Se coló en nuestra habitación de hotel
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Paula Sánchez
La vida cotidiana está llena de momentos de estrés y obligaciones. Llevábamos tiempo con ganas pero por unas cosas u otras al final nunca encontrábamos el momento. Pero de repente surgió una oportunidad de la nada y nos fuimos de fin de semana juntas. FINDE DE AMIGAS Y RELAX. Sacamos los billetes de autobús y reservamos el hotel (del que de momento no puedo decir el nombre) en León, con idea de pasar dos días sin preocupaciones, tomarnos unas cañas, ir al cine, y visitar el mercado.
Llegamos al hotel a las 21:30 horas del viernes, nos aseamos y nos fuimos a tomar unas cañas. Risas, bailoteos y buena energía para todo el finde que nos quedaba por delante. El sábado dormitamos y nos fuimos a desayunar y de compras y por la tarde decidimos meternos en un centro comercial, ya que llovía a cántaros. Cine, cena y pa’ casina, que el domingo queremos madrugar para comprar regalos y visitar el mercado antes de volver a Gijón. Yo no sé a vosotras pero a mí cuando me baja la regla el cuerpo me hace guerras internas y en ocasiones no me deja ni moverme, por eso no estaba ni pa’ bailes ni pa’ cañas. Solo nos apetecía llegar y charlar un poco y contarnos nuestras cosas. El taxi tardó en venir a recogernos un poco al cine pero en el viaje de vuelta al hotel se veía el ambiente de León agitado por una final de fútbol. Nosotras nos miramos y pensamos: menos mal que salimos un poco ayer y hoy nos retiramos pronto porque tal y como está el ambiente sería muy incómodo salir así. Por fin llegamos al hotel, cogimos el ascensor para subir a la cuarta planta y, cuando llegó, al abrirse las puertas nos encontramos a un individuo (por no llamarlo de otra manera) hospedado en el mismo hotel y perteneciente a un grupo de despedida de solteros que pone una mirada amenazante nada más visualizarnos, ni corto ni perezoso porque en esta sociedad está permitido que un desconocido te hable, intimide u opine sobre tu cuerpo cuando le da la gana. Nos decía que qué tal estábamos, que si queríamos compañía, a lo que ni respondimos dirigiéndonos a la puerta de nuestra habitación. Cuando estuvimos en ella se nos acercó de manera muy incómoda e intimidatoria y nos repitió la misma pregunta. ¿Queréis compañía? A lo que al unísono y ya cabreadas le dijimos bien claro que NO. Acto seguido, puse mi cuerpo como barrera para que mi amiga abra la habitación y nos metimos en ella, cerrando bien por dentro.
Y antes de seguir con la historia voy a hacer una reflexión: es increíble cómo las mujeres crecemos que nos tenemos que proteger, es vergonzoso como, tanto mi amiga y yo sufrimos la llamada del peligro y nos pusimos en alerta por lo que acababa de pasar. No nos dijimos nada pero ambas sentíamos que debíamos protegernos y ella colocó una maleta detrás de la puerta de la habitación, a lo que yo, con toda la naturalidad del mundo, como si fuera normal y lógico tener miedo porque un machirulo decide que sea así le digo: ¿Pones la maleta ahí por si intenta entrar alguien, verdad? A lo que me responde que sí y seguimos con nuestras cosas. ¿DE VERDAD ESTO NO LE PARECE PREOCUPANTE A LA SOCIEDAD?
Hablamos un poco de la vida, de nuestras anécdotas y tras despedirnos de nuestras parejas con un whatsapp nos dispusimos a dormir a las 2 de la mañana. Quiero recalcar que ambas dormimos con tapones en los oídos, ella porque yo hago ruiditos cuando duermo y yo porque mi marido ronca un poco y ya estoy tan acostumbrada a dormir con ellos que soy incapaz de hacerlo de otra manera.
