¿Cuando empieza la alineación?

¿Cuando empieza la alineación?

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11/05/2018

Olga Blázquez Sánchez

Soy el papel que mancho con palabras. Mi currículum vitae está lleno de verbos que no me representan. En mi currículum vitae represento el papel de experta para poder acceder a un puesto de trabajo en el que me exploten por ser lo que no soy. Si es que soy algo. Forcejeo dentro de la supuesta necesidad de ser. Ser reconocible, interpretable, predecible, ser más yo que nunca. Siempre ser yo, sin contradecrmie conmigo misma. Miento. El currículum vitae no es más que una estructura de poder. Un filtro para convertir en inteligible la compleja realidad y la trayectoria vital de un cuerpo. Un acto performativo que, repetido cien veces, se convierte en verdad.  Mi carne queda desposeída de su devenir-cualquiera a medida que completo las diferentes secciones de mi currículum vitae: nombre, edad, actividad formativa, experiencia laboral… LinkedIn, el summum de la sofisticación para exprimir nuestro ego un poco más. ¿Soy lo que digo que soy? ¿Soy la que escribe? ¿O soy, solamente, la idea de ser? Hay quien dice que la identidad se encuentra en el no-reconocerse, en el ser extraña a tu propia imagen. Yo me miro en el currículum y ya no sé quién soy. O, lo que es peor, empiezo a saber demasiado bien lo que quieren que sea. Leo ese pedazo de papel, que más parece propaganda que información, y me río, me río de esa pobre chica que me mira desde la foto tamaño carnet. Tengo vergüenza ajena de mí, como si yo ya fuera otra, diferente de lo que soy/no soy.  Adopto  las exigencias del mercado como formas de mi propio cuerpo. Encarno las exigencias del guión. Bordo el papel de alienada. O de alíen. ¡Qué se yo!

—Soy lo que tú quieras —le susurro al oído a la persona responsable de recursos humanos.

En secreto escribo otro currículum, el de verdad. O el de mentira. En cualquier caso, el otro.

—Este cuerpo que no es yo, ni sujeto, ni individuo, ni identitario, ha deambulado por mil barrios, ha comido tarta de fresa, se ha quedado dormido en una playa y  se escapó del colegio en alguna ocasión, ha fregado cacharros y planchado chaquetas. Escala montañas por amor al monte, le gusta viajar en bicicleta. Lo crea usted o no, esa experiencia lo describe más que el título universitario que  queda reflejado en ese papel que reposa entre sus manos.

Nada de esto le interesa a la empresa.

La única vida se reduce a las horas trabajadas, parece ser. Las horas producidas. Productivas. O  las horas desperdiciadas en el entrenamiento para servir a los repugnantes deseos del dios Mercado, algunos lo llaman con orgullo carrera universitaria.  El currículum vitae no es más que la degradación última, la desposesión inicial.  Escribir el currículum vitae es hacer saber al mundo que estás disponible para ser adquirida. Para ser identificada, sabida.  Dentro de poco nos pedirán que pongamos un eslogan al lado de nuestra foto, para vendernos mejor.  Para ser menos cualquiera y un poco más nostras. Profundizar en la idea de ser alguien para poder ser acabada, terminada, definida: manejable.

Olga Blázquez soy, cómprame rápido, caduco sin avisar.

Al mes, firmo un contrato basura, y dejo por completo de ser yo.

 

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