La monomarentalidad, tal como la estamos viviendo, no es sostenible
Mi deseo con este escrito, además de la necesidad de expresión, es que nos acompañe como monomamis y que nos ayude a visibilizar nuestra realidad a las vez que me permito problematizar y complejizar este modelo familiar con sus luces y sus sombras.
La monomarentalidad, tal como la estamos viviendo, no es sostenible. Así de directo, claro y duro. Llevo dos años queriendo escribir este artículo, es un buen ejemplo de la insostenibilidad relativa al tiempo y energía vital disponible para tener un espacio de calidad para dedicar, en este caso, a la escritura.
Hablo desde mi propia experiencia, sabiendo que, a pesar de todo, estoy en una situación de privilegio. Quiero nombrarlo así porque las experiencias de monomarentalidad no elegidas, migradas y en mayor precariedad económica-social son una realidad mucho más compleja que la que aquí voy a cuestionar.
A la vez, me alejo y no me representan otras experiencias de monomarentalidad por elección en contextos económicos más altos, donde externalizar algunos cuidados y tareas domésticas facilitan de forma considerable la crianza y la vida.
Una compa me hablaba de la preparación de un documento excel con sus amigues, antes de preñarse, donde su red pudiera ir dejando por escrito el nivel de disponibilidad que podían ofrecer como ayuda en los cuidados
Mi deseo con este escrito, que también cumple para mí una función terapéutica de necesidad de expresión, es que nos acompañe como monomamis y que nos ayude a visibilizar nuestra realidad a las vez que me permito problematizar y complejizar este modelo familiar con sus luces y sus sombras.
Con todo, me gustaría que podamos abrir debates feministas y dejemos de estar tan soles en este viaje. Intercambio de opiniones desde el respeto, sisplau. Otro asunto hablando de maternidades no normativas son los procesos de reproducción asistida y el actual debate sobre el anonimato o no de donantes. Me parecen reflexiones que urge seguir abordando pero que no alcanzan a este artículo.
Allá voy: Cuando decidí emprender el camino de la crianza como única progenitora, creía que estaba llevando a cabo un acto subversivo al alejarme del modelo de familia nuclear heteronormativa. Recuerdo la canción de La Tía Carmen con “no es su padre es un donante” y me daba subidón. Sí creo que es un modelo disidente pero no tengo tan claro que me haya aportado la libertad que imaginaba.
Algunas amigas hablan de esta libertad al poder decidir sobre nuestros cuerpos y tomar nuestras propias elecciones sin tener que negociar con (ex)parejas, donde puede vivirse con mucho conflicto. Puedo reconocer los derechos conquistados a la vez que para mí es un modelo que se aleja de los valores comunitarios en los que creo, o más bien, que es un modelo que pone en manifiesto las formas de vida individualizadas en las que actualmente nos movemos.
En mi imaginario sobre cómo quería ser (m)adre siempre aparecía una crianza rodeada de comunidad, quizá no con crianza compartida al mismo nivel de responsabilidad pero sí fantaseé con escenas donde estaba rodeada de personas que fueran referentes para la criatura. Con los años, los sueños se han ido transformando tras proyectos que no se pudieron mantener en el tiempo y tras algunas desilusiones y pérdidas de vínculos importantes.
Muchas personitas de mi barrio me ofrecieron ayuda y me encontré con que mi criatura no estaba tan dispuesta a compartir intimidad y apego con otras con las que no estaba construido un vínculo fuerte y seguro
Desde este lugar tomé la decisión de tirar hacia adelante con un proyecto en forma autónoma, aunque no pensaba que sería tan en solitario. Aquí entra la construcción de la red afectiva y social, que en mi experiencia ha estado y está en constante movimiento y transformación.
Hace tiempo una compa me hablaba de la preparación de un documento excel con sus amigues, antes de preñarse, donde su red pudiera ir dejando por escrito el nivel de disponibilidad que podían ofrecer como ayuda en los cuidados. No tengo claro que funcione a largo plazo, entiendo la incertidumbre y cambios de nuestras vidas en este sistema capitalista e individualista, pero me parece una fantástica idea que pone en el centro el compromiso y el valor de los cuidados colectivos (esos de los que las feministas llevamos décadas hablando y que muchas veces se quedan en las teorías). Se supera así la jerarquía relacional donde el compromiso firme y estable se deposita en los vínculos románticos y familiares “de sangre”. Son ideas que generan esperanza y experiencias referentes.
