Construyendo alternativas económicas para un decrecimiento feminista

Construyendo alternativas económicas para un decrecimiento feminista

El grupo de feminismos de Desazkundea expone cómo integra la perspectiva feminista en dos de los proyectos iniciados por el colectivo como alternativas económicas al margen del mercado capitalista

18/03/2013

Grupo de feminismos de Desazkundea

Junto a la construcción de discurso y denuncia que realizan los diferentes grupos de trabajo de Desazkundea, desde este colectivo también se generan proyectos que ayudan a materializar nuestras inquietudes y valores decrecentistas en iniciativas concretas. Dentro de estos proyectos han surgido dos procesos que están construyendo alternativas económicas al margen del mercado capitalista: el espacio Debalde y la huerta de Desazkundea. Si queremos que estas alternativas económicas se construyan desde perspectivas feministas que incidan en revertir el desigual reparto de poder y roles entre hombres y mujeres, conviene que nos detengamos a analizar los pasos que hemos dado hasta la fecha y revisar los retos que tenemos delante. Dedicamos las siguientes líneas para compartir nuestras reflexiones sobre este tema.

Debalde, una iniciativa de carácter anticapitalista

Debalde es un espacio donde se pueden conseguir bienes materiales fuera del sistema capitalista, ya que todo, como su nombre indica (Debalde significa gratuito en Euskera), es gratis. Principalmente hay ropa, complementos, libros y discos. Es una iniciativa dirigida a todas aquellas personas que quieran adquirir fuera del mercado neoliberal estos bienes y así desmercantilizarlos. No obstante, también se dirige a personas que aunque quieran adquirir estos bienes de forma mercantilizada, no tienen la oportunidad de hacerlo por falta de recursos económicos.

En Debalde no hay empleadas sino personas voluntarias/militantes que hacen un turno de mañana o tarde una/dos veces al mes. Más allá de abrir y cerrar el espacio, estas personas se encargan de socializar la idea con la que esta tienda gratis abrió: un proyecto político que se define anticapitalista y en contra del consumismo masivo. Además, se considera una oportunidad para que el discurso decrecentista vaya calando entre quienes se acercan. Las personas que dan uso de este espacio pueden llevarse un máximo de tres prendas u objetos, asimismo, deben colaborar y dejar ordenado lo que han removido. Nadie está obligada a traer ropa para llevarse algo ya que no es trueque, sino tienda gratis. De todos modos, para quien quiera dejar en la tienda materiales, estos deben estar en buen estado para su posterior uso, y si se trata de ropa,de temporada mejor. Desde el colectivo esperamos que Debalde sea un espacio apropiado de todas las personas que quieran hacerlo suyo.

La pregunta es entonces, ¿es Debalde una alternativa anticapitalista de Economía Feminista? En principio no surgió como tal, pero no hay duda de que Debalde es un espacio feminizado: las voluntarias/militantes que hacen turnos y las personas usuarias de la tienda son, en mayor medida, mujeres. De este modo, la experiencia en Debalde nos ha ofrecido, en este ámbito, un diagnóstico de la realidad: a través de lo que vemos en el local, comprobamos cómo sigue vigente el desigual reparto de los trabajos socialmente necesarios. En este sentido, observamos cómo la sección de ropa infantil es habitualmente utilizada por mujeres, tanto para llevar como para traer cosas: de nuevo, el trabajo de cuidados recae principalmente sobre ellas, en concreto el cuidado de las y los más pequeños. Del mismo modo, el perfil de usuarias de la tienda en gran medida es de mujer adulta e inmigrante, una muestra más de que la pobreza sigue teniendo rostro de mujer, y en este caso además doblemente discriminada, por mujer y emigrada.

Auzoko Baratza Desazkundea, una huerta para la reflexión conjunta

Otro de las proyectos de Desazkundea que propone alternativas económicas al margen del mercado es nuestra huerta urbana: una iniciativa que busca construir un circuito de proximidad o en otras palabras, relacionar producción y consumo de alimentos sin necesidad de figuras intermediarias, generando relaciones directas, simétricas y de confianza entre todas las participantes.

