“Israel utiliza la destrucción de los sistemas alimentarios como estrategia de colonialismo de asentamiento”
La activista palestina Yasmeen El-Hasan denuncia que “la ocupación israelí está utilizando el hambre como arma de guerra” y defiende que, para poder tener soberanía alimentaria, Palestina debe ser libre”.
Yasmeen El Hasan en una charla en Brasil./ Rafael Stedile-Via Campesina, tomada de Brasil de Fato gracias a su política de Creative Commons
Esta entrevista fue realizada para el programa Uhintifada, de Hala Bedi Irratia, en Vitoria-Gasteiz, el 18 de noviembre de 2024, antes por tanto del anuncio de alto al fuego en Gaza. Puedes escuchar el audio aquí.
Yasmeen El-Hasan es responsable de incidencia internacional de la oenegé palestina Unión de Comités de Trabajo Agrícola (UAWC). Se trata de una organización independiente, de la sociedad civil, cuyo objetivo es apoyar y fortalecer el trabajo de agricultores, pescadores, pastores y comunidades rurales, tanto de Cisjordania como de la Franja de Gaza. “Al mismo tiempo que permanecemos en nuestra tierra haciendo frente a la ocupación colonial israelí, trabajamos por la soberanía alimentaria en Palestina”, apunta El-Hasan.
Tal y como denunciaba el colectivo BDZ Araba (Boicot, Desinversiones y Sanciones, por sus siglas en euskera), “mientras Israel utiliza el hambre como arma de guerra contra la población palestina, comercializa sus productos agrícolas en todo el mundo. Este agronegocio es un importante sustento para la economía israelí y contribuye a consolidar el régimen colonial en la región”.
“Una hambruna tiene lugar cuando el primer niño o niña muere por desnutrición, lo cual en Palestina sucedió hace ya muchos meses”
Desde el 7 de octubre de 2023 a la publicación de esta entrevista en noviembre en Hala Bedi, las personas asesinadas en Gaza ascendieron, oficialmente, a 45.000. Sin embargo, informes como el de la revista Lancet elevan a 200.000 a esta cifra a causa, entre otros motivos, de las enfermedades infecciosas y de la hambruna.
Yasmeen El-Hasan visitó Vitoria-Gasteiz de la mano de Bizilur, Askapena y BDZ Araba.
Incides en la distinción entre soberanía alimentaria y seguridad alimentaria.
Si tuviéramos soberanía sobre nuestra tierra y nuestros recursos naturales, tendríamos seguridad alimentaria. El problema al que nos enfrentamos no es que los recursos sean insuficientes, porque nuestra tierra nos proporciona recursos más que suficientes para sostenernos. El problema es que nuestra tierra está bajo explotación, manipulación y control de la ocupación israelí. Para que podamos tener soberanía alimentaria, o cualquier tipo de seguridad alimentaria, debemos tener soberanía sobre nuestra tierra, lo que significa que Palestina debe ser libre. Israel es una colonia de asentamientos, que implica el desplazamiento forzado o la eliminación de una población indígena con el fin de reemplazarla por una población de colonos que necesitan tierra.
En esencia, el colonialismo de asentamiento tiene que ver con la tierra y con cómo el pueblo palestino ha vivido y ha muerto en el intento de mantenerla, a lo largo de más de 76 años. Los colonos israelíes se hacen con la tierra por la fuerza y eso supone destruirla, explotarla y llevar a cabo el genocidio de la gente a la que pertenece esa tierra.
La ocupación israelí utiliza la destrucción, la interrupción y la selección deliberada de los sistemas alimentarios palestinos como estrategia de colonialismo de asentamiento; eso es un aspecto fundamental de la estrategia colonial desde que comenzó la implementación del proyecto sionista porque, si una población no puede sostenerse en su tierra, ¿cómo va a sobrevivir?
De ahí vuestra alerta sobre que la ocupación israelí ha fabricado la hambruna en la Franja de Gaza.
El 10 de octubre de 2023, la Unión de Comités de Trabajo Agrícola publicó una declaración en la que denunciábamos que la ocupación israelí estaba utilizando el hambre como arma de guerra. Tres días después del comienzo del genocidio, miembros de nuestra comunidad en Gaza ya nos lo decían: “Israel está atacando la infraestructura de los sistemas alimentarios, nuestras tierras agrícolas, nuestros sistemas de agua”. Nos decían también que la ocupación israelí estaba tratando de asegurarse de matar de hambre, de deshidratación y de enfermedades evitables a las personas que no hubieran masacrado con sus bombas.
