La píldora del día después

La píldora del día después

Esta es una historia menor, no es de un aborto, es la historia del pequeñísimo gesto de tomarse la pastilla del día después en dos años distintos.

La primera vez que lo hice estaba regulada con receta y había que pasar por el proceso estresante de los centros de planificación familiar. Yo era pequeña, era de las primeras experiencias sexuales que había tenido. Recuerdo confusión, era fin de semana, los centros cerrados, encontrar uno lejos de mi casa, panfletos antiaborto, una doctora preguntándome detalles íntimos: ¿Cuándo fue tu primera vez? ¿Cuántos años tienes? ¿Qué ha pasado? ¿Y qué piensas de las ETS? Recuerdo mucha angustia y mucho desconocimiento.

La última vez fue el año pasado. Ya crecida, entorno afectivo feminista, mucha información, autonomía. Eran las tres de la madrugada, bajé a la farmacia de guardia, compré una pastilla.

Ese gesto pequeñísimo de independencia, ese ahorro de angustia innecesaria. Ese mi cuerpo es mío, mi vida es mía y es una vida independiente, orgullosa y sin culpa. La de décadas que había costado. La de vidas de mujeres cambiadas para siempre, desposeídas, torcidas o terminadas que había costado.

Me tomé la pastilla como quien comulga.

No quiero que esta anécdota se convierta en una historia excepcional que contar a mis hijas (si decido tenerlas) o a las hijas de mis amigas (si puedo permitirme decidir no tenerlas yo).

Llevo dos días llorando de rabia.

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