Bizarre

Escupo las palabras para no caer,

las vomito
porque si quedan dentro son mi soga,

y suficientes cuerdas me agarran ya.

Escupo porque soy la pregunta
que acorrala a sus cabezas
y su esfuerzo en recolocar el interrogante entre mis piernas es siempre remarcable, incansable, insufrible;
pero yo soy y seré la duda en persona,
porque simplemente existo.

Insaciable, inalcanzable, soy; Y eso -dicen- no puede ser. Incontrolable e inexplicable me expongo,

y paseo por sus calles
y me como los helados de sus hijos
Y les miro de frente,
casi con el mismo asco que ellos a mí;
y encima voy en metro,
y meo en sus baños
y para colmo no pido perdón,
ni me agacho,
ni me escapo.
Y no salgo sólo de noche,
de día también se me oye,
trabajo justo al otro lado de su escritorio, no huyo.

Yo, la duda en persona,
no les evito
y ellos, que recolocan el interrogante entre mis piernas,
se dan cuenta
de repente,
de que no existe una celda lo suficientemente aislada para encerrarme, porque he decidido ser.

Pero es que encima
de repente y con susto,
se dan cuenta de que,
aunque quisieran,
ya no habría antifaz suficientemente opaco como para esconderse de mí
porque, simplemente, he decidido existir.

Y cuando salgan del trabajo
y quieran algo de tranquilidad
o saquen al perro a pasear
o queden con sus amigos para una ronda
o estén viendo su programa favorito,
allí estaré yo,
sin agacharme,
sin esconderme,
innegable, incalculable
y mirándoles casi con el mismo asco
con el que antes se atrevían a mirarme ellos a mí porque, simplemente, he decidido existir
y nada me hace correrme tan fuerte
como saber que soy racionalidad en números negativos y bilis en sus gargantas.