Diario de una abortista
Yo he abortado. Sí, lo he hecho. Y lo digo. ¿Te apetece seguir leyendo?
Quizás te dé reparo, aunque no tanto como si lo estuviéramos hablando en persona, ¿verdad? Quizás no te interese saber mi historia, o la historia de por qué debemos tener una libre elección. ¿Te incomoda el tema? ¿Has puesto los ojos en blanco? ¿Estás pensando en huir de esta conversación? Adelante, escapa, pero permíteme que continúe.
Yo no quiero ser madre. Nunca lo he querido ser. Porque ser mujer no significa que tengas que serlo; solo es una elección más. Una amiga me comentaba hace poco el interrogatorio que supone decir que no quieres tener hijos por parte de otras personas. Pero la pregunta correcta sería, ¿y tú? ¿por qué quieres ser madre? Y sí. Nos han metido en la cabeza a todas que por ser mujer estamos predestinadas a ser madres. Que hemos nacido para eso; que está en nuestra naturaleza. Claro, no podemos elegir, ¿cierto? Porque es un derecho que todas tenemos pero, ¿es una obligación?
Y sí, yo he abortado. Y no he podido hablar de ello. Porque yo lo veo como algo inherente a mi condición de mujer, y parece que nadie más lo ve así. Porque noto un silencio incómodo cuando quiero hablar de mi experiencia; porque es eso, una experiencia. No se ve como algo natural; porque es algo ante lo que la gente no sabe reaccionar. Porque muchos lo defienden y no saben cómo afrontarlo. Porque claro, es mucho más fácil hablar de una idea que encarar una experiencia encarnada, ¿verdad? Porque parece que la sociedad no está preparada para que se hable abiertamente de estos temas. Porque nadie quiere escuchar un relato de tales magnitudes; nadie se espera que una mujer que ha abortado lo hable sin tapujos y sin ningún cargo de conciencia.
Y me toca la moral. Me la toca el hecho de que nadie quiera escucharme. La sociedad ha decidido no escucharme. Y no, no es que esté traumatizada. Me alegro de la decisión que tomé. Fui consecuente conmigo misma. Pero es algo vital, al igual que tener un hijo, solo que esa decisión si está aceptada socialmente. Una puede hablar de cómo la llevaron a paritorio, de cómo le practicaron una cesárea, y yo no puedo hablar de cómo me aspiraron el útero. Y es que claro, decidir tener un hijo no es tabú; decidir no tenerlo sí.
Porque sí, es comprensible que haya quien no quiera recordar su aborto. Porque hay gente a quien le ha supuesto un trauma. No es algo agradable. Pero se hacen necesarios los espacios para hablarlo, para compartirlo y para normalizarlo. Porque el hecho de que sea tabú, influye en las mujeres. Influye en cómo lo afrontan, en cómo sienten el proceso. Y al final, no deja de ser otra construcción social; otra forma de control. Porque las mujeres tenemos que ser madres y si decidimos no hacerlo, nos crean cargo de conciencia. Un equipaje muy pesado con el que deberás cargar toda tu vida.
Y lo curioso es que yo no tengo equipaje. Estoy orgullosa de mi elección. Porque elegí, y porque a nadie le incumbe el tipo de vida que elijo vivir. Pero mi relato está fuera de lugar. Mi historia no tiene cabida en ningún espacio. Porque soy una mujer que decidió no ser madre. Porque soy una mujer que no se siente culpable por no querer serlo.
Y ahora te preguntarás, ¿estas líneas son ficción o se trata de una vivencia real? ¿Crees que eso tiene importancia?