Y aquí llega la parte más escalofriante de esta historia: en mi fase más profunda del sueño oí un golpe tremendo y llegué a escuchar: Aron. Como mi cuerpo estaba en alerta y me acosté con miedo me levanté automáticamente de la cama y vi salir de nuestra habitación a un tío. Salí detrás gritando con un puño arriba y cuando llegué al pasillo no vi a nadie. Caminé un poco por el pasillo con el corazón saliéndoseme del pecho, temblando, y volví a la habitación. Cuando estaba a punto de cerrar escuché el ruido de una puerta en el pasillo. Me asomé y vi al tío (que “casualmente” pertenecía a la misma despedida de soltero que el individuo que nos intimidó a la llegada al hotel) que acababa de salir de nuestra habitación. Sin acercarme y con el miedo en el cuerpo grité y le dije que iba a llamar a la policía y que iba a ir a la recepción del hotel, a lo que literalmente me respondió: “Corre, corre”. Volví a mi habitación, miré a mi amiga y volví a la realidad de lo que acababa de suceder. Ella fija y estática sin capacidad de moverse ni de mediar palabra. Podía ver reflejado en sus ojos el miedo de los míos, que de la tensión y la adrenalina se habían vuelto totalmente rojos. Literalmente, el blanco de mis ojos era rojo.
Aquí no puedo explicar lo que dijimos, sentimos o hablamos porque del pánico y el susto no soy capaz de recordarlo, pero nos vestimos y bajamos a recepción. Pensábamos que el calvario había terminado y aunque teníamos claro que nos íbamos a ir del hotel en ese mismo instante no sabíamos que la segunda parte de nuestra pesadilla acababa de empezar. El recepcionista del hotel ante nuestras acusaciones nos dijo que el chico no entró en la habitación en ningún momento, que él estaba visualizando las cámaras de seguridad y vio al chaval picando en las puertas y por ello le llamó la atención, pero nada más. Nos dijo que si entró era culpa nuestra porque teníamos la puerta abierta. WHAT DE FUCK?????? Era indignante y realmente increíble escuchar a este señor. Decidí llamar al 112 y explique como pude mi caso. El 112 me cortaba constantemente, me preguntaba si me habían robado, agredido o algo parecido, a lo que le respondía que no porque me puse a gritar pero no sé qué hubiera pasado de haber reaccionado como mi amiga (ella con su reacción, al no gritar y ser capaz solo de decir “entraron” y pegarme un golpe a mí, aguantó frente al individuo que entró en la habitación unos segundos sin que este hiciera nada más que mostrar indecisión con su cuerpo). Al 112 no le importaba que un chico, porque le dio la gana, decidiera allanar mi morada. Si no nos había violado, pegado o robado no tenía importancia. Me pidió que le pasara al recepcionista. Lo hice y el recepcionista le dijo literalmente que un grupo de chicos ebrios llegaron al hotel y se equivocaron de habitación, pero que fue un error y que no pasaba nada. ¿Queréis saber qué dijo el 112 cuando volvió a hablar conmigo? Que el recepcionista le había dicho que era una confusión, que pusiera la hoja de reclamaciones, que buenas noches y me colgó el teléfono (esta llamada está grabada).
Indignada y sin dar crédito a lo ocurrido llamo a mi marido asustada y temblando. No podía creerme que no mandaran una patrulla de policías al hotel. Mi marido me sugirió que llamara directamente al 091 y me pareció una gran idea por lo que tras colgar la llamada con él me dispuse a marcar el número. Pero es que para nuestra sorpresa la respuesta del 091 fue exactamente, y repito: EXACTAMENTE igual (de esta llamada también tengo la grabación). La policía que me atendió me preguntó que si me habían agredido, robado o atacado, a lo que respondí que no porque me puse a gritar pero repetí en varias ocasiones que un DESCONCIDO había invadido mi intimidad y entrado en nuestra habitación a las 4h de la mañana ebrio y sin conocer sus intenciones. La señora policía me dijo que le pasara al recepcionista y nuevamente tras la declaración del despreciable recepcionista a mí me ANULARON POR COMPLETO, me dijo que pusiera una hoja de reclamaciones, que el recepcionista decía que no había pasado nada. Que no iban a mandar una patrulla. QUIERO RECALCAR QUE LA PERSONA QUE SE COLÓ EN NUESTRA HABITACIÓN ESTABA EN ESE HOTEL DURMIENDO LA MONA. PERO EN SERIO ¿ESTO ES NORMAL?