Esto es lo que ha estado sucediendo durante 408 días… ¡Y el Comité de Revisión de la Hambruna de la ONU y todas estas instituciones internacionales todavía están debatiendo sobre semántica: si hay desnutrición o si hay hambruna…! Michael Fakhri, el relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, afirma que la señal más clara y definitiva de que se está produciendo una hambruna tiene lugar cuando el primer niño o niña muere por desnutrición, lo cual sucedió hace ya muchos meses.
“La ocupación israelí riega con pesticidas las tierras agrícolas de la Franja de Gaza para envenenarlas y dejarlas infértiles”
El pueblo palestino está arraigado a la tierra de una manera muy material. Esto suena muy poético y metafórico, y lo es, pero también es muy literal en el sentido de que nuestra relación con la tierra no es sólo transaccional o simbólica, sino recíproca; no consiste sólo en lo que obtenemos de la tierra, sino también en lo que le damos. La ocupación israelí, como parte de la estrategia para eliminar a la población autóctona, ataca e intenta destruir la relación indígena palestina de interdependencia con la tierra, lo que nos lleva de nuevo a la cuestión de que, si una población no puede sostenerse en su tierra, ¿cómo va a permanecer en ella, cómo va a sobrevivir?
Somos un pueblo tenaz, tenemos la responsabilidad de cuidar la tierra y de cuidarnos entre sí. Y continuaremos haciéndolo hasta la liberación y mucho después, pero debemos reconocer que en este momento estamos en una situación catastrófica de proporciones inimaginables.
¿Esta estrategia sionista comenzó el 7 de octubre de 2023?
No; comenzó antes de 1948. La ocupación israelí ya tenía como objetivo el control de los alimentos y de la tierra. Lo que vemos en la Franja de Gaza y en Cisjordania son diferentes manifestaciones de los mismos sistemas de opresión, a lo largo de los años. Sin embargo, desde el 7 de octubre, sobre todo las y los agricultores y pastores y las comunidades rurales han experimentado una intensificación de las consecuencias del proyecto sionista. Hoy, en la Franja de Gaza, donde han pasado más de 17 años del asedio impuesto por Israel, las y los gazatíes apenas tienen acceso a la zona marítima y, antes del 7 de octubre, sólo tenían acceso al 35 por ciento de las tierras fértiles y cultivables.
La ocupación también impuso lo que denominó ‘zona de seguridad’ o ‘de acceso restringido’ a lo largo de la valla instalada entre la Franja de Gaza y los territorios ocupados en 1948, lo que significó que las comunidades palestinas no pudieran acceder a las tierras agrícolas que se encuentran a lo largo de esa barrera. A este respecto, es importante recordar que estas fragmentaciones, estas vallas no son naturales, sino interrupciones del ecosistema natural y que, desde hace muchos, muchos años, la ocupación israelí riega con pesticidas las tierras agrícolas de la Franja de Gaza para envenenarlas y dejarlas infértiles.
En este genocidio televisado, hemos asistido a la destrucción total de las infraestructuras en Gaza.
La industria pesquera era una parte central del tejido económico y cultural de la sociedad gazatí. Para poder acabar con ella, Israel ha debido atacar sistemáticamente a los palestinos, incluso cuando trataban de pescar para alimentarse.
La FAO [Organización para la Agricultura y la Alimentación, de la ONU] y UNOSAT [Programa sobre aplicaciones operacionales de satélite, de UNITAR, programa tecnológico intensivo bajo el Instituto de la ONU para Formación Profesional e Investigaciones] estiman que entre el 7 de octubre de 2023 y el 1 de septiembre de 2024 alrededor del 70 por ciento de las tierras agrícolas de Gaza habían sido destruidas. Esto es, en realidad, una estimación conservadora basada en imágenes satelitales. Al 30 por ciento restante de tierras agrícolas, la mayoría de las personas no puede acceder, porque Israel ha destruido la mayor parte de los invernaderos para que la gente no pueda cultivar alimentos. También, la mayor parte del ganado y de los rebaños.
En definitiva; el pueblo gazatí no puede producir sus propios alimentos, ni provenientes del mar ni de la tierra. Entonces, ¿qué puede hacer?
“El pueblo gazatí no puede producir sus propios alimentos, ni provenientes del mar ni de la tierra. Entonces, ¿qué puede hacer?”
