Lo mío lo mío es la tortilla

Lo mío lo mío es la tortilla

Desde que tengo uso de razón me han gustado las mujeres. Sí así de simple. Siempre lo supe. Pero claro, nadie me dijo que existía esa posibilidad

Cristina Arévalo Contreras*

Había escuchado que una mujer se casaba o era novia de un hombre. Las películas de la época lo afirmaban: Cenicienta, Blanca Nieves y la Bella Durmiente, ¡hasta la Dama y el Vagabundo! Y con esta idea crecí.

Sin embargo, cuando hago ejercicios de memoria, recuerdo que en mi pasado me había gustado una niña de 2º de kinder, en primaria me gustaron Magdalena y Eugenia, en secundaria Mariana, en preparatoria Inés, y en la universidad…Bueno en la universidad tuve que aplacar esos deseos porque ¿cómo es que me puede gustar alguien que físicamente tiene lo mismo que yo? Ahora sí que ¿cómo se acomoda una con la otra? ¿Qué hacen dos mujeres en la cama? ¿Cómo se ven dos mujeres tomadas de la mano? ¿Cómo embonan esos cuerpos?

Y aplaqué estas inquietudes por un tiempo, me enamoré de Ernesto y me casé con él. Pero aquello no duró mucho. Después de unos años yo ya había puesto mis ojos y mis emociones en otra persona. Y esa persona se llamaba Lucía. No podía dejar de verla, de cruzarme con ella en la oficina, cualquier pretexto para ir a preguntarle lo que fuera. Reconocía su olor por los pasillos. Yo no sabía que ella también sentía lo mismo. No nos atrevimos a hablarlo y dejamos pasar los días y los meses.

La primera vez que nos besamos, no lo podíamos creer ninguna de las dos. Nos habíamos atrevido y aunque una de nosotras estaba un poco alterada por los rones consumidos, esa experiencia en lo personal me marcó.

Primero no salíamos del asombro y no parábamos de preguntarnos: ¿Quién había tomado la iniciativa? ¿Por qué te atreviste? ¿Ya te habías fijado en mí? Nos preguntábamos una y otra vez lo mismo como tontas sin atrevernos a decir: “Sí me gustó, me gustas y no hay marcha atrás”.

Así, poco a poco pasamos de los besos a las manos en los cuerpos y finalmente a los cuerpos en los cuerpos. Las dos éramos inexpertas pero dejamos que el deseo y la pasión nos guiaran y nos llevarán por los caminos del placer.

Acordamos que nos mantendríamos en el anonimato y si alguien nos preguntaba algo, lo negaríamos tres veces como Pedro a Cristo. Sin embargo, yo ya no quería mantenerme en el anonimato. Nos dijimos adiós y aunque nos volvimos a encontrar un par de veces más y la pasión y el deseo nos perseguía, después de un tiempo no la volví a ver nunca más.

Yo me fui por la vida comprobando esa maravilla que ella me había ayudado a descubrir y a entender perfectamente: lo que hacían dos mujeres en la cama y cómo se acoplan los cuerpos y cómo sí puede gustarte alguien de tu mismo sexo, que tiene lo mismo que yo.

*

Es tan bonito… Y una vez que la descubres –la tortilla, claro-, no puedes parar. Y eso que no me fue mal con los hombres. No, no, no. Pero esto no tiene comparación. La experiencia erótica con una mujer, es algo simplemente maravilloso. Ves todo con mayor lucidez, el cutis se te mejora, siempre llevas una sonrisa, se te abren los chakras.

Y es que hay que sentir con la mano la suavidad de la piel y recorrerlo todo con las manos, con los dedos, con cada parte del propio cuerpo para que ustedes sepan a qué me refiero. Utilizar el olfato, y yo que tengo esta nariz, hago uso de ella siempre que puedo para disfrutar los olores del otro cuerpo y del propio, distinguir a qué huele una mejilla después de haberla besado, a qué huelen los párpados, el ombligo, las rodillas, descubrir a qué huele la axila, la entrepierna, las chichis…todo.

Tocar con la lengua, las orejas, los labios, distinguir los sabores del otro cuerpo y notar el sabor a agua miel que hay que beberse. Escuchar cómo suenan los cuerpos cuando se juntan, las voces y los gemidos y los silencios.

Y finalmente, verla en ese silencio que se hace después de ver las estrellas, en la quietud de los cuerpos…

Es que en serio, estoy convencida que lo mío lo mío es la tortilla…

*Este texto surgió de los talleres de preparación de la obra de teatro ‘Las hijas del maíz’, que se estrenará el próximo agosto en Managua.

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