Respuesta a Leticia Dolera
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María Gómez
Compañera:
Identificarte como feminista en esta sociedad, aunque no seas activista, va a generarte muchas preguntas, dudas, y va a llevarte a tener muchas contradicciones. Constantemente. Día tras día. Ya lo has experimentado. Sólo tienes que salir a la calle, caminar unos pasos y sentir cómo los albañiles (hombres) que hay enfrente de tu casa te pegan un silbido. En momentos así entras en una especie de colapso mental que te lleva a no saber reaccionar, o a no hacerlo a tiempo. Hasta que aprendes.
Cuestionamientos como los que tú has descrito y que tuvieron lugar en la alfombra roja, o fuera de ella, son los mismos que también yo me hago cada día cuando camino por la calle, salgo a tomar unas cerves, voy a echar curriculums, o escribo este artículo. ¿Hasta qué punto me estoy implicando?, ¿tengo la misma libertad que un hombre para dar mi opinión?, ¿estoy haciendo lo suficiente por reivindicar mi situación como mujer y mi falta de privilegios?, ¿qué debería responder a esos albañiles que me silbaron? Desde que empecé a identificarme con el feminismo, a comprender qué implica esta palabra, o a definirme como feminista, llevo puestas continuamente unas gafas moradas que no me dejan en paz pero que me hacen ser más consciente de mi situación.
Llevemos estas reflexiones a la gala, a las referencias a las mujeres y a los discursos feministas que tuvieron lugar. Tal y como contabas, dedicaste mucho tiempo a reflexionar sobre toda una serie de detalles concretos que acompañaban a la ceremonia. Esa noche tenía que mostrarse (o no) que tú eras feminista y que comprendías, desde un nivel diferente, la situación de opresión de la mujer dentro del sistema heteronormativo y patriarcal. Por eso, además de la ropa que tendrías que llevar y cómo deberías hacerlo, el peinado, el maquillaje, o los tacones en los que ibas a subirte, necesitabas la aprobación de amigas y compañeras que entendieran qué implica eso de ser feminista para ti y llevarlo a la escena pública.
Como feminista, y con tus gafas moradas puestas, pensaste en lo necesario que sería visibilizar a las mujeres desde tu posición pero como directora y guionista, pensaste en todo lo que implicaría salirte de las normas y los protocolos establecidos para ese día y por ese evento. Y mientras tú invertías tu tiempo en esto, hubo personas como Cuca Escribano, Candela Peña, o Ana Belén que lo llevaron a la acción y que, sintiéndose feministas o no, hicieron sus reivindicaciones y consiguieron durante la noche de los premios y los días posteriores que el feminismo abriese titulares en los medios de comunicación. Hasta el propio presentador, Dani Rovira, se atrevió a ponerse en los tacones de ellas, generando también su respectiva polémica (incluso entre las feministas).
Todo el tiempo invertido, todas las dudas, las preguntas incomodas, las conversaciones con amigas, o los quebraderos de cabeza, no sirvieron de nada. ¿O quizá sí? Mientras tú te sentías verdaderamente comprometida con esta causa, y buscabas de una y otra forma la manera de reivindicarla y expresarla, otras (y otro) en tu posición ya consiguieron hacerlo. Y es que, en realidad, ese era el objetivo. Que se hable de ello, que se logre entender, y que verdaderamente cale hondo el mensaje que se quiere transmitir en la sociedad. Aprovechar un acontecimiento mediático, con tanta difusión y trascendencia, para enviar mensajes de igualdad, sororidad y denuncia contra una sociedad sexista, misógina y desigual. No importa quién lo hiciera. Lo importante es que se hizo y que debe seguir estando en la opinión pública hasta que se consiga.
Por eso, el cine español necesita a mujeres. Mujeres que luchen y reivindiquen que empiece a haber más mujeres en la dirección, más mujeres guionistas, más mujeres actuando, y más mujeres como protagonistas. Mujeres que sientan que tienen el apoyo de otras mujeres compañeras. Mujeres, que se sientan identificadas y que se atrevan a superar esos miedos para salir a la esfera pública con las gafas bien colocadas a hablar de una realidad que nos influye y que nos afecta. Porque lo queramos reconocer o no, en la actualidad ninguna de nosotras tenemos las mismas oportunidades que tiene un hombre: ni en el cine, ni en el arte, ni dentro de la cultura, ni en ningún ámbito de la vida diaria. Ser feminista implica defender un movimiento que lucha por la igualdad y por defender los derechos de todas las personas por igual.
Aún así, Leticia, lo conseguiste. Quizás no fue durante la alfombra roja ni con un micrófono en el escenario, pero has escrito un artículo en un medio de comunicación y has hecho pública tu opinión. Independientemente del debate o la diversidad de opiniones que generen tus palabras, hoy te has atrevido a salir a la palestra y a exponer tus contradicciones, como actriz y como feminista (no son opuestos). Y es que en eso consiste el feminismo; que lo personal es también político.