Ayuda humanitaria…
Israel no deja meter ayuda humanitaria en Gaza… ¡incluso habiéndola sometido a un asedio total durante un mes y medio! El otro día, los israelíes dejaron pasar sólo a dos camiones de comida y, cuando llegaron a un refugio, lo bombardearon. ¿Para qué dejarlos pasar, entonces, si vas a matar a toda la gente cuando intente acceder a esos alimentos? En los pasados meses se han documentado numerosos casos sobre la ocupación israelí atacando con francotiradores o con bombas a la población palestina que intentaba conseguir la ayuda alimentaria.
El número de camiones que entran con ayuda a la Franja de Gaza es de treinta y tantos diariamente. Antes del 7 de octubre eran cientos y cientos de camiones… El problema no es que no esté entrando comida, sino que Israel no permite la distribución.
Entonces, ni es posible producir comida ni acceder a la que entra.
No hay mucha elección. Por otra parte, el Índice de Precios al Consumo de los alimentos ha aumentado en un 360 por ciento. Los pocos alimentos disponibles en la Franja de Gaza que han sido producidos en pequeñas parcelas de tierra o que provienen de la ayuda humanitaria no son asequibles a la población, porque el coste ha aumentado dramáticamente. Aquí tenemos una hambruna.
“Los ataques de los colonos israelíes incluyen, especialmente en las zonas rurales, ataques a la tierra y a las infraestructuras”
También hemos visto cómo Israel destruía las infraestructuras sanitarias, las del agua, las de saneamiento y las de vivienda.
En la Franja de Gaza, los bebés nacen desnutridos y las madres lactantes no pueden alimentarlos, por lo que están muriendo por desnutrición. Esto no sucede por accidente; es intencional. En Cisjordania vemos las mismas tácticas, aunque una manifestación diferente. En este territorio hay más de 700.000 colonos israelíes, número que crece cada vez más a medida que Israel continúa expandiendo los asentamientos, para lo que utiliza diferentes formas de opresión.
Así que en Cisjordania, en donde vivo yo, nos enfrentamos a niveles sin precedentes de inseguridad alimentaria y de violencia por parte de los colonos israelíes y de las fuerzas de ocupación israelíes. Existen unos 800 obstáculos en todo Cisjordania que impiden la libre circulación, lo que significa que no podemos viajar o acceder libremente a nuestra propia tierra; que no podemos ir a pueblos, aldeas o ciudades vecinas; que no podemos ir a las plazas de mercado directamente desde nuestras tierras agrícolas; a las escuelas, a los centros de Salud…
Tampoco es nueva la violencia de los colonos.
Es importante recordar eso. La violencia de los colonos ha sido un problema durante mucho tiempo y se dispara durante las temporadas de cosecha como la que acaba de terminar. Sin embargo, desde el 7 de octubre, inicio del genocidio, a medida que los colonos israelíes en Cisjordania recibían el incentivo ideológico, armas y el apoyo material del gobierno israelí, se han ido envalentonado cada vez más. Piensan que, si su gobierno se está saliendo con la suya cometiendo un genocidio que a nadie importa, también ellos pueden aumentar la intensidad de los ataques contra la población palestina en Cisjordania.
Así, lo que antes estaba realmente mal se ha vuelto muy, muy, muy mal y hoy en toda Cisjordania hay colonos israelíes, a veces hasta miles, descendiendo sobre las comunidades palestinas, principalmente rurales, y atacándolas con el respaldo de las fuerzas de ocupación israelíes.
Si miramos un mapa de Cisjordania vemos que está dividido en áreas A, B y C. Es la fragmentación forzada de Palestina. La zona C, que abarca la mayor parte de Cisjordania, está bajo el completo control militar y civil de Israel. No es casualidad que esa zona sea nuestra tierra más fértil, la que contiene principalmente nuestras tierras agrícolas. El 99 por ciento del valle del Jordán de Cisjordania —considerada la huerta histórica— es zona C. En ella, la ocupación israelí está tratando de establecerse con más asentamientos. Está intentando forzarnos a entrar en pequeñas islas de población, conectadas sólo por carreteras controladas por Israel.
Los colonos juegan un papel clave en la ocupación.
