“Una mujer no debe llevar el peso de estar alerta para no ser víctima”
A través de décadas de trabajo, la artista multidisciplinar Jana Leo ha desarrollado una obra en la que la ‘domestofobia’ ha ocupado un lugar relevante. Su último proyecto es el archivo ilustrado –junto a la exposición– ‘Mamá está muerta, pero la vamos a curar’.
Los dibujos tienen un aspecto inocente, tierno, algo naif, una mirada infantil. Lo que muestran, en cambio, contrasta ferozmente con esa dulzura: un hombre golpeando a su esposa con una silla; otro prendiéndola fuego; una mujer atropellada bajo un coche y su sangre alrededor. Las escenas siguen representando momentos hasta llegar a las 132 ilustraciones: el número de mujeres asesinadas por violencia machista en la Comunidad de Madrid desde el año 1999 hasta 2020. Un trabajo de composición y re-composición con años de esfuerzo e investigación detrás, que la artista visual Jana Leo (Madrid, 1965) ha recogido en el libro Mamá está muerta, pero la vamos a curar, desarrollado junto a Sergio Tombesi y varias compañeras de la Fundación MOSIS_arte y ciudad. De todos estos dibujos, Leo y su equipo seleccionaron ocho que se expusieron en la Unidad de Igualdad de la Universidad Complutense de Madrid y después en la sede de UGT, a la espera de conseguir nuevas ubicaciones y lograr que este trabajo pueda tener el recorrido que el tiempo dedicado y la temática merecen. “Al escenificar con un dibujo la muerte y contar en el texto la secuencia de hechos, insto a que la prevención se dirija a instruir a los agresores y no a las víctimas, a quienes se culpa por serlo. Muchas de las mujeres en este archivo han hecho todo lo posible para no ser víctimas de violencia de género e igualmente han sido asesinadas. Una mujer no debe llevar el peso de estar alerta para no ser víctima”, explica Jana Leo en las primeras páginas del libro.
Eligió el ámbito de la Comunidad de Madrid para poder acotar los relatos y porque este territorio se configura como un sitio de paso, con mucho movimiento. “Y en los sitios de paso siempre hay depredadores”, apunta la artista. Después de una ardua investigación en internet en fuentes como feminicidio.net y separadasydovorciadas.org, y de elaborar una base de datos cualitativa, comenzó a realizar dibujos a partir de los datos de las historias de las mujeres, porque lo que realmente le interesaba a Jana Leo era descubrir el contexto, el tipo de relación que había tenido esa pareja, lo previo al uxoricidio, término que ella prefiere emplear -homicidio de la esposa por parte del marido-, aunque ampliándolo a cualquier tipo de relación. Leo recuerda que en España el franquismo rescató “el uxoricidio por honor”, que suponía la exención o atenuación de la pena para el marido que matase a la esposa sorprendida en adulterio, algo que no fue eliminado hasta 1963.
“Lo que hacemos es decir ‘no al machismo’, pero ¿qué significa esto?, ¿qué planes tenemos?”
“Nuestra motivación era desmantelar los mitos, las mujeres asesinadas son ricas, pobres, empoderadas, sin poder, muchas han hecho todo lo posible por salir de ahí y aun así han muerto. El problema gravísimo es que de las 132 que investigamos la mitad habían sido asesinadas por machismo puro y duro (la sensación de superioridad que tienen los hombres sobre las mujeres), por eso también lo de llamarle uxoricidios; otro 25 por ciento eran depredadores o psicópatas, que ante eso no puedes hacer nada; y otro 25 por ciento tenían problemas para aceptar la realidad, no podían aceptar que la mujer les dejara, eran inmaduros emocionales, no soportaban la frustración y atacaban”, indica Jana Leo. “Todo ese mito de ‘aquí tienes el 016, llama’ no es real, la realidad que ya tenía clara cuando hice Violación en Nueva York era que sin educación emocional del agresor la violencia de género va a subir. La aproximación que tiene la sociedad ahora mismo es errónea, porque lo que hacemos es decir ‘no al machismo’, pero ¿qué significa esto? ¿Qué planes tenemos? Un minuto de silencio no consigue nada”, añade.
Durante su proceso de investigación para el proyecto, Jana Leo intentó hablar con familiares de las mujeres asesinadas, pero eran pocas las personas que accedían. Leo lo atribuye a la vergüenza: “Me fui dando cuenta de lo que conlleva que no esté reconocida como memoria histórica. La violencia de género sigue considerándose algo privado, familiar, cuando es la historia del sistema patriarcal la que ha provocado esto. ¿Por qué no se reconoce esta memoria histórica, las torturas y asesinatos por el privilegio asumido que tiene el hombre? Me parece inadmisible”.
La exploración de las violencias machistas por parte de la artista tiene un extenso recorrido, y muchas de las aproximaciones hacia este proyecto ya las había realizado con anterioridad. Esta obra a la que hace referencia, Violación en Nueva York, tuvo una difusión abismal y se interesaron por ella en distintos países. Se publicó en 2017 y cuenta cómo un hombre la violó entrando en su propio apartamento de Harlem y realiza un análisis sociológico, urbanístico e inmobiliario de la permisividad de la violencia en las ciudades, o un trabajo de antropología urbana, como ella lo denomina. “Me escribieron muchas víctimas y empecé a ver que muchos abusos sexuales se daban en el entorno doméstico, por parte de parejas y familiares, y vi una problemática que no era la que yo había tratado antes. Se quedó en mi cabeza como algo que quería abordar, aunque no supiera exactamente cómo. Y luego, en la pandemia, la violencia subió, me llegaban mensajes para contarme”. Por entonces ya hacía tiempo que había empezado a explorar la ‘domestofobia’, es decir, el pánico al espacio doméstico o el espacio doméstico como lugar de horrores.
Pero habría que remontarse a décadas antes, a principios de los años 90, para ver cómo su instalación ‘Sin título’ en el Canal de Isabel II (Madrid) constituía una base importante en su trayectoria. “Eran performance ante la cámara como si yo hubiera sido agredida, y no contaba nada con palabras”. De esta forma apostaba por el autorretrato (real o no) como vía para hacer crítica cultural. “Fue nuevo para la época, porque estaba hablando de una parte que existía y que era el día a día de cada una de nosotras. Yo quería que cada persona leyera lo que tuviera que leer”, explica.
“Las campañas de sensibilización de los ministerios y administraciones públicas son muy simplistas”
El título de su último proyecto, Mamá está muerta, pero la vamos a curar, fue la perturbadora frase que un niño dijo cuando su tía lo encontró junto a su madre asesinada, pero todas las historias del libro son diversas e igual de impactantes. Feminicidios perpetrados por maltratadores que, en cambio, no suelen representar el foco de las acciones institucionales contra las violencias machistas. “Las campañas de sensibilización de los ministerios y administraciones públicas son muy simplistas, la mujer con la mano de no me pegues. Estamos en otro momento. Aunque pongan una foto del hombre, tampoco están hechas para pedirle la responsabilidad al agresor, cuando el mensaje tendría que ser: tienes la obligación y el reto de ser una persona responsable, aceptar la frustración y la realidad. Las mujeres no pueden cargar con el peso de que no sepan cómo comportarse. El lema no es ‘protégete’, hay muchísimas mujeres que han denunciado, se han ido del barrio con sus hijos y las han matado. ¿Qué hay qué hacer entonces? ¿Coger un perro de pelea y una pistola?”, concluye la artista.