Pizza e identidades de género

Pizza e identidades de género

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28/03/2016

Marta Cejudo Sevilla

Hoy he ido a comer con unos amigos, yo era la única mujer, parece algo poco relevante, pero es necesario saberlo para lo que os quiero contar; el resto de mis amigos, podría decirse que son hombres muy seguros de su “masculinidad”, no sólo que estén seguros de ella, sino que, parece ser, tienen una necesidad constante y casi inevitable de defenderla con cada palabra que sale de su boca.

Estábamos comiendo, y la conversación y los comentarios me parecían una constante lucha por reafirmarse en su condición de hombres, quiero decir, que la conversación ha girado constantemente en torno al hecho de que los hombres y las mujeres son “diferentes”, y lo que más he escuchado han sido comentarios sobre qué buena está esta chica o aquella, de hecho, uno de mis amigos se ha puesto a fardar de que ha mantenido relaciones sexuales con muchas mujeres, a lo que los demás han contestado con un “¿cómo lo hace el cabrón? Qué crac”, sin embargo, en el momento en el que yo me he puesto a hablar de mi vida sexual, su respuesta ha sido, “mejor no contamos que nos quedamos sin tiempo”, es decir, que para decir que uno de los chicos tiene una lista con todas las mujeres a las que se ha tirado sí hay tiempo, pero si se trata de la vida sexual de una mujer, no merece la pena hablar de ella. Sí, puede ser que fuera una simple broma, así que en ese momento lo paso por alto, al fin y al cabo no tiene tanta importancia, efectivamente he tenido muchas relaciones sexuales con distintos hombres, y no me avergüenzo de ello.

En un momento dado hemos salido a que uno de mis amigos se fumase un cigarro, y resulta que era un cigarro con sabor a lima-limón, todos se han reído de él, llamándole “mariquita” porque no aguanta el sabor fuerte del tabaco. Él, inmediatamente ha intentado reafirmarse en su condición de hombre heterosexual y ha explicado que esos cigarros son los que compra su novia, no son suyos, no sé si será verdad o no, pero el mero hecho de tener esa desesperada necesidad de justificarse y sobretodo, de justificarse con su novia, ya lo dice todo.

No solo ha sido eso, en un momento determinado he comentado que a mí el gris me parece un color muy “femenino” y uno de mis amigos llevaba una camiseta gris, la reacción de todos ha sido mirarle y reírse, él, al sentirse atacado por poner en cuestión su virilidad, ha devuelto ese “ataque” recordando que el otro fuma cigarrillos con aroma a lima-limón. Mientras que por un momento creí que el tema de conversación se iba a desviar de esa necesaria reafirmación constante, ilusa de mí, se ha desviado hacia el hecho de lo buena que está una cantante que en ese momento estaba en televisión. Vale, sí, se puede hablar del buen físico de una cantante sin ningún problema, pero otra vez, hemos vuelto al hecho de que “el hombre que se la tira “es un puto “crac”.

Continuando con la conversación, les he contado una anécdota que me contó un amigo el otro día sobre que un compañero suyo del instituto tenía un lío con una profesora. La respuesta de mis amigos ha sido “qué puto amo”, entonces uno de ellos ha contado que en sus instituto una chica estuvo saliendo durante un año con un profesor, la respuesta a este comentario, ha sido “y cuando la aprobó lo dejó ¿no?”. A todo esto yo lo único que estaba escuchando es: los hombres no se aprovechan, son las mujeres las que son tan sumamente retorcidas como para utilizar su atractivo y manipular a un hombre, porque las mujeres son malas y los hombres no, los hombres no tenemos la culpa de nada, y si un adolescente es capaz de mantener relaciones con una mujer más mayor, qué suerte tiene y qué crac es, porque claro, la mala sigue siendo ella, la que está haciendo las cosas mal, es ella.

El colmo de la conversación ha llegado cuando nos hemos puesto en el supuesto de que los hombres pudieran auto-practicarse sexo oral, el comentario inmediato ha sido “entonces nos extinguiríamos porque las mujeres ya no servirían para nada”, yo soy consciente que este tipo de comentarios los dicen de “broma”, y que en ningún momento piensan realmente que las mujeres seamos meros objetos sexuales, pero lo único que he podido ver hoy, es que el machismo y las identidades de género están tan incrustados en nuestro cerebro que ni si quiera se han parado a pensar ni por un segundo que la conversación estaba siendo completamente denigrante hacia la mujer.

Si, en ese momento, yo me hubiera enfadado o les hubiera hecho ver lo sexista de la conversación (como he hecho en otras ocasiones), lo único que habría recibido sería un “venga Marta, no exageres”, porque, como dice mi profesora de género, si una mujer se enfada es una histérica y una exagerada, pero si lo hace un hombre, simplemente es su carácter; y en ese momento automáticamente me habría convertido en una “feminazi”, pero si uno de mis amigos se hubiera sentido ofendido por alguno de los comentarios, seguramente se estarían pasando.

Y quizá el fallo fue no decirlo, y dejar pasar éstas cosas, solo porque no te digan que eres una plasta y una exagerada, pero es nuestro deber, como sujetos sobre los que se aplica esta violencia que parece inofensiva, defendernos, y no dejar pasar ni una, hasta que, el día de mañana, cuando a un amigo tuyo le digan que es un “mariquita” por fumar cigarrillos de lima-limón, este, simplemente conteste, “es que me gustan”.

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