Tras esta llamada apareció la dueña del hotel que en un principio nos miró con recelo porque no se creía la historia, nos dijo que era imposible que una persona entrara en la habitación de otra sin llave, a lo que le respondimos que no sabíamos cómo habían entrado pero le aseguramos que lo habían hecho. Tras visualizar las grabaciones del hotel se ve CLARAMENTE CÓMO LA PUERTA ESTÁ CERRADA Y CÓMO EL INDIVIDUO ACCEDE A NUESTRA HABITACION SIN CERRAR LA PUERTA TRAS SU PASO. SE LE VE SALIR CORRIENDO A LOS 20 SEGUNDOS Y SE ME VE A MI SALIR DETRÁS. La dueña del hotel en ese momento cambió la cara y se puso muy nerviosa, nos entregó las hojas de reclamaciones que pasamos a rellenar mi amiga y yo. Indignadas, decidimos irnos pero nos dimos cuenta de que ya eran casi las 6 de la mañana y que no tenía lógica irse a otro hotel a esas horas. Subimos a la habitación para hacer las maletas y cambiamos los billetes de autobús por internet. Nos abordó la duda de si podríamos poner la denuncia en Gijón o si tendríamos que pasar por la comisaria de León antes de coger el Alsa. Por lo que decidimos llamar a la comisaria de León para hacerles esa pregunta. Me coge el teléfono la misma mujer que cuando llamé al 091 y me dice que puedo poner la denuncia donde quiera pero que me dé cuenta de que si lo hago tendré que pagar un abogado y un procurador. ¿Perdona? ¿Te crees que eso me importa ahora???? Le digo que sigo sin entender cómo no han mandado una patrulla para al menos visualizar las grabaciones y tomar los datos al chico que entró en la habitación, y bastante incrédula me pregunta en tono muy desagradable que cómo ha entrado ese chico. Nerviosa y otra vez temblando le digo que no lo sé, que yo estaba durmiendo. Noto que mi cuerpo en ese momento comienza a rendirse ante tantas faltas de respeto, humanidad y lógica y mi amiga toma las riendas de la conversación. Tras unos intercambios de palabras llenos de asombro e indignación por nuestra parte la señora policía nos pregunta si se ve en las imágenes que el chico entra a lo que claramente le respondemos que SÍ. Y es ahí cuando nos dice que esperemos, que envía a una patrulla. A los pocos minutos nos pica en la habitación una pareja de policías que nos pide el DNI y nos explica que tenemos que poner una denuncia formal en la comisaría. A los 30 segundos se van sin decirnos nada más.
Mi amiga y yo nos vamos, cogemos un taxi a la estación de autobuses y a las 9 de la mañana salimos rumbo a Gijón. A las 11:30 estábamos en la puerta de la comisaria de Gijón y en ese momento recibo una llamada con prefijo de León. Respondo asombrada para descubrir que me llamaba la dueña del hotel diciéndome que tiene a su lado a Daniel el chico que entró en la habitación que quiere hablar con nosotras. Nos dice que estaba borracho, que lo siente y que no le pongamos una denuncia, nos dice que no sabe como entró y que son cosas de borrachos. Que a él nadie fue a pedirle los datos. FIN. Le decimos que estamos en la comisaria y que pese a que agradecemos sus disculpas vamos a denunciar igualmente.
Ponemos la denuncia correspondiente en la comisaría de Gijón y a día de hoy no tenemos mas noticias.
Esta es nuestra historia, esto es lo que pasó la madrugada del 29 de Mayo a dos chicas que se disponían a pasar un fin de semana de relax. Nos quedamos sin relax, perdimos dinero, perdimos el domingo, perdimos el poder comprar regalos, el vivir tranquilas y sentirnos libres, perdimos la dignidad y la credibilidad ante las fuerzas del estado. Nos hemos sentido humilladas y es una vergüenza. Quiero contar esta historia por ella, por mí, por todas las mujeres que viven este tipo de acoso sin que después existan consecuencias para los agresores. ¿De verdad es justo y normal que a nosotras que somos las que sufrimos esta situación tengamos que justificarnos durante casi 4 horas y que al tío que entra en nuestra habitación ni si quiera fueran a pedirle el DNI? ¿Es normal que él se quede durmiendo y disfrutando de su borrachera mientras mi amiga y yo tenemos un ataque de pánico? ¿Es normal que el hotel no responda ante un fallo de seguridad de esta magnitud?
Qué asco de todo, de verdad. HASTA EL COÑO DE TODA ESTA MIERDA MACHISTA.
Atentamente. Paula Sánchez. Feminista indignada pero con ganas de luchar.