La huerta de Desazkundea es una experiencia joven. A finales de 2011 nos propusimos buscar un terreno urbano, visible, que pudiera servir para albergar una huerta en la que comenzar a cultivar nuestros propios alimentos. Tras realizar un mapeo de lugares, finalmente nos situamos en un terreno municipal localizado en el barrio de Zurbaranbarri. El objetivo troncal para este proyecto de Desazkundea es la construcción de soberanía alimentaria, interés que se vincula a su vez con otros propósitos como el autoaprendizaje, la autogestión desligada de organismos públicos, la generación de un espacio para el ocio alternativo alejado del eterno consumismo, así como la recuperación de terrenos para usos públicos, para el empoderamiento personal y grupal y para la convivencia dentro del colectivo y del barrio. La agroecología fluye entre los ideales y las prácticas cotidianas de este circuito de proximidad, posicionamiento que se resume en un lema que ha calado entre sus participantes: “cuidar la tierra, no trabajarla”. El reparto de las verduras cosechadas se suele producir entre las 15 y 20 personas (mitad hombres, mitad mujeres) que participan de forma activa en esta iniciativa.

Desde sus inicios, la huerta urbana y colectiva de Desazkundea ha buscado generar vínculos con otros movimientos sociales y con experiencias similares de los alrededores. Si miramos proyectos parecidos de circuitos de proximidad, veremos que la tendencia a establecer redes, es algo frecuente en este tipo de iniciativas. Tan frecuente como que la introducción de visiones feministas sea una continua asignatura pendiente.

No existen alternativas económicas neutras. Las huertas urbanas tampoco lo son. Algunas integrantes de la huerta de Desazkundea ya han expresado su preocupación porque esta experiencia vuelva a replicar esquemas patriarcales. Tras estos meses de trabajo conjunto comenzaron a surgir algunas preguntas. ¿Por qué se hacen comentarios cuando es una mujer la que está trabajando la tierra y no ocurre lo mismo cuando lo hace un hombre? ¿Por qué de forma casi automática son hombres los que se encargan de las actividades que requieren más esfuerzo físico? ¿Quiénes se encargan de vigilar y atender a las criaturas los domingos de trabajo conjunto en la huerta? ¿Estamos actuando de forma consciente o nos estamos dejando llevar por esquemas previos?

Estas preguntas nos llevaron a mirar de frente una necesidad urgente de nuestro proyecto. Tenemos que poner el tema de género sobre la mesa. En primer lugar, visibilizar qué ocurre en la gestión de tiempos y espacios en el mundo rural y agrario entre hombres y mujeres, entender y explicar quiénes suelen realizar las actividades más fatigosas y menos valoradas, mostrar que las mujeres al compaginar el cuidado doméstico con las actividades en la explotación familiar realizan actividades múltiples y superpuestas, entender por qué generalmente son las mujeres las responsables de producir para el autoconsumo mientras que los hombres se encargan de aquello que tendrá vínculos y réditos en el mercado. Todo esto para después poder analizar en consecuencia nuestras rutinas en nuestro proyecto, preguntarnos en base a qué criterios se produce el reparto de qué tareas y establecer nuevos acuerdos de actuación en la huerta.

Para ello, el grupo huertas y el de feminismos nos proponemos afrontar de forma conjunta el reto de que nuestra huerta sea una iniciativa integral que no sólo genere nuevas formas de vincular producción y consumo de alimentos sino que también sirva para transformar la situación de subordinación en la que se encuentran las mujeres. Esta iniciativa en el marco del proyecto de la huerta, junto a las reflexiones generadas en el espacio Debalde se enmarcan dentro de uno de los retos que tenemos en Desazkundea: transversalizar el feminismo en nuestras vidas, tanto dentro como fuera del colectivo.

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