“Abrimos un camino para las otras mujeres que van a venir a este colegio”
Diez estudiantes bolivianas se enfrentaron a 500 alumnos varones y sus familias para convertir en mixto un centro público que excluyó durante un siglo a las mujeres
Roxana Pintado
En enero de 2012 Ángela Guarachi y su hija Tatiana estaban, como cada año, haciendo la cola para la inscripción de la niña en un colegio público de Cochabamba (Bolivia); sólo que ese año habían decidido inscribirla en uno más cercano a su casa y en el que se sabía que había mayor calidad. Como ella, otras 13 muchachas de entre 14 y 15 años dispuestas a comenzar el tercer curso de secundaria se presentaron en la puerta del colegio público Simón Bolívar; lo único diferente esta vez es que ellas eran primeras que pretendían convertir al Simón Bolívar, luego de 98 años de existencia, en un colegio mixto.
Cuando las chicas fueron a inscribirse, las insultaron y botaron. Las autoridades educativas ordenaron al centro su admisión
Alguien preguntó si hacían la cola para inscribir a su hermano, o a su primo y cuando se enteraron de que era para ellas mismas, corrieron la voz. Salieron de allí entre gritos e insultos y les arrebataron y rompieron la lista que elaboraron con el nombre de todas las postulantes para entregarla a la dirección. “Nos dijeron que no era para mujeres y nos botaron, nos insultaron, hemos hecho fila pero no nos han admitido”, contó una de las estudiantes a la prensa.
No quedó más remedio que, con la ley de su lado, recurrir a las autoridades educativas, quienes ordenaron a la dirección del centro inscribir a las muchachas. A pesar de que desde 1996 la Ley de la Reforma Educativa estableció que todas las escuelas públicas del país deben ser mixtas y que en 2010 el Estado promulgó la Ley contra la discriminación, todavía cinco de ellas, entre ellas el Bolívar, seguían violando dichas normas.
En nombre de la tradición
Para el inicio de clases el conflicto estaba en tal punto que los estudiantes varones y un gran grupo de padres y madres impidieron que las alumnas ingresaran a clases. Respaldados por sus progenitores los alumnos llegaron a esgrimir argumentos de toda clase. “Este colegio tiene reglas, es para hombres. Desde 1913 es de varones y queremos que siga la tradición. No nos vamos a rendir hasta que entiendan; si entran mujeres nos van a hacer perder la tradición”, dijo un representante del estudiantado.
Fundado hace ya un siglo, el colegio Simón Bolívar fue creado como una escuela exclusiva para varones y allí se estancó. Durante años se fueron forjando tradiciones de machos, con rituales en los que sus alumnos eran “bautizados” y juraban lealtad al colegio. Y son los padres y madres de estos niños y adolescentes varones los que, alentados por una sociedad machista y patriarcal, inculcan y mantienen estas actitudes discriminatorias y misóginas.
“Al principio fue duro, porque no nos querían aceptar en el colegio. No nos hablaba nadie, sólo andábamos las diez alumnas mujeres”, cuenta Jhabel (14 años).
Los argumentos esgrimidos por los padres y madres que se opusieron a la entrada de las estudiantes en la escuela, fueron de lo más diversos: que no las querían allí porque la presencia de las alumnas ponía en riesgo la seguridad e integridad de sus hijos, que la orden de inscribirlas era un abuso de autoridad, que no había baños diferenciados para las mujeres; o que las estudiantes llegaban con notas muy buenas, superiores a las de la mayoría de los varones del colegio y que eso limitaba el aprendizaje de éstos. Incluso propusieron permitir – cual si estuvieran por encima de la ley- que sólo 6 de ellas fueran admitidas y siempre y cuando usaran el uniforme de los varones y también se cortaran el pelo como ellos.
“No nos amedrentarán”
A pesar de toda la presión, cuando el colegio reabrió y diez muchachas (cuatro de las inicialmente interesadas abandonaron su intención en los días previos) entraron al aula, lo hicieron escoltadas por la policía, la Defensoría del Pueblo y autoridades educativas. Y aunque se trataba de una medida de seguridad, otra vez eran ellas quienes parecían criminales, pues los varones, excepto uno, se levantaron y abandonaron el aula ante el aliento de sus madres que los incitaban con gritos de “¡Salgan todos!”.
“Ya hemos entrado al colegio y de aquí en adelante vamos a estudiar. No nos amedrentarán; nosotras somos fuertes y vamos a seguir con esta lucha a pesar de que algunos de nuestros compañeros nos traten mal. Pero no nos vamos a dejar vencer por los padres ni por los alumnos, vamos a estar unidas hasta que esto termine”, había dicho una de ellas al diario La Razón.
Al finalizar el curso, a Angela Guarachi los ojos se le llenan de lágrimas. Dijo a los medios que aunque las chicas ya están integradas, aún hay personas que mantienen actitudes discriminatorias hacia ellas y que ningún imputado por el delito de discriminación ha sido juzgado en este caso; lo que además de legitimar la actuación de los agresores, muestra las falencia de un sistema jurídico donde las mujeres siguen llevando las de perder. Esa es la razón por las que durante todo el curso han tenido que estar más pendientes de sus hijas de lo normal.
“Abrimos un camino para las otras mujeres que van a ingresar a este colegio. Me siento orgullosa de lo que hice.” (Tatiana, 15 años)
Posiciones académicas encontradas
En los últimos años, algunos expertos han comenzado a hacer énfasis en la necesidad de recuperar la educación segregada, justificando su postura en los ritmos distintos de maduración psicológica de los niños y de las niñas.
“Entre los nueve y los trece años, las niñas se desarrollan más de prisa que entre los catorce y diecisiete, que es mucho más lento, mientras que en los chicos es al revés… Por general, las niñas desarrollan antes la capacidad lingüística y la destreza para lectura y escritura, y tienen un ritmo más rápido de aprendizaje que los niños. En secundaria, por el contrario, ellos tienen mayor capacidad para materias como Matemáticas o Física aunque ellas, por lo general, son más trabajadoras. Esto suele dar lugar a que los niños en primaria se sientan frustrados y desarrollen conductas agresivas contra las niñas, mientras que en secundaria pierden concentración ante la presencia del sexo femenino, de maduración psicoafectiva mucho más precoz”. (Francisco M. González, Profesor Emérito del CEOFT, España).
En contraposición, otros consideran que tras esa corriente se podría estar escondiendo un escudo contra la tensión en la que la escuela mixta pone a un modelo de educación que privilegia la formación de los varones. Cecilia Lazarte, experta boliviana en educación y género, considera que la educación mixta muestra una de sus mayores bondades “en la interacción que tienen los niños y las niñas, que supone una escuela más cerca de la realidad y fortalece la democracia interna y el proceso pedagógico; supone reconocer los saberes de hombres y mujeres y los prepara para la vida en sociedad”.
¿Qué pasa con los rendimientos académicos? “Que es una variable que ha dejado de ser protagónica en este modelo educativo más participativo e incluyente. Hay investigaciones que señalan que los niños se distraen y que logran menores rendimientos, pero hay razones para creer que estas posiciones sólo pretenden justificar el retorno a la escuela segregada; lo cierto es que las niñas logran tener mejor rendimiento en las asignaturas “duras”, como Matemáticas o Física, teniendo esto repercusión incluso en las tasas de abandono escolar. ¿Cómo no preocuparse entonces si las mujeres están ocupando ese espacio en el nivel educativo básico?”, concluye.