Otra colega monomami me habló de sus apoyos de vecines y amigues que cuidaban habitualmente de su xiki para que ella pudiera desarrollar sus otros proyectos vitales. Yo recuerdo a muchas personitas de mi barrio ofrecerme esta ayuda y me encontré con que mi criatura no estaba tan dispuesta a compartir intimidad y apego con otras con las que no estaba construido un vínculo fuerte y seguro.
Algo importante para mí ha sido aprender que los planes que yo tenía dependían en gran medida del carácter de la personita que estaba acompañando, que eso no se puede preveer y que condiciona las posibilidades.
Durante los primeros años conecté con mucha sensación de frustración y enfado, ahora puedo hacer la reflexión de que para recibir esa ayuda necesitábamos mucha más cotidianidad compartida que, viviendo sola con una xiki en una gran ciudad, es difícil que se genere.
Mi experiencia a nivel comunitario es que tenía amigues que dijeron que estarían y se fueron antes de tiempo, amigues que sí han estado aunque la vida les ha complicado poder seguir tan presentes, otras nuevas que han aparecido desde esta nueva realidad, amantes que nos acompañaron un trocito del camino y comadres que están ahora y con las que me proyecto en un futuro juntas.
En cuanto a las instituciones, muchas familias monomarentales están reivindicando, a través de sus organizaciones, condiciones que nos equiparen derechos a las familias biparentales. Gracias, compañeres, por vuestra lucha de justicia social dentro de un sistema que relega la crianza al ámbito personal y que no genera condiciones básicas de apoyo y sostén comunitario.
A nivel social veo la necesidad de mucha visibilidad de nuestra realidad en los espacios de la vida cotidiana: con las familias amigas, las familias de la escuela y demás espacios de normatividad heterosexual… Pero me duele decir que esta falta de mirada me la encuentro también en los espacios de disidencias. Amigues, es cansado tener que hacer cada día pedagogía para explicar que siendo una persona sola es difícil que asumamos en los proyectos que compartimos las mismas tareas que siendo dos adultas, o más de dos en algunos casos, a nivel de tiempos, de capacidad económica y de disponibilidad emocional.
Muchas monomamis que conozco que mantienen una vida más allá de la crianza tiran de su familia de origen, básicamente abuelis
A la vez, quiero hacer el reconocimiento a las personas que, sin pedirlo, me han ofrecido apoyo facilitando así mi participación en diferentes espacios. Porque sí, es muy importante aprender a pedir ayuda pero también es un regalo poder descansar de tener que hacerlo constantemente.
Aquí un apunte para las amigas separadas (con otros progenitores más o menos presentes): por favor, dejad de compararnos. No, no estamos igual. Vuestra realidad también es difícil y compleja pero es diferente a la nuestra y es importante poder visibilizar cada una con sus matices y peculiaridades.
En cuanto a referentes, nos encontramos con un gran vacío de representatividad en series, libros infantiles o medios de comunicación en general.
Sí quiero nombrar, a nivel de visibilidad, a les compañeres del podcast “The Monofamily show” porque se lo curran, con un toque de humor que necesitamos, para hablar de algunas de nuestras experiencias, tanto bonitas como discriminatorias, en primera persona.
Ahora bien, creo que hemos necesitado defender tanto nuestro modelo familiar para ser reconocido con todos los derechos, que no hablamos tanto de todas las contradicciones que genera y que, desde mi punto de vista, acabamos sosteniendo con mucha dificultad en silencio.
Muchas monomamis que conozco que mantienen una vida más allá de la crianza tiran de su familia de origen, básicamente abuelis. Las que no les tenemos cerca o no disponemos de esta posibilidad, nos organizamos con amigues, con otras familias y con canguraje de pago.
En mi caso, me queda poco tiempo libre fuera del trabajo remunerado (que además también es de cuidados emocionales), trabajo doméstico, carga mental y algunos espacios activistas.
