¿Cómo se folla bien?

¿Cómo se folla bien?

¿Qué es exactamente follar bien?: ¿que la otra persona tenga muchos orgasmos?, ¿que te diga que lo ha pasado muy bien?, ¿si ha durado lo suficiente?, ¿que sabes muchos ‘trucos’?, ¿si se ha estado a la altura?, ¿qué es estar a la altura?, ¿lo medimos en cantidad o en calidad?

Sonia R. Arjonilla

Sonia R. Arjonilla

Querido Dudas, lo mismo me pregunto yo. ¿Qué es exactamente follar bien?: ¿que la otra persona tenga muchos orgasmos?, ¿que te diga que lo ha pasado muy bien?, ¿si ha durado lo suficiente?, ¿que sabes muchos ‘trucos’?, ¿si se ha estado a la altura?, ¿qué es estar a la altura?, ¿lo medimos en cantidad o en calidad?

Cada vez que me hacen la pregunta ‘¿cómo se folla bien?’ o la afirmación ‘yo follo muy bien’, me surgen todas estas duda. En sexualidad, como en todos los aspectos de la vida, hay tantas formas de disfrutar como personas. Si nos ceñimos al aprendizaje cultural, follar bien es, en el caso del hombre, que su erección dure mucho y que la otra persona parezca que disfruta mucho y tenga muchos orgasmos. Y, en el caso de la mujer, que sea complaciente, que no tarde demasiado en tener un orgasmo y si tiene cuatro, cinco o más ¡ya se es una máquina! Y, en ambos casos, adelantarnos a los deseos de la otra persona para que, mediante sus signos aparentes de disfrute, nos confirme que lo estamos haciendo bien. Vamos, todo súper natural y fluido. Si vamos un poco más allá y nos preguntamos ‘¿dónde está el foco de atención en estos encuentros?’ ¡Efectivamente!, en la otra persona que se convierte en jueza y parte.

Por muy bien que se desenvuelva alguien en estas lides, si la otra persona no se da permiso para disfrutar, no lo va a hacer

Partimos de la base de que, por muy bien que se desenvuelva alguien en estas lides, si la otra persona no se da permiso para disfrutar, no lo va a hacer. Nadie puede provocar placer y orgasmos en otra persona, a lo sumo puede contribuir, pero nunca será la o el artífice del mismo. De ello hablábamos en el artículo ‘Mi pareja se siente culpable por no darme orgasmos’. Sabiendo esto, puedes disponer todos los elementos para que el encuentro sea satisfactorio según tu opinión…, pero no olvidemos que es TU opinión. Si alguna vez has practicado algún tipo de deporte, habrás notado que, por muy bien que juegues, hay partidos que pierdes aunque la otra persona en general haya perdido partidos que tú has ganado. El motivo seguramente sea, aparte de tu estado mental y físico de ese día, que la otra persona tiene diferente estilo de juego, y por tanto, requiere de tu flexibilidad para ver cómo afrontarlo.

Me he encontrado con casos en los que parejas que están iniciando una relación no llegan a disfrutar plenamente del sexo, porque una de las partes está empeñada en que antes follaba bien y ahora la otra persona no es tan receptiva y, por tanto, es la que tiene el problema. CRASO ERROR. Así como es un error también que la persona que disfruta menos culpe a la otra por no disfrutar más. Las relaciones sexuales genitales son cosa de dos (o más)… y cada encuentro es único, por tanto no hay un guion preestablecido que dicte lo que hay que hacer. Para ello lo mejor es escuchar qué nos dice el momento. Y con el momento me refiero a la voz de la otra persona, a sus movimientos, su respiración; es decir, aparcar la cabeza y disfrutar del ahora. Darnos la oportunidad de que sea el instante el que dicte los pasos y no tanto lo que se cree que hay que hacer.

Darnos la oportunidad de que sea el instante el que dicte los pasos y no tanto lo que se cree que hay que hacer.

