.

Según Ahmed, la pregunta establece dos roles: quien cuestiona y quien es cuestionada, es decir, quien tiene el poder de cuestionar y quien no lo tiene. Si la norma se reafirma como norma preguntando, devolver la pregunta es como mínimo, desestabilizar estos roles. Devolver la pregunta puede generar cierta confusión, precisamente porque deja expuesta esa dinámica en la que la pregunta se presuponía como algo unilateral. Es como responderle “gracias, chiquirriquitín” al panadero que te da tu barra rústica con un “toma, guapa”. Dirigirte a ellos como ellos se dirigen a ti, devolver la pregunta, puede hacer que, por un momento, puedas recuperar ese poder que intentan quitarte.

Niñes, animales y otras criaturas

Un clásico: procurar relacionarte con seres vivos que no tengan la capacidad de preguntar (animales no humanos) o de hacer preguntas de mierda (niñes). Si en cuanto llegues a la cena colocas rápidamente tu chaqueta en la silla cerca de les niñes, te aseguras como mínimo una interacción en la que la otra persona no intenta hacer una vergonzosa demostración de poder sobre ti. Además, seguramente le estés haciendo de barrera a ese niñe frente a ese adulto abusón. Nada más queer que la alianza niñes-ovejas desviadas de la familia.

Respuestas sin sentido a preguntas sin sentido

“Tú que eres de esos, a ver, ¿lo de la Q se puede saber qué es?”, “Sí, de ¡qué mona va esta chica siempre!”.

Las preguntas dirigidas a poner en cuestionamiento no buscan ser contestadas. Son en sí mismas un ejercicio de poder. A quien la formula, la respuesta real le da igual. De hecho, si intentas responderlas de forma genuina, lo más probable es que recibas más preguntas del mismo tipo o directamente una reacción despectiva o agresiva. Así que, ¿para qué poner esfuerzo en responder una pregunta que no quiere ser contestada? ¡No caigas en esta trampa! Si te sientes con el suficiente humor, puedes responder de forma absurda, cortando así la interacción. Si no, también puedes jugar la baza del I’m just a girl y responder con un sencillo “No lo sé” seguido de un elegante sorbito de agua.

Si la persona más normativa de la mesa te está cuestionando, es que algo estás haciendo bien

El Lorelai Gilmore

En un capítulo de Las Chicas Gilmore, la madre de Lorelai está angustiada porque la abuela ha llegado sin previo aviso y es una mujer que juzga todas sus decisiones. Lorelai le dice:
– Me gustaría aconsejarte. Necesitas desarrollar un mecanismo de defensa para lidiar con la abuela (…) Mírame a mí, por ejemplo. Sé que hay muchas cosas en mi vida que no apruebas.
—¿Como qué?
—Como este sofá.
—Bueno, este sofá es horrible.
—Vale, bien. Tú opinas que este sofá es horrible. En algún punto de mi vida, que dijeras que es horrible un sofá que elegí cuidadosamente y que tuve que pagar en ocho meses me habría hecho daño. Pero ya no.
—¿Por qué no?
—Porque un día decidí que, en vez de estar dolida y triste por tu desaprobación, me voy a divertir. Me va a parecer divertido. Incluso me voy a regocijar.
—¿Te regocijas con mi desaprobación?
—A veces la provoco solo para reírme.
—No sé qué pensar de esto.
—¡Piensa “oye, esto es brillante”, porque esta idea podría liberarte!

Si la persona más normativa de la mesa te está cuestionando, es que algo estás haciendo bien. Probablemente la persona que te cuestione lo hace desde un lugar aburridísimo y, en algunos casos, de secreta envidia por lo que tu desvío de la norma representa respecto a la rigidez de su propia vida. Recibir ese cuestionamiento como chapitas de validación queer puede ser muy liberador si estamos de humor para ello.

El bingo

Hace unos años proliferaron en redes, de forma más o menos irónica, bingos de posibles comentarios desagradables en las cenas navideñas. Crear tu propio bingo de predicciones catastróficas puede ayudar a convertir un mal trago en un juego: si ocurre lo que habías predicho, tienes el pequeño chute de haber acertado. Puedes pasarle tu bingo de predicciones a algune amigue o crearlo junto con alguna persona de tu familia con la que sí tengas una buena relación. Yo probé esto un año y me sirvió mucho para tener otra respuesta emocional a este tipo de cosas aparte de la rabia y también para sentir que recuperaba secretamente el poder, llegando incluso a provocar algún comentario machista solo para poder cantar bingo.

Se puede habitar este mundo de otra manera distinta a esa existencia tan insulsa que necesita del machaque ajeno para encontrarse sentido a sí misma

Si la pregunta va dirigida a otra persona: tips para aliadas

Si el sujeto cuestionado no eres tú, tu ayuda puede ser muy valiosa. A veces intentamos confrontar directamente a la persona que pregunta (“oye, déjala en paz”), pero a menudo nos quedamos en silencio porque sabemos que una confrontación puede generar una escalada rápida a algo más agresivo. Si ves que lo que hace falta es un cambio de tema, aquí tienes algunas formas de cortar una conversación que se está poniendo tensa:

—La temperatura (“¿No tenéis frío? ¿No tenéis calor?”)
—Alguien que aún no ha llegado (“¿Os ha escrito ya X? ¿Cuándo llega?”)
—Hacer como que te atragantas con la comida (¡esta con cuidado!)
—Pedir que te pasen un alimento que está en el otro extremo de la mesa y preguntar por la receta
—Si la cosa está realmente chunga, se te puede caer algo ruidoso al suelo (preferiblemente algo que no se rompa pero que haya que limpiar, como una bandeja con restos de comida)

Todos estos recursos sirven para abrir una breve ventana en la que puedes desviar la conversación, es decir, es muy probable que no sirvan por sí mismos porque fácilmente la conversación volverá a su cauce. Por ejemplo, si preguntas por la temperatura, luego hay que continuar hablando a partir de ese hilo: “Es que este jersey es nuevo y abriga más de lo que pensaba, me lo compré el otro día porque ya los tenía todos viejísimos, por cierto, eso que llevas es muy bonito, ¿dónde lo has comprado?”.

Espero que estos truquis ayuden a pasar el mal trago a quienes tengáis que enfrentaros a panoramas desagradables en la próxima semana. Esas preguntas y comentarios no son más que la demostración de que, efectivamente, se puede habitar este mundo de otra manera distinta a esa existencia tan insulsa que necesita del machaque ajeno para encontrarse sentido a sí misma. Ojalá estos días podamos encontrar un mínimo de regocijo en ser el mosquito molesto en la norma o al menos recordar que, si la norma te cuestiona, algo estás haciendo bien.

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