Atacan a las comunidades rurales palestinas y las desplazan por la fuerza, porque esos ataques no son sólo intimidación; son físicos, son violentos, matan a comunidades palestinas enteras. Hace un par de meses, hubo un incidente que se me quedó grabado en la cabeza: dos jóvenes adolescentes sufrieron un linchamiento por parte de unos colonos israelíes armados que llegaron, los atacaron, los ataron, les vendaron los ojos, los golpearon, les rompieron las piernas, orinaron sobre ellos y luego los arrojaron a un descampado. No es un caso aislado, sino común. Pero, una vez más, los colonos israelíes gozaron del apoyo material e ideológico de la ocupación israelí y de sus cómplices, principalmente los Estados Unidos.
Ahora bien; los ataques de los colonos israelíes incluyen, especialmente en las zonas rurales, ataques a la tierra y a las infraestructuras. Queman campos enteros, cortan y arrancan árboles, queman casas con las familias todavía dentro, matan o roban animales y rebaños, vierten aguas residuales y productos químicos en tierras agrícolas, envenenándolas para que la gente no pueda volver a plantar. El año pasado estuvieron usando un nuevo tipo de veneno para los árboles. Cuando los palestinos tratan de cuidar su tierra, son atacados, lo que nos lleva de vuelta al colonialismo de asentamiento como herramienta del sionismo: si una población no puede sostenerse en su tierra, entonces no puede quedarse en ella.
Esto se produce a pesar de que la Corte Internacional de Justicia y la Asamblea General de la ONU declararan ilegal la ocupación israelí de Cisjordania y establecieran que debe cesar de inmediato. A Israel esa declaración no le importa y continúa expandiendo sus asentamientos.
“El boicot individual es realmente importante, pero aún más que las personas se unan para organizar boicots comunitarios y luego presionen a sus instituciones para que desinviertan”
¿Qué opinas sobre el boicot a Israel por parte de la población internacional?
No seremos libres pidiendo permiso, ni por ser educados o decir por favor. No seremos libres apelando a la conciencia moral de nuestros opresores.
Sabemos que no van a cambiar de opinión, que se no van a sentir mal de repente, que no van a sentir empatía hacia el pueblo palestino.
El genocidio no terminará hasta que el coste económico de continuar le resulte al estado de Israel más alto que el de parar. Israel ha conseguido llegar hasta aquí porque no está experimentando suficientes consecuencias; que varios estados condenen enérgicamente sus actos no es suficiente, seamos realistas. Si esos estados no toman medidas, es como que firmaran el genocidio de facto.
La principal forma en que la población internacional, y no los gobiernos, puede contribuir a que el genocidio cese es imponiendo consecuencias económicas. El dinero habla. Por otro lado, el boicot individual es realmente importante, pero aún más que las personas se unan para organizar boicots comunitarios y luego presionen a sus instituciones para que boicoteen a Israel y desinviertan. Para poder tener éxito, la lucha debe ser colectiva.
Como la intifada estudiantil.
Fue fenomenal. Ese es el tipo de movimiento, en el que las universidades desinvierten, que vimos en Sudáfrica con el apartheid. Otro ejemplo es el movimiento obrero. Ambos son parte poderosa de la población y ‘la ocupación’ lo sabe. También lo saben los gobiernos bajo los que viven las personas que forman parte de esos movimientos, por eso hemos asistido a una ola de represión contra ellos. La liberación obrera, sin importar en qué parte del mundo se encuentre, está ligada la liberación palestina. Boicotear o desinvertir o presionar a los gobiernos para que impongan sanciones contra Israel puede tener efectos tangibles en la ocupación israelí.
BDZ Araba acaba de conseguir un pequeño triunfo: que cese la venta de patata procedente de Israel en el País Vasco, parte de Navarra y parte de Cantabria; unas mil toneladas de patata. Ahora, nuestra campaña de boicot se centra en Carrefour, porque apoya y patrocina al ejército israelí. También identificamos productos de Israel, producidos en los territorios ocupados palestinos, como dátiles y cacahuetes que, además de en Carrefour, se venden en otros supermercados, como Eroski, Mercadona, Lidl, BM o El Corte Inglés. ¿Querrías dejar un mensaje final para terminar esta entrevista?
Seremos libres. Lo sabemos. Nuestra liberación es colectiva y no ocurrirá aislada de vuestra liberación. No es transaccional, en el sentido de que, así como personas y movimientos están del lado del pueblo palestino, el pueblo palestino está también de su lado. Y, sin importar cuán duras o pesadas sean las presiones de la opresión, seguiremos perseverando y firmes.