Esto ha implicado, en hasta ahora seis años de crianza, renuncias a nivel profesional, a nivel formativo, incompatibilidad con proyectos activistas por horarios no conciliables (esas asambleas en horarios de tarde-noche), mayor precariedad económica, consecuencias a nivel de salud mental (cansancio, agotamiento físico y psicológico, estallidos de ira, frustración, estrés, ansiedad), la demanda y presencia constante, dificultades a la hora de generar vínculos románticos o sexuales, poco espacio para el autocuidado, el descanso o el placer, reducción de espacios de calidad con amigues.
He vivido la renuncia a planes como un alto nivel de sacrificio que no imaginaba y que sigo deconstruyendo porque no es el modelo de maternidad que deseo transmitir a mi criatura
Cualquier actividad extra implica una gestión de logística que a veces cuesta llevar a cabo.
Echo de menos la libertad de movimiento, poder hacer planes improvisados, salir a bailar más a menudo, ir a la presentación de un libro que me encanta, el teatro, aprender cosas nuevas, tumbarme horas en el sofá a leer o simplemente no hacer nada… Lo he vivido como un alto nivel de sacrificio que no imaginaba y que sigo deconstruyendo porque no es el modelo de maternidad que deseo transmitir a mi criatura.
La constante sensación de no llegar a todo, que además es real, porque no es posible llegar a todo. El escenario más temido de estar enferma…. es un importante aprendizaje sobre la fragilidad humana y la confirmación de que todes somos seres interdependientes.
Al final suelo tener una sensación de responsabilidad única que pesa y pesa unida a la soledad que se impone en muchos momentos de forma cíclica.
A menudo estoy cansada de mi parte madre y estoy en duelo con mis otras partes. Poco a poco las voy reconquistando, las miro, ahí siguen con otras caras y aparecen algunas nuevas.
Y, con todo, es un regalo ver crecer a esta criatura que es una persona maravillosa, que me genera emociones intensas y profundas, que me pone delante retos constantes, que me recuerda mi propia infancia y me ayuda a repararla, que me ha conectado con la vida como nada lo había hecho, y con la que aprendo cada día, con la que descubro un amor puro, y con la que disfruto de los abrazos, las caricias, de reírnos a carcajadas, de bailar, de jugar, de hacer equipo y familia. No me imagino la vida sin ella.
Si un día traes un tupper de comida, te amaré. Ayudar con las tareas de casa cuando vienes de visita es muy bienvenido. Escuchar y acompañar sin victimizar ni endiosar
La ambivalencia y contradicción: las palabras que definen mi experiencia en la crianza.
Ay, la autoexigencia y culpa asomando mientras escribo. Esa culpa patriarcal que creí que a mí no me alcanzaría y que es una sombra con la que dialogo cada día. Nos estamos haciendo aliadas, la entiendo, la escucho y aprendo a liberarme de ella algunos ratitos.
No, no soy la madre que quería ser y está bien así.
Ante todo esto, tú, lectore que quieres apoyar, te lanzo algunas ideas: puedes ofrecer cuidados de le xiki para que pueda descansar, para follar, para salir de fiesta, para ir a una asamblea o al bosque a respirar. Si un día traes un tupper de comida, te amaré. Ayudar con las tareas de casa cuando vienes de visita es muy bienvenido. Escuchar y acompañar sin victimizar ni endiosar (“ay pobrecita, ¿cómo lo haces?”, o “eres una heroína”), estos comentarios me recuerdan lo que gritábamos en las calles, “no quiero ser valiente, quiero ser libre”. Sí nos reconozco poderosas y yo añado: quiero poder habitar una vulnerabilidad digna.
Acabo agradeciendo enormemente a cada una de las personas que nos habéis echado una mano (o las dos), que habéis sido unas cuantas, porque de verdad que sin vosotres ¡no podría haberlo hecho!
Y a mi familia de origen, que aun viviendo lejos y con todas nuestras limitaciones relacionales y dificultades emocionales, ha sido un soporte importante en muchos momentos clave.
Nuestra resistencia es la comunidad, recuperar lo colectivo y que se mantenga mediante redes seguras. Esta es la apuesta, cuidados colectivos de forma radical y transformadora. Amigues, ¡yo sigo creyendo que es posible! Guiño a mis futuras vecinas.