Y aquí llegamos al quiz de la cuestión: ¿no tendría más sentido que la expresión follar bien fuese realmente pasártelo bien tú?, ¿que el foco de atención estuviese en pasártelo tú de lujo?, ¿en decir qué es lo que te gusta?, ¿en confiar en que la otra persona lo diga también? Así, nuestro nivel de disfrute se basaría realmente en certezas (‘me lo he pasado bien’) y no en presuposiciones y deducciones (‘¿se lo habrá pasado bien?’). Con este enfoque también nos ahorraríamos las expectativas que nos hemos autoimpuesto y que se convierten en la medida para decidir si lo he disfrutado o no, convirtiéndose así las relaciones sexuales en exámenes que no dependen tanto de ti como de lo que creas que piensa la otra persona. Y aquí, gente querida, nuestra intuición puede jugarnos malas pasadas.

El decálogo para tener el nivel experto en el sexo empieza por tener el foco en el placer y la diversión y, a partir de ahí, empezar a jugar desde la curiosidad. Redescubrir el goce de dar y recibir y no tanto el dar para conseguir que la otra persona disfrute, sino el dar sabiendo que recibes también. Y en este recibir tú incluyes lo que quieras: desde el sabor de la otra persona, a la textura, los gemidos, el peso del otro cuerpo sobre ti, etc. Porque, por más que nos empeñemos en que los seres humanos no somos egoístas, lo somos. Y si damos, estamos recibiendo también. Es un proceso bidireccional. En otro artículo me extenderé más sobre el sano egoísmo o egoísmo positivo pero, por ahora, quédate con esto: cuanto más te centres en ti, más podrás disfrutar. Y centrarte en ti implica también sembrar aquello que quieres recoger. Me explico con un ejemplo (¡que ya sabéis que me encantan!) de la misma situación desde diferentes enfoques.
Pongamos el caso de que voy a mantener relaciones sexuales genitales con una mujer. Por experiencia sé que a la mayoría de las mujeres les gusta que le dé mordisquitos en la oreja mientras les estimulo el clítoris a una velocidad media…

Y centrarte en ti implica también sembrar aquello que quieres recoger.

Caso 1: me aplico en desempeñar esta técnica, pero veo que en este momento no causa la sensación que me esperaba. Pienso que la otra persona tal vez esté nerviosa y me aplico otra técnica que sé que funciona…Y tampoco da señales… De hecho, me corrige y me dice que lo haga más rápido, pero yo sé que esta técnica es implacable. ¡Madre mía!, ¿cómo hago para que disfrute si no se relaja?

Caso 2: mientras desempeño la técnica, siento que tal vez no le esté gustando porque no gime. Me dice que lo haga más rápido. ¿Ves? ¡Lo sabía! ¡Lo estoy haciendo fatal y va a pensar que soy un desastre como amante!

Caso 3: me encanta la textura de las orejas y cómo el olor de la otra persona se mantiene detrás de la misma. Me recreo lamiéndola y le susurro al oído que me encanta sentir y oír su respiración. Voy bajando hasta la nuca y siento cómo comienza su respiración a acelerarse… ¡Me encanta! Ella me susurra que vaya más rápido y me guía la mano hasta su vulva invitándome a que vaya presionando sus labios externos. Le pido que me acaricie los pechos y… ¡El resto lo dejo a vuestra imaginación!

¿Veis la diferencia?

En el caso 1 se produce el efecto ‘sota, caballo y rey…, y si no le gusta, es culpa suya’. Esta actitud es ideal para no aprender nunca nada nuevo y acabar haciendo siempre lo mismo, sea algo que te guste o que no.

En el caso 2 nos encontramos con el efecto ‘dame el látigo que ya me fustigo yo’. Tanto en este caso como en el anterior, la atención está centrada en el hacer y no en el jugar. Cuando otra persona pide, no está corrigiendo, sino diciendo lo que a ella le gusta. Tiene tanto derecho a pedir como tú.

En el caso 3 nos encontramos el efecto ‘disfrute’. Así, a secas. La atención está centrada en cada quien. ¿Qué te gusta a ti?, ¿qué te pide la otra persona? Si te dejas llevar aprenderás el doble que si llevas el guion escrito a fuego. La actitud ideal es la de novel. No eres una persona experta en el cuerpo de la otra persona. Explóralo, saboréalo,… en resumen, disfrútalo. Confía en que la otra persona hará lo mismo y, de no ser así, puedes invitarla a que lo haga. Si el objetivo es disfrutar al máximo, crearás el ambiente idóneo para que así sea.

¿A qué estamos esperando para pasar del hacer continuo al disfrutar sin más?

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