La sinestesia de las gitanas
Extracto del libro 'A las gitanas de mi vida', un proyecto de Silvia Agüero Fernández con La Parcería que incluye también un exposición.
Imagen del proyecto 'A las gitanas de mi vida'.
Dice el Antonio de Badajoz que si a los vinos, pa criarlos o pa servirlos, les pones música saben de otra manera y que depende de la música así te saben. Le dije que, entonces, yo era igual que el vino porque a mí la música es que me cambia el estado, jura’o. Y además que soy una fascista con la música y una ansiosa, porque na más que quiero escuchar 200 veces el mismo disco.
El del Israel Fernández ya lo tengo aborrecí’o, cholorrico, con lo que me gusta.
Más me gusta en directo la Tomasa, la Macanita, y a mis niños también que son igualitos que yo, que les gusta escuchar el disco mil veces, que una vez que fuimos a Jerez, en el camino de vuelta hasta Madrid fuimos escuchando to’l rato ¡600 kilómetros! la misma canción de la Tomasa. Y a ella te la comes, que tiene mucha fuerza en el coño. Cada vez que me ve me riñe, la gitana. Te v’ía matar, me dice «¡No l’as puesto zarcillos a la niña!» y luego me besa. Qué guapa estás, me dice. Y quiere a la niña. La Carmen Manuela ¡Ay la Carmen Manuela! Eso dice. Y luego me riñe porque dice que está mu delgá’; que no le dé teta; que le dé comí’a y se la pone a su la’o pa darle de comer. Y nos canta en la mesa, mientras comemos y le decimos canciones. Y al Miguelito le canta, que le quiere, que se parece a
su sobrino.
La Tía Juana la del Pipa me huele a humo y a casa antes de comer. Y ella me dice que qué salá’ soy. Me cuenta que tiene más niños que muebles. Esa noche canta en Jerez en el homenaje al Torta y le toca salir al escenario de madrugá’. Termina y se va de prisa pa hacerles la comí’a a sus criaturas. También me cuenta que esconde chocolates por to’s la’os pa tenerlos disponibles pa cuando los niños le piden chuches. Y canta que es una maravilla verla.
Luego la Araceli de Lebrija que me dice que por qué no escucho a la Inés Bacán. Y la escucho y pienso, sin conocerla, que haríamos buenas migas.
O una vez con la Manuela, la del Farruco, que me la encontré en los baños del Torero, en Madrid, que bailaba ella después. Y cuando iba al baño me buscaba entre la gente con los ojos pa que fuera con ella al baño y hablar de cosas y de chismes que eso me gusta a mí mucho y a ella también.
Otra vez con la Montse Cortés, que vino a ver mi obra ¡Qué guapa es la Montse! Y me dice “coge el cante más
abajo que te ahogas y no llegas”. Y me escribe preguntándome “¿cómo estás?, ¿Dónde andas, viajera?”.
Y luego la Anabel Valencia, que no la he visto nunca en persona pero que tiene un niño de la edad de mi niña y me llama por teléfono y me cuenta las cosas que hace. La Anabel ¡con lo que me gustan sus vestí’os! Sobre todo uno que llevó en la Caracolá de Lebrija, que la grabaron el Pedro y la Araceli y me lo mandaron por WhatsApp.
En Jerez vi también a la María Terremoto. Me gusta en un vídeo del Facebook que está ella por ahí en Estados Unidos 35 con un payo negro que toca como soul y ella se lo canta, en guiri porque chanela el guiri, con sus gafitas, tan graciosa ¡Me la como! Yo creo que me llevaría bien con ella.
Porque luego las tengo al la’o y me muero de lache y de admiración. Pero que son como nosotras. La Paqui me lo dijo, que la Zarzana es familia suya y la invita a sus cosas. Como nosotras, igual.
El otro día, después de lo del Antonio en La Cabra, después de que me hablara de la sinestesia esa, la Manuela me dijo que habla to’s los días con la Kaíta, y yo «Anda, tráela que me gusta mucho». Es que con la Kaíta te mueres.
Pues fuimos la Manuela y yo a la Plaza Alta y choré una tabla, de esas que se usan pa servir las raciones ¡Más bonita! de La Casona solo pa recordar el momento y pa hacerle rabiar al payo. Y me la traje también porque he visto mil veces el final de la película Latcho Drom, que se rodó allí, en la Plaza Alta y esa juerga es pa morirse y cuando veo la tabla me acuerdo y me dan ganas de bailar al cante de la Remedios y del Viejino.
Y yo lo de la sinestesia esa pues no sé. Pero veo colores y me jindela la casa a sus perfumes y a sus pintalabios cuando las escucho. Y cuando veo a la Paquera, que en Gloria esté, la casa me huele a puchero de arroz con habichuelas y cardillos. Yo no sé si esto es la sinestesia, pero eso le